martes, 21 de julio de 2020

¿Cuál es el rumbo? ¿Cambios en el gabinete?

Ante la gravedad de la situación de la Argentina, con una proyección de caída de la actividad económica para el 2020 en el orden del 10% tiene lógica que se discuta el qué hacer, cómo responder.
Algunos sugieren cambios en el gabinete de gobierno, con siete meses en funciones, ante los problemas evidentes de la economía, y de la política. Vamos a insistir que no se puede disociar la economía y la política, como si ambos aspectos fueran dos temas que puedan analizarse por separado, incluso la relación de estos aspectos con el orden mundial.
Los problemas derivados de la recesión se profundizan en tiempos de pandemia por el coronavirus, pero tienen trasfondo en problemas de arrastre de funcionamiento de la sociedad capitalista contemporánea. La prensa estadounidense da cuenta del pico de infecciones en EEUU, luego del pico neoyorkino. “Los funcionarios emiten una alarma tras el registro diario de 75,600 casos nuevos en los EE. UU. El número de muertes en el país está aumentando, y más de la mitad de los estados han promulgado órdenes de máscara. Brasil supera los 2 millones de casos totales, e India ha alcanzado un millón”[1]. Al día siguiente la cifra escaló por encima de los 77.000 casos, agravando la situación sanitaria y su impacto sobre la vida económica de la primera potencia del mundo, en un año en que se discute el gobierno en el país y con ello la continuidad de un liderazgo que agrava la tendencia de no cooperación mundial.
Por su parte, la prensa británica se hace eco las dificultades “para cumplir con el objetivo de erradicar la pobreza extrema para 2030, con más personas en lugar de volverse muy empobrecidas por nuevos shocks, incluidos coronavirus y desafíos existentes como la crisis climática”[2]. Insiste en la incapacidad del sector privado para resolver los temas tan apremiantes, poniendo en evidencia el debate sobre el qué hacer económico en el ámbito mundial. Son alarmantes los pronósticos británicos sobre el futuro: “La economía se recupera más lentamente de lo previsto anteriormente, con el producto interno bruto (PIB) recuperando su pico anterior al virus a finales de 2022. El PIB cae un 12,4% en 2020.”[3] La nota recoge que en el peor de los escenarios, se “advierte que la producción podría no alcanzar los niveles previos a la pandemia hasta 2024”, dando cuenta de la gravedad de la situación.
Informa la prensa sobre la situación europea que: “Los líderes de la Unión Europea (UE) participaron de la primera reunión virtual para intentar alcanzar un acuerdo sobre la forma que debe tener el plan del bloque para la recuperación economía post pandemia, pero no lograron ponerse de acuerdo y postergaron la definición para una segunda cumbre, presencial, a mediados de julio en Bruselas”[4]. La burocracia de la UE se reunió para analizar el presupuesto 2021-2027 en la perspectiva de la pos-pandemia y se explicitaron los límites políticos para un acuerdo, expresando contradicciones entre lo acordado por el liderazgo de Alemania y Francia, con el que no acuerdan diferentes bloques al interior de la Unión, exacerbando la crisis que oportunamente explicitó Gran Bretaña con su proceso de salida. Es crisis económica, sí, pero sobre todo, política.
Las dificultades vienen para largo, con EEUU imaginando que había pasado el pico de la pandemia, y lo real es la incertidumbre que se impone ante nuevos casos de COVID19 que alarman. El impacto económico es fuerte en caída de actividad e impacto social. Existe un gran debate sobre cómo se sale de la encerrona de la recesión, que va mucho más allá que un problema sanitario. En todo el mundo se discute como terminar la “recesión inducida” ante la pandemia, porque el capitalismo funciona si hay potencialidad de obtener ganancias, lo que requiere una dinámica de inversión productiva, hoy limitada en gran parte del sistema mundial. Claro que más allá de la pandemia preocupa el orden económico en su conjunto y se debate el rumbo, que aparece como disputa hegemónica bajo el fenómeno de guerra comercial o monetaria. En ese sentido existe un debate en los últimos años que alude a la financiarización de la economía, como si la circulación se impusiera sobre la producción, sin considerar ambos aspectos en conjunto.
A propósito de los diagnósticos en debate es interesante leer al marxista británico Michael Roberts cuando señala: “Si China pudiera ofrecer una moneda fuerte y líquida para reemplazar al dólar, el imperialismo estadounidense estaría en serios problemas. Pero una moneda fuerte no puede ser «creada» por los mercados financieros; proviene de la fuerza relativa de la productividad del trabajo y la creación de valor en una economía. Ahí es donde se centra la guerra económica; con el comercio, la tecnología y las finanzas como campos de batalla. El valor decide, no el crédito”[5] Coincidimos que el tema sigue remitiendo a la vigencia de las leyes del valor y del plusvalor, que es lo que define al orden capitalista.

Argentina flexibiliza la cuarentena

La presión por retomar la actividad económica está en todo el planeta, ya que sin producción no hay generación posible de ganancia, ley del valor mediante. No es que preocupe el consumo o satisfacer necesidades sociales, que puede ser parte del pensamiento en ciertas esferas. Lo que realmente preocupa es que se produzca y reproduzca la lógica de la ganancia y la acumulación, que hace a la vida cotidiana de la reproducción social capitalista. Por ello es que en todo el mundo aparece la noticia por la flexibilización de los procesos de “aislamiento social preventivo”, con idas y vueltas según evoluciona la pandemia por el coronavirus.
En la Argentina, en el pico de infectados se decide avanzar en la flexibilización de la cuarentena. Argumentos existen en todos los sentidos, más allá de la evidente manipulación mediática ejercida desde un horizonte que enfatiza la confrontación política entre oficialismo y oposición e incluso al interior del frente político en el gobierno. La presión es por abrir la actividad económica, imaginando “soluciones mágicas” para superar la recesión. Parecieran obviarse las dificultades económicas del orden capitalista en general, con recesión mundial y caída del comercio internacional. Entre las soluciones mágicas aparece el cambio de nombres en el Gabinete de Gobierno, incluso la falacia que remite a la asimilación del Comité de expertos sanitarios con un Comité de economistas.
¿Acaso los cambios de nombres en las funciones de gobierno resolverían los temas estructurales que preocupan, sea la deuda pública, los bajos ingresos, el desempleo o la pobreza, la evolución de la inflación? ¿Qué nombres integrarían el Comité de expertos en asuntos económicos? Como si el tema se limitara a opinión de especialistas. No es un tema de nombres, sino de proyecto, más aún, en una crisis que es mundial, antes y más allá de la pandemia. Existen problemas estructurales que superan el tema de «nombres propios para un gabinete». Por eso tampoco le fue bien al Gobierno de Mauricio Macri entre 2015 y 2019, que sostenía tener el “mejor gabinete” de la historia local. No le fue «bien» en términos macro-económicos, porque algunas empresas y fortunas ganaron y acumularon como nunca. Un caso es Vicentin con su gigantesca estafa al BNA, consentido por las autoridades del Banco y del gobierno; pero estafaron también a más de 2.200 productores, entre muchos otros acreedores de un fraude fenomenal.[6] Se destaca en la nota periodística que refiere al estudio profesional contratado por el BNA que “Los activos correspondientes a los créditos por ventas y los bienes de cambio tuvieron una variación negativa por u$s 886 millones entre julio de 2019 y febrero de 2020; del mismo modo, los pasivos comerciales aumentaron en u$s 442 millones en igual período. De esta forma, estos movimientos dieron cuenta de un deterioro patrimonial por u$s 1328 millones.”

Falta un debate a fondo

No existe un debate serio sobre el capitalismo realmente existente hoy, sobre el trasfondo de lo que está en juego en las elecciones estadounidenses y el rumbo imaginado para el sistema mundial desde la reelección de Trump o la posibilidad de un turno demócrata con un imaginado “new deal”, ahora coloreado de verde. ¿Es posible un “nuevo acuerdo” sin el contrapeso y “peligro” para el orden capitalista del socialismo realmente existente en los treinta del siglo pasado? Desde los 90 del siglo pasado está obturado en el imaginario social la potencia del anticapitalismo, lo que obliga a discutir alternativas contra y más allá del capitalismo que tenga una base social amplia de consenso. Es más, el interrogante más complejo aun deviene de la hipótesis de un segundo mandato del inefable Trump. ¿Qué destino a la relación con el ascendente proceso chino e incluso qué dinámicas se desatan ante la situación energética y su impacto climático? Más complejo resulta el análisis si involucramos la situación contradictoria al interior de la Unión Europea en tiempos en que se define la salida británica del bloque. Más allá de la geopolítica y los “imaginarios” de solución propuestos por las burocracias gobernantes, políticas o académicas, el conflicto social y la demanda por satisfacer necesidades estallará como parte de una protesta sin contención de proyecto social unificado.
Para el caso argentino se considera la situación en términos binarios, entre la oposición macrista y el oficialismo, incluso como visiones confrontadas al interior de la coalición en el gobierno. Imaginan algunos, como proceso ideal para restablecer previsibilidad al orden capitalista local, que podría existir confluencia de proyecto estratégico entre ciertos sectores en ambos lados de la ecuación oficialismo y oposición. Resulta mágico imaginar un proyecto local compartido para un capitalismo con rumbo mundial en discusión. Más sensato nos parece pensar la crítica al orden vigente y promover un debate en contra y más allá del orden capitalista. Es más realista pensar un futuro alternativo que intentar seguir adecuando la realidad a una salida mágica de “inversores” que nunca llegan, o a la insistencia de profundizar un modelo productivo de inserción internacional subordinada, que condena al pago recurrente de una impagable deuda pública externa, aun cuando se diseñen paliativos de contención social.

Julio C. Gambina

Notas:

[1] The New York Times, 17/07/2020, en: https://www.nytimes.com/
[2] The Guardian, 17/07/2020, en: https://www.theguardian.com/international
[3] The Guardian. Tres predicciones crudas del pronosticador del Tesoro para la economía de Gran Bretaña, 19/07/2020, en: https://www.theguardian.com/business/2020/jul/14/obr-publish-three-covid-19-forecasts-for-the-uk-economy
[4] TELAM. La Unión Europea no llegó a un acuerdo sobre el plan para la recuperación económica, en: https://www.telam.com.ar/notas/202006/478764-union-europea-reunion-virtual-sobre-recuperacion-economica-post-pandemia.html
[5] Michael Roberts. “Guerras capitales”, 19/07/2020, en: https://thenextrecession.wordpress.com/
[6] Raúl Dellatorre. “Vicentin: No tienen cómo explicar que el capital se esfumó”, Página12 del 17/07/2020, en: https://www.pagina12.com.ar/279063-vicentin-no-tienen-como-explicar-que-el-capital-se-esfumo

Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.

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