domingo, 5 de julio de 2020

Sobre el asesinato de Fabián Gutiérrez

El asesinato de Fabián Gutiérrez, cuando aún no están claros los móviles del crimen, ha desatado una lucha política.

No es extraño. Gutiérrez fue parte de los colaboradores más estrechos del kirchnerismo, tanto de Néstor como de Cristina, de quien fue secretario privado siendo ella presidenta de la Nación. Pero Gutiérrez cobró notoriedad cuando declaró ante el fiscal Stornelli y el juez Canicoba Corral, en la causa de los cuadernos, como arrepentido. Gutiérrez detalló con lujo de detalle el traslado de bolsos con dinero de la Casa Rosada a la bóveda en la casa de los K en El Calafate. Gutiérrez debió a su vez responder por su rápido y enorme enriquecimiento.
La ligazón estrecha de Gutiérrez con la causa de los cuadernos y su testimonio condenatorio de CFK sirvieron para que la oposición de Cambiemos se apoderara del tema para considerar que la muerte de Fabián Gutiérrez se trató de “un nuevo crimen vinculado al poder kirchnerista” según las palabras del diputado Cornejo (del ala dura de la Ucr), pero la propia coalición de radicales y macristas lo consideró una “causa de grave repercusión institucional”. El gobierno respondió con “indignación” a las sugerencias de la oposición, pero es consciente que el crimen de Gutiérrez trajo a la superficie nuevamente las principales causas de corrupción del kirchnerismo. No solo eso, la oposición al reclamar que la investigación pase al fuero federal puso el dedo en la llaga: la justicia de Santa Cruz es una pata indisoluble del dominio K en la provincia. Como dato ilustrativo la hija de la gobernadora Alicia Kirchner, y por lo tanto sobrina de la actual vicepresidenta, es la fiscal que interviene en la causa. Para completarla quienes están acusados del crimen al igual que el asesinado (y la justicia) son parte del kirchnerismo y de sus negocios en la provincia.
Es indiscutible que la oposición macrista ha aprovechado para sacar la pelota de su campo donde estaba instalada desde que se descubrió el espionaje llevado adelante por los servicios de inteligencia durante el gobierno de Macri, con su propio entorno comprometido. El descubrimiento de la red que vigilaba incluso a funcionarios del propio gobierno convulsionó a la coalición opositora. El crimen de Gutiérrez es una oportunidad para que el tema pase a segundo plano.
En una desatada guerra de las bandas que controlan los servicios de inteligencia (en todos los gobiernos), la teoría del crimen político calza como un anillo al dedo: por eso han salido explotarla.
El crimen de Gutiérrez, cuyas motivaciones reales no se saben aún (y posiblemente sea difícil que se sepan con certeza), en un santiamén trajo al primer plano la corrupción de unos y otros, la pudrición del Estado con sus servicios de inteligencia como manifestación ineludible, la cooptación de la justicia y la guerra de los aparatos que gobiernan, entre otras cuestiones.
Para los trabajadores que deben lidiar con el coronavirus, con la pérdida sus puestos de trabajo, con la reducción de los salarios y el ataque a sus conquistas históricas, las denuncias cruzadas que desató el crimen de Gutiérrez agregan una razón más para sacarse de encima el régimen podrido de los capitalistas que gobierna este país.

Eduardo Salas

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