jueves, 16 de julio de 2020

La flexibilización de la cuarentena no tiene sustento sanitario



Con cifras récord de propagación de la pandemia el gobierno se dirige a una flexibilización de la cuarentena.

Son 111.000 los contagiados en todo el país con 4.250 en un día, 82 fallecidos y 2.050 en total (al 15/7) y más de 750 internados en camas de terapia intensiva. Si todos los números vienen en ascenso y son récord respecto de los días anteriores se puede afirmar que si se flexibiliza el confinamiento no será por razones sanitarias. Las opiniones oficiales se toman de que el tiempo de duplicación de casos en el Amba se ha prolongado llegando a 20 días en CABAy 15 días en provincia de Buenos Aires, pero están lejos de los 25 días que en las primeras fases se había establecido como un límite para flexibilizaciones. Además han aparecido aumentos significativos de contagios en provincias como Jujuy y Catamarca.
Visto de donde se quiera, no existe un descenso sostenido de contagios y fallecimientos, dato que caracterizaría el haber superado el pico del crecimiento de la pandemia que, como bien se dice, solo se reconoce cuando queda a nuestra espalda. Especialistas locales, basados en estudios estadísticos epidemiológicos de Estados Unidos, calculan que el ascenso seguirá hasta fines de agosto, con una pendiente cuya inclinación dependerá de las medidas preventivas que se tomen para mitigar los contagios. Otra observación que debe hacerse es la intensidad y ritmo de las detecciones y aislamientos que se realizan para sofocar focos, sobre lo que no hay datos precisos, lo que sugiere que no son los necesarios.

El sistema de salud al límite

Y aquí se llega a la encrucijada que ha aparecido ante cualquier apreciación que se haya hecho en los 115 días de pandemia: ¿cuál es la disponibilidad del sistema de salud y el pronóstico de una saturación del mismo? En este sentido, en un reciente reportaje en Infobae, Claudio Belocopitt, presidente de la Unión Argentina de Entidades de Salud, ha dado datos que provocaron revuelo en los medios que se ocupan del tema. Dijo que, contra los que dicen que “estamos mejor” o “estamos dominando esto”, el sistema está en situación de “máximo estrés”, no hay ninguna baja en la curva de ocupación de camas. Un 81% de ocupación en terapia intensiva y 96% en piso. Se refiere al sistema de la salud privada (prepagas) y obras sociales, que cubren el 70% de la atención actual del Covid–19. Anticipa -sin dar datos de la disponibilidad del sistema público– que a este ritmo, se van a tener que restringir los criterios de internación: primero los sintomáticos leves y luego los sintomáticos de más de 65 años, que hoy se internan, deberán observar su evolución en sus casas para aliviar la ocupación sanatorial. Y concluye que las autoridades deben informar la realidad a la población y sobre esa base tomar las decisiones que se crean convenientes. Algo que hace verosímil estas apreciaciones es que los informes oficiales son erráticos en este punto. Aparecen en guarismos la cantidad de internados críticos (772) y luego en porcentaje el nivel de ocupación de terapia intensiva (60%), sin que se aclare nunca cuál es número total de camas y cuántas corresponden a cada sistema, público y privado. O si el 40% de camas disponibles son realmente tales y si corresponden a un 30% del total de la demanda. Tampoco se discrimina la disponibilidad para Covid–19 separada de la de otras patologías.
Larreta dijo, interrogado por la cantidad de camas del sistema privado de CABA, que ese dato corresponde al Ministerio de Salud Nacional que las regula. ¿Cómo se puede planificar un plan de batalla como este sin una centralización de la información y la distribución de los recursos? Una medida reclamada hasta el hartazgo y que el gobierno elude sistemáticamente. Es evidente que estos datos y la posibilidad de una saturación del sistema son la piedra de toque, celosamente guardada –y manipulada– tanto por Alberto, como por Axel y Horacio. Si flexibilizan, diría Belocopitt, no será por razones técnicas sanitarias.

Bailando en el Titanic

Si no estamos en el pico, y son dudosas las “mesetas”, y si los números son sistemáticamente ascendentes ¿cómo se explica la anunciada flexibilización de la cuarentena en el Amba?, ¿marchan alegremente hacia el abismo? La explicación que se da es el derrumbe económico y el “humor social”. Traducido significa la presión de las cámaras empresarias y el cálculo sobre el efecto en la base electoral de Larreta y del Frente de Todos, multiplicado al infinito por los medios “anticuarentena”. El talón de Aquiles de un confinamiento es la situación desesperada de los desocupados los que, sin trabajo, no tienen sustento.
También la situación vulnerable del personal de salud, exigido hasta el agotamiento por insuficiente, mal pago y peor protegido. El mismo Belocopitt confiesa que con el personal existente no se pueden dar todas las licencias que se piden. Una cuarentena efectiva, no como la fase 1 light para el Amba que hoy existe, es perfectamente posible. El “humor social” mejoraría notablemente con un subsidio de 30 o 40 mil pesos al que no tenga ingresos (en España es de 500 euros a individuos y 1.200 a familias), con la triplicación del presupuesto de salud y de la ayuda económica y alimentaria para los sectores más pobres.

La salida

Si el gobierno -tanto el de Larreta como el de los “progresistas” del Frente de Todos- privilegia el pago ultramillonario de los vencimientos de una deuda fraudulenta, rehúye el cobro de un impuesto extraordinario a las grandes riquezas, tolera los despidos masivos y las reducciones salariales, está creando las condiciones de un drama social. Son conscientes de ello y abren los paraguas, Kiciloff declaró que va a dejar a los intendentes resolver los grados de flexibilización y que se trata de un sistema de “stop and go”, abriendo y cerrando según la necesidad. Todos hablan de cuarentena con actividades reguladas y protocolos de seguridad. La realidad es que las patronales en las empresas y las autoridades en los hospitales, focos importantes de contagio masivo, boicotean los protocolos para mantener la actividad. Y que la última flexibilización se pagó con aceleramiento de los contagios y más muertos. La clase trabajadora debe deliberar, en cada fábrica, hospital y barrio para dar una salida al fracaso de los capitalistas. Comenzando por la suspensión del pago de la deuda externa y un impuesto gravoso al capital para financiar la derrota de la pandemia y del hambre.

Sergio Villamil

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