lunes, 30 de abril de 2018

Sube el dólar, bajan las encuestas: todo lo “sólido” se desvanece en el aire



El Banco Central subió abruptamente la tasa de referencia. Es su tercer giro en cuatro meses. Liquida reservas a un ritmo vertiginoso. La interna del gabinete y el factor político. Un combo crítico.

La reunión extraordinaria del Consejo de Política Monetaria que este viernes subió abruptamente la tasa de interés de referencia es una síntesis de la crítica situación cambiaria.
Es un volantazo agudo: la tasa queda un punto y medio arriba del nivel de diciembre, cuando el equipo económico decidió bajarla. Constituye, además, el tercer giro en la política del Banco Central en cuatro meses.
Se trata de una medida recesiva por la vía del encarecimiento del crédito productivo y al consumo. Es posible que en lo inmediato contenga el dólar. De ser así, también es una señal de que Federico Sturzenegger "controla" el dólar siempre y cuando este dispuesto a alimentar la bicicleta financiera. En el camino, resta capacidad para relajar la política si la economía se ralentiza aún más.
El alza del dólar a casi $ 21 y la liquidación reservas del Banco Central sumaron una tormenta a un Gobierno que venía atascado en su plan nada gradualista de saquear el bolsillo de los trabajadores con los tarifazos: las facturas suben, pero el rechazo es evidente en el pueblo trabajador.
En la coyuntura, las razones de la suba del dólar son múltiples y conjuga factores externos e internos. Entre los externos hay que anotar la suba de la tasa de interés del bono a diez años en Estados Unidos (una aspiradora que absorbe dólares hacia el país del norte) y la devaluación de varios países de América Latina.
Entre los internos se destaca la muy módica aplicación del impuesto a la renta financiera para los extranjeros, que es el factor que explicaría la retirada que se observó en las posiciones en Lebac. Otro elemento importante es la escalada inflacionaria. La retroalimentación entre inflación y cotización del dólar expresa problemas profundos de la economía.
A este combo habría que agregarle los inconvenientes políticos que atraviesa la coalición Cambiemos y el rol más opositor que está jugando el sector del peronismo que hasta el momento fue dador voluntario de gobernabilidad: los que acompañaron medidas de ajuste, el pago a los fondos buitres y la contrarreforma previsional.

El GPS se quedó sin señal

La autoridad monetaria perdió más de U$S 6.000 millones de reservas desde que en marzo empezó con las intervenciones cambiarias: la mayor parte la cedió esta semana. En pesos, significa una suma mayor a la robada a los jubilados con la reforma previsional.
Recursos hay, pero van a manos de los especuladores: Guillermo Nielsen, el ex secretario de Finanzas, explicó que hubo una decisión de “smartmoney” de un fondo que había invertido en Lebac y se retiró. Un botón de muestra de que las reservas del Banco Central están financiando la fuga.
Las reservas alcanzaron un nivel récord con el macrismo. Es la base sobre la cual muchos funcionarios afirman que hay dólares suficientes para defender el valor del peso, como destacó Marcos Peña.
Pero la actual constitución de reservas tiene un carácter endeble: se acrecentaron gracias una escalada inaudita de la deuda externa. Se trata de una “fortaleza” construida por el crédito del capital financiero internacional. Y que se está dilapidando a una velocidad vertiginosa.
Las condiciones para mantener las líneas de crédito internacional abiertas podrían estar pegando un viraje con la suba de la tasa del bono a 10 años en los Estados Unidos, pero también con el empantanamiento político que sufre el macrismo.
El 28 de diciembre del año pasado el equipo económico, o los “cuatro Jinetes del Apocalipsis”, como se los llamó en algún lugar, produjo un giro en la política monetaria: se trató del primer recalculo.
En aquella famosa conferencia no sólo elevó la meta inflacionaria a un 15 %, sino que también dio una señal hacia los industriales y exportadores indicando un camino de suba del dólar y de baja de la tasa de interés.
Esa política ayudó a reavivar la inflación. A lo que se sumaron los tarifazos en la energía y el transporte. Cuando se conozcan los datos de abril probablemente la inflación acumulada en el año este superando el 9 %. La meta está muerta a cuatro meses de su enunciación.
En marzo la política monetaria sufrió otra modificación: el Banco Central empezó a liquidar reservas para sostener el tipo de cambio relativamente anclado, lo cual es clave para evitar echar más leña al fuego de la inflación en medio de la pulseada paritaria que todavía no se cerró en importantes gremios: docentes, estatales nacionales, bancarios, metalúrgicos, entre otros. Lo cierto es que a pesar de ese giro el dólar volvió a dispararse.
En estos días, con la corrida sobre el peso, la autoridad monetaria pegó un tercer giro con la suba significativa de las tasas de interés que pagan las Lebac. Recordemos que en la conferencia de prensa de diciembre se anunció lo contrario.

¿Dónde está el piloto?

En cuatro meses, la orientación del Banco Central exhibió tres virajes significativos. Esto pone en alerta a los ultra defensores de la independencia de la autoridad monetaria. La gravedad de la coyuntura la expresan fanáticos de un ajuste más duro.
Es el caso de Germán Fermo, quien a pesar de rechazar que los acontecimientos de estos días conduzcan a una crisis profunda (claro que con la “pequeña” condición que los “mercados” le sigan haciendo el aguante al Gobierno con deuda externa), dice que el equipo económico “está sumamente desorientado”, que la política monetaria es para el Borda y que las iniciativas del gobierno no pueden estar guiadas por las encuestas de Durán Barba.
Las internas entre la Jefatura de Gabinete y el Banco Central, evidentes desde diciembre último, vuelven a ser expuestas alrededor de la disputa sobre cuál funcionario pagará el costo de la corrida cambiaria: Clarín develó los tironeos entre Mario Quintana y Federico Sturzenegger.
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, afirmó que “reina la paz, la calma y la armonía” en el gabinete. O es una total mentira o se trata de un equipo que, lejos de ser el mejor de los últimos cincuenta años, no toma dimensión de la crisis que tiene frente a sus ojos.
Por encima de las internas de Gabinete emerge Mauricio Macri como el conductor. A la vez que van quemando las naves de la política monetaria, se quema la esperanza en el piloto.

Más allá de la coyuntura

Entre 2000 y 2014 Argentina tuvo quince años consecutivos de saldo positivo de la balanza comercial (exportaciones menos importaciones): sumó U$S 154.000 millones a un promedio de más de U$S 10.000 millones por año.
Fue un ciclo extraordinario casi sin parangón histórico. Entre 1931 y 1948 acumuló 18 años de balanza positiva, pero en medio de la convulsiva economía mundial de entreguerras.
Las condiciones internacionales de altos precios de las materias primas ayudaron al increíble resultado del nuevo milenio. El kirchnerismo liquidó esos dólares en pagos “seriales” de la deuda externa, fuga de capitales y remesas de las empresas imperialistas a sus casas centrales, aun a pesar de las restricciones del “cepo” cambiario.
En 2015 el saldo comercial volvió a ser negativo. En 2016, la devaluación inaugural del Gobierno de Cambiemos hundió la economía y permitió una recomposición débil del saldo: unos U$S 2.000 millones en terreno positivo.
Pero con el intento de recomponer la actividad para ganar las elecciones en 2017 el oficialismo aplicó varios incentivos económicos que condujeron a un rojo externo que es récord histórico: U$S 8.500 millones.
Entre enero y marzo de este año el saldo comercial acumula un rojo de U$S 2.494 millones. La sequía agropecuaria está retrayendo la liquidación de los exportadores.
No solo eso: en servicios, como el turismo, también hay números negativos.
El combo se completa con una fuga de capitales (acentuada esta semana) que muestra números escalofriantes y pagos de la deuda externa en alza.
Para León Trotsky, el valor de la moneda era una expresión sintética de la productividad de un país. El atraso económico, la baja productividad y, agreguemos, los principales resortes de la estructura económica en manos extranjeras, se expresan en una moneda nacional débil.
Por eso, en gran medida, la salida tradicional a los desequilibrios económicos ha sido la devaluación cambiaria.

Es la economía, pero también la política

Es “la economía, estúpido”, la famosa frase con la que Bill Clinton confrontó a George Bush (padre) tiene plena vigencia en la realidad argentina. No obstante, es insuficiente para entender la actual coyuntura. El factor político también está actuando.
El enorme rechazo social, en las calles y en las encuestas, que generó la reforma previsional de diciembre erosionó la imagen del Gobierno: fue un triunfo pírrico. Los tarifazos están generando un rechazo popular semejante o mayor aunque por ahora no se expresó plenamente en las calles.
En la falta de expresión callejera hay una responsabilidad de la oposición kirchnerista, de los diversos peronismos y las cúpulas sindicales que como mucho se juegan a una salida parlamentaria y esperar al 2019 o a medidas impotentes como el "velazo" frente a la magnitud del ataque.
A la crisis en la coalición del PRO con los radicales por los tarifazos, que se solucionó contingentemente y en cuotas, se agrega el anticipado renunciamiento histórico de Emilio Monzó a la presidencia de la Cámara de Diputados, y un peronismo que se esperanza, tal vez de manera exagerada, que en unidad derrota al macrismo en el balotage de 2019.
La agencia Stratfor afirma que “Si no crean resultados económicos visibles estará en riesgo la reelección de Macri”. Es la lectura de los think tank de los centros imperialistas. Señalan que el presidente se está quedando sin tiempo ¿Se tratará de análisis o de una advertencia?

Pablo Anino

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