El Fondo Nacional de las Artes acaba de lanzar un concurso de Letras que, apenas anunciado, generó una intensa polémica. El debate se centra tanto en la convocatoria como en la constitución del jurado encargado de otorgar los premios. Se convoca a presentar obras en los géneros de ciencia ficción, fantástico y terror, y el concurso está abierto a las categorías novela, libro de cuentos, ensayo, libro de poesía y novela gráfica, cuando los años anteriores cada categoría tenía su convocatoria particular. Lo mismo sucede con el jurado, cuya constitución, en la que no figuran poetas ni historietistas, es por demás heterogénea, lo que hace muy difícil el juicio de obras de tan variado tipo; en las ediciones anteriores, cada categoría tenía su jurado especializado.
La oposición a tal desarreglo no se hizo esperar. Está circulando una solicitada que, entre muchos otros argumentos, sostiene que “al privilegiar los géneros de la Ciencia Ficción, el Fantástico y el Terror, el Fondo Nacional de las Artes está impidiendo a una enorme cantidad de creadores la posibilidad no ya de acceder al premio, sino incluso de inscribirse en el mismo. Se deja de lado así una zona importantísima de la creación literaria, de gran trayectoria y extensión en el país, que cuenta con escritores y poéticas que merecen ser reconocidas. Al mismo tiempo, dado que no existe algo así como los subgéneros de la ciencia ficción, el fantástico o el terror en poesía, sume a todo lo que se relaciona con este género, el más antiguo de las letras occidentales, en la incertidumbre, cuando no en la negación, mientras da cuenta de una manifiesta ignorancia respecto de la lírica. A ello se suma el hecho de que no hay ningún poeta en el comité de selección”.
La Unión Argentina de Escritoras y Escritores, a su vez, plantea que “la ausencia de un Instituto del Libro argentino que instrumente programas de apoyo a los creadores vía el Ministerio de Cultura, como lo han hecho los institutos de la Música (Inamu) —que otorgó subsidios a 2800 trabajadoras y trabajadores de la música—; el Instituto del teatro con el plan Podestá, que asistió a actores y actrices; y el Instituto del Cine (INCAA), deja en evidencia la desprotección actual de escritoras y escritores. Al no haber recibido ayudas específicas de este tipo, el lanzamiento de la Beca Sostener Cultura II lanzada la semana pasada por el Fondo Nacional de las Artes, que abarca a todo el universo de trabajo del sector cultural, deja nuevamente en desventaja —en términos de alcance— a escritoras y escritores. En este escenario, el concurso literario se presentaba como una oportunidad para compensar estos desequilibrios”.
La directora del área de Letras del Fondo, la escritora Mariana Enríquez, se defiende: “Era muy difícil a esta altura del año lanzar el concurso, en tan poco tiempo y con las becas en marcha. Me pareció que era un buen momento de estimular la regionalización y un género menos visibilizado. No me parece tan raro un premio de género, hay premios de Novela Negra, de Fantasy, es un premio excepcional ante la posibilidad cierta también de que no hubiese ninguno”.
El argumento de Enríquez es muy endeble. Y los argumentos que se le oponen, si bien expresan muchos de los auténticos reclamos de los artistas en los últimos tiempos, también son limitados. En muchos de estos casos, la polémica se ha centrado en la consideración de los géneros literarios y su papel social; pero lo cierto es que el problema de fondo es otro. La unión de todos los concursos que habitualmente convoca el Fondo en uno solo es parte del ajuste que el gobierno promueve con el objetivo de dedicar el ahorro nacional al pago de la deuda externa. Y a eso se suma la escasez y el raquitismo de los premios, subsidios y otros estímulos que suelen caracterizar las diversas gestiones de Cultura.
La cuarentena generada por la necesidad de combatir al coronavirus no ha hecho más que agudizar una situación que ya era desesperada desde mucho antes. Los pocos subsidios que se han entregado no alcanzan ni por asomo a paliar la situación de los trabajadores y trabajadoras de la cultura, que ven menguar sus oportunidades hasta niveles inimaginables. Por tal motivo, ya se han producido movilizaciones de músicos y teatristas, entre otros artistas, al ministerio del área, sin que hayan recibido hasta el momento satisfacción a sus reclamos.
La situación de los trabajadores de la cultura se une a la de todos los trabajadores, que están sufriendo despidos, rebajas salariales y todo tipo de ataque a sus condiciones de vida, mientras que los capitalistas son beneficiados con subsidios y con el pago de una deuda que, por su carácter usurario, ya se ha pagado varias veces. Existe en el Congreso nacional un proyecto de ley presentado por el Frente de Izquierda-Unidad que plantea un impuesto a las grandes fortunas con el objetivo de obtener el dinero necesario para paliar el trance que están viviendo los trabajadores y trabajadoras. Las bancadas mayoritarias se han negado, hasta el momento, a ponerlo en discusión.
El apoyo a este proyecto por parte de los trabajadores y trabajadoras de la cultura es crucial para emprender la lucha por sus reivindicaciones. Todas las demandas legítimas que estos vienen reclamando chocan contra la falta total de presupuesto. Es necesario redoblar la lucha, pero hacerlo con una visión de conjunto de la situación, que permita elaborar planes de acción con una perspectiva de triunfo.
Eduardo Mileo
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