martes, 3 de agosto de 2010
Economía y política en la administración kirchnerista
Esta contribución al Taller EDI/3 debe tomarse como continuación de la ponencia presentada en el Taller EDI de 2006 (1), en aquel momento discutimos sobre continuidades y rupturas. Que diferencias registrábamos con los ’90 y que se mantenía inalterable en el modelo de acumulación y reproducción de capitales en el país.
Para evitar interpretaciones libres conviene aclarar que utilizamos “modelo” como un concepto que facilita identificar las formas que adquiere la explotación del trabajo y la apropiación del excedente económico en un período determinado, mas allá de la consistencia o debilidades que pueda mostrar. En rigor en los pasajes de un modelo a otro de acumulación siempre hay continuidades y rupturas, el problema es como pesan las mismas en cada momento, identificarlas sirve a los efectos de la intervención política en el período. Esta ponencia parte de la percepción que tanto unas como otras se han profundizado en lo que llamamos la segunda fase de la administración kirchnerista.
Lo que sigue son algunas puntualizaciones no taxativas de la interrelación entre economía y política bajo la administración kirchnerista. Estas no responden acabadamente al cuestionario planteado en el Taller, pero no son ajenas a el.
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El kirchnerismo es resultante directo de la revuelta popular del 2001. Sin este acontecimiento socio-político que marca un antes y un después en el ciclo político nacional no existiría el kirchnerismo como expresión nacional, lo más probable es que tampoco como corriente interna del PJ. En aquellos meses del 2001/02 las masas avanzaron sabiendo lo que rechazaban, lo que impugnaban, pero sin saber lo que querían. La consigna pintada en numerosas paredes de la capital. “Que venga lo que nunca ha sido” tal vez grafique mejor que muchos análisis aquel momento.
Sin embargo como suele decirse “La política no soporta el vacío”. En el 2002 ese vacío fue ocupado por Duhalde y el PJ como partido del orden, que repusieron la dominación burguesa y las instituciones del régimen. Finalmente llevaron a NK a la Casa Rosada.
El agotamiento de la convertibilidad y la salida de la crisis del 2001 pusieron en evidencia el ascenso del capital productivo en detrimento del financiero y de servicios, ascenso que se reflejó en cambios en el bloque de poder. Estos cambios no significaron la incorporación de nuevas fracciones, sencillamente por que no las hay. La llamada burguesía nacional o mercado internista ya no tiene existencia real, entendida esta como capacidad para disputar la orientación del proceso de acumulación y reproducción de capitales, porque burgueses nacionales hay pero sin cohesión ni fuerza política. Sí se modificó el peso relativo de las fracciones al interior del bloque.
El comando ya no está constituido por el capital financiero transnacional y las empresas de servicios públicos privatizadas (grandes ganadores de lo ’90, y perdedores con el fin de la convertibilidad y la crisis) sino por el capital productivo (agrario e industrial). Claro esta que esta nueva hegemonía no puede prescindir de fracciones del capital financiero y de servicios.
El equipo que se hace cargo del gobierno en 2003 llegó sin base social propia pero con una lectura certera del nuevo comando del bloque y por lo tanto expresó una alianza objetiva con el capital productivo. Dada sus limitaciones de clase y los límites que imponía la coyuntura, no pareciera que haya tenido muchas alternativas.
Es en este nuevo/viejo bloque de poder en que se apoyó la administración kirchnerista, sumando a la burocracia sindical, ahora en su nueva versión moyanista, los gestos a “izquierda” del gobierno, destinados a cooptar piqueteros, familiares de desaparecidos y residuos del progresismo –la política de la transversalidad- a poco andar mostraron tener los límites que el bloque burgués que lo sostenía era capaz de tolerar.
Más allá del discurso nunca intentó cruzar los límites de su origen de clase. Se ubica dentro de la pequeña burguesía con tintes progresistas que no intenta desbordar los límites del sistema pero que tiene gestos en el plano de los DDHH, de las relaciones internacionales y se apoya en el capital productivo, en un contexto de ciclo expansivo de la economía mundial que lo ha favorecido. Claro que continúa una política de judicialización de la protesta social como una cuestión de Estado.
Es esta combinación heterodoxa lo que dificulta muchas veces una caracterización acertada del período que atravesamos.
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El nuevo gobierno se vio ampliamente favorecido por dos medidas económicas que tomaron las administraciones provisionales anteriores, que una y otra vez criticó en forma más que oportunista:
a) la suspensión de los pagos de la deuda cuya tenencia no estaba en poder de las organizaciones financieras internacionales (a estos –FMI, BM, BID- se les continuó pagando regularmente). Suspensión que duró 38 meses y permitió que el Estado saliera de la asfixia financiera y estuviera en mejores condiciones para negociar el canje del 2005.
b) la macrodevaluación del 2002 que pulverizó los salarios, transfiriendo una enorme masa de recursos hacia las clases dominantes, favoreció las exportaciones, frenó las importaciones e impulsó, si bien que limitadamente, la producción sustitutiva; dolarizó los ingresos fiscales y licuó los gastos del Estado. Resultado inmediato, superávit gemelos (comercial y financiero).
En síntesis estas dos medidas permitieron la recomposición de la tasa de ganancia en el país. El kirchnerismo en el gobierno, al menos en la primera etapa de su administración, se hizo cargo de la tarea de hacer que esa ganancia fuera posible realizarla. Esto es que hubiera demanda solvente.
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Esto es lo que explica que el conjunto de medidas de política económico/social de la administración kirchnerista se orientaran a impulsar al mercado y al consumo interno (paritarias, jubilaciones por decreto, aumentos consecutivos del salario mínimo y de los mínimos jubilatorios, tarifas de servicios públicos subsidiadas, apoyos diversos a las empresas recuperadas por la gestión obrera y emprendimientos productivos, etc.)
Quienes ponen el acento en el “viento de cola”, es decir todo es producto del mercado mundial, ven la realidad en forma parcial. El mercado mundial influyó, no hay en esto dudas. A mediados del 2003 se inicia un ciclo expansivo de la economía mundial que duró hasta el 2008 con un cambio en los precios relativos de las materias primas y productos energéticos que favoreció ampliamente a los países latinoamericanos (al precio de primarizar aún mas sus economías), pero desconocen que en nuestro país la recuperación comenzó a mediados del 2002 –esto es se adelantó al ciclo mundial- y que luego del primer año y medio post-devaluación la contribución del mercado interno (consumo+inversión) a las altas tasas de crecimiento del PBI fue superior a la contribución de las exportaciones.
Resultados: recuperación del promedio salarial al 2001, aún por debajo de 1998, fuerte recuperación del empleo y consecuente baja de la desocupación y la pobreza.
El gobierno rodeó todo esto con un discurso desarrollista: “modelo productivo con inclusión social”. Pero la matriz de distribución del ingreso no se modificó, prácticamente sigue la de la dictadura, y por otra parte no hay ningún proyecto industrial de envergadura (no hay un SOMISA, un Polo Petroquímico Bahía Blanca, un Altos Hornos Zapla, un ALUAR).
Cuando definimos “neodesarrollista” identificamos un modelo que nace de las entrañas mismas del neoliberalismo y encuentra allí sus propios límites. Que combina estímulos al consumo y al desarrollo del mercado interno, con el mantenimiento de una política extractivista y depredadora del ambiente (profundización de la política petrolera del menemismo, impulso de la minería a cielo abierto), mantiene el régimen financiero de la dictadura, la libertad en el movimiento de capitales que favorece la fuga de divisas; las privatizaciones en FFCC y otras empresas; reestructura la deuda y paga por adelantado al FMI.
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En el plano político el kirchnerismo debió remontar que ganó las elecciones (en realidad las perdió en primera vuelta y el menemismo desistió de la segunda) con el 22% de los votos emitidos (18% del padrón). Al modelo económico lo acompañó con una aureola setentista, dio respuesta a algunas de las presiones de los organismos de DDHH (impulsa juicios a la crema de los dictadores, descuelga el retrato de Bignone en Campo de Mayo), reforma de la Corte Suprema de Justicia, fuertemente cuestionada. Abolió el Código de justicia militar y por lo tanto eliminó la pena de muerte allí contemplada y habilitó el enjuiciamiento de los militares por el fuero federal. Sin embargo no hay unificación de las causas. En paralelo se dio una política de cooptación de vastos sectores del movimiento social mediante apoyo a las cooperativas, microemprendimientos, cargos en el Estado y prebendas varias.
La política internacional ha sido muy diferenciada de “las relaciones carnales” del menemismo y de la Alianza. En general, a partir de una definición en contra del ALCA ha tenido una posición tercerista y en especial en América latina ha pivoteado entre el grupo de países que para profundizar reformas sociales avanzan en rupturas parciales con el imperialismo (Venezuela, Bolivia, Ecuador) y Brasil que se mueve con cierta independencia de los EEUU pero necesita su apoyo para lograr hegemonizar el subcontinente y ser interlocutor de la región ante el imperio. Por lo demás su política es claramente opuesta del bloque neoliberal (Colombia, México, Perú y Chile).
Esa política tercerista hace que tocara la campana en Wall Street y en paralelo firmara la constitución del Banco del Sur pero sin ningún esfuerzo para que este se concrete. No se opone al ALBA pero no acompaña el proceso de su nacimiento y desarrollo, que es hacia donde lo hubiera llevado si consecuentemente mantenía su política de transversalidad y de inserción en los movimientos sociales, aunque hay que constatar que no hay ninguna fracción burguesa interesada en el ALBA que lo impulse a ello. Existe así una contradicción entre su discurso pro unidad latinoamericana por un lado y la practica política concreta.
La combinación de neodesarrollismo económico, ruptura con el discurso único en el manejo de la economía, política de DDHH y un posicionamiento internacional diferenciado hizo que el kirchnerismo en su primera fase de administración del Estado lograra ampliar significativamente su base de sustentación social.
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Esto se hizo evidente en las elecciones de renovación presidencial. Los votos obtenidos por CFK superaron ampliamente aquel 22% y mostraron como esa política rindió frutos. Sin embargo hay que notar que no le fue bien en las grandes ciudades marcando un inicio de distanciamiento con las clases medias urbanas –que aparecerían con fuerza en el conflicto con el campo- paradójicamente de las más favorecidas económicamente por el ciclo económico expansivo.
Para garantizarse el éxito electoral el kirchnerismo abrió el juego a derecha buscando sus votos, por eso el acuerdo con un radical conservador como Cobos, con los gobernadores y los intendentes mafiosos del conurbano y su profundización de las relaciones con la fracción moyanista de la CGT en detrimento de la CTA.
Sin embargo el conflicto por la Resolución 125 de retenciones a las exportaciones agrarias primero y la crisis mundial, largamente anunciada pero que estallara con fuerza a mediados del 2008 después, no permitieron al nuevo gobierno capitalizar la situación. Se vio enfrentado a viejos aliados y perdió adhesiones en las capas medias de la ciudad y el campo.
El conflicto con el agro ha sido un verdadero parteaguas, un punto de inflexión que tiñó desde el origen la segunda fase de la administración kirchnerista. Tuvo repercusiones políticas en la sociedad y también al interior del bloque de poder. La alianza objetiva con el capital productivo se rompió y se abrió una disputa por el flujo de la renta agraria. Por lo demás el conflicto implica el retorno de la renta agraria al escenario político nacional, buscando recuperar el espacio perdido con la crisis del ’30 del siglo pasado, y que tendrá implicancias a futuro (2). El gobierno perdió la batalla en las calles y en el Congreso y emergió con fuerza el neoconservadurismo, no obstante mantuvo el nivel de retenciones. Sin embargo el conflicto puso una valla a los intentos de profundizar la captura de renta extraordinaria y por lo tanto garantizar un flujo financiero para impulsar la industrialización. Puede decirse que le puso límites al neodesarrollismo del gobierno.
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La segunda fase se dio entonces en condiciones muy distintas a la primera. El modelo económico ya no tenía la misma fuerza del principio, los beneficios que el capital recibió de la macrodevaluación se fueron agotando. Los salarios crecieron, la capacidad ociosa se colmó, el peso comenzó a apreciarse, la crisis mundial afectó los superávit gemelos y el cuadro político cambió. Esto se hizo evidente con los resultados de renovación parlamentaria del 28 de junio del 2009. El oficialismo resultó la primera minoría a nivel nacional y fue derrotado en la estratégica Provincia de Buenos Aires. Resultado: perdió la mayoría propia en ambas cámaras. La derecha en ascenso ayudada por el complejo mediático (hoy por hoy el verdadero partido de oposición) se promocionó como si realmente hubieran triunfado en las elecciones y auguraban una caída estrepitosa del oficialismo. Sin embargo la oposición ha mostrado debilidades intrínsecas, demasiados liderazgos mediocres e incultos y ausencia de hegemonía. Por otra parte solo los unifica su oposición al gobierno, sin ninguna propuesta superadora, como no sea un regreso a los ‘90.
Contra todos los pronósticos el kirchnerismo redobló la apuesta, no cedió en las retenciones agrarias y profundizó su política. Retomó la iniciativa, enviando señales de fortaleza y capacidad de mantener la gobernabilidad del sistema: reestatización de las AFJP’s y de Aerolíneas, Fútbol para Todos, DNU para el pago de deuda con reservas, reapertura del canje manteniendo la negativa, al menos hasta ahora, al monitoreo de las cuentas públicas por el FMI y a reconstituir el INDEC.
Pero ha sido el enfrentamiento con el complejo mediático por la nueva Ley de Medios, derivación directa del conflicto por la Resoluciñon 125, un nuevo punto de inflexión. Porque si el conflicto agrario significó una derrota en toda la línea para el gobierno, la Ley de Medios ha sido un triunfo trabajosamente logrado que le permitió reorganizar y ampliar su base de sustentación social, algo que ahora fortaleció con la sanción de la Ley de matrimonio igualitario para personas del mismo sexo. En todas estas nuevas confrontaciones el gobierno sale ganador, pero en todas paga costo político.
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La crisis mundial afectó el 2do y 3er. trimestre del 2009 pero no tuvo, como en toda Latinoamérica, la virulencia que se esperaba. En el país porque el ajuste bancario/financiero se hizo en el 2001 y por medidas anticíclicas tomadas por el gobierno que al principio no le dieron mayor resultado (subsidios a la oferta de automotores, electrodomésticos, etc.) que luego profundizó y que han tenido fuerte impacto social (protección al mercado interno en algunas ramas, Programa REPRO, estímulos a determinada producción local, obras de infraestructura y últimamente el Subsidio Universal por Hijo y el Plan Argentina Trabaja, etc.). La recuperación de las economías de China y Brasil principales destinos de nuestras exportaciones, completaron el cuadro para una rápida recuperación de la economía.
La demanda mundial jugó su papel (recuperación de los precios internacionales de las materias primas, baja de costos de los insumos y alta rentabilidad agraria), pero lo determinante en esta segunda fase ha sido el fuerte impulso al consumo doméstico, que ha diferencia de la primera fase está motorizado por el gasto público. Para el 2010 se estima un crecimiento entre el 6 y el 7.5% del PBI, pero con un nivel de gasto público del orden del 40% difícil de sostener en el tiempo y un proceso inflacionario que neutraliza en parte y debilita la capacidad adquisitiva de los ingresos populares. La segunda etapa de la crisis mundial, centrada en Europa, no ha afectado mayormente a la economía hasta ahora (la demanda de alimentos no ha caído) pero todo indica será de larga duración. El ajuste sincronizado de las principales economías europeas acordado recientemente en el G-20; la debilidad de la recuperación en EEUU y las perspectivas de que la economía china crezca uno o dos puntos menos en 2010 / 2011, también el freno que acaba de aplicar el gobierno Lula al recalentamiento de la economía brasilera, en algún momento debieran manifestarse en nuestra economía.
La profundización de la política kirchnerista arroja mayor claridad sobre el intento de sostener al capitalismo mediante el Estado, aprovechando la falta de independencia política de los explotados y su educación nacional-populista. Aprovecha el deterioro de la hegemonía del imperialismo yanqui y la crisis mundial para maniobrar pragmáticamente día a día merced a la debilidad relativa de las grandes potencias. Las dificultades que encuentra permiten comprender el sentido último de la política de “capitalismo de amigos”. Comunidad de negocios hay sin dudas, no podría ser de otra manera cuando la corrupción es intrínsica al capitalismo y a medida que avanza su descomposición como sistema resulta cada vez más funcional al proceso de acumulación, pero el objetivo del kirchnerismo es crear desde el Estado un fracción burguesa de capital nacional en la cual apoyarse y moverse con mayor independencia. Como esto no funciona o no logra la envergadura necesaria, es el Estado el que debiera sustituir al capital privado, carente de fuerza económica y política propia. Pero como el gobierno es temeroso, por su propia extracción de clase, no aprovecha las oportunidades, como la nacionalización del comercio exterior y la imposición de juntas reguladoras, o la nacionalización de la banca para resolver el problema del crédito y la fuga de capitales, o la recuperación de las empresas estatales. Ergo: no hay sujeto en el cual apoyarse y el neodesarrollismo no se consuma. Pero está también que en esta etapa de la mundialización del capital esos objetivos del kirchnerismo son verdaderas ilusiones. No hay vuelta atrás en el capitalismo, el ciclo dorado 1945-1975 no regresa. Aunque siempre conviene estar prevenido en no confundir tendencias históricas con movimientos coyunturales.
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En el plano de las relaciones internacionales el gobierno de CFK profundizó el tercerismo. A diferencia de la primera fase puso mayor énfasis en la participación en UNASUR, en ese espacio Argentina tuvo un papel importante en la barrera que se levantó contra el golpe de Estado en Bolivia. También en el Grupo Río cuando la crisis Ecuador/Colombia o en la participación en la frustrada liberación de los retenidos colombianos y en la oposición tajante al golpe de Estado en Honduras. Las intervenciones en algunos foros internacionales confirman esta tendencia (FAO, criticando la política alimentaria de los grandes países y el hacer biocombustible con maíz); OMC (defendiendo una política proteccionista, denunciando el “libre comercio” y votando junto con China e India contra la posición de los grandes, incluido Brasil, que pugnaban por mayor apertura comercial); el espacio cedido a Chávez en paralelo a la presencia de Bush en Uruguay; la visita a Fidel en Cuba sin ningún asunto de Estado importante a tratar. Participa en el G-20 pero apoya a Brasil y China cuando piden reformas en el FMI; hace alianza con EEUU promoviendo los incentivos en la economía y en contra de las políticas de ajuste de los europeos. Puede decirse que son discursos, pero implican un posicionamiento político más que simbólico.
Al mismo tiempo acentúa las políticas extractivistas; veta la Ley de Hielos Continentales - aunque luego esto fue parcialmente revertido por el Congreso-; reabre el canje de deuda –cuando en la primera fase de la administración se impuso una Ley Cerrojo-; paga deuda con reservas y lo pinta de progresista; promete y quiere arreglar con el Club de París, pero insiste en prescindir del aval del FMI.
Su política es desendeudarse para volver al ciclo de endeudamiento. No obstante es necesario tener en cuenta que el perfil de la deuda pública ha cambiando sustancialmente en su composición interna y también en el peso que tiene sobre el conjunto de la economía.
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En este marco económico-político es que el gobierno ingresa al último tramo de su gestión y a enfrentar las elecciones del 2011. Pero al no haber logrado construir una base social de masas propia, porque su misma naturaleza de clase se lo impide, actúa simplemente como administrador y no como conducción de un proyecto estratégico.
Como línea general el kirchnerismo no muestra un proyecto acabado. La definición de “crecimiento con inclusión social” no define ningún proyecto concreto, como no sea intentos limitados de reindustrialización, protección parcial del mercado interno o políticas de asistencialismo focalizadas. Busca preservar su rol de arbitraje en los conflictos sociales sin recurrir mayormente a la represión y es relativamente receptivo a la presión de demandas sociales, pero no ha variado nada en relación a la judicialización de la protesta social. Por lo que sus respuestas no son tanto por convicción sino por necesidad, es decir apela a medidas pragmáticas que le permiten ir resolviendo los problemas uno a uno –la mas de las veces con mucha “desprolijidad” democrática que incluso debilita a las instituciones de la democracia burguesa- pero al mismo tiempo hay que registrar que frente a cada encrucijada el gobierno descarta proposiciones de la derecha y sale por centro o centroizquierda, abriendo conflictos políticos sobre los cuales, desde la izquierda, no es posible quedarse prescindentes.
Desde ahora y hasta las elecciones presidenciales el gobierno se verá enfrentado una y otra vez a la disyuntiva de elegir entre estrechar más los lazos con el imperialismo y lo más granado del capitalismo por un lado y la necesidad de sobrevivir políticamente por el otro. Para ser coherente deberá dar respuestas en muchos casos por centro o centroizquierda.
Es posible entonces se abra una sub-fase, donde a diferencia de lo hecho hasta ahora deberá reemplazar parte del gasto público por crédito barato y accesible y controlar la inflación, tanto para mantener el nivel de consumo como para impulsar inversiones privadas en el aparato productivo, sin las cuales será difícil bajar la inflación estructural y dar continuidad al crecimiento. En lo político no puede salir a buscar votos a derecha, tiene que virar a centro/centro izquierda para afirmar el voto popular y ganar a franjas de las capas medias.
En este tiempo no hay que descartar nuevas iniciativas oficiales de carácter progresista. Incluso nuevos movimientos en el gabinete haciéndolo más homogéneo en la línea productivista y mercado internista. Claro que todo esto puede llevar a nuevos enfrentamientos no sólo con la derecha política y la iglesia, también con distintas fracciones del capital. Sin embargo no hay en el horizonte perspectiva de colapso económico, ni mucho menos.
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Quienes nos posicionamos desde la independencia de clase pero analizamos las contradicciones interburguesas y no somos indiferentes a como se resuelvan nos veremos enfrentados a situaciones tipo retenciones, AFJP’s, ley de medios o matrimonio igualitario, y a hacer política en esas condiciones.
Intervenir en este debate con un posicionamiento independiente, llevar nuestras propuestas pero estar atentos a como son decepcionadas, escuchar las opiniones y críticas es decisivo para definir una política de intervención en la coyuntura que no nos enajene del movimiento obrero y social en general. Se trata de ir más allá de las propuestas reivindicativas o de resistencia. Es necesario, debatir y encontrar ejes que al tiempo que hagan pie en la batalla de ideas, puedan ser fácilmente recepcionados por los trabajadores y sectores populares y los impulsen a la autoorganización, y al mismo tiempo expresen sin ambigüedades posiciones antiimperialistas y anticapitalistas, aunque circunstancialmente estemos apoyando medidas surgidas de fracciones burguesas o pequeña burguesas, estén o no en el gobierno.
Significa discutir cada política o medida no desde un punto de vista abstracto o de la supuesta unidad nacional sino desde el punto de vista de los trabajadores, de modo de que las eventuales coincidencias momentáneas con unos u otros permitan cambiar la relación de fuerzas sociales y ganar espacios políticos en sectores de masas sin perder independencia de clase ni desdibujar objetivos estratégicos.
En última instancia si nuestra tarea consiste en colaborar en transformar el conocimiento en fuerza social impugnadora del orden existente, se trata entonces de dar forma política y objetivos propios a una protesta social difusa, que por sí misma resiste y puede lograr triunfos parciales pero que nada definitivo puede cambiar.
Buenos Aires, Julio de 2010.
*Si nos posicionamos desde la economía política no se pueden escindir estos términos. Aun cuando reconozcamos la autonomía relativa de la política y que la economía es decisiva, pero solo en última instancia, y que razones del análisis coyuntural nos obligan a analizar las medidas de política económica. Esta concepción subyace en esta ponencia, pero si esta es una generalidad, adquiere rasgos particulares en esta coyuntura que la diferencian del período anterior. El menemismo hacía política desde la economía (miedo a la inflación, voto licuadora, exaltación de la reforma del Estado), por el contrario el kirchnerismo se apoya en los logros económicos pero hace política desde la política (disputa a nivel del Estado, con las corporaciones, con grupos económicos, en el fútbol y en ampliación de la democracia (como en las leyes de medios, del matrimonio igualitario o de la violencia de género).
1) “Nueva etapa de acumulación. ¿Qué perspectivas? Ponencia en Taller EDI: Economía argentina: ¿Solo una coyuntura favorable o los inicios de un nuevo modelo de acumulación? En Anuario EDI 4, Abril 2007.
2) Remito a mi ponencia El regreso de la renta agraria, presentada en Taller EDI/2 Argentina 2008: crisis agraria y coyuntura. En Anuario EDI 4, septiembre 2008.
Eduardo Lucita
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