lunes, 24 de julio de 2017

La “batalla cultural” antieducativa de Alejandro Finocchiaro



Las declaraciones del ministro de Educación al diario La Nación

El pase a retiro de la paritaria nacional; el descuento de los días de paro docente; exigir la recuperación de los días de clases perdidos por los paros ( eliminación del derecho de huelga); presentismo docente; que los cargos no sean impuestos por los gremios (su manera de decir “eliminación del estatuto docente”); acabar con esta “escuela pública burocrática, que no genera ningún incentivo para la mejora”; imponer cambios programáticos (reformar la educación) a discreción del gobierno, dictatorialmente (“con los gremios discutimos condiciones salariales y laborales pero no si podemos cambiar la currícula de un nivel escolar”); avanzar contra la autonomía universitaria (“la autonomía por su propia definición tiene un ordenamiento jurídico superior que de alguna manera la limita y condiciona porque si no, sería soberanía” ;la autonomía tiene que estar enmarcada dentro de gobiernos saludablemente democráticos”); cerrar carreras terciarias y/o universitarias en función de los intereses capitalistas (“menos abogados y contadores y más ingenieros y enfermeros”); trasladar la culpa de la degradación educativa a los docentes (“los profesores han secundarizado la educación superior, base del bajísimo “capital cultural de las personas que entran a estudiar la carrera docente”); impulsar una nueva y letal reforma educativa; modificar el régimen académico y el régimen laboral docente (la carrera docente); instaurar el “salario por mérito”; y mentir: “el salario promedio docente ha quedado en alrededor de 23.300 pesos” (La Nación, 22/7).
He aquí algunas de las premisas que el nuevo ministro de Educación de la Nación piensa poner en práctica.

Autobaño de impunidad para kirchneristas y macristas

En este amplio y nuevo reportaje que le realizó La Nación, Finocchiaro tiene la deshonestidad de responsabilizar a los docentes de la baja formación de los alumnos de la educación media, e incluso universitaria: “muchos profesores han comenzado hace muchos años a bajar el nivel de sus clases para que los alumnos los entiendan. No ha sido ni el Estado ni el famoso 'siga siga' de la época de (Daniel) Scioli en la provincia de Buenos Aires, que hacía pasar a los chicos a partir de una decisión política. Ha sido algo espontáneo por parte de los profesores: como hablaban en un idioma que los alumnos no entendían, empezaban a bajar el nivel del idioma o la calidad de la bibliografía; entonces resulta que uno no encuentra mucha diferencia entre un texto de primer año de la universidad con uno de tercer año de la secundaria” (ídem).
Para Finocchiaro, en cambio, los que desde la Ley Federal de Educación a la actual Ley de Educación Nacional K han implosionado la escuela primaria (transformándola en un centro de contención), primarizado la secundaria (disolviendo sus programas y currículas), desde Decibe-Filmus-Sileoni hasta él mismo, y consecuentemente “secundarizado” la enseñanza superior, los que han sido y siguen siendo responsables de la educación en la Argentina, están libres de culpa y cargo.

Mayor desmantelamiento de la educación media y reforma del Estatuto

Con una falta de humildad que asusta, Finocchiaro autoproclama, sin embargo, que desde su Secretaría de Innovación Educativa se está trabajando en lo que llama “la escuela 2030”, la escuela “del siglo XXI y no la del siglo XIX” (ídem). Esta escuela del “buen aprender y del buen enseñar” se sustenta en sacar materias (¡!) y trabajar por grandes áreas de contenidos que “interactúen”. Menos materias, menos profesores y más “siga-siga”, que el alumno avance en su carrera aunque no apruebe materias de ciclos anteriores.
Para esto, Finocchiaro se propone modificar el régimen académico y realizar una contra-reforma laboral contra los maestros y profesores, eliminando el Estatuto Docente. Persigue poner en práctica la nueva carrera docente que votaron junto a los K en 2006 y que establece una rama de jerárquicos y directivos (gerentes) y otra de docentes, incentivados según el mérito que demuestren tener (salario por mérito). “Estoy a favor de premiar al que va siempre –insiste Finocchiaro-, al que se capacita, al que más estudia, a los que tienen proyectos innovadores” (ídem).
No puede sorprender entonces que Finocchiaro se apoye en la Ley Aguilar del Frente para la Victoria del año 2015, que promueve el cierre de los profesorados que carezcan de suficiente acreditación académica -siempre según las autoridades- para avanzar en esta reforma antieducativa. En forma brutal, este abogado más cercano a un prepeador que a un legista, lo dice con todas las letras: “Vamos a ver en qué carreras docentes debemos no abrir la inscripción durante un año para abrirla en otras carreras donde se necesiten docentes. Como estado tenemos la misión de planificar todo eso.”

A confesión de partes…

“La batalla en la provincia de Buenos Aires no tuvo tanto que ver con un punto más o menos en el porcentaje de paritaria sino con poner en el eje del debate los temas que queremos visibilizar que son un problema para la educación argentina”. Con esta confesión, Finocchiaro blanquea que la guerra contra la docencia que inició Vidal tiene como único fundamento colocar a la docencia como víctima propiciatoria del ajustazo macrista.
Todo esto es lo que ha dejado pasar la burocracia sindical K de Ctera-Suteba, que hoy suma cargos en las listas de la Unión Ciudadana de Cristina.

Para defender a los docentes y a la educación pública hay que votar al FIT

Romina Del Plá, secretaria general del Suteba; Amanda Martín, secretaria adjunta de Ademys; Ileana Celotto, secretaria general de la AGD-UBA; Daniel Rapanelli, secretario general del Suteba Ensenada, y miles de docentes de todo el país que defienden la educación pública pueblan las filas de Frente de Izquierda y los Trabajadores.
Son la contracara de los Bullrich, de los Filmus y de los Yasky que van en las listas de Cambiemos y de Cristina.
En defensa de la educación, votemos al FIT.

Daniel Sierra

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