viernes, 10 de julio de 2020

El banderazo anticuarentena y la defensa de la “propiedad privada”



En el Obelisco y adentro de la Quinta de Olivos.

Este nuevo aniversario del “Día de la Independencia” estuvo verdaderamente nutrido de cantos a la dependencia.

Desde el lado de los “anticuarentena” volvieron, con banderazos a pie y en caravanas, a las proclamas sobre “la libertad”, mostrándose como una minoritaria expresión pequeño-burguesa de un reclamo central de la burguesía, que tiene poco de libertario: el de cortar con cualquier medida de aislamiento para poder explotar sin obstáculos ni reparos sanitarios a sus trabajadores.
La consigna contra la cuarentena en el Obelisco y otros puntos del país aparecía deslucida de antemano, si se tiene en cuenta que “los enemigos de la libertad” al mando de la Nación y las provincias ya vienen levantando la cuarentena de hecho en favor de las patronales, pese a los discursos sobre la vuelta a la fase 1. Salvo para aquellos que cacerola en mano negaban la existencia de la pandemia, los resultados están a la vista, con la enorme expansión del coronavirus en todo el país, y de manera atroz en zonas como el Área Metropolitana de Buenos Aires. Mismo deslucimiento tenían los reclamos contra la intervención de Vicentin, que el gobierno ya ha guardado en el cajón de los recuerdos.
Las manifestaciones combinaron las quejas contra la liberación de Lázaro Báez y por ruinas económicas personales con los pañuelos celestes y la agitación derechista contra “los zurdos”; y pancartas por la libertad de prensa con infames ataques a periodistas -como los sufridos por los de C5N y por Ezequiel Guazzora, víctima de una fuerte golpiza.
Con reducidas expresiones en el Patio Olmos y en unos pocos sitios del interior de Córdoba, en Tucumán, Mendoza y en algunos puntos santafesinos y bonaerenses, incluida la Quinta de Olivos, se trató de una movilización algo más grande de la orquestada a fines de mayo. Contó con ciertos gestos favorables del sector Macri-Bullrich, que vinieron a dar una nueva expresión de las divisiones del PRO entre esta ala y la de Horacio Rodríguez Larreta y compañía, ahora catalogado de amigo de la Rosada. Pero incluso aquella ala –con excepción de inefables como Fernando Iglesias- se cuidó en sus redes de no aparecer como convocante ni expresar demasiado entusiasmo.
La jornada, en resumen, fue nuevamente una expresión minoritaria, de poco interés para la real fuerza social anticuarentena, la burguesía, que por el contrario hizo presencia puertas adentro de la Quinta de Olivos. Allí, los representantes de la Unión Industrial Argentina y de la Sociedad Rural se mostraron junto a un Alberto Fernández que se abanderó de enemigo del odio, para protagonizar todos juntos un acto de dependencia supremo: mostrar una “unidad nacional” en respaldo de las negociaciones de deuda, ante una nueva propuesta de Martín Guzmán que ya abarca prácticamente todas las exigencias de los especuladores. Y que vendrá acompañado por un reforzamiento del ajuste exigido por el FMI, que ya está en curso con los golpes a las jubilaciones, las bombas contra el aguinaldo y los despidos que no cesan. Con este interés común, es entendible que figuras como el presidente de la Rural, Daniel Pelegrina, no hayan estado interesadas en hacer olas junto a organizaciones que motorizaron caravanas como Campo Más Ciudad.
Para ser justos, Pelegrina dejó bien en claro ante sus críticos que había ido a plantear los reclamos del capital agropecuario, entre ellos la eliminación de las retenciones a las carnes rojas y la leche. La UIA hizo lo propio, llevando un pliego que tiene entre sus puntos destacados el reintegro de las exportaciones. Sucede que el frente común para el pago de la deuda usuraria rápidamente muestra sus divergencias cuando se trata de las políticas a aplicarse tras un acuerdo, estando cada día más clara la disputa que se plantea entre los diversos sectores de la burguesía por el reparto de los subsidios, las medidas relativas a exportaciones e importaciones y otro sinfín de menesteres.
En suma, la defensa de la “propiedad privada” (de los capitalistas), con la que se abanderaron las caravanas, se procesa al interior de Olivos.
Este panorama explica otro deslucimiento, que fue el de las “contramarchas” y convocatorias que tuvieron lugar en la santafesina Reconquista, ligando el reclamo de la expropiación de Vicentin con el apoyo a un gobierno que la mató antes de nacer, y en el Parque Sarmiento de Córdoba, donde los K también clamaron por un “impuesto a las grandes fortunas” que ha corrido la misma suerte. Mientras estos sectores de la burocracia sindical oficialista agitaban banderas argentinas, los mandamases de la CGT y las CTA blindaban con su asistencia al discurso presidencial la entrega del país al capital financiero y el reclamo de los patrones de volver a las fábricas apestadas.
La independencia que importa desarrollar, en medio de este maremoto social, es la de la clase obrera y sus organizaciones, para quebrar las políticas de ajuste y por una salida política de los explotados.

Tomás Eps

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