viernes, 30 de marzo de 2018
Bastones para la Bonaerense: ¿una “alternativa a las armas de fuego”?
El gobierno de Vidal autorizó el uso de los bastones tonfa (macanas) para 55.000 uniformados. La doctrina Chocobar se viste de seda.
Luego de que el barrabrava a cargo del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, autorizase recientemente el uso del bastón tonfa para cerca de 55.000 policías de la Bonaerense (un 60% de la fuerza), La Nación (27/3) y otros medios oficialistas presentaron ayer el asunto como una “alternativa a las armas de fuego”.
Tras haber recibido y abrazado en la Casa Rosada al vigilante que asesinó a un ladrón con dos tiros por la espalda, y de que este amparo oficial diese lugar a la matanza policial de un chico de 12 años en Tucumán, el partido de gobierno nacional y bonaerense se presenta ahora interesado en “preservar la vida y la libertad de las personas” (así el texto de la norma), permitiéndole a los agentes una opción más “entre la persuasión verbal y el uso del arma de fuego” (La Nación, ídem), que ahora podrán llevar junto a la cintura.
Este barniz democrático es pérfido por partida doble: primero, porque aquellos represores no fueron ‘víctimas’ de ninguna falta de alternativas, sino aplicadores consecuentes de un gatillo fácil que se ha vuelto ley entre las fuerzas represivas, impulsada por el poder político y la impunidad; segundo, porque la nueva disposición no introduce ‘opciones’ a la avanzada represiva, por el contrario la refuerza.
El tonfa, como señaló la referente de Correpi, María del Carmen Verdú, “no es un simple bastón, es un arma considerada de capacidad letal internacionalmente porque justamente está pensada para utilizar técnicas, como explica este manual, de aikido y otras artes marciales que pueden llegar a causar la muerte, tanto por estrangulamiento como por los golpes y lesiones internas (…) un golpe de tonfa bien dado de punta con giro de muñeca en la zona del abdomen te puede reventar el hígado tranquilamente, como ya ha ocurrido; de hecho, es generalmente la causa de muerte por apaleamiento en comisarías” (Contexto, 28/3).
El manual al que hace referencia Verdú es el que acompaña a la autorización de usar macanas, en el que se adoctrina a los vigilantes en cómo usarlas contra los civiles y se establecen “áreas recomendadas para pegar” (un 90% del cuerpo), de “aplicación moderada” (hombros, laterales del tórax, la espalda a la altura de los riñones) y otras “a evitar”.
El cuento macrista del bastón tiene antecedentes inmediatos en la doctrina de “seguridad democrática” abrazada por el kirchnerismo, que establecía el equipamiento de los uniformados con “armas no letales” (que, como los bastones tonfa, contaban con largos antecedentes mortales) para el amedrentamiento de las movilizaciones populares y tergiversaba ese reforzamiento represivo como una forma de “poner límites a la violencia institucional” (discurso de Nilda Garré, 14/3/12). Todo ello complementado por el espionaje a las organizaciones populares (Proyecto X, luego la inteligencia militar de Milani) y la militarización de barrios enteros con miles de gendarmes.
Con armas letales y “no letales”, los sucesivos gobiernos constitucionales de la nación, las provincias y los municipios se han afanado en pertrechar a los agentes de un aparato represivo heredado de la dictadura.
Las organizaciones populares y el conjunto de la clase obrera tienen planteado reforzar la movilización por las libertades democráticas, contra los aprestos represivos de Macri y los gobernadores de todo signo y contra el ajuste.
Tomás Eps (@tomaseps)
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