Milei utilizó la cadena nacional para proceder a su recurso preferido, que es mentir por acción u omisión.
No repitió esta vez lo que venía reiterando ante los auditorios patronales: que la la deuda pública en dólares aumentó tres veces de valor, mientras redujo en un tercio el poder adquisitivo de los trabajadores activos y pasivos.
Un diario especializado calculó la valorización de esa deuda en 80.000 millones de dólares; sumada a la de la deuda pública en pesos y en otros activos, el monto es de 240.000 millones, vale decir, un 43 % del PBI de Argentina.
El balance de los monopolios de medicamentos o de servicios públicos es que aumentaron el 400 % sus precios y tarifas.
Milei presentó cuentas ficticias, como una economía que crece y un salario que aumenta.
Milei aumentó la deuda pública en pesos, en el equivalente a 70.000 millones de dólares. Consiguió un superávit fiscal entregando por los gastos del Estado una montaña de pagarés. Si descontamos estos papeles, el déficit fiscal es el más alto en muchas décadas. Si levantara el "cepo", esos pagarés serían vendidos para fugar el dinero al exterior.
El gobierno de Milei es una mesa de dinero; remata los dólares de la exportación para levantar el valor de la la deuda. El jefe de la banda es Luis Caputo, un exmesadinerista del Citi y un operador de Pimco, BlackRock, Templeton.
Milei no contó que privatizó Impsa, una joyita de la tecnología industrial, comprada con deuda externa por sus beneficiarios norteamericanos. La empresa alimentará la cadena de producción internacional para la guerra de la OTAN. Las ganancias irán a parar a los acreedores.
Milei anunció veladamente que privatizaría ARSAT y la energía nuclear. Entregará el diferencial de valor tecnológico al capital financiero. No mencionó a Aerolíneas, porque la intención es venderla por partes, descuartizarla.
No hay una salida a la recesión; la actividad económica sufrió un nuevo retroceso en noviembre.
A pesar de la recesión y de la caída del dólar, la inflación no cayó, es del 3.2 % mensual.
Milei mismo reconoció que su discurso era el de un sobreviviente: hice todo esto y no se produjo una rebelión popular.
Pero no agradeció a sus salvavidas: los partidos que le votaron los DNU y que pegaron el faltazo cuando se mocionaba rechazar sus atropellos. Tampoco agradeció a la burocracia de la CGT, ni al peronismo y a CFK. La expresidenta ha llamado a defender a las instituciones y esperar a 2027, sentada en un montón de dinero de familia.
Descarado, dijo que los salarios y jubilaciones subieron en dólares, cuando mucho más subieron los precios en la misma moneda.
Celebró “el control de la calle”, o sea, la represión del derecho a la protesta, a los piquetes de calle o de fábrica, que gozan de respaldo constitucional.
No repitió, por último, que pretende firmar un “memorando de entendimiento” con Netanyahu, prófugo de la Justicia internacional. O que ha llevado la embajada en Israel a Jerusalén, en violación a convenios internaciones que tienen categoría internacional.
Política Obrera
11/12/2024
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