Al líder de la comunidad indígena qom Potae Napocna Navogoh (La Primavera), Félix Díaz, establecida desde hace tanto y tanto en lo que ahora se llama Formosa, norte grande argentino, no sólo han intentado matarlo desde hace tiempo por encabezar la defensa y organización del territorio de su gente cada vez más mordido por los gobiernos del Estado. Como Félix es de casco pedregoso y no sólo resiste junto a su pueblo sino que está empeñado en convertir a los qom en una nación, recuperar al menos parte de lo que les han arrebatado con violencia y leyes (los sinónimos históricos del poder) y fortalecer la identidad y autonomía, hace unos días asesinaron a uno de sus sobrinos. Ya motoristas habían atropellado hace meses a otros de sus parientes, y el último 17 de enero a otro qom. El kirchnerista Gildo Insfrán es el gobernador de la provincia y un gendarme en motocicleta quien ejecutó el crimen.
La actual manera para demoler a Félix es antigua. Como los que ordenan no quieren transformarlo en un ícono de la lucha indígena que recorre América Latina volcánicamente, le quieren vaciar las fuerzas y las convicciones, descorazonarlo y pulverizar la causa de los suyos. Pero él y los suyos son de madera incombustible, de piedra original. Tienen planes milenarios para sobrevivir. Son materia azul y libertaria. De la mano con la mayoría expoliada son la garantía para vencer.
El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli -y carta presidencial del kirchnerismo cuando ya sea de mal gusto hasta bromear con la posibilidad de reformar la Constitución para que Cristina Fernández pueda postularse por tercera vez a la administración de la Casa Rosada-, en su 'guerra' contra la delincuencia basada en el terror, el garrote y no en la justicia social y políticas de reinserción laboral, ampara grupos parapoliciales con amplia libertad de acción. Si probadamente altas y bien formadas jefaturas policiales están vinculadas a las redes del crimen organizado -narcotráfico, trata de personas y prostitución infantil-, qué puede esperarse del sicariato. Para la gradería, renuncian las jefaturas cuando la corrupción con publicidad no se les quita ni con azufre y luego son reciclados en otros cargos. El fantasma de Vito Corleone vaga amargamente en Buenos Aires, pensando que toda mafia pasada fue mejor.
Los funcionarios del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), organizados en juntas internas opuestas a la burocracia sindical, el 15 de enero cumplieron 6 años denunciando la falsedad de las cifras oficiales de esa institución. Consideran que ya es una victoria que toda Argentina sepa que el INDEC miente y no sólo en los guarismos de la inflación. Informaron, por ejemplo, que mientras el precio real de una canasta familiar básica es de 7.000 pesos, el 70 % de los jubilados del país recibe 1.800 pesos al mes; que el 60 % de los trabajadores del Estado está precarizado (no es de planta, permanece subcontratado, tercerizado, subempleado, en negro) y que una franja de ellos cobra 1.500 pesos de salario. También afirmaron que la indigencia, la miseria, la pobreza dura, la cesantía, el trabajo informal y las desigualdades en la distribución de la riqueza han aumentado dramáticamente. Y que el 2013 se agudizará la crisis. La fuente son los propios trabajadores del INDEC que conocen de primera mano los misterios que oscurecen discrecionalmente los funcionarios gubernamentales.
Economistas sistémicos señalan que los problemas fundamentales del país se encuentran en la inflación, la falta de inversiones, el cepo del dólar, la dependencia del precio de los granos, cereales, soja; la brusca baja del crecimiento brasilero y su eco amplificado en Argentina, y la lenta recomposición de los países centrales.
El gobierno subsidiario y concesionista de CFK jibariza los programas sociales, quiere negociaciones colectivas aún más restrictivas y muy por debajo de la actualización de la inflación, recorre el mundo ofreciendo recursos naturales sin franquicias e impuestos ridículos al capital, intenta sin éxito cegar la realidad con discursos altisonantes y cautiva hasta el último dólar para pagar deuda externa pública que se entremezcla con la privada en virtud de los subsidios al capital. Los grandes grupos económicos transnacionales y mixtos aumentan sus beneficios sin ofrecer más que poco y precarizado empleo, y gravámenes marginales al Estado en tanto se multiplican y aumentan los impuestos a los trabajadores. El precio de las remuneraciones para los trabajadores -especialmente para la inmensa mayoría imposibilitada de sindicalizarse- se sostiene de manera nominal y en la realidad, se destruye a diario. La especulación de los precios de las mercancías tanto en el retailer (grandes minoristas) como en el almacén de la esquina llena las flacas billeteras populares de tarjetas de créditos hormiga y colabora con el incremento de la inflación. Una gaseosa corriente vendida en la calle puede variar hasta un 100 %. Los problemas inmediatos más acuciantes se concentran en la crisis de la educación y salud públicas, el transporte colectivo, trabajo, y las dificultades extraordinarias para acceder a una vivienda rentada o propia. En las provincias la situación cobra más dramatismo. Por eso la migración interna hacia Buenos Aires alimenta las zonas más empobrecidas del cono urbano.
El candidato de la derecha tradicional a la Presidencia para el 2015 y actual gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, el empresario y millonario Mauricio Macri, está en pleno despliegue de políticas ultraliberales. Junto con aprobar en la legislatura porteña varias sesiones de predios de propiedad estatal a la empresa inmobiliaria IRSA con los votos tanto de su partido PRO como del kirchnerista Frente para la Victoria (FpV) a modo de canje electoral para que en el Congreso Nacional el PRO le retornara el favor a los ‘K’. De hecho, se autorizaron mutuamente y a mano alzada los presupuestos 2013 en la Ciudad porteña y a nivel país sin problemas. Cual si fueran socios y garantes de la aplicación del mismo programa político, acorde con los dictados imperialistas para la región. En concreto, ambas componendas pretenden asegurar la frágil estabilidad institucional, como la gobernabilidad burguesa en Argentina mientras el techo se llueve a prisa y sin pausa. Asimismo, Mauricio Macri ya anunció la suba del transporte subterráneo (Subte), la entrega de la recolección de la basura a una o varias corporaciones a un precio que triplica el mismo servicio si lo otorgara el Estado. Ambos temas son materia de controversia aparente entre el PRO y el FpV para llenar los noticieros, distraer a las grandes mayorías y presentarse como bandos opositores, toda vez que son complementarios, y juntos, hegemonía. Macri no es menos autoritario y verticalista que CFK, en cuyo gobierno la participación política de la gente de a pie en las áreas estratégicas se limita a haberlos votado en las elecciones tanto de la Ciudad como del país por una vez. Los varios formatos de participación inscritos en la ley no son vinculantes, se realizan de manera irregular y no influyen en ámbitos decisionales. La puesta en escena instala la agenda país a discreción –total, los grandes medios de comunicación están repartidos ‘democráticamente’ entre ambas fuerzas-, mientras sus teatrales acusaciones no dan ni para el obituario de los matutinos. En síntesis, se trata de la aplicación, con matices más o menos contenciosos socialmente para procurar con caridad morigerar la lucha de clases, en tanto, con torpezas, cortoplacismos y reyertas para hacer la siesta, persiguen el mismo objetivo: combinar los privilegios del capital a costa del trabajo con la gobernabilidad y paz social que demanda la minoría insaciable. Como el 2013 es año electoral a nivel municipal y legislativo, se esperan promesas, clientelismo y gastos en publicidad. Los resultados de las elecciones son determinantes para las aspiraciones re-represidenciales de una Cristina Fernández que decae diagonalmente en las pocas encuestas conocidas.
La masa crítica de los trabajadores y el pueblo se bate en fórmulas generalmente apreciables en su coherencia interna –que no es igual a estar a la altura de las circunstancias reales-, mientras la mayoría sólo padece las calamidades del capital y espera un milagro o un desastre.
Las formaciones políticas de quienes luchan por una sociedad postcapitalista mantienen un sectarismo funcional y no terminan de sintonizar sus relojes con el pueblo y entre sí. Mucha consigna, ideologismos de práctica y de café, ausencia de consistencia política y correlato entre el decir y el hacer, carencia de audacia y sobre todo de unidad no sólo en actos o contingencias contestatarias, posterga riesgosamente la organización y conducción ampliada en un nuevo ciclo de luchas sociales desperdigadas. Las agrupaciones sociales y políticas presionan separadamente al Estado, sin dirección unitaria, no salen del economicismo, el testimonio y las innumerables marchas y concentraciones peticionistas ante la Casa Rosada. Tomar la calle como un fin para medir fuerzas resulta un ejercicio insuficiente, como la praxis disgregada de creación de gérmenes de poder popular. Se habla de todas las formas de lucha, pero no como combinación dialéctica de acuerdo al estadio del movimiento real que combate al capital y al Estado. Más bien se absolutiza la lucha legal o se absolutiza la lucha únicamente por abajo y directa. Y con absolutos, la unidad más amplia posible del conjunto diverso y válido de los empeños de todo un pueblo, funcionan como trabas, que no como facilitadores en la construcción contra hegemónica en todos los planos para fundar la arcilla generosa e inclusiva de una alternativa política que haga frente a las expresiones matizadas de los intereses del capital. Es la hora de la articulación y los articuladores de la unidad popular. Dinámicamente, con avances y retrocesos, de la articulación es preciso transitar a la unidad más férrea, abreviar el período de resistencia a las formas más brutales de la expoliación y pavimentar las condiciones de la futura ofensiva y la edificación del poder popular. En todas las trincheras, empleando todos los intersticios ganados a la democracia burguesa, multiplicando las prácticas unitarias y combinadas, avivando el mestizaje, el debate, la formación y la práctica. Que miren, hermanxs y compañerxs, que todavía no tenemos ni un diario de papel que represente los intereses de los trabajadores y el pueblo. Que no salimos de los ‘órganos oficiales’ para iniciados, que no tenemos un canal televisivo (¡o al menos uno o más programas!) a disposición de la unidad; que las emisoras del pueblo, más allá de su quehacer épico, son acotadas y su coordinación, lenta.
La fuerza social liberadora es la condición para la lucha granítica por el poder para conquistar la igualdad y la libertad. Lucha electoral, acción directa y creación de poder popular no son estancos compartimentados o que se niegan entre sí. Por el contrario. Son la composición y mixtura de combate necesarias para vencer. Y la realidad y su movimiento las modula; la realidad y su movimiento se ocupa de sus acentos, preeminencias y subordinaciones según la dinámica contradictoria de la lucha de clases.
Andrés Figueroa Cornejo
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