martes, 25 de julio de 2017

Los Triaca: historia de un clan



El padre, vinculado a los golpistas, consideraba los sindicatos como dependencias del Estado e impulsó como ministro un ajuste basado en despidos y rebajas salariales. El hijo, sigue los mismos pasos.

Jorgito Triaca volvió a estar en el centro de la escena política por dos motivos. Primero por su apoyo público a la multinacional Pepsico que dejó a 600 familias en la calle declarando que “se cumplió la ley”. También dijo que la izquierda en los sindicatos “genera conflictos en algunas empresas y muchas veces provoca el cierre de las compañías”.
Ahora se sabe que el ministerio que encabeza está cocinando una reforma laboral para lanzarse después octubre (o antes, dependiendo de la relación de fuerzas) basada en la baja de costos laborales y la pérdida de conquistas de los trabajadores.
Convencido ideológicamente de sus decisiones, el funcionario de Cambiemos está siguiendo al pie de la letra los pasos de su padre Jorge Alberto en el mismo cargo que éste ocupara hace veintiocho años. “La gestión Triaca” fue durante décadas garantía de confianza para los empresarios. Aquí recorremos parte de su historia, desde los 70 hasta el presente, cruzada por las relaciones carnales entre la burocracia sindical, el Estado y los empresarios.

Los inicios en el sindicalismo

Desde muy joven Jorge Triaca padre se acercó al sindicalismo peronista. A los quince años ya estaba bajo la protección del “lobo” Vandor y desde allí escaló posiciones. A comienzos de los 70 comenzó a dirigir el gremio del Plástico (UOYEP) y su amistad con José Rucci le abrió las puertas grandes a la residencia de Perón en Madrid, allí compartió cenas y reuniones de trabajo con el dirigente exiliado, Isabel y López Rega.
Con el asesinato de Rucci el dirigente del plástico perdió espacios de poder al interior de la CGT pero esto no impidió que ejecute con firmeza dentro del sindicato las enseñanzas básicas que todo buen burócrata peronista debe saber: rechazo a la democracia sindical y a las listas de oposición que le disputen poder dentro del sindicato, contención de los conflictos fabriles, persecución a los delegados de base y un feroz macartismo. Sergio Bufano, especialista en estudios sobre la Triple A y hermano del asesinado militante de Política Obrera Miguel Bufano en 1974, sostuvo en su declaración en la causa La Perla: “yo investigué que fueron miembros de la Juventud Sindical Peronista a instancias del Sec. Gral. Jorge Triaca”.

El colaborador de la dictadura

24 de abril de 1985. Videla, Massera y cía estaban preparando su defensa ante el Juicio a las Juntas Militares que había comenzado pocos días antes. Sus abogados llamaron como testigos a los sindicalistas que habían “dado su consentimiento a la metodología empleada para reprimir la subversión” (Clarín 18/4/85). Uno de ellos fue Jorge Alberto Triaca. Ante la pregunta de la defensa sobre el trato que había recibido cuando estuvo detenido respondió: “el trato fue ejemplar. Fui atendido por oficiales del Comando de la Armada, en la mesa nos trataban los suboficiales”.
Triaca estuvo preso en el buque “33 Orientales” de la Marina entre marzo y mayo de 1976 junto a Lorenzo Miguel, Jorge Taiana, Carlos Menem, entre otros. No mentía sobre el buen trato recibido. Mientras que obreros eran secuestrados a diario; Triaca y los demás presos solicitaban reducir las raciones de comida porque eran tan abundantes que iban a engordar mucho [1].
Ya libre, desde 1977 fue parte de la dirigencia sindical que pactó con el gobierno golpista. La burocracia sindical colaboracionista no sólo actuó como correa de trasmisión de los intereses de los empresarios en el interior de las fábricas sino que directamente colaboraron con régimen y armaron las “listas negras” de cada gremio.
Fue representante del sindicalismo amarillo; primero desde la Comisión de Gestión y Trabajo (CGyT), luego dentro de la Comisión Nacional de Trabajo (CNT) y más tarde desde un nuevo nucleamiento sindical llamado CGT Azopardo [2]; todos organismos con los máximos funcionarios de la dictadura militar. Triaca calló ante la brutal represión desatada sobre la vanguardia del movimiento obrero e hizo oídos sordos a los reclamos y las necesidades de los trabajadores, avalando todas las nuevas condiciones laborales. A comienzos de 1982, los plásticos no se la dejaron pasar y repudiaron su gestión echándolo a puñetazos de la seccional de zona norte al grito de “traidor” y “colaboracionista” [3] pero esto no doblegó su rol traidor. El 30 de marzo de ese año, mientras su pequeño hijo Jorgito cumplía seis años, Triaca desconocía la importante movilización que marcaba el fin de la dictadura y una semana más tarde desembarcaba en Malvinas para participar de la asunción de Mario Benjamín Menéndez como gobernador de la isla luego de la ocupación aventurera impulsada por Galtieri.
Los lazos con los golpistas continuaron en el ámbito privado y familiar en las décadas siguientes. El año pasado su hijo Jorgito, ya ministro, hizo honor a la herencia paterna y participó de la misa homenaje al fallecido genocida Miguel A. Egea, aliado de Massera y responsable del robo de bienes a detenidos en la ESMA. En un aviso fúnebre de La Nación podía leerse: “Rezamos una oración en tu memoria y acompañamos a Bárbara en este profundo dolor”, lo firman el ministro PRO, su esposa y su madre.
Con la vuelta de la democracia burguesa el dirigente sindical debía recuperar prestigio y cuotas de poder. A partir de 1984 fue uno de los secretarios generales de la CGT reunificada y se ligó a los “renovadores del peronismo”. Duro poco, en el 85 se cambió de bando y fue diputado nacional por el peronismo ortodoxo liderado por el extinto “quemacajones” Herminio Iglesias.

Menemismo: Pizza, champagne y despidos

Llegadas las internas peronistas de 1988 Triaca se inclinó por Menem y bancó su campaña con los recursos del gremio. Había conquistado una valiosa ubicación para el régimen: tenía fuertes lazos tanto con la dirigencia sindical (a pesar de las disputas internas) como con el stablishment y se convirtió en un interlocutor necesario entre menemistas y los grandes grupos económicos. Su designación como Ministro de Trabajo en 1989 estaba apadrinada sobre todo por Bunge & Born, ¿quién mejor que un hombre que piensa a los sindicatos como una dependencia estatal para llevar adelante el plan neoliberal? De esta forma garantizaban enormes ganancias a costa de los trabajadores y podrían neutralizar el accionar de los sindicatos negociando con las cúpulas mejores prebendas. Así pasaron las brutales reformas neoliberales que llevaron a la privatización de empresas estatales y se aplicaron numerosas leyes antiobreras. Durante su mandato la Ley Nacional de Empleo avanzó brutalmente contra las condiciones de trabajo, creaba “contratos basura” y consolidaba la flexibilización laboral. Los despidos también comenzaron a ser parte de la agenda del ministro.
Para esa época Triaca ya estaba completamente alejado de los intereses de los trabajadores y aplicaba mano duro en cada conflicto gremial que surgía. Tenía los gustos y el estilo de vida de los ricos: se vestía bien, su hijo Jorgito estudiaba en el elitista y ultrareligioso Newman College de San Isidro, en el 92 fue el primer sindicalistas en ser aceptado en el prestigioso Jockey Club, tenía caballos de carrera valuados en cientos de miles de dólares, tenía una casa en el coqueto barrio La Horqueta, una mansión en Pinamar, propiedades en Miami y una estancia en Tandil. No quedan dudas que los Triaca progresaron mucho en los 90.

El caso de Somisa

Los despidos masivos de la gigante de la siderurgia nacional fue un caso testigo de la época. El gobierno quería racionalizar la producción reduciendo al máximo los costos y venderla a capitales privados, para ello tenían que apagar uno de los hornos. Racionalizar era sinónimo de despedir masivamente trabajadores y Triaca fue el encargado de ejecutar el plan como interventor de Somisa desde mayo del 91. Primero instalaron un clima de paranoia para impulsar retiros voluntarios, luego suspendieron de a tandas al personal y finalmente los despidieron. Los medios, el Estado y la empresa hablaban de altas indemnizaciones y de reinserción laboral para justificar los despidos pero los trabajadores querían sostener sus fuentes de trabajo, como continúa ocurriendo hasta la actualidad. Pero en los 90 el movimiento obrero estaba muy debilitado producto de las feroz sangría que padeció en las décadas anteriores y no tenía un plan de lucha real que enfrente los despidos.
La burocracia de la UOM llamó a algunas tibias medidas facilitándole la tarea al gobierno y a su interventor. Los trabajadores realizaron una importante marcha a Plaza de Mayo, protestaron simbólicamente en la sede del Jockey Club y en la puerta de la mansión del ministro que los tildaba de “agitadores” que nada tenían que ver con Somisa (cualquier coincidencia con las opiniones del hijo, como se ve, no es pura coincidencia).
El grupo Techint – hoy Siderar– compró la empresa a un 10% de su valor y cerca de ocho mil personas quedaron en la calle. Ese año en San Nicolás se multiplicaron los kioskos y las remiserias pero la mayoría fundieron al poco tiempo debido a la competencia desmedida y la reducción del consumo. A fines del 92 fue reemplazado por Maria Julia Alsogaray como interventora acusado de malversación de fondos por la venta de unas oficinas de Somisa, también dejó el ministerio pero permaneció tras bastidores convirtiéndose en consejero personal de Menem.

“De tal palo tal astilla”

La usina de ideas del macrismo conocida como Fundación Pensar tuvo como a uno de sus fundadores y principales ideólogos a Jorge Alberto Triaca hasta su muerte en 2008. La lógica del sindicalismo empresarial, la disposición a la negociación, la política laboral neoliberal y la visión macartista de las organizaciones de izquierda encajaban perfecto y se convirtieron en el sustento ideológico del macrismo.
Jorgito hijo fue el único de los hijos de la familia que se dedicó a la política y continuó el legado familiar. Economista recibido en la Universidad de San Andrés también presidió la fundación antes de ser diputado nacional por el PRO en el 2009.
Macri lo eligió su Ministro de Trabajo por su pesada herencia. Jorgito seguía manteniendo buenos vínculos políticos y sindicales con los dirigentes que antes negociaban con su padre (entre los amigos de la casa aparece Jorge Bergoglio, quien oficiaría en la misa de homenaje a su difunto padre). Pero también sostiene estrechos lazos con los empresarios que lo consideran “del palo”. Las enseñanzas que Triaca aprendió de su padre parten de la idea que no importa de qué lado del escritorio se encuentren a la hora de negociar, si del lado del sindicalista o del representante del Estado, a los fines es lo mismo: jugar para los intereses de los poderosos.

Claudia Ferri

Notas.

* Las imágenes públicas se encuentran en su página oficial de Facebook: Jorge Alberto Triaca Oficial.

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