jueves, 22 de marzo de 2018

Curas villeros, la opción por los pobres no llega al aborto



El Equipo de sacerdotes de villas de emergencia de la ciudad y la provincia de Buenos Aires – una treintena de monjas y curas, incluidos los obispos Gustavo Carrara y Jorge García Cuerva, designados por el papa- difundió un comunicado donde critican que el gobierno promueva el debate sobre el aborto y se pronuncian tajantemente contra su legalización. Cuando las papas queman, nada diferencia sus argumentos de los del Episcopado o del fascista cardenal Héctor Aguer.
Los sacerdotes filo kirchneristas arrancan su documento celebrando a CFK: “El Ejecutivo anterior no solo no propició este debate, sino que incluyó a las mujeres embarazadas en la Asignación Universal por Hijo. Eso es un gesto concreto de una política pública a favor de la vida”.
Los curas llaman a defender “la vida como viene, sin grises. Especialmente la vida amenazada en cualquiera de sus formas”. Y rechazan esta nueva “propuesta de muerte” a la que asimilan con los asesinatos perpetrados por la dictadura y con las ejecuciones de adolescentes por los narcos. “No necesitamos agregar más muertes”, sentencian, comparando a Videla y a las mafias del tráfico de armas y de drogas (sic) con las mujeres y chicas que exponen su vida en los abortos clandestinos.
El documento iguala la militancia antiabortista con la lucha contra el hambre, los femicidios o la brutalidad policial. Lo que es lo mismo que colocar a las mujeres que interrumpen un embarazo con los explotadores, los femicidas y los Chocobar.
Para los curitas de los pobres también las mujeres son una incubadora que debe aceptar dócilmente esa función. Por eso proponen que sostengan el embarazo completo y luego entreguen el bebé en adopción dado que “hay muchos ejemplos de mujeres que saben cuidar a los niños como si fueran sus propios hijos” (pasan los siglos y la Iglesia no puede evitar -ni cuando esconde los colmillos- la escisión entre mujeres santas y mujeres putas).
Los curas acusan a “otros sectores sociales” de “tomar a los pobres como justificativos para sus argumentos”. Soslayan que el medio millón de personas que se movilizó hace apenas una semana no lo hizo por el derecho a adoptar niños de abortistas frustradas sino por el aborto legal, seguro y gratuito en el hospital. Y que la mayoría eran jóvenes y mujeres “pobres”, que es como la Iglesia prefiere llamar a las jóvenes, trabajadoras, piqueteras –las luchadoras del movimiento de mujeres- que se movilizaron en decenas de ciudades del país.
Los firmantes se autorizan a opinar porque “abrazan la vida con los pobres” y en nombre de una imaginaria “cultura popular de los barrios”. ¿Acaso las niñas y adolescentes que conforman el 20% de los abortos ilegales no integran esa cultura? El discurso de la felicidad del “amor villero” quiere maquillar una realidad signada por la falta de vivienda, de educación, de empleo y también por la violencia doméstica, los abusos sexuales y la brutalidad policial.
Estos son los mismos curas que, del brazo de la Ctep, la CCC y compañía celebran como una creación genuina la “economía popular”, una manera pérfida de embellecer el trabajo precarizado, fuera de convenio y sin beneficios sociales. Que, dicho sea de paso, tienen como principales víctimas a las mujeres.
Y son los mismos que, sin ningún remordimiento, viven a costillas de las arcas del Estado, o sea a costillas de los “pobres” que son los que nutren las arcas del Estado.
Vale la pena destacar que el amor por la infancia de la pastoral villera no alcanzó para que condenen a sus colegas los violadores de chicos sordos del Instituto Próvolo. Ni mucho menos para que reclamen que la Iglesia informe a quiénes entregó los hijos de desaparecidos que distribuía durante la dictadura militar el Movimiento Familiar Cristiano.
En realidad el tráfico de niños es una fuente de recursos tradicional de la Iglesia Católica, desde la evaluación de las familias adoptantes “legales” hasta la compraventa de los hijos de mujeres pobres al estilo Portal de Belén. Desde los hijos de madres solteras irlandesas o españolas hasta los hijos de los presos políticos chilenos.
Los curas villeros, socios de los movimientos sociales subordinados al Vaticano, son reivindicados por agrupaciones de mujeres que se reclaman feministas y se supone defienden el derecho al aborto. Pero no han dicho esta boca es mía de que sus organizaciones (Movimiento Evita, variopintas CTA, Sindicato de Actores, Sipreba, etc.) bajaran la consigna este último 8M.
Es una buena ocasión para recordar que los curas de la opción por los pobres no son la correa de transmisión de los pobres dentro de la Iglesia sino exactamente lo contrario: la correa de transmisión de la Iglesia entre los pobres.

Olga Cristobal

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