martes, 26 de junio de 2007

Varias mentiras en la interpretación de la llegada de Macri al gobierno porteño


Emilio Marín (LA ARENA)


'Fiesta de la democracia' es la primera falacia con que se pintó la victoria macrista. Si votó el porcentaje más bajo y encima ganó ampliamente el candidato de la derecha, esa fue la fiesta para determinado sector de la sociedad. No para toda.

Esa primera mentira, de la 'fiesta democrática', fue una de las más empleadas por los vencedores y por una lista grande de periodistas que, por dinero o afinidad ideológica, batió el parche sobre ese supuesto significado.

El total de votantes fue inferior al 70 por ciento del padrón. Sobre un total de 2.400.000 electores, a Mauricio Macri lo votó algo más de un millón. Eso da un 40 por ciento del padrón, evidentemente una enormidad, pero no el 61 por ciento sobre el que hizo hincapié ese periodismo. Si bien ganó en todos los barrios, lo más fiel es el 81 por ciento que obtuvo entre los conchetos de Socorro (Puerto Madero y Retiro).

Tal puntualización no pretende menoscabar la victoria de la derecha pero sí trata de ponerla en sus justos términos.

La segunda mentira de la serie es que el triunfador expresa lo nuevo de la política o una nueva manera de hacer política. Quien en los años '90 fue presidente de Sideco, la rama constructiva del emporio Macri, de Sevel y tantas otras empresas del grupo, con muchísima relación con el poder político, no puede ser calificado de político a estrenar. Sus relaciones con Carlos Menem, en aquel momento donde la relación costo-beneficio rendía pingüe dividendos a la caja de los Macri, son a prueba de desmentidos. Lo mismo con el empresario y terrateniente misionero Ramón Puerta, senador y presidente interino en la crisis de 2001, con el que el vencedor mantiene un fuerte vínculo.

¿Fue casualidad que Puerta, Miguel Angel Toma, Ricardo Gómez Diez, Ricardo López Murphy y tantos otros políticos de la añeja derecha estuvieran festejando en el boliche Che Tango? ¿O que el consejero de política exterior sea el ex embajador argentino ante Estados Unidos, Diego Guelar? ¿O que el jefe de campaña y vicepresidente de PRO sea Horacio Rodríguez Larreta, funcionario de gobiernos anteriores y manejador de los presupuestos del PAMI y el Anses?

La cuestión política no pasa por lo nuevo o viejo en términos de edad. Tiene más bien que ver con políticas que sirvan a las mayorías o a las minorías. Si Macri tiene un patrimonio personal de 22.734.836 pesos no debe ser porque haya trabajado para el bien social.

Una tercera mentira -que sonó desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta del 3 de junio- es que no se puede calificar la victoria del PRO como de la derecha, porque un 45 por ciento -y ahora un 61 por ciento- 'no puede ser de derecha'.

Triunfo de la derecha

Ese intento de refutación demuestra que sus artífices no piensan, para parafrasear a Daniel Filmus. O que incurren en sofismas alevosos. Es que obviamente uno no se refiere a que todos y cada uno de los votantes sea de derecha y afiliado al PRO, a la Fundación Blumberg y a Argentinos por la Memoria Completa. Unos cuantos sí lo son, lamentablemente. Pero lo importante es analizar el sentido político de un partido, de su programa y tareas de gobierno, de la tendencia a la que adhiere nacional e internacionalmente. Esto más allá de la buena intención que pudieran tener una parte de los electores, generalmente desinformados porque el marketing no les muestra todo el programa a aplicar y se desayunan después con sus consecuencias.

Y en ese sentido el triunfo del PRO es de la derecha. Es similar al que tuvo el de su mentor Carlos Menem en 1995, donde llegó al 57 por ciento de los votos y tuvo su segundo turno en la Casa Rosada.

Cómo será de nítido el sentido derechista del ballottage porteño, que a la carpa VIP de Che Tango -no vaya a creerse que todos los PRO son iguales ante el patrón- llegó el secretario general del Partido Popular de España, Jorge Moragas. Cualquier similitud entre Macri y José María Aznar no es pura coincidencia. Que lo felicitara Sebastián Piñera, el derrotado ultraderechista chilena y empresario, es otro dato a tener en cuenta.

La cuarta mentira es que ahora empieza en Buenos Aires una nueva etapa. En todo caso lo que tiene de verdad esa afirmación es que a partir del 10 de diciembre Macri será jefe de gobierno. Pero desde antes de la destitución de Aníbal Ibarra, ya el macrismo era la fuerza dominante en la Legislatura, a la que instrumentaba por medio de su vicepresidente Santiago de Estrada.

Una vez que cayó Ibarra acusado de la tragedia de Cromañón, se orquestó allí un pacto entre Macri y Jorge Telerman, con lo que aquél empezó el cogobierno en la ciudad. Eso explica que quien fuera jefe de campaña del PRO en 2003, Juan Pablo Schiavi, terminara como mano derecha de la administración Telerman y ministro de Obras Públicas.

El macrismo ganó en la primera vuelta de 2003, en las legislativas de octubre de 2005 y el 3 de junio de 2007, en la primera vuelta. En cada una de esas instancias fue sumando poder y áreas donde se comenzaron a aplicar sus propuestas. La reforma del código contravencional para reprimir a piqueteros, vendedores ambulantes y trabajadoras sexuales en 2004, fue de su autoría. La demora en dos años de la ley de educación sexual en las escuelas, también.

La quinta mentira es que Macri se va a ocupar de gestionar en lo municipal, al margen de la política nacional y las disputas presidenciales. Esto es falso. A lo sumo se podría aceptar como válido que al principio va a gobernar la ciudad. Lo hará, por supuesto, para favorecer los negocios de Socma y de sus amigos como el de la constructora de Nicolás Caputo. Pero luego, para continuar con la lógica de acumulación de esos mismos contratos, dará la lucha por el poder político.

'Vamos a ayudar a construir una alternativa a nivel nacional', dijo el domingo a la noche, como ya lo había expresado el 3 de junio. En principio parece que en octubre de este año mandará a un pichi suyo, como López Murphy, a una derrota casi segura. Y luego, cuando las cosas estén más maduras, pasará él mismo por ventanilla en 2011 o antes, si la desestabilización provoca una crisis y adelanto de comicios.

¿Quién es ñoqui?

La sexta mentira de estos días, salida de labios macristas, es que ahora hay que ponerse a trabajar, para imponer 'la cultura del trabajo, del mérito'. Pero justamente el niño Mauricio no se ha caracterizado por su amor al trabajo. Ni en las empresas familiares, donde nunca sudó la gota gorda y dejó los asuntos más complicados en manos de su padre, ni en Boca Juniors, donde está con licencia hace rato. Más aún, sus constantes inasistencias a las sesiones de la Cámara de Diputados y aún a las comisiones muestran que el jefe de PRO es un perfecto 'ñoqui'. Desde diciembre de 2005 cuando asumió hasta que recientemente pidió licencia para la campaña porteña, su banca estuvo fría. Su traste casi nunca se asentó allí.

Sin embargo, para engañar a la gilada, entre sus primeros blancos a atacar, según sus palabras de anteanoche, estarán los maestros 'que siempre están con licencia'. ¿Acaso no pueden enfermarse ellos o sus hijos? ¿No hubiera sido más correcto encarar de movida a los grandes corruptos, responsables de los negociados de los ´90 y de hoy en día? Sí, pero eso hubiera sido como escupir para arriba. Todos habrían recordado que Macri estuvo procesado como titular de Sevel por contrabando de autos en la causa 'Opalsen'.

La ultraderecha filo nazi, que en forma oportunista critica la corrupción atribuible a Kirchner pero no tuvo empacho en secundar a Menem, ha visto con muy buenos ojos el resultado capitalino. Por caso, la videlista Cecilia Pando alabó: 'es un proyecto nuevo, joven, de cara al futuro, que apuesta al fortalecimiento institucional, a la pacificación del pueblo argentino, al respeto por las libertades individuales, a entender la política como una herramienta al servicio de la gente, que apela a la construcción de consensos en reemplazo del modelo de la confrontación permanente'.

Leyendo ese comentario de los abonados a la amnistía para el terrorismo de Estado, uno no puede menos que preocuparse con una enigmática definición de Macri, una vez que supo era el dueño del 61 por ciento de los votos: 'el siglo XX fue el de los derechos humanos; el siglo XXI tiene que ser el de las obligaciones ciudadanas'. ¿Cómo hará cumplir esas obligaciones? ¿Acaso con su consejero de seguridad, el comisario Carlos Sablich procesado por secuestros y torturas? ¿O con los policías corruptos amigos del seudo ingeniero Blumberg y los servicios de la SIDE que estuvieron a las órdenes de Toma y Juan José Alvarez?

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