miércoles, 13 de junio de 2007

La libertad de Rodrigo Granda.


Son los intereses de las trasnacionales denunciadas
recientemente como socios en el desarrollo del
paramilitarismo en Colombia, lo que está en juego.

El Presidente colombiano Álvaro Uribe, a petición del Presidente Francés Nicolás Sarkozi, dejó en libertad a Rodrigo Granda, único integrante del Estado Mayor de las FARC-EP en poder de ese gobierno, por cuya muerte se ha ofertado la suma de ochocientos millones de pesos, amen de los 1500 millones pagados a quienes efectuaron la operación de su secuestro en Caracas.
Este gesto “humanitario” será aprobado por el G8 próximo a reunirse. Es el producto de largas conversaciones entre la organización insurgente y representantes de Francia, España y Suiza, sin contar en ellas con representante alguno del gobierno colombiano.
Gestos humanitarios de gobernantes imperialistas, en ninguna parte del mundo existen ni existirán. Por ello se utiliza el eufemismo de “razones de Estado”. Esta es la culminación de la primera parte de un largo proceso de desgaste del régimen de terrorismo del Estado colombiano y una hábil maniobra para menguar el impacto negativo que ha producido internacionalmente el fracaso del Plan Colombia.
Son los intereses de las trasnacionales denunciadas recientemente como socios en el desarrollo del paramilitarismo en Colombia, lo que está en juego, porque esta política criminal tiene que ser investigada y castigada por las instancias judiciales correspondientes. Son 30.000 asesinados y 3 millones de desplazados colombianos, los que están clamando justicia.
Se impone entonces para el imperialismo y el gobierno de Uribe Vélez, maniobrar para aminorar la carga de responsabilidad que ante el mundo tienen por estos crímenes. De paso se abre la puerta grande por donde quedarán libres también los socios del Presidente “humanitario” en desarrollo del paramilitarismo.
Es la opinión pública del pueblo francés lastimada por la inercia del anterior gobernante que nada hizo por la liberación de su ciudadana Ingrid Betancourt, es la demostración de FUERZA BELIGERANTE que ostentan las FARC-EP desde sus orígenes; y es el comienzo del derrumbe de la política imperialista del gobierno estadounidense, asumida después del episodio de las torres gemelas, lo que se está manifestando en este momento.
Y es el deslinde en lo internacional de esa política yanqui fracasada en Irak y que se mira hoy con desconfianza en Europa por las amenazas que representan para el mundo, las instalaciones bélicas estadounidenses en el corazón de ese continente, lo que hace la diferencia en la apreciación política del proceso colombiano. Es por ello que se involucra el G8 en un episodio aparentemente minúsculo, como es la liberación del guerrillero fariano.
Es entonces la percepción conciente de la necesidad de iniciar un proceso nuevo para encontrar la solución política, a través del canje de prisioneros, primero, y luego las conversaciones que encuentren el camino de acuerdos entre factores de poder político y militar para que Colombia, bajo un nuevo gobierno de reconciliación y reconstrucción nacional, lo que se manifiesta y en ello pudieran estar interesados el Estado Mayor y el Secretariado de las FARC-EP, que avalarán seguramente a Rodrigo Granda, en su condición de integrante de la Comisión Internacional, para que inicie y sirva de puente en esta nueva etapa que se vislumbra.
Es también la creación de condiciones, por parte de Uribe Vélez, para justificar en el futuro, el intento de rescate a sangre y fuego de los prisioneros en manos de la insurgencia, donde seguramente la mayoría de ellos perecerán. Este propósito se aviene muy bien a la naturaleza asesina y cruel de Uribe Vélez. Al fin y al cabo sigue siendo el jefe del narco-paramilitarismo en Colombia.

Hernán Ramírez

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