lunes, 25 de junio de 2007

HOMENAJE A VILMA ESPÍN.

“Vilma fue Vilma: la muchacha rebelde y bondadosa, la santiaguera combativa y cariñosa, la esposa y madre amorosa y consagrada, la dirigente sin ínfulas ni fatuidades”

La conocí en los primeros días de noviembre de 1965 en Moscú, inmediatamente después de la gran conmemoración del 48 aniversario de la Revolución Soviética. Entonces yo tenía 22 años.
Ella y Raúl encabezaban la delegación cubana a esos actos, y José Israel Cuello y yo representamos al Partido Comunista Dominicano (PCD), recién concluida la heroica confrontación de la Revolución de Abril de 1965 y la Guerra Patria contra el invasor estadounidense.
Vilma y Raúl estaban hospedados en una de las casas de protocolo ubicada en la Colina Lénin y nosotros en el pequeño Hotel Octubre (hotel del partido), bautizado por un españolito jodedor como Hotel Spasiva (Hotel Gracias en ruso, por aquello de que allí no se pagaba nada, los huéspedes extranjeros lo disfrutaban gratuitamente).
Nosotros fuimos a visitarles y ambos mostraron un gran interés por lo que acontecía en nuestro país, especialmente por las características de la insurrección popular y los componentes de la intervención militar yanqui.
Hablamos mucho y de muchas cosas, incluida nuestra decisión de viajar en breve a Cuba para fortalecer las relaciones bilaterales sobre las nuevas bases planteadas por el viraje del PCD hacia una línea independiente y más a la izquierda, liberada de pro-sovietismo y presta a emplear todas las formas de lucha.
José y yo quedamos fascinados por el talento y la belleza de Vilma, lo que se sumaba a su ya conocida trayectoria heroica.
Vilma Espín participó desde su adolescencia en al lucha contra la dictadura de batista, se integró y desempeñó un papel relevante en la agrupación que dirigió el héroe nacional de Cuba Frank País, conocida por el nombre de Asociación Nacional Revolucionaria; que luego formó parte del Movimiento Revolucionario 26 de julio.
Jugó además un rol estelar en al clandestinidad y fue quien envió Frank País a México a ver a Fidel para coordinar el levantamiento en Santiago de Cuba al compás del desembarco del Gramna.
Previamente su casa fue centro de protección de los sobrevivientes del asalto al cuartel Moncada y local de la resistencia en el Oriente de Cuba.
Su paso a la Sierra Maestra, su incorporación al Segundo Frente, estuvo seguida de un despliegue de valor personal, a la par de los mejores combatientes guerrilleros. Allí se comenzó a fraguar tambien su inquebrantable y hermosa unión con Raúl, lazos tierno, fuertes e intensos de amor y lucha, de nobles principios y perdurable unión matrimonial, procreadores de una familia ejemplar
Por méritos propios, por su recia e imponente personalidad, en brega permanente contra la pesada herencia machista-patriarcal, asumió elevadas funciones en la conducción del Partido Comunista de Cuba (PCC) y encabezó el proceso de unidad y lucha de las mujeres cubanas por su emancipación, por al igualdad de derechos dentro de la obligada diferenciación de géneros.
A su dedicación a la causa general de esa heroica revolución y a su beligerante énfasis en el movimiento femenino, sumó el combate por los derechos y felicidad de los (as) niños (as) de Cuba y del mundo, proyectando su rol en todas esas vertientes a la escena internacional.
Vilma- junto a Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Melba Hernández y tantas otras combatientes de la montaña y del llano, de la libertad y el socialismo, del partido y de la Federación de Mujeres- expresó dignamente a la mujer cubana desde una revolución que ha hecho época en América y el mundo en materia de sensibilidad social y decoro nacional.
Querida y respetada en Cuba por su dedicación, su ética, su sencillez… fue acogida en forma similar en todas las esferas del movimiento internacional, revolucionario y progresista.
Vilma siempre emanaba afecto y ternura.
Nunca fue ni primera ni segunda dama, ni nada parecida a ese tipo de espécimen femenino de la politiquería continental.
Vilma fue Vilma: la muchacha rebelde y bondadosa, la santiaguera combativa y cariñosa, la esposa y madre amorosa y consagrada, la dirigente sin ínfulas ni fatuidades.
La recuerdo tantas veces con su sonrisa y palabras de afectos: en Cuba, en la URSS, en Nicaragua, aquí.
La recuerdo siempre preguntándome por Lulú y los muchachos, por los compañeros y compañeras.
La recuerdo tan linda y alegre en todas las edades que me resulta muy difícil vincularla a la tristeza.
La recuerdo y la recordaré siempre así.

Narciso Isa Conde

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