A las 20, hora argentina, ya con 59 muertos en Las Vegas, el mensaje en el canal de la NRA seguía inalterable: “La NRA es el lugar más seguro para la libertad”. NRA es la sigla en inglés de la National Rifle Association, la Asociación Nacional del Rifle, uno de los organismos más influyentes de los Estados Unidos y el defensor férreo de la venta, la compra libre y el uso de armas. Incluso las más letales. Incluso las de guerra.
En la pantalla del canal aparecía el treintañero Dom Raso con una remera negra y la inscripción “Héroes”. El zócalo indicaba que es un ex miembro de los Navy Seals, la fuerza de élite de la Marina. Antes de rematar con aquello del lugar más seguro para la libertad, Raso hilvanaba palabras como “héroes”, “batallas”, “ejércitos”, “libertad”, “terrorismo”, “sacrificio” y rendía homenaje a las esposas y los hijos de los caídos. En esa ensalada los vendedores de armas y los consumidores, incluso individuos nacidos en los Estados Unidos, serían parte de la misma familia. Los relaciona, por un lado, el mensaje político de la NRA. Parece buscar la instalación psicológica de que quien compra y usa armas está bañado por la santidad de la misma bandera de barras y estrellas que, por ejemplo, Raso. Y por otro lado hay una relación aún más directa, porque las mismas empresas que lucran con la guerra fuera de los Estados Unidos ganan con el consumismo armamentista dentro de las fronteras. La bandera es, pues, una coartada.
El 15 de diciembre de 1791, 15 años después de la revolución de independencia de 1776, fue incorporada a la Constitución la segunda enmienda, que resguarda “el derecho del pueblo a tener y portar armas”. La base es la necesidad de garantizar “un Estado libre”. El cuarto presidente de los Estados Unidos, James Madison, argumentó que el uso de armas sin restricciones serviría para ejercer el derecho ciudadano a la legítima defensa, incluso ante la eventual extralimitación del poder del Estado.
Si la bandera es la coartada, la NRA exhibe la Segunda Enmienda como un credo. Su instrumento de lobbying sobre el Congreso, el Instituto de Acción Legislativa (ILA en la sigla inglesa) no tiene vergüenza alguna en mostrar su lucha contra toda restricción, por más leve que sea. Estos días, el ILA lanzó un alerta ante la posibilidad de que la Corte Suprema falle en el caso Kolbe versus Hogan, un litigio que comenzó en el Estado de Maryland. El comercio interno y el uso de los rifles de asalto como el AR-15, semiautomático, pariente del M-16, ¿están amparados por la Segunda Enmienda? El fiscal general de Maryland Brian Frosh tiene un criterio restrictivo. La NRA replica que la determinación sobre qué tipo de armas deben ser de posesión libre es una cuestión que compete a cada ciudadano por su cuenta. El temor de la NRA es que una sentencia de la Corte Suprema a tono con el fiscal de Maryland envalentone a los jueces de primera instancia que quieren cierto nivel de prohibición. Para estudiar el caso, cuatro de los nueve miembros del supremo tribunal deben ponerse de acuerdo. Luego vendrá el fallo de fondo. La ILA se propone presionar por el primer paso y luego ir por el segundo.
El objetivo de la NRA es derrotar en cualquier terreno lo que llama “histeria anti-armas”, como si episodios al estilo Las Vegas fueran un espejismo. Como si el Estado de Nevada, donde se ubica Las Vegas, no fuese uno de los más laxos para la compra y posesión de armas.
La meta de la NRA está en perfecta sintonía con la política de Donald Trump hacia el interior y hacia el exterior de los Estados Unidos. Trump es el presidente más cercano a la NRA desde Ronald Reagan, que gobernó entre 1981 y 1987. La NRA fue una de las fuerzas que hizo campaña por el magnate inmobiliario y le proveyó dinero. Y hacia afuera, Trump se prepara para facilitar aún más la venta de armas a otros países con el argumento de que así creará nuevos empleos. La información fue publicada por los periodistas Bryan Bender y Tara Palmeri en el site “Politico” el viernes último. Algunas autorizaciones que hoy están bajo jurisdicción del Departamento de Estado quedarán solamente dentro de la esfera del Departamento de Comercio. Mil personas por día en todo el mundo mueren por disparos de rifles de asalto Made in USA. Incluso fallecen norteamericanos. Los congresistas preocupados por este giro –que los hay– afirman que relajando los controles de exportación aumentará el riesgo de que una parte del armamento se desvíe al mercado negro y termine atizando el fuego de conflictos ya encendidos. El Security Assistance Monitor informa que con Trump las ventas crecieron en un monto de 24 mil millones de dólares si se compara el período enero-septiembre de 2017 con el período enero-septiembre de 2016, cuando gobernaba Barack Obama. América Latina está dentro del radar: la región, y especialmente México, es el destino del 53 por ciento de la venta de pistolas, revólveres y rifles.
Solo en lo que va del año murieron dentro de los Estados Unidos 11 mil personas en 273 tiroteos. “La compulsión norteamericana por asociar armas con libertad y masculinidad con violencia nos está matando”, tituló el semanario progresista “The Nation”.
La nota de Joan Walsh relaciona esa compulsión con el estilo de “amenaza supermacho” frente a Corea del Norte, que Trump ubicó directamente como un blanco a destruir en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Sostiene Walsh que Trump y Stephen Paddock, el asesino de Las Vegas que disparó desde el piso 32 como si estuviera de cacería, “comparten una profunda falta de empatía” con otros seres humanos y “una obsesión por desplegar un poder absoluto”. En esa obsesión “la capacidad de ejercer la violencia brutal sería no solo un símbolo de la libertad sino un prerrequisito de ella”. ¿Un invento de Trump, que en la convención republicana presentó como “un patriota” al director de la NRA Wayne LaPierre? Para nada. “Es el símbolo de un país y un electorado que les dan más valor a las armas que a la vida de los chicos”, escribió Walsh.
La NRA gobierna en la Casa Blanca. No solo maneja la opción militar para el Asia o Venezuela. También mata en Las Vegas.
Martin Granovsky
martin.granovsky@gmail.com
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