sábado, 11 de julio de 2020
Pons Lezica, el oligarca que buscó organizar a la clase media durante la Libertadora
En 1956, en el contexto de la Revolución Fusiladora, lanzó el Movimiento de la Clase Media (MCM), de claro tinte antiobrero, gorila y aristocrático.
El mote de Revolución Fusiladora no llegó a la historia de manera casual. La clase obrera y los sectores populares rebautizaron así al régimen golpista que derrocó a Perón. Ocurrió allá por mediados de 1956, tras la masacre cometida en los basurales de José León Suárez -que Rodolfo Walsh inmortalizó en Operación Masacre- y el fusilamiento del teniente general Juan José Valle y sus hombres.
En aquellas semanas oscuras, Cipriano Pons Lezica se convirtió en vocero y fundador del Movimiento de la Clase Media (MCM), experimento de efímera duración, destinado a debilitar la identidad política de la clase trabajadora.
Pons Lezica llamó a la clase media a luchar abiertamente. Le propuso convertirse en sujeto de la política, hilvanar sus propios reclamos y construir una identidad distintiva, basada en un estatus particular. En el “Programa inmediato” presentado al mundo, el MCM proponía la “promoción de la Clase Media a categoría de Poder político y social”, así como la “exaltación de los valores espirituales y culturales” [1].
Los conceptos genéricos acompañaban otras demandas -más concretas y asequibles- destinadas a tender un puente con sectores reales de la clase trabajadora. Sin embargo, no estaban exentas del toque elitista. El reclamo de una “retribución de los salarios de acuerdo a su jerarquía y utilidad social” sirve a modo de ilustración.
Pero ¿cómo medir la susodicha “utilidad social”? Pons Lezica, hombre coherente, tenía su propia vara. Durante una conferencia dictada en agosto de 1956 afirmó que el MCM venía a proclamar que ‘las superiores funciones de la inteligencia no pueden ser equiparadas con los más primitivos trabajos musculares (…) un cargador de puerto no representa la misma utilidad social que un profesor universitario’”.
Aquel discurso elitista arraigó desde la cuna en su personalidad. Quien se proponía hablar en nombre de las clases medias venía de una de las familias más destacadas de la oligarquía local. El apellido Lezica hundía sus raíces en la historia nacional desde los tiempos de la Independencia, junto a otros más destacados como San Martín o Mitre.
Esa raigambre encontró lugar en el terreno de la política. Pons Lezica fue un férreo militante nacionalista, que acompañó en palabras e ideas a José Félix Uriburu, el hombre que re-inauguró la injerencia militar directa en la política argentina.
Mucho antes de fundar el MCM, Pons Lezica también estuvo en otro “proceso creativo”, el de la Legión de Mayo. La entente, nacionalista y conservadora, se conformó el 25 de agosto de 1930. Faltaban, apenas, diez días para el golpe que derrocó al caudillo radical Hipólito Yrigoyen.
En su manifiesto fundacional, el agrupamiento golpista se obligó a denunciar el “peligro” que acosaba a “la patria”. Proclamó que el Gobierno radical destrozaba el “régimen de cultura y dignidad humana” creado desde la Revolución de Mayo. Como ocurría con tantos otros, ese camino coincidía con la historia familiar de Lezica Pons. En tono épico, el texto contenía un llamado explícito a la militancia: “La Legión de Mayo os invita a defender la obra de un pasado heroico”.
Expresando los rancios olores de la oligarquía terrateniente, en la fundación de la Legión de Mayo convergió también la Liga Patriótica, cuyo historial previo remontaba al asesinato de obreros allá por 1919, durante el enorme levantamiento popular que pasó a la historia como Semana Trágica.
Detrás del nacionalismo elitista de Uriburu y Pons Lezica caminaba el poder real, el de los dueños de la tierra que buscaban un nuevo orden político para su dominio social. Como sentenció ese historiador genial que fue Milcíades Peña, “había que fortalecer el orden, y el gobierno de Yrigoyen era la encarnación del desorden” [2].
Veintiseis años más tarde, la operación política de Pons Lezica transitaba andariveles similares. Derrocado el régimen peronista, el MCM intentaba un aporte a licuar la identidad política de la clase trabajadora. En los planes del gran capital, eso constituía una suerte de prerrequisito para avanzar en mayores condiciones de explotación sobre el conjunto de los asalariados. Una tarea en la que Perón -a pesar de todos sus esfuerzos- no había logrado avanzar.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
Jueves 2 de julio | 12:30
[1] Salvo que se indique lo contrario, las citas pertenecen a Historia de la clase media argentina, de Ezequiel Adamovsky.
[2] Historia del pueblo argentino.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario