miércoles, 29 de julio de 2020

Un programa y una estrategia revolucionaria para la intervención en América Latina y EE.UU.



Aporte del Partido Obrero (Argentina), Grupo Acción Revolucionaria (México), Juventud Obrera (Costa Rica), Agrupación Vilcapaza (Perú), Fuerza 18 de Octubre (Chile), Agrupación León Trotsky (Uruguay) y Agrupación Trabajadores Bolivianos a la Conferencia virtual Latinoamericana y de los EE.UU.

1. La emergencia de la rebelión popular en los Estados Unidos representa un golpe al gobierno de Donald Trump y a todos los gobiernos latinoamericanos agentes o tributarios del imperialismo norteamericano. Por ese mismo motivo, representa también un acicate a las luchas obreras, populares y antiimperialistas de los pueblos del subcontinente y una convocatoria a retomar el hilo de las rebeliones populares de 2019. La pandemia alteró el escenario latinoamericano pero está lejos de haber cerrado el ciclo de las rebeliones populares. Las contradicciones que dieron lugar a estos estallidos no sólo están presentes sino que se han potenciado con la propagación del brote. La llegada del covid-19 se produce en el momento mismo en el que tomaba un nuevo impulso la rebelión popular en Chile, con las gigantescas y combativas movilizaciones de marzo, y pocos meses después de que tuvieran lugar las grandes rebeliones populares de Ecuador, Puerto Rico, la resistencia del pueblo boliviano contra el golpe, las huelgas generales en Colombia, las grandes huelgas educativas en Costa Rica y, más atrás, la rebelión en Nicaragua. La pandemia del coronavirus le ha impuesto a estos procesos un compás de espera, aunque de ningún modo los ha cancelado. Con la llegada del covid-19 el subcontinente se ha inmerso en una verdadera tormenta sanitaria, y se ha sumergido aún más en una crisis económica, social y política.
Esta perspectiva abierta – la de renovados choques entre las clases dirigentes y sus gobiernos, de un lado, y las masas trabajadoras y oprimidas, del otro – le plantea a la izquierda revolucionaria el abordaje a fondo de la gran problemática que dejó planteada los proceso de rebeliones populares de 2019: superar la crisis de dirección del movimiento obrero y de las masas oprimidas de América Latina. El abordaje de esa crisis de dirección plantea, en primer lugar, ajustar una caracterización de la etapa y, en segundo lugar, la formulación del programa y la estrategia que debe levantar la izquierda revolucionaria.

La pandemia en América Latina

2. Hacia mediados de junio América Latina pasó a ser el epicentro de la crisis pandémica. Brasil se ubicó como el principal foco infeccioso del subcontinente y el segundo país más golpeado por la pandemia a escala mundial, solo detrás de EE.UU. No cabe dudas que la catástrofe sanitaria que azota a América Latina es responsabilidad de la clase social dirigente del subcontinente y de los distintos gobiernos que, de una u otra manera, la representan. La pandemia dejó expuesta la grave crisis en materia habitacional, la precariedad laboral generalizada, la crisis en el acceso a la salud. La política negacionista de la pandemia, que caracterizó especialmente al gobierno del fascista Jair Bolsonaro y en un comienzo también al ‘neoliberal’ Sebastián Piñera y a los ‘nacionales y populares’ Manuel López Obrador y Daniel Ortega, no es más que la expresión del descomunal lobby ejercido por las burguesías de sus respectivos países. Éstas, desde el comienzo mismo de la crisis pandémica presionaron por la continuidad de toda actividad productiva y económica y atentaron sistemáticamente contra la instauración de cuarentenas preventivas en regla. El negacionismo, que en el caso de Brasil se mantiene hasta el día de hoy como la línea rectora del gobierno, ha hecho estragos, habilitando una arrolladora propagación del virus y contagiando al mismísimo fascista Bolsonaro.
3. En aquellos países donde se han impuesto cuarentenas más o menos estrictas, con el correr de las semanas terminó por imponerse el lobby patronal. Se habilitó el retorno a las actividades, especialmente a las industriales, y se establecieron ‘nuevas normalidades’ de tipo preventivas. En el Salvador, la cuarentena estricta impulsada por Bukele fue el ariete para avanzar en un reforzamiento del aparato represivo y la coacción estatal. Las ‘nuevas normalidades’ no alcanzaron para evitar la multiplicación de los contagios y con ello se produjo un repentino colapso de los sistemas sanitarios. De esta manera, se puso por completo al descubierto un largo proceso de vaciamiento de los sistemas públicos de salud, devastados por décadas de vaciamientos y privatizaciones de parte de todos los gobiernos de todos los colores, en favor de los negocios espurios con las clínicas privadas.
4. La lucha por la centralización de los sistemas sanitarios de cada país, bajo la dirección de los propios trabajadores y profesionales de la salud, se plantea como un programa de características universales para toda América Latina. Se trata de una pelea en la que se pone en juego nada menos que la vida de las masas trabajadoras. De igual modo, la lucha por la duplicación de los presupuestos sanitarios y por la nacionalización sin indemnización de las industrias farmacéuticas. La lucha por defender o imponer las cuarentenas, contra el reclamo patronal de proseguir la producción a cualquier costo, y por comités obreros de seguridad e higiene en cada fábrica, empresa y lugar de trabajo, son planteos y reivindicaciones que ocupan hoy un lugar de primer orden que debe levantar la izquierda revolucionaria.

Derrumbe económico

5. De la mano de la catástrofe sanitaria se desarrolla también un histórico derrumbe económico. Naturalmente, el derrumbe latinoamericano tiene como telón de fondo la bancarrota capitalista internacional, que se ha acelerado y profundizado de la mano de la crisis pandémica, inaugurando un período de depresión económica que solo puede ser comparable con la Gran Depresión de los años 30. En la economía mundial las tendencias recesivas ya estaban claramente presentes mucho antes que se desatara la crisis sanitaria, y así lo corroboraba la política monetaria de la Reserva Federal norteamericana durante todo 2019, que mermó en reiteradas ocasiones la tasa de interés con el objetivo de apuntalar la tasa de beneficio empresarial e impulsar un plan de inversiones productivas. Asimismo, el cuadro de sobreproducción dio lugar a un marcado retroceso de las inversiones, de tal magnitud que no llegaba siquiera a compensar el proceso de desgaste del capital fijo. Con la transformación del covid-19 en pandemia, los consecuentes cierres de fronteras y la declaración de cuarentenas en numerosos países, se terminó por instalar un profundo parate económico y un derrumbe capitalista sin precedentes.
6. En América Latina, como en todo el mundo, los inversionistas se deshicieron de sus paquetes accionarios y huyeron en masa a comprar bonos del tesoro norteamericano. Este proceso derivó en un desplome inédito de la cotización de las principales empresas de los países latinoamericanos y en el derrumbe de sus respectivos índices bursátiles. En marzo, la bolsa de comercio de Sao Paulo debió paralizar sus actividades en cinco oportunidades, para contener el derrumbe del Bovespa. Este cuadro se conjugó con el virtual congelamiento del comercio mundial y el hundimiento de los precios de los commodities, que ya venían de un fuerte retroceso en todo el período previo al estallido de la pandemia. La caída de los precios y de las ventas de materias primas, principal rubro exportador de los países del subcontinente, socavó los ingresos de divisas de los países de sudamericanos. El derrumbe de características inéditas del precio del petróleo, acumulando una caída del 40% en lo que va de 2020, golpeó particularmente las economías de Brasil, Venezuela, México y Ecuador, y frustró la tentativa del gobierno de Alberto Fernández de transformar a la Argentina en un país exportador de crudo de la mano del gigantesco reservorio hidrocarburífero Vaca Muerta. La caída del precio de la soja, fruto particularmente de la caída de la demanda china, recortó las proyecciones de ingresos de divisas en Argentina, Brasil y Uruguay. El retroceso del precio del cobre golpeó particularmente a las economías de Chile y de Perú, principales exportadores mundiales del metal rojo.
7. Este fenómeno de escasez de divisas terminó por acicatear un descomunal proceso de fuga de capitales. Entre enero y abril de 2020 se fugaron desde los países latinoamericanos la friolera de 150 mil millones de dólares, lo que a su vez redundó en la devaluación de la mayoría de las monedas latinoamericanas. El real brasileño, se encuentra en su mínimo histórico, acumulando una devaluación del 40% en lo que va del año. Esto, a pesar de la política intervencionista del Banco Central de Brasil, que despilfarró reservas en el mercado de cambios para tratar de contener la cotización del real. Como consecuencia de todo este descalabro, a fines de junio el FMI ajustaba sus proyecciones económicas de abril y pronosticaba un derrumbe del PBI de América Latina y el Caribe de un 9,4% para 2020. Para las dos grandes economías latinoamericanas, Brasil y México, se proyectó un derrumbe del 9,1% y el 10,05% respectivamente. Para Perú el derrumbe previsto es del 12%. Y para Argentina, la tercera economía del subcontinente, se considera un desplome del 9,9%. Sin embargo, a los pocos días del anuncio del FMI, Argentina oficializaba el mayor derrumbe de toda la historia del país en un solo mes. En abril, cuando más intensa fue la cuarentena argentina, la economía se hundió un 26,4% en referencia a abril de 2019. En Centroamérica y el Caribe, la caída de las exportaciones se combina con el derrumbe del turismo de entre 40 y 70 puntos, en una rama que representa el 25% total del PBI de la región.
8. De la mano del derrumbe de los PBIs crecieron los pesos relativos de las deudas soberanas y se incrementaron sensiblemente los desequilibrios fiscales. El FMI calcula que el déficit fiscal promedio de Latinoamérica rondará en el 8,9%. Sin embargo, a pesar de esto, se ha reiniciado un nuevo ciclo de endeudamiento de los países del subcontinente, que se explica por la descomunal emisión monetaria y las tasas de interés negativas impuestas por la Reserva Federal norteamericana y el Banco Central europeo. Lo que ha sucedido es que se ha puesto en marcha un nuevo ‘carry trade’, el mecanismo por el cual los inversionistas se endeudan a un bajo o nulo costo e invierten ese a capital en las deudas públicas de los países ‘emergentes’ o subdesarrollados. Esta nueva bicicleta financiera, que se realiza a costa de una mayor y renovada expoliación de los países latinoamericanos, tiene características más riesgosas aún que en el pasado. Sucede que, tal cual lo señalamos más arriba, la situación de la economía latinoamericana se encuentra condicionada por una recesión de características históricas, un gigantesco crecimiento de las deudas corporativas, un derrumbe de los precios internacionales de las materias primas, el crecimiento de los déficits fiscales, el crecimiento relativo y absoluto de las deudas públicas, las devaluaciones de las monedas locales y el despilfarro de las reservas fiscales. Es así que Argentina –que se encuentran inmersa en un virtual default, tiene una deuda pública superior al 100% de su PBI y no tiene acceso al mercado de créditos internacional– se empieza a transformar en el horizonte de todos los países latinoamericanos. De hecho Chile y Perú han tenido que acudir, durante los primeros meses de la pandemia, a un paquete de rescate del Fondo Monetario Internacional. Colombia y Costa Rica, presentados como nuevos modelos por la OCDE, están siendo carcomidos por el déficit fiscal, desviando los préstamos del FMI a gastos de funcionamiento y subvenciones empresariales.
9. La crisis ha vuelto a mostrar que el derrumbe mundial capitalista solo puede ser enfrentado con medidas anticapitalistas y socialistas. La pelea por el no pago de las deudas externas, por la ruptura con el FMI y el imperialismo, por impuestos extraordinarios a las grandes rentas y fortunas, por la nacionalización sin indemnización de los sistemas bancarios, del comercio exterior y de los recursos naturales, como el petróleo, el gas, la minería y los recursos energéticos, etc. y por el control obrero general, tiene un alcance continental. En toda América Latina, la agitación y la lucha por este programa obrero de salida a la crisis es una tarea fundamental de la izquierda revolucionaria. La lucha por este programa está ligada indisolublemente a la lucha por gobiernos de trabajadores y por el desarrollo de una dirección política revolucionaria: la IV internacional.

La mano imperialista, sus agentes y el golpismo

10. El gobierno de Donald Trump no escatima esfuerzos para lograr una mayor injerencia en América Latina. Es lo que explica el reclamo de Trump para que sea un norteamericano, Claver Carone, quien presida el BID durante los próximos cinco años, contradiciendo una ‘ley no escrita’ del organismo que establece que la presidencia del mismo corresponde a un país latinoamericano. Trump quiere asegurarse un control total del organismo para reforzar una política de bloqueo de las empresas contratistas y financistas chinas en el subcontinente. Cuando The New York Times dedicó en 2018 la portada de su diario a condenar la base espacial militar China instalada en la provincia de Neuquén, ya era evidente que América Latina se había convertido en un campo de disputa en la guerra económica entre Estados Unidos y China. Existe un hilo conductor entre la jugada de Trump para hacerse del control directo del BID, la movilización en junio de este año de tres portaviones norteamericanos en el océano Pacífico, amenazando la salida oriental China, y el sangriento combate entre India (socia de los EE.UU.) y China en Cachemira.
11. La designación de Claver Carone apunta, asimismo, a otro objetivo estratégico para el imperialismo yanqui. Carone es un gusano del partido republicano, abiertamente identificado como un enemigo acérrimo de los regímenes de Venezuela y de Cuba. La designación de Carone ya cuenta con el apoyo de Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Bolivia, El Salvador, Honduras, Haití y Uruguay. El imperialismo desea poner fin al régimen bolivariano encabezado por Maduro, y que ello sea el punto de apoyo para asestarle un golpe de gracia final al régimen cubano. Justamente, el Grupo de Lima, que reagrupa a los principales mandatarios latinoamericanos y nació bajo el auspicio del imperialismo yanqui, nace con el objetivo explícito de condenar al gobierno venezolano. Luego de los sucesivos fracasos de Juan Guaidó, el títere de los yanquis en Venezuela, de hacerse del poder político, el imperialismo ha instrumentado diversas vías con el objetivo de quebrar al régimen de Maduro. Como parte de esa ofensiva golpista hay que anotar el acuerdo del gobierno yanqui con el presidente Iván Duque, a principios de junio, para habilitar el despliegue de 800 soldados norteamericanos en Colombia, donde ya hay siete bases militares yanquis instaladas, con el objetivo de cercar a Venezuela. Ese despliegue militar fue precedido por dos desembarcos frustrados de mercenarios golpistas a principios de mayo, denominados “Operación Gedeón”, y por la navegación de buques norteamericanos en las costas venezolanas a principios de abril. En esta línea hay que anotar también la preparación del ejército de Brasil para posibles conflictos armados en Sudamérica, colocando a Venezuela como punto crítico de la región. Del paquete reaccionario y golpista también es parte el bloqueo económico criminal que en el marco de la pandemia realizan EE.UU. y la Unión Europea sobre Venezuela, y la confiscación de 30 toneladas de oro venezolano por parte de los piratas de la banca británica.
12. Maduro pretende terminar con la mayoría que detenta la derecha golpista en la Asamblea Nacional convocando a nuevas elecciones parlamentarias para diciembre de este año. La tentativa del gobierno de Maduro de barrer a la derecha del parlamento y reestablecer un pleno predominio del régimen que lidera, lo hace en el momento en el cual, amparado en las sanciones económicas del imperialismo, se encuentra ejecutando un fuerte ajuste contra los trabajadores y el pueblo venezolano, iniciando un proceso de dolarización de los precios de los combustibles y avanzando decididamente en el desguace y privatización de PDVSA. El ajuste del gobierno de Maduro es lo que ha empezado a despertar reacciones de la clase obrera, que también rechazan la persecución que impulsa el gobierno contra activistas sindicales. Se destaca, en particular, la lucha de los obreros petroleros en defensa de los salarios y los convenios colectivos de trabajo.
13. La izquierda revolucionaria debe colocarse en la primera línea de combate contra el golpismo reaccionario y pro-imperialista. Solo desde ese campo, el de la batalla decidida contra la reacción, la izquierda podrá hacerse de la autoridad política necesaria para arrancar a la vanguardia obrera y a las masas trabajadoras de la influencia del nacionalismo burgués, y postularse para liderar un movimiento obrero y popular bajo las banderas del socialismo. Con estos objetivos, enfrentamos el golpe en Bolivia y denunciamos el bloqueo y los ataques imperialistas contra Venezuela, con completa independencia de las direcciones nacionalistas. El golpe de Bolivia es aleccionador al respecto. La confianza de Morales en la OEA y su negativa a desenvolver a fondo la movilización obrera y popular terminó por allanarle el camino al golpismo. La defensa de Venezuela contra el golpismo pro imperialista depende de la movilización de los explotados latinoamericanos. Esa defensa no será obra ni de Rusia ni de China, que avanzan en un proceso de colonización económica de Venezuela, usufructuando a su favor la privatización en marcha de los recursos petroleros que viene alentando el propio gobierno de Maduro, persiguen sus propios intereses con el desguace venezolano y que no dudarán en utilizar al país caribeño como una moneda de cambio en sus negociaciones con el imperialismo yanqui.
La lucha contra el golpe es una cuestión de principios, porque significa defender las posiciones conquistadas por la clase obrera frente a la ofensiva capitalista -de ningún modo apoyar al gobierno capitalista destituido. Cualquier vacilación o ‘confusión’ de la izquierda frente a una ofensiva golpista, como sucedió con las organizaciones que acompañaron las ‘revueltas’ que precedieron al golpe reaccionario en Bolivia en 2019 o con las que se sumaron a agitar el ‘Fuera Maduro’ en el momento mismo en el que Guaidó se autoproclamaba presidente de la República Bolivariana, o, más atrás, de aquella que se declaró neutral frente al golpe contra Dilma, representa el pasaporte directo de esa ‘izquierda’ al basurero de la historia.

De San Pablo a Puebla

14. La respuesta del ‘progresismo’ latinoamericano al alineamiento de la derecha continental en el Grupo de Lima fue la creación del Grupo Puebla en julio de 2019. El Grupo Puebla aparece como la versión devaluada de lo que fuera en su momento el Foro de San Pablo, que surgió como un reagrupamiento de las fuerzas nacionalistas e izquierdistas latinoamericanas contra los regímenes ‘neoliberales’. En gran medida, las fuerzas integrantes del Foro se transformaron en gobierno en toda América Latina, sobre la base de constituirse en los custodios por izquierda del régimen capitalista ante la emergencia de las crisis y rebeliones de principios de siglo (Argentina, Bolivia, Ecuador, etc.). La experiencia del Foro de San Pablo concluyó en una tragedia. Los fracasos de la Unasur y el Mercosur fueron la expresión concreta de la imposibilidad de una integración latinoamericana (la llamada Patria Grande) sobre bases capitalistas. Con la crisis mundial, a partir de 2008, se puso en evidencia la endeblez del esquema de supervivencia meramente rentista de los gobiernos ‘nacionales y populares’ de América Latina. Se hundieron con la caída de los precios de las materias primas: fueron incapaces de superar el estatus semicolonial y la mono producción de materias primas. Las “burguesías nacionales” terminaron enlodadas en las corruptelas de los Odebrecht o los López (que la derecha explotó para promover un recambio político). El carácter antiobrero de gobiernos como el de Lula o Cristina se reveló en su mantenimiento de la precarización laboral, la intervención contra numerosas huelgas y el reforzamiento de la estatización de las organizaciones sindicales contra cualquier tentativa de organización independiente. Sus políticas ajustadoras dieron lugar a un largo proceso de declinación política, que terminó por pavimentar el avance del golpismo, al que no dieron respuesta, y el ascenso electoral de nuevos gobiernos derechistas a nivel continental, como Bolsonaro, Piñera, Macri, Lacalle Pou, etc. El Frente Sandinista de Nicaragua y el Frente Farabundo Martí de El Salvador, expresiones del nacionalismo centroamericano, siguieron el mismo derrotero que el resto de las fuerzas del Foro, de alineamiento con las burguesías locales y el capital financiero. El gobierno sandinista de Ortega enfrentó con una represión criminal una gigantesca rebelión que se alzó contra la reforma previsional fondomonetarista.
15. El Grupo Puebla no promete más que ser una farsa. Su carácter farsesco está dado, en primer lugar, por el liderazgo que ejerce en él Alberto Fernández, que ha mantenido a la Argentina como integrante del Grupo Lima, es decir, en el órgano mismo de la reacción latinoamericana. En plena crisis sanitaria y social en la Argentina, Fernández se encuentra liderando un proceso de reestructuración de la deuda externa que representa una capitulación lisa y llana ante las exigencias del capital financiero y el Fondo Monetario Internacional. De Puebla participan también los expresidentes Lula Da Silva y Dilma Rousseff (Brasil), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Fernando Lugo (Paraguay). También Daniel Martínez (excandidato a presidente por el Frente Amplio de Uruguay), Verónika Mendoza (ex candidata presidencial del Frente Amplio de Perú) y distintos referentes del PRD mexicano y el Partido Comunista de Chile. Para borrar cualquier vestigio de confrontación con el imperialismo, los ‘progresistas’ han marginado del agrupamiento a Venezuela y a Cuba, bajo el pretexto de ser respetuosos de ‘la democracia y las instituciones’. Alberto Fernández acaba de otorgar otro gesto al imperialismo, con la adhesión de la delegación Argentina al informe de la oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, a cargo de la expresidenta chilena, Michelle Bachelet, contra Venezuela.
16. Otro gesto tan o más importante que el Grupo Puebla le otorgó al establishment fue su definición categórica contra las rebeliones populares y la acción directa de las masas para derrotar al golpismo pro-imperialista. Fue lo que se expresó en noviembre pasado en la cumbre de Puebla en Buenos Aires, en momentos donde la rebelión chilena estaba en pleno desarrollo ascendente y crecía una extraordinaria respuesta popular contra el golpe en Bolivia. La participación del PC chileno en Puebla no es un dato menor, pues este ha sido el sostén último del acorralado gobierno de Piñera. Formalmente fuera del armado del Grupo Puebla se encuentra otro referente del campo ‘progresista’ o ‘nacional y popular’: el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Desde que tomara posesión de la presidencia mexicana, el 1 de diciembre de 2018, AMLO no realizó ningún viaje al extranjero hasta julio de 2020. Su primera gira internacional fue visitar a Donald Trump, con el pretexto de celebrar la firma del neocolonial Tratado de Libre Comercio firmado por México, con EEUU y Canadá hace un año atrás. AMLO se movilizó apuntalando, objetivamente, la candidatura de Trump, en momentos donde la imagen del magnate se derrumba como consecuencia de su nefasta gestión de la crisis sanitaria y la agudización de la crisis social fruto del impacto de la bancarrota capitalista. Pero por sobre todo, AMLO fue a los EE.UU. en momentos donde se desarrolla una extraordinaria rebelión popular, protagonizada especialmente por la comunidad afroamericana y que despierta enormes simpatías entre la comunidad latina que reside en los Estados Unidos. En síntesis, AMLO protagonizó un acto de cipayaje pocas veces visto.
17. La llamada “lucha contra la derecha” que proclama el ‘progresismo’ latinoamericano no es más que un mero relato. La izquierda revolucionaria debe distinguir las ofensivas golpistas realmente existentes del cacareo nacionalista, que solo busca amordazar a las organizaciones obreras y a la izquierda, y de esa forma privarlas de su acción y de su crítica con el objetivo de subordinarlas al gobierno nacionalista o frente-populista. Al nacionalismo es necesario oponerle el impulso de la acción directa de la clase obrera por sus reivindicaciones inmediatas y un programa económico y político de los trabajadores para que la crisis la paguen los capitalistas. La unidad latinoamericana solo puede ser realizada por gobiernos de trabajadores a escala del subcontinente, es decir, sobre bases socialistas.

Ofensiva anti-obrera, programa y la lucha por los sindicatos

18. América Latina es también el continente más golpeado por la crisis social. La clase capitalista y los distintos gobiernos están descargando la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Un informe de la OIT señala que mientras a nivel mundial las horas laborales se redujeron en un 14%, en América Latina ese porcentaje asciende al 20,5%, por encima de Norteamérica, de Europa, de Asia y de África. De los 400 millones de puestos laborales perdidos a escala mundial, 47 millones se concentran solo en Latinoamérica. Esta gigantesca destrucción de puestos de trabajo fue allanada por un extendido cuadro de informalidad laboral que viene de larga data. La misma OIT señalaba, a principios de mayo, que de los 298 millones de trabajadores ocupados, el 54% de ellos, es decir 158 millones de trabajadores, se encuentran en la informalidad. En países como Bolivia y Nicaragua, que cuentan con cuantiosos años de gobiernos ‘nacionales y populares’, las tasas de informalidad laboral se acercan al 80%, y un índice similar tiene Guatemala. Pero también son altas las tasas en Argentina (47,2%), en Brasil (46%) y en Chile (40,5%). De este universo de trabajadores precarizados, según el propio informe, el 90% de ellos sufrió una reducción de sus ingresos. Pero mientras a nivel mundial las reducciones de ingresos de los trabajadores informales significaron en promedio una pérdida del 60%, en América Latina y el Caribe esa pérdida llega al 80%. El crecimiento de la desocupación y el extendido cuadro de informalidad laboral son el terreno sobre el cual se desarrolla también una extraordinaria ofensiva contra la fuerza de trabajo y los regímenes previsionales, con el correlato de nuevas restricciones al derecho a huelga.
19. Este cuadro de fenomenal ataque contra las condiciones de vida de las masas trabajadoras, pone más en evidencia aún la parálisis y el colaboracionismo de parte de las burocracias de las centrales obreras de todos los países. Las burocracias sindicales fueron determinantes para contener la intervención abierta y decidida del movimiento obrero en el curso de las rebeliones populares de 2019. De ese modo, lograron evitar la caída de los gobiernos jaqueados por la lucha de las masas. Ahora, esas mismas burocracias juegan un rol estratégico para las burguesías latinoamericanas, convalidando las ofensivas anti-obreras. Esto vale para la oficialista CGT de Argentina, como también para las ‘opositoras’ CUTs de Brasil y de Chile, etc. Recobra una completa actualidad la exigencia de que las organizaciones obreras rompan con la burguesía, el Estado y los partidos patronales, como método para defender la independencia política de las organizaciones obreras. Este planteo se diferencia por el vértice del reclamo o la expectativa de cambio de rumbo de los partidos burgueses o pequeño burgueses que juegan un papel dirigente en esas organizaciones de masas. La pelea por la independencia política de las organizaciones obreras es, ante todo, un método para acelerar el proceso de separación de las bases obreras de su dirección burocrática y burguesa, no para corregir el rumbo patronal de esa dirección o para su auto-regeneración.
20. A esta masacre social es imperioso responderle con un programa de reivindicaciones inmediatas de la clase obrera y un plan de acción. Enfrentar la desocupación masiva plantea levantar el reclamo de un seguro al parado, equivalente a la canasta básica familiar de cada país, y luchar por el reparto general de las horas de trabajo sin reducir los salarios. Poner un coto a las cesantías plantea impulsar las ocupaciones de toda fábrica o empresa que cierre o despida. Y enfrentar la carestía plantea organizar la lucha por salarios y jubilaciones mínimas equivalentes al costo de la canasta familiar de cada país latinoamericano. Para el impulso de estas reivindicaciones mínimas, junto a la lucha por poner fin a la precarización e informalidad laboral, por derogar las reformas laborales, previsionales y por terminar con los sistemas jubilatorios privados, impulsamos el frente único de los trabajadores y de las organizaciones obreras. El impulso del frente único de lucha, entendido como un acuerdo práctico con todas las corrientes en presencia cuando se trata de impulsar una lucha de masas, lo realizamos sin sacrificar nunca la agitación de Partido por la estructuración independiente de la clase obrera, por el gobierno de los trabajadores y el socialismo. La pelea por las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores pone a la orden del día la lucha por echar a las burocracias sindicales entreguistas, el impulso de congresos trabajadores en cada país latinoamericano y planes de lucha hasta la huelga general para imponerlos.

Movimientos de masas y política revolucionaria

21. Las grandes rebeliones en América Latina y en EEUU estuvieron precedidas y protagonizadas, en gran medida, por movimientos de masas con una dinámica fuertemente combativa, que han hecho propios los métodos históricos de la clase obrera -a pesar de no tener un anclaje de clase definido. En los últimos años, el movimiento de mujeres y diversidades se ha destacado, como ningún otro, por su confrontación con los gobiernos derechistas, que tienen a la misoginia y la discriminación de las diversidades como una característica en común. Tanto el “Ele Não” contra Bolsonaro como el “Me too” en Estados Unidos protagonizaron movilizaciones de masas. Del mismo modo hay que destacar la enorme lucha librada en la Argentina por el derecho al aborto. En Chile, la masividad del movimiento de lucha de la mujer anticipó, en gran medida, el estallido de la rebelión del 18 de octubre. Ahora, el movimiento de mujeres aparece nuevamente como la punta de lanza de la revitalización de la rebelión popular chilena. El movimiento de la juventud estudiantil, de la juventud calificada, precarizada y/o desocupada, ha jugado un papel protagónico en las grandes rebeliones de Chile, Puerto Rico y Nicaragua, y en las huelgas generales en Colombia. Juega, a su vez, un rol protagónico en la emergencia del movimiento de lucha ambiental, que plantea, de fondo, un choque con todo el régimen social imperante, que es el responsable último de la destrucción del planeta en aras de la acumulación capitalista. Por su parte, los pueblos originarios han sido los grandes protagonistas de la resistencia y de la lucha contra el golpe en Bolivia y de la rebelión ecuatoriana.
Reivindicamos la necesidad de que la izquierda revolucionaria ocupe un lugar destacado en todas las luchas provocadas por la opresión social o nacional y al lado de todas las clases, grupos o nacionalidades que sufran la opresión o la arbitrariedad. La lucha contra el capital integra a la totalidad de los antagonismos que crea o que refuerza la dominación capitalista mundial. Participamos e impulsamos la lucha de las mujeres, de los pueblos originarios, de los campesinos, de los inmigrantes sin papeles, de los niños esclavizados, los jóvenes que reclaman el pleno derecho a la educación y en defensa del medio ambiente. Impulsamos la intervención en estas luchas no en defensa de salidas de orden particular, sino para producir un único movimiento internacional por la victoria de la revolución socialista. Una vanguardia obrera solo puede reclamar su lugar en las filas combativas del proletariado industrial internacional participando en las luchas contra toda forma de opresión.
22. La lucha de las mujeres ha puesto de manifiesto la profunda injerencia de las Iglesias en los asuntos estatales y la subordinación de los gobiernos capitalistas, sean derechistas o ‘progresistas’, a los distintos lobbies clericales. La intervención en el movimiento de lucha de la mujer de los partidos y fuerzas del capital persigue el objetivo de encuadrar a esos movimientos en los marcos del régimen y perpetuar las relaciones capitalistas de producción -que representan el edificio social sobre el cual se monta la cultura machista y patriarcal. En oposición a la izquierda que interviene en el movimiento de la mujer de forma indiferenciada de las fuerzas burguesas y recrea a su interior una suerte de ‘frente popular feminista’, por un lado, y a la izquierda que desprecia la intervención en el movimiento por su carácter pluriclasista y se refugia en un sectarismo inmaculado, por el otro, reivindicamos la intervención activa de la izquierda revolucionaria en el movimiento, defendiendo la independencia política de la clase trabajadora. Intervenimos en el movimiento impulsando la lucha mancomunada de nuestra clase, superando cualquier tipo de divisiones por género o sexualidad, por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, por anticonceptivos y por educación sexual integral, por la separación de las Iglesias de los Estados, por el fin de la violencia machista y de los crímenes de odio, por el conjunto de las reivindicaciones del movimiento LGTBI, etc. Destacamos la ‘doble opresión’ que afecta a la mujer, en tanto integrante de la clase obrera y, al mismo tiempo, reproductora de la fuerza de trabajo como sostenedora de las tareas domésticas no remuneradas. Solo así, siendo la fuerza más consecuente en el impulso de las reivindicaciones de las mujeres, y sin bajar nunca las banderas de la independencia de clase, la izquierda podrá pelear por la conquista de la dirección política del movimiento femenino y plegarlo a lucha por el gobierno de la clase obrera.
23. La rebelión popular en los EEUU tiene a la comunidad negra como protagonista central. Sin embargo, la misma tiene un masivo carácter multirracial, superando las manifestaciones solidarias de sectores blancos radicalizados y avanzando en una verdadera lucha común. El alcance de la lucha en curso se destaca por su empalme con la creciente conflictividad obrera y por la gravedad de la crisis del país, tanto en materia sanitaria, económica, social y política. Las huelgas y protestas obreras por las condiciones de trabajo se han multiplicado con el agravamiento de la pandemia, marcando una tendencia de la clase obrera organizada a confluir con la rebelión protagonizada por la comunidad negra. La mayoría de la izquierda norteamericana, en particular la que se ha encolumnado con Bernie Sanders, como la poderosa organización de Demócratas Socialistas (DSA), no apoya el reclamo de autonomía de sectores de la comunidad negra. La crítica “por izquierda” a la centralidad de demandas raciales, con un lenguaje clasista, esconde que DSA está por detrás de los sectores más combativos del movimiento negro, que identificaron al Estado imperialista de Estados Unidos como su enemigo principal y a los luchadores anti-imperialistas del mundo como sus aliados. Cualquier principio de autonomía de la comunidad negra equivale a la declaración de hostilidad al Estado imperialista norteamericano. No se trata de imponer a la comunidad negra su separación nacional. Una victoria revolucionaria tendría que ser la base de una unidad mayor. Pero esa unidad no puede esquivar la opresión histórica sufrida, sino reconocerla y derrotarla. Solamente reivindicando incondicionalmente los derechos de la población negra, incluido el derecho a su autonomía, se pueden sentar las bases y avanzar en la unidad de todos los trabajadores y explotados estadounidenses contra el orden social capitalista vigente. La agitación y la defensa de ese derecho para la comunidad negra debe ir acompañado de todo un programa de características universales, que recoja las reivindicaciones inmediatas del conjunto de la clase trabajadora norteamericana y un programa económico y político de conjunto de los trabajadores.

Estrategia revolucionaria

24. El coctel de crisis sanitaria, derrumbe económico y catástrofe social, ha desatado verdaderas crisis políticas y crisis de gobierno. Brasil es, probablemente, el país donde la crisis política es más aguda, con la salida de dos ministros de Salud, el ministro de Educación y, en abril, del superministro de Justicia y Seguridad Sergio Moro. Sin embargo, en el marco de la crisis, también ha habido renuncias de funcionarios de alto rango en Chile, Perú y Ecuador. Es en este cuadro de crisis donde empieza a emerger la intervención de los trabajadores y los sectores populares. Así lo confirman las jornadas nacionales de protesta en Chile contra las AFP y el paro nacional de los portuarios, las movilizaciones en Bolivia impulsadas por la COB contra el gobierno de Añez, las marchas en Ecuador contra las medidas fondomonetaristas de Lenin Moreno, las manifestaciones anti-fascistas en Brasil, las movilizaciones sindicales en contra de la reforma previsional en Paraguay, y los paros y movilizaciones coordinados a nivel internacional de los trabajadores de reparto. Estas luchas, que se desarrollan en plena crisis pandémica, indican que el ciclo de las rebeliones populares en América Latina de ningún modo se ha cerrado. Por el contrario, el ciclo se mantiene abierto y la rebelión norteamericana representa un estímulo formidable para su potenciación y desarrollo.
25. La perspectiva abierta en América Latina, plantea balancear el rol de las organizaciones de masas en los grandes procesos del año pasado. Como se vio en Chile con la Unidad Social, bajo la dirección política del PC, o en Ecuador con la Conaie, ambas organizaciones rechazaron liderar la lucha por la caída de los gobiernos de sus respectivos países. Esto, a pesar del cuadro insurreccional de las masas y del extendidísimo clamor popular por la salida de Piñera y Lenin Moreno. De esta forma, estas organizaciones se transformaron, objetivamente, en un freno a la evolución de las masas en lucha y en sostenes últimos de los gobiernos capitalistas asediados por las rebeliones populares. Este, representa el principal aspecto político que debe abordar la vanguardia de la clase obrera y los explotados de América Latina. La iniciativa propuesta por el Partido Obrero de Argentina y recogida por los partidos integrantes del Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad, de impulsar una Conferencia Latinoamericana de la izquierda y los sectores combativos del movimiento obrero, apunta a abordar este problema político de primer orden.
26. El Frente de Izquierda, con sus contradicciones y límites, mantuvo en alto en la Argentina, a lo largo de 9 años, la bandera de la independencia de clase y la lucha por el gobierno de trabajadores. Sin embargo, es claro que esta independencia se ha sostenido contra tendencia disolventes que emanan, en muchas ocasiones, de los propios partidos del Frente. Estas tendencias han tenido un escenario privilegiado en Brasil, donde las organizaciones hermanas de Izquierda Socialista y el MST, la CST y AS respectivamente, se encuentran integradas al PSOL, un ‘partido amplio’ de características centroizquierdistas y de colaboración de clases. El MRT (organización hermana del PTS), a su turno pidió su ingreso PSOL , aunque le fue denegado ese ingreso, eso no fue un impedimento para integrar en 2018 las listas del PSOL, cuando éste proclamaba como su orientación fundamental impulsar “un frente parlamentario comprometido con la reconstrucción y el desarrollo de Brasil” junto al PT, el PCdoB, PDT y PSB. El PSOL no ha pasado de un sello electoral , basado en un acuerdo superestructural de tendencias; no se ha constituido ni se ha empeñado en ser motor de la lucha de clases y viene actuando como furgón de cola del lulismo. En la actualidad, le PSOL integra un frente “antibolsonarista” junto a partidos de la burguesía, muchos de los cuales tuvieron un rol protagónico en el golpe parlamentario contra Dilma. IS, además, integra el Frente Amplio de Perú, un frente democratizante opuesto a la estrategia del gobierno de trabajadores. La campaña política electoral desenvuelta por Uníos en el Frente Amplio en 2019, la organización hermana de IS en Perú, tuvo como sus dos principales ejes “la lucha contra la corrupción” y “la inseguridad”, reclamando incluso que “la policía cumpla con su trabajo”. Estos hechos ponen de manifiesto las tendencias al electoralismo que anidan en la izquierda. La expectativa parlamentaria y apetitos de obtener algún cargo es el señuelo para sacrificar la lucha por la independencia política de los trabajadores. Antes y después, las tendencias electoralistas se habían expresado fuertemente, como lo evidencia la utilización por parte del PTS de todas las tribunas de lucha de los trabajadores para la mera proyección de sus figuras electorales.
27. La disolución de la izquierda en frentes o partidos ‘amplios’ de tinte centroizquierdista, que reagrupan bajo un mismo sello a organizaciones con políticas contradictorias y son liderados por camarillas con meros apetitos electorales que abogan por la colaboración de clase, socaba la lucha por la estructuración política independiente de los trabajadores. En oposición a la disolución política, la preparación de la nueva ronda de rebeliones populares que se incuban reclama desenvolver a fondo la lucha por poner en pie partidos obreros revolucionarios en toda América Latina. En oposición a la construcción de aparatos electorales para medrar por escaños parlamentarios bajo la sombra de partidos o frentes ‘amplios’, por un lado, o del repliegue de los grupos de izquierda a un propagandismo mesiánico e ‘impoluto’, por el otro, planteamos la puesta en pie de partidos de combate de la clase obrera para luchar por gobiernos de trabajadores. En oposición a la proyección de meros referentes o figuras electorales, impulsamos la formación de los cuadros políticos de la clase obrera, los organizadores y tribunos socialistas de los trabajadores. En oposición a la edición de meros ‘informativos de izquierda’, impulsamos la puesta en pie de órganos políticos de partido, periódicos que sean el instrumento para desenvolver centralizadamente la agitación y la propaganda revolucionaria, la organización de la clase y el partido revolucionario. La próxima etapa reclama una lucha política de partido, es decir, una lucha que debe ser desenvuelta por medio de la agitación, la propaganda y la organización de la vanguardia obrera y juvenil.
La izquierda revolucionaria, que promueve el frente único de las organizaciones obreras para impulsar la lucha de los trabajadores y subordina la acción parlamentaria al impulso de la acción directa de la clase obrera, trabaja en simultáneo por la independencia política de los trabajadores con un claro planteo estratégico, que se encuentra resumido en las siguientes consignas: “Fuera Trump y sus agentes de América Latina”; “Fuera los Bolsonaro, los Piñera, las Añez y los Lenin Moreno”; “Abajo los gobiernos de la entrega nacional, del ajuste contra el pueblo y la represión contra los trabajadores, basta de gobiernos capitalistas”; “que la crisis la paguen los capitalistas, por una salida de los trabajadores”; “por gobiernos de trabajadores, por la Unidad Socialista de América Latina incluida Puerto Rico”.
28. Las organizaciones firmantes del presente documento, que nos reivindicamos de la izquierda revolucionaria, participaremos de la Conferencia Latinoamericana y de los EEUU convocada por el FIT-U de Argentina partiendo de las caracterizaciones y las definiciones plasmadas en el presente texto. La clarificación y delimitación política y estratégica, acerca de las tareas de la izquierda y el movimiento obrero, representa un aspecto fundamental de la lucha por la superación de la crisis de dirección del proletariado.

Sábado 25 de julio de 2020

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