viernes, 24 de octubre de 2008

¿Por qué comandante Chávez?, ¿Por qué contra el PCV Y el PPT?


Si lo del viraje de Chávez frente a la situación colombiana, modificando radicalmente su cuestionamientos frente al régimen narco-paramilitar-terrorista de Álvaro Uribe Vélez y su positiva actitud respecto al canje humanitario de prisioneros y al reconocimiento de las FARC-EP como insurgencia legítima y “fuerza beligerante”, desconcertó a muchos(as) partidarios de las izquierdas a nivel continental y mundial; sus recientes declaraciones anunciando la determinación de ponerle fin a la existencia del Partido Comunista (PCV) y del Partido Patria para Todos (PPT) de Venezuela, lucen desproporcionadas y cargadas de demasiada intolerancia.
El PCV y Patria Para Todos, independientemente de sus dimensiones electorales y de cualquier desacuerdo oficial son sus políticas y sus métodos, con sus consideraciones y propósitos tácticos, con sus políticas de alianza y posicionamiento electorales, son dos partidos de la revolución venezolana… desde hace ya mucho tiempo.
Como lo es, más recientemente –con todas sus virtudes y defectos- el partido que lidera el Comandante Chávez, el cual recién pasó (con algunos avances cualitativos y cuantitativos que se siguen potenciando) por el proceso de conversión de Movimiento V República (MVR) a Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV).
Esas tres, y otras agrupaciones políticas y políticas-sociales venezolanas, asumen sin reparos al comandante Hugo Chávez como líder del proceso hacia la revolución en ese país y como expresión de un nuevo liderazgo revolucionario continental y mundial de extraordinaria significación para las luchas actuales por al liberación de la Patria Grande.
Las tres, y muchas corrientes y formaciones políticas-sociales más, han sido parte de los logros y los defectos -unas más que otras, en uno y otro sentido- de ese proceso transformador que ha llenado de esperanza a los pueblos del continente, ha convertido en realidad la nueva independencia, le ha devuelto vigencia a las revoluciones populares y actualidad al proyecto socialista.
Hablo así no desde fuera del mismo, sino como un revolucionario dominicano que lo ha acompañado desde su origen, sin prejuicio, sin sectarismo, sin sentido utilitario, sin oportunismos… Compartiendo sus victorias y reveses, sus avances y estancamientos, sus angustias y esperanzas.
Hablo así desde mi profundo e inclaudicable comunismo hereje y camañista , que me llevó a comprender tempranamente a Chávez en su justa rebeldía y formidable irreverencia político-militar, incluso cuando era estigmatizado como “golpista”.
Hablo desde mi admiración y alta valoración de ese nuevo liderazgo surgido de los cuarteles venezolanos, de su talento, de su probada heterodoxia y creatividad revolucionaria.
Y confieso que ahora lo hago con dolor, con pena, con preocupación; pero con el necesario rechazo a la subordinación, al seguidismo, a la incondicionalidad frente a ese formidable líder popular y a ese proceso transformador; lo expreso con el espíritu crítico y auto-crítico que tanto necesitamos para no repetir lo errores del pasado, para no deformar procesos hermosos, para no impedir que florezcan miles flores y surjan centenares de escuelas, capaces de enriquecer constantemente los procesos emancipadores de nuestra América y del mundo.
Aprecio -aunque puedo estar equivocado- que en estas reacciones impregnadas de un cierto espíritu de represalia, está bastante presente la concepción del “partido único” de la revolución y del socialismo; concepción que resultó dominante en los procesos de orientación socialista del siglo XX, pero que poco han de servir para transitar, construir y crear un socialismo distinto, verdadero, en pleno siglo XXI.
Concepción que estuvo muy presente (¡hasta en el nombre inicial!) cuando el propio Chávez convocó acertadamente a la unificación de las izquierdas venezolanas en un nuevo partido socialista, aunque fuera replegada después de expresadas aprehensiones, resistencias y condicionamientos más o menos justificados, más o menos prejuiciados, que provocaron a su vez reacciones compulsivas, ataques desbordados y descalificaciones improcedentes desde el sector que manejaba los resortes de Estado y le imprimía a ese acertado objetivo su propia impronta y sus propias deformaciones.
Entonces, en lugar de darle preeminencia al proceso constituyente de la nueva organización, al debate en torno a su esencia revolucionaria, a la definición de sus formas y contenidos, a sus valores éticos, a la necesaria depuración de las viejas estructuras del MVR y de las demás organizaciones, a los métodos participativos desde la bases de la sociedad (al margen de las nuevas prácticas clientelares de una parte de la nueva burocracia), a los mecanismos incluyentes de los valores y aportes de otras organizaciones… se puso empeño en los “decretos” en a favor de disolución precipitada de todas las indentidades partidistas de izquierda, se estigmatizó de mala manera el desacuerdo y se estimuló la división de los agrupamientos que pusieron reparos -consistentes o no, bien fundamentados o no- a ese proceder.
Entonces también el propio Chávez agredió verbalmente esa disidencia, empleando calificativos y anuncios parecidos a los empleados en esta oportunidad.

IDEAS CENTRALES SOBRE LAS NUEVAS VANGUARDIAS REVOLUCIONARIAS

En el tratamiento de este tema que concierne a las fuerzas conductoras de las nuevas revoluciones me he guiado por los siguientes criterios y concepciones:
· El control de poder real implica hegemonía (autoridad, in­fluencia, relación, organización, conciencia) en la sociedad civil y sobre los resortes fundamentales(civiles y militares) del Estado, no solo en sus instituciones elegibles, sino ade­más en sus poderes permanentes, incluido de manera sobre­saliente el poder de las armas.
·El actual poder de la gran burguesía es local, nacional, con­tinental y transnacional, implica una asociación entre el gran capital criollo y el capital transnacional. Implica además, su simbiosis con el machismo, el racismo, el ecocidio y la he­gemonía de los adultos. Implica la opresión, discriminación y explotación sobre los asalariados(as), los(as) excluidos(as), las poblaciones originarias, y en no pocos casos sobre los negros, mulatos, mestizos. El neoliberalismo y el militarismo imperialista que lo acom­paña, por demás, ha potenciado la capacidad destructiva del capitalismo contra la humanidad y la naturaleza.
·Derrotar, reemplazar, sustituir esos poderes en la ruta ha­cia la nueva democracia y el nuevo socialismo –algo que se ha iniciado en Venezuela y
·que está planteado en mu­chos países del continente- precisa de fuerzas sociales, políticas y militares capaces de lograr esos trascendentes propósitos.
oEntre esas fuerzas hay que resaltar la necesidad de la organi­zación política revolucionaria, la vanguardia revolucionaria, estrechamente relacionada con las clases y sectores sociales del cambio, con los movimiento sociales y organizaciones populares, profesionales, estudiantiles, juveniles, femeni­nas, ambientalistas, de pequeños y mediano propietarios; y con suficiente autoridad e influencia sobre la pobrecía des­organizada y suficiente fuerza militar para reemplazar el viejo aparato represivo y opresor.
Para contribuir con su poder articulador, unificador, sinteti­zador y conductor dirigido a la creación, desarrollo y con­quista de un poder alternativo, estatal y no estatal; para ga­rantizar el tránsito hacia una nueva democracia y un nuevo socialismo, esa vanguardia tendría que asumir un programa con esas características, y educar y movilizar el pueblo en esa dirección; proponiéndose vencer el enemigo en todos los escenarios.
Tendría que representar y expresar la liberación clasista res­pecto a la gran burguesía criolla y transnacional, la libera­ción de la mujer respecto al patriarcado y al machismo, la abolición de la discriminación y exclusión por razones de ra­zas y edad, y el vínculo armónico entres los seres humanos, los programas de desarrollo y el medio ambiente.
Cualquier cojera en algunos de estos aspectos (cada uno con sus niveles y grado de importancia y trascendencia), termi­naría afectando el ideal de la democracia verdadera y el pro­yecto de nuevo socialismo.
Sus fuentes teóricas y sus acciones prácticas deberían ins­pirarse en los grandes aportes del socialismo científico, en las cosmovisiones indígenas, en el pensamiento social avan­zado de los próceres de nuestra primera independencia, en el feminismo socialista-revolucionario, en el ambientalismo transformador, en la teología de la liberación y en los más recientes aportes impugnadores del capitalismo y el impe­rialismo actual.
·La multiplicidad de actores sociales anti-sistémicos, la di­versidad del abanico político- social anticapitalista, los va­riados contenidos de la emancipación integral y del proyecto de tránsito hacia el nuevo socialismo, aconsejan no encasi­llar ni reducir las fuentes teóricas y las experiencias vividas; esto sin dejar de reconocer de mi parte, el enorme valor y el carácter imprescindible del método marxista.
Solo así puede crearse progresivamente una democracia no burguesa, no patriarcal, no racista, no adulto-céntrica, no de­predadora de la naturaleza…Y avanzar hacia un socialismo liberador en todos los órdenes, participativo e impregnado de prácticas afines a la democracia directa y al propósito de extinguir progresivamente el Estado y crear finalmente una sociedad libremente organizada y autogestionada.
· Esa vanguardia, si bien es parte de la sociedad, no obliga­toriamente tendría que ser un “partido” como los concebidos en el contexto del predominio del liberalismo capitalista; no necesariamente habría que bautizarlo con ese nombre e in­cluso debería ser significativamente diferente- en el sentido de su enriquecimiento- a los partidos revolucionarios del Si­glo XXI. Esa vanguardia, por demás, no se forma de sopetón e incluso puede presentar fases en que, aun dispersa y en proceso de gestación, tenga cierta efectividad y garantice transforma­ciones parciales como ha acontecido en Venezuela
Un capitalismo y un imperialismo diferente, una nueva de­mocracia y un nuevo socialismo, exigen una vanguardia revolucionaria diferente a aquellas que correspondieron a otros estadios del desarrollo capitalista y a otros niveles del desarrollo del pensamiento revolucionario y socialista. Exi­gen nuevas vanguardias, llámense como se llamen.
·La denominación de esa vanguardia no es lo decisivo, aun­que pueda tener su importancia relativa.
Podría llamarse partido, movimiento, fuerza, organización político-social…, aunque yo prefiero no ponerle el traje de partido, dado que ha sido el instrumento político más ge­neralizado y desacreditado y en vista de que no pocos de los partido realmente existentes (de derecha y de izquierda) han contribuido a identificar ese nombre con prácticas an­tidemocráticas, con formas verticales de organización, con mecanismos manipuladores o segregados del resto de la so­ciedad, incluidas sus defectuosas y hasta perversas formas de conquistar el voto.
·Las nuevas organizaciones políticas, o político-sociales re­volucionarias, las nuevas vanguardias deberían procurar una clara diferenciación de esa realidad que impregna el actual sistema partidista.
A mi entender la vanguardia, llámese o no partido, nunca debería autoproclamarse “única” o “único”. Mucho menos debe hablarse de “partido único” en la nueva sociedad socialista.
La conformación de la vanguardia es un proceso que tiene incorporaciones diversas en el tiempo, previas alianzas es­tratégicas necesarias.
La idea no es unir todo en una sola organización, incluyendo lo que no sirva o lo que este considerablemente contamina­do. Tampoco forzar los componentes revolucionarios que se resistan o retracen en el proceso unificador, con razones válidas o sin ellas
La meta es formar una gran fuerza organizada y transforma­dora, aunque no necesariamente única en términos estructu­rales.
La idea mas certera es lograr autoridad bien ganada dentro de la sociedad, no forzar a otros y otras a ser parte del mismo cause organizativo.
Debemos cuidarnos de que las propuestas de partidos úni­cos y organizaciones únicas de la revolución se realice a costa de la diversidad revolucionaria y de la democracia socialista, violentando el principio de la libertad de asocia­ción con fines políticos. Más aun hay oponerse a cualquier tendencia o paso que facilite la implantación del sistema de partido único en la nueva sociedad o en el tránsito hacia ella
Eso ya pasó en el “socialismo real” con malos resultados.
Hay que garantizar el máximo de participación, preservar la diversidad real, el debate de las ideas, la capacidad crítica de las fuerzas sociales y de las personas.
Hay que estimular que se multipliquen las escuelas y que florezcan todas las flores


COINCIDENCIAS Y DIVERGENCIAS

Trasladadas estas ideas al proceso venezolano no es difícil apreciar coincidencias y divergencias respecto a las posiciones postuladas, a las actitudes asumidas y a los métodos practicados por las diferentes fuerzas políticas revolucionarias en relación con este tema de la unidad estratégica y el proceso de formación de la vanguardia necesaria en estos tiempos.
Procedencias, trayectorias históricas, matrices ideológicas, experiencias y escuelas políticas variadas… determinan diferentes posicionamientos, con aciertos y errores, en todos los componentes políticos y político-sociales del proceso en marcha. .
En verdad mi posición no puede ser alineada con la de uno u otro factor organizativo de las izquierdas venezolanas. Ni siquiera cuando compartíamos espacios comunes en el movimiento comunista y revolucionario mundial Las satisfacciones son muchas y las insastifacciones también, respecto a cada una de ellas. Y viceversa.
Pienso que la razón esta repartida entre fuerzas desigualmente influyentes; destacándose la enorme preeminencia electoral de la organización que encabeza el comandante Chávez y la existencia de valiosos cuadros y militante socialistas-revolucionarios en todas ellas y en el seno de la sociedad, expresándose como izquierda no partidista, como izquierda social o cultural.
Todos y todas necesarias para el proceso de conformación de la nueva vanguardia.
Todos y todas enfrentadas a las derechas, a la oligarquía, al imperio; aunque alguno pueden tener –y tienen- componentes oportunistas, no revolucionarios y proclives a la corrupción. Una –la más grande y más laxa- más que las otras.

LO QUE DEBE ALARMAR…

Lo que debe alarmar ahora es darle a las contradicciones que la diversidad revolucionaria genera carácter de contradicciones antagónicas, al punto de anunciar el propósito político de acabar con la existencia de los componentes políticos revolucionarios no hegemónicos en el Estado y relativamente débiles- aunque nada despreciables- en términos electorales.
Lo que alarma en calificar cualquier diferencia táctica de “traición”.
Lo que alarma es que se acuse de “contrarrevolucionarios” a sectores que han estado, están y posiblemente estarán siempre con la revolución y con el tránsito al socialismo..Las diferencias tratadas en estos momentos se refieren al tema de las alianzas y candidaturas electorales, incluso en dimensiones no alarmantes.
El PCV y el PPT coinciden con el PSUV en 16 de 22 estados y difieren en 6. En ningún caso van aliado a las derechas, ninguno de los tres ha incurrido en esa falta.
Esa posibilidad de disentir fue previamente pactada y aceptada por el comandante Chávez.
Lo ideal hubiera sido ir unidos en todos los casos, pero en seis de ellos no se pudo.
Los puntos divergentes se superan cuando las partes buscan áreas de encuentro, o cuando una decide apoyar a la otra. Y eso es válido para todos, no solo para el PCV y el PTT, también lo es para el PSUV.
Desde aquí es difícil apreciar el acierto o en el error de uno y otros en estos lamentables desencuentros electorales. Como también es difícil saber como habrán de influir una y otra posición en cuanto a abrirle posibilidades de victorias puntuales a la derecha en esos Estados.

La división es un riesgo, pero también lo son las malas candidaturas.

El grandote, sobretodo cuando actúa con grandes ventajas desde el Estado, tiende siempre a querer imponerse en todo y no siempre sobre la base de la razón; aunque también los menos fuertes pueden pretender alcanzar objetivos propios y particulares imposibles de lograr sin unidad, como también pueden verse obligados a defender con dignidad metas justificadas.
De todas maneras la diversidad revolucionaria es siempre mejor que el monopolio forzado, más aun cuando la fuerza que lo quiere encarnar presenta en ciertos puntos de competencia evidentes carencias revolucionarias y resulta ser en sí misma un espacio en disputa entre revolucionarios auténticos y oportunistas impenitentes; o cuando se proyecta como una gran fuerza electoral sobre la base de un gran liderazgo, pero con serias contaminaciones e indefiniciones acompañadas de procesos positivos que habrán de coincidir más adelante con los de otros agrupamientos.
La efectiva y conciente unificación de las fuerzas revolucio­narias en Venezuela - dada la diversidad y los desni­veles existentes- parece estar relacionada más con un proceso que con un simple acto constitutivo. Un proceso, claro está, que hay que acelerar sin precipitaciones. Un proceso que nece­sita más definiciones, depuraciones, pasos intermedios, articula­ciones, debates, consultas…
Definiciones y coincidencias mayores sobre el tipo de organización de vanguardia, su programa estratégico, sus fuentes teóricas, sus formas orga­nizativas, sui dirección colectiva, sus procesos selectivos, sus mecanismos de integración de las organizaciones, el rol del líder de la revolución, su relación con el Estado, su democracia interna, su proyecto de sociedad y de socialis­mo...
Pero a contrapelo de esa necesidad la tentación al “partido único” del proceso ha retornado con fuerza al escenario político venezolano.
La tentación a monopolizar, a uniformizar, es siempre muy fuerte desde los grandes liderazgos y los grandes partidos; más cuando se enfrenta a una derecha imperialista y oligárquica realmente feroz y cuando se gestiona un Estado fuerte.
El afán de control se potencia a costa de la riqueza, la diversidad y la creatividad.
Eso quizás explique esta reacción tan desproporcionada y tan adversa a la propia democracia participativa que ha abrazado con fervor el comandante Chávez.
Una reacción de intolerancia que el propio Chávez se ha cuidado de expresar respecto a la derecha mentirosa y sediciosa, la cual ha sido tratada con guante de seda para restarle argumento a sus intentos de estigmatizar falazmente al proceso como “dictadura”.

OTRAS DEBERÍAN SER LAS INTENCIONES A DECLARAR

Este trato al PCV y al PPT es a todas luces injusto. Y como es de los grandes revolucionarios hacer justicia, resultan sumamente deseables las rectificaciones de lugar.
En un pasado no tan remoto Chávez dijo cosas muy buenas del PCV, de las cuales no tiene ni tendrá que arrepentirse. Iguales expresiones elogiosas recibieron de su parte los abnegados y talentosos dirigentes del PPT, mucho de ellos, como los del PCV, procedente de la izquierda heroica venezolana.
Como estas palabras recientes contrastan con aquellos elogios a la verdad, sería más que conveniente superar con altura este dañino impasse, de manera que las prepotencias y acritudes sean colocadas a un lado y el liderazgo de la revolución bolivariana, -acompañado de las fuerzas más integras y consecuentes del proceso- pueda centrarse con más rigor y energía en otras direcciones evidentemente descuidadas y/o mediatizadas:

- Hacia la superación de los nuevos grupos de poder nutridos por al corrupción estatal.

- Hacia la total erradicación del latifundio.

- Hacia la nacionalización y socialización del capital financiero privado.

-Hacia la socialización progresiva y acelerada de la gran propiedad privada criolla y transnacional.

- Hacia la desprivatización total de la enseñanza y la salud.

- Hacia la superación del dispendio, el facilismo y el derroche propio de la “cultural petrolera” y del paternalismo estatal en medio de la abundancia.

-Hacia un impulso mayor y más vigoroso al modelo productivo, a la diversificación industrial y agropecuaria, a la soberanía alimenticia, a la superación de dependencia en todos los órdenes.

-Hacia una cooperativización, autogestión y cogestión cada vez más eficientes.

-Hacia la superación de las formas de explotación, exclusión y discriminación de los seres humanos.

- Hacia la erradicación de la cultural patriarcal

- Hacia la unidad estratégica de todas las fuerzas revolucionarias, asumiendo con flexibilidad y como proceso constituyente la construcción de la vanguardia unitaria y compartida.

-Hacia la introducción de una economía de equivalencias basadas progresivamente en el valor de las mercancías y no en el sistema de precios.

- Hacia la separación y diferenciación de los roles del Estado transformador, las fuerzas políticas revolucionarias y los movimientos sociales o políticos-sociales afines a la revolución.

-Hacia una política de defensa y seguridad que involucre el pueblo, que lo capacite militarmente, que lo arme en su debida y justa dimensión y en estrecha alianza con las fuerzas armadas bolivarianas.

-Hacia una precisa demarcación de la política exterior del Estado respecto al rol de las fuerzas políticas y sociales revolucionarias, procurando acompañar las positivas líneas de cooperación interestatal dentro del Alba y otros procesos de integración continental no subordinada a EEUU, con iniciativas de solidaridad popular que contribuyan a los cambios revolucionarios en los demás países latino-caribeños.
Esto último concretamente- y lo digo por el valor estratégico-regional que encierra- debe contribuir a abrir las compuertas que posibiliten aislar y derrotar el engendro contrarrevolucionario que representa el régimen de Uribe en Colombia y en toda la región, instrumento de la política de guerra de EEUU.

ANÉCDOTA: “SIEMPRE CON EL DÉBIL”.

A mi mente llega una anécdota con la que deseo concluir este artículo, la cual resultó tan aleccionadora para mí, por la sabiduría que contiene, como para convertirse en enseñanza perdurable.
Sirve, además, para explicar el porqué de mi atrevimiento cuando se trata de solidaridad con lo que entiendo justo, aun sea dentro del difícil relacionamiento entre fuerzas y actores muy desiguales (en lo que a poder o potencia se refiere) dentro de determinaos escenarios de la lucha revolucionaria.
Atención a ese recuerdo, bien lo merece:
“Teníamos ya tres semanas en Hanoi, Tancredo Vargas, Pepe Rivas, Lulú y yo.
“Era domingo, día de descanso. Los compañeros del Partido Comunista de Viet Nam nos visitaron para proponernos ir a un partido de fútbol.
“Ese sería el último juego del torneo entre los equipos de los ejércitos de los países socialistas; el juego decisivo para definir cuál sería el equipo campeón.
“Competían la Unión Soviética y Hungría. Los demás habían sido descartados.
“El partido resultó sumamente cerrado y emocionante. Cero a cero todo el tiempo, por lo que tuvo que definirse espectacularmente en “penalti”.


Narciso Isa Conde en Kaos en la Red

No hay comentarios:

Publicar un comentario