La crisis mundial está impactando en Argentina en forma furiosa, exactamente lo contrario de lo que previó el matrimonio presidencial. Más allá de la caída precipitada del precio internacional de la soja y del impacto devastador que tendrá para la recaudación tributaria y el equilibrio fiscal, el derrumbe de capitales a nivel internacional ha desatado una fuga del peso al dólar y, por lo tanto, otra crisis bancaria.
La vertiginosa devaluación del real brasileño y el desplome de la Bolsa de Sao Paulo han mostrado la falta de sustento de la moneda y las finanzas nacionales ante una bancarrota financiera de envergadura mundial. Sería muy oportuno condenar a los charlatanes de todas las tendencias patronales y centroizquierdistas, que coincidían en presentar como un baluarte contra la crisis la pesificación del sistema financiero nacional, a tener que escuchar cien veces sus propios desatinos. La devaluación en picada de las monedas nacionales de América Latina fue uno de los hechos más destacados de la crisis mundial en los últimos días.
Derrumbe monetario y bancario
La salida de capitales de Argentina no es de hoy, pues ya se fueron 23.000 millones de dólares desde que comenzó la crisis internacional en junio de 2007. Esta fuga no se notó en las reservas internacionales porque fue financiada por el superávit o excedente del comercio exterior, gracias al excelente precio de los granos. Pero si hasta ahora el drenaje obedeció a la necesidad de los capitales extranjeros de cubrir sus pérdidas o deudas de las casas matrices, la extensión de la crisis está llevando a refugiarse en monedas internacionales a sectores generalizados de la sociedad. Esto significa también que los depósitos (en pesos) se retiran de los bancos, con el resultado inevitable de que deberá haber un mini-crac bancario. Un 20% de los activos de los bancos que protegen los depósitos se encuentran invertidos en títulos de la deuda pública de Argentina, cuyo precio ha caído a niveles de default. El resultado más estrepitoso lo han tenido las AFJP, que ya han perdido 20.000 millones de pesos, y habrían perdido mucho más si no fuera por la providencia, pues Kirchner les ordenó hace un año que abandonaran la Bolsa brasileña, aunque en cuotas. Las AFJP chilenas, que no hicieron lo mismo, se encuentran virtualmente en bancarrota. Hay que recordar, sin embargo, que el gobierno tenía previstos numerosos financiamientos privados con el aporte de las AFJP, lo mismo que para pagar la deuda externa.
La evidencia de que los Kirchner fueron pillados por la crisis en posición completamente adelantada es que ahora se dice que no le pagarían al Club de París e incluso suspenderían el pago de la deuda que no entró en canje. Todo esto demuestra que la solidez del ‘modelo productivo', que se alegó para anunciar esos compromisos, no era más que jactancia de barra brava. Sea como fuere, la normalización del financiamiento interno que pretendían los Kirchner con esos pagos, se ha ido por la alcantarilla.
El Banco Central favorece a los especuladores
El mito que ha sufrido el golpe mayor es el que hablaba de la solidez del Banco Central y de sus reservas, capaces de aguantar cualquier corrida. Verso puro. No solamente porque a las reservas de 47.000 millones de dólares, que se encuentran estancadas desde hace meses, hay que restarle los 20.000 millones de dólares que el Central debe a los bancos locales, sino porque, además, el Banco Central ha estado vendiendo dólares a futuro - en un rango de 3,05 a 3,10 pesos el dólar - y deberá recomprarlos a una tasa muy superior, que por lo pronto ya se encuentra alrededor de los 3,30 pesos por dólar. Los nacionales y populares permitieron el vaciamiento del país durante un año entero (con la salida de 23.000 millones de dólares) y pusieron las reservas nacionales al servicio de la especulación financiera, rematándolas en los mercados de futuros.
¿Por qué sorprenderse, entonces, de que hoy se esté especulando entre dos alternativas: una gradual devaluación del peso hasta el tope que marque la crisis internacional y el derrumbe de las monedas nacionales en América Latina, o una devaluación acentuada - a 3.50 o 3.70 el dólar - y montar a partir de ahí una nueva barrera de contención? Se puede afirmar que la devaluación gradual no va a poder hacer frente a la especulación y que al final llevará a una devaluación catastrófica. Una megadevaluación significará inflación y pérdida de empleos. El ‘modelo' que debía reconstruir a la burguesía nacional se ha venido abajo. El ‘campo' patronal y el ‘no campo' patronal piden una devaluación para subsidiar sus exportaciones y proteger su coto interno. Nuevamente la protagonista central es Techint, porque el mercado mundial del acero se viene abajo, y solamente le queda pelear posiciones en algunos mercados de América Latina y defender sus nichos en Estados Unidos.
Junto a Techint, la UIA y la Mesa de Enlace sojera marchan Ripoll y Alderete, apoyando los reclamos devaluatorios que asestarán un golpe fenomenal a los trabajadores argentinos.
Hay una salida
Hay una salida. La salida es la nacionalización sin pago de los bancos y el establecimiento del control y gestión obreros de los bancos estatales, para parar de cuajo la fuga de capitales, defender la moneda nacional y poner los recursos financieros al servicio de un plan de reactivación de la economía según prioridades que beneficien a los trabajadores. En el mundo, los estados capitalistas están nacionalizando en forma parcial a los bancos para salvar a los banqueros, nosotros deberíamos hacerlo en forma total para defender a los trabajadores.
Hay una salida. Declarar el cese del pago de la deuda externa, que mucho antes de esta crisis ya era una deuda ficticia, creada por la especulación capitalista internacional, para transferir recursos de los países dependientes a los imperialistas.
Hay una salida. Declarar el monopolio del comercio exterior, para poder vender sin devaluaciones y para que el dinero de esas ventas ingrese al país, lo que hoy no está ocurriendo.
Hay una salida. Prohibir las suspensiones y despidos, repartir las horas de trabajo sin afectar los salarios y discutir un plan de reconversión industrial de las fábricas afectadas por la crisis, que deberá ser financiada por los capitalistas.
Hay una salida. Reabrir las paritarias para discutir condiciones de trabajo, aumento de salarios y jubilaciones y la reestructuración de todas las ramas industriales.
Es necesario que articulemos una oposición política, sobre la base de este programa, para pelear el poder político. Sin el poder en manos de los trabajadores, los capitalistas victimizarán a las masas por la crisis del régimen patronal.
Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info)
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