jueves, 30 de julio de 2020

El plan de recuperación de la UE: un rescate masivo a la clase capitalista



La antesala de mayores ajustes y crisis políticas.

El anuncio de un plan europeo de reconstrucción económica por un monto de 750 mil millones de euros fue celebrado por un amplio espectro político, desde la centroizquierda a la derecha continental, como una refundación “solidaria” de Europa. Por primera vez, la Unión Europea (UE) emitirá deuda de manera unitaria, actuando como un solo Estado en el mercado financiero y siendo la Unión misma la garante del endeudamiento. Lo que ha llevado a los 27 estados miembros a tomar este curso de acción es la calamitosa situación económica provocada por la crisis capitalista y su profundización por la pandemia. Con esta inyección económica buscarían revitalizar una economía europea cuyo PBI caerá en promedio un 9 por ciento en 2020 (DW 7/7).

Un plan de rescate a los capitalistas

Para hacerse de esos recursos, la UE emitirá bonos en el mercado de deuda y luego el monto de 750 mil millones de euros que buscan obtener será distribuido entre los países miembros de la siguiente manera: 390 mil millones serán repartidos entre los distintos estados de acuerdo a distintas variables como la población y el impacto que la crisis tenga en cada uno de ellos. Esta parte del paquete de rescate será dado en forma de subvención, es decir que no tendrá que ser devuelto por cada país de manera individual. La Unión deberá afrontar esa deuda haciendo uso de su presupuesto común. Los 360 mil millones restantes tendrán la forma de préstamos a los países que los soliciten y tendrán que ser afrontados por cada Estado. La entrega de estos montos será en cuotas hasta el 2023 y tendrá como fecha límite de devolución el año 2058.
Sin embargo, estos fondos, lejos de destinarse a paliar las urgentes problemáticas que recorren el continente, como el precario sistema de salud de numerosos países o a paliar las consecuencias más gravosas de la crisis, como el crecimiento de la miseria, serán destinados a “financiar inversiones y reformas” (Ambito, 26/7), es decir serán el lubricante de un intento de relanzar los negocios de la burguesía europea. De hecho, el plan presupuestario europeo incluiría rebajas en partidas como investigaciones en salud y en el fomento a tecnologías amigables con el medio ambiente con recortes de un 60% en ambos casos (La Vanguardia, 24/7). El afluente dinerario estará a disposición de asegurar el pago de los vencimientos de la deuda externa previa de cada país, así como para inyectar recursos en cada economía tanto para que las empresas puedan invertir, como para que los estados procedan al rescate de elementos centrales de cada burguesía nacional.
La contraparte del endeudamiento será un control aún mayor de los presupuestos nacionales de parte de la Comisión Europea y el compromiso por parte de cada país de alcanzar los recursos necesarios, mediante ajustes, para afrontar los pagos. Un episodio central de este plan de ajuste venidero será la aplicación masiva de reformas laborales y previsionales, lo que fue solicitado en la Comisión Europea por los países más sólidos económicamente. Detrás de una pantalla keynesiana, el conjunto de Europa atravesará una experiencia a la griega, con una pérdida de independencia y medidas de ajuste draconianas en todo el continente.
A pesar de todo, lejos de poder resolver la crisis económica, este paquete de rescate profundizará las contradicciones preexistentes. Los golpes contra los ingresos de las masas que supone la aplicación de reformas ajustadoras pondrán aun más de manifiesto la crisis de sobreproducción que está detrás de la crisis capitalista mundial y la necesidad de liquidar a los capitales sobrantes. En el mismo sentido, las deudas externas de los países alcanzarán niveles históricos, condicionando cualquier perspectiva de recuperación a largo plazo, por ejemplo, España recibirá 70 mil millones en concepto de préstamos, cuando su deuda ya representa el 100 por ciento del PBI.

Crisis política

El acuerdo al que se arribó para proceder a este endeudamiento fue presentado por los medios como un ejemplo de la vigencia de la Unión Europea. Sin embargo, las negociaciones sirvieron para expresar y profundizar las divergencias y bloques que atraviesan a la UE. Alemania y Francia junto con los países más necesitados de ayuda económica (España, Italia, Grecia, Portugal), fueron los principales impulsores del acuerdo. Berlín necesita mantener un cierto grado de cohesión en la Unión en tanto es la plataforma sobre la que se apoya el capital alemán para disputar en la guerra comercial que se desarrolla a escala internacional. Sabe que, por las condiciones del acuerdo, su consecuencia será una mayor dependencia de los países más débiles respecto a Alemania, así como una mayor penetración de los capitales germanos en esos países.
La concreción del plan de rescate debió enfrentar al bloque de los llamados “países frugales” (Países Bajos, Suecia, Dinamarca, Austria) que se encuentran entre los que más aportan al presupuesto común de la UE en relación a lo que recibirán del paquete de ayuda. Estos países pugnaron para que el conjunto del paquete se limite a préstamos y no a subvenciones, al mismo tiempo que reclamaban mayores ajustes y un poder de veto en los organismos europeos a los presupuestos presentados por cada país. Si bien no consiguieron todos sus reclamos, lograron que todos los países puedan realizar una “alerta” ante la Comisión Europea si ven que alguno de los miembros no cumple con las medidas para hacer frente a los pagos, lo que suspende la entrega de fondos hasta la verificación o no de la denuncia. Los presupuestos nacionales pasarán a ser auditados por la Comisión Europea que podrá desaprobarlos con una mayoría especial de un 55% por ciento de los países, si llegan a representar el 65% de la población de la eurozona.
Este tipo de mecanismos recrudecerán los choques políticos entre los miembros de la Unión, al mismo tiempo que garantizará los ajustes. A la vez, sienta las bases de la profundización de las tendencias centrífugas en la UE. Los “frugales” le echan la culpa de la crisis económica a las economías sureñas que serían derrochadoras e improductivas, a la vez, los sectores políticos anti europeístas de los países que deberán proceder a mayores ajustes como Italia o España verán reforzadas sus posiciones al ser la UE y sus instituciones las responsables de la penuria de las masas.
Los gobiernos ultraderechistas de Polonia y Hungría, por su parte, lograron salirse con la suya, al evitar que las llamadas violaciones al “estado de derecho” que le imputan los mandamases de la Unión sean consideradas un impedimento para recibir estos fondos de reconstrucción económica. Tanto por esta última cuestión, como por el reclamo de que no se recorten fondos a ciertas áreas (salud, ecología), el parlamento europeo amenaza con bloquear la aprobación del acuerdo.

Por una intervención obrera independiente

El plan de reconstrucción económica, finalmente, será un intento de rescatar a los capitalistas europeos y de asegurar su lugar en la guerra comercial a costa de un mayor ajuste contra los trabajadores. La pandemia de Covid-19 (de la que se están produciendo rebrotes en toda Europa) expuso la fragilidad de los sistemas de salud y de las condiciones de vida de las masas, lo que se cobró la vida de decenas de miles de personas en todo el continente, junto con un crecimiento abismal del desempleo y de la pobreza. El plan de rescate viene a asegurar y a profundizar este rumbo de ataque a los trabajadores y de sujeción nacional, mediante la extensión de los métodos de la ‘troika’ a escala continental.
El enorme plan de rescate, sin embargo, no cancela las tendencias a la disgregación de la UE, que tienen al Brexit como mayor exponente. La crisis capitalista replanteará estas tentativas nacionalistas, que de todos modos para los trabajadores significan también un horizonte de ajuste.
Es necesario, por lo tanto, que la clase obrera intervenga en este panorama con una política independiente de las variantes “europeístas” y nacionalistas, partiendo de sus demandas elementales frente a la crisis económica y sanitaria, rechazando las medidas de ajuste y levantando la bandera de la federación socialista de Europa.

Leandro Morgan

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