La endeblez de la “paz cambiaria” actual se verifica en la persistente crisis de reservas. Sucede que, desde junio, el resultado de la cuenta corriente viene siendo negativo, lo cual amenaza con agravar las tensiones sobre el tipo de cambio, poniendo en riesgo la continuidad de la bicicleta financiera.
Lo cierto es que el “dólar planchado” se sostiene únicamente por el carry-trade montado sobre tasas positivas en pesos, que, entre diciembre 2023 y noviembre 2024, rindió 66,6% en dólares, según los datos del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) de la CTA. Buena parte de esta burbuja especulativa fue financiada por los U$S 23.321 millones que ingresaron a través del blanqueo de capitales en apenas dos meses (de los cuales, cabe destacar, alrededor del 10% ya se retiró del sistema financiero local). Ahora bien, el “veranito cambiario” se posa sobre bases sumamente precarias puesto que la crisis de reservas del Banco Central no se ha revertido. Al 30 de noviembre, las reservas netas se hallaban en terreno negativo por U$S 9.057 millones.
Finalmente, entre julio y octubre, el déficit de la cuenta corriente superó los U$S 5 mil millones mensuales. Según en análisis publicado por el Cifra-CTA, lo anterior se debe, por un lado, a que en la segunda mitad del año se regularizaron los pagos de las importaciones, demostrando que el superávit exhibido por el gobierno durante los primeros meses de su mandato era un dibujo contable.
A su vez, el desbalance de la cuenta corriente también se explica por el saldo desfavorable en la cuenta de servicios, empujado por el turismo. La misma cerró en rojo por U$S 744 millones en octubre. Ocurre que el atraso cambiario actual desalienta el turismo receptivo e incentiva los viajes al exterior, mostrando cómo el esquema económico del gobierno se horada a sí mismo dado que estimula la demanda de divisas, atentando contra la sostenibilidad del dólar barato.
Por otra parte, entre enero y octubre, se pagaron intereses de deuda externa por más de U$S 10 mil millones, demostrando que no hay recomposición de reservas posible con gobiernos abocados al rescate de esa hipoteca usuraria.
A contramano de las expectativas del oficialismo, tampoco arribaron dólares significativos mediante la inversión extranjera directa. La misma, a pesar del Rigi, se redujo 19% en los primeros diez meses del 2024 respecto al mismo período del año anterior. A fin de cuentas, el capital internacional exige el levantamiento del cepo cambiario como requisito ineludible para arribar al país, lo cual aparece lejano en un escenario económico de tanta fragilidad, con reservas en rojo y un crecimiento sideral de la deuda del Tesoro, cuyo stock se duplicó entre diciembre 2023 y octubre 2024 por el desarme de las Leliqs y el carry-trade en curso.
El panorama para las reservas es desalentador. Según las estimaciones del Centro de Economía Política Argentina (Cepa), hacia 2028 el total de vencimientos de deuda externa, entre capital e intereses, asciende a U$S 25.100 millones (U$S 17 mil millones solo en 2025). Todas las alternativas para afrontarlos son negativas para el país y suponen una mayor subordinación colonial ante el capital financiero, tanto la vía de un nuevo endeudamiento en dólares (fondos frescos del FMI u otros préstamos) como la del “reperfilamiento” o canje de deuda a tasas más altas; aún así, ninguna está garantizada y no se descarta la posibilidad del default. Otro camino ruinoso a los fines de captar divisas es el del remate de los pocos activos nacionales que quedan por medio de la privatización, sumado a la entrega de bienes comunes a las multinacionales a través del Rigi.
Si añadimos las adversidades que plantea el escenario internacional -devaluación de Brasil, recesión de China, posible suba de la tasa de interés de la FED tras el triunfo de Trump- la durabilidad de la “calma cambiaria” está seriamente cuestionada, lo cual debe alertar al conjunto de los trabajadores quienes serán los principales perjudicados si se produce un nuevo salto devaluatorio. No obstante, si esta llegara a prolongarse en el tiempo, el pueblo también saldría perdiendo: en primer lugar, el abaratamiento del dólar no se tradujo en una recomposición del poder adquisitivo del salario; a su vez, el carry-trade agrava el costo financiero que paga el Tesoro a costa de un brutal ajuste contra jubilaciones y partidas sociales; además, la industria descarga las consecuencias recesivas del atraso cambiario despidiendo trabajadores.
Más que nunca, la única salida positiva a esta encerrona consiste en preservar el ahorro nacional, partiendo del repudio a la deuda externa usuraria y la nacionalización bajo control obrero de la banca y el comercio exterior, a fin de frenar la fuga de capitales bajo todas sus formas. De ese modo, vamos a poder inaugurar un ciclo de inversiones productivas que saquen al país del atraso y garanticen trabajo genuino. En definitiva, una reorganización social y económica comandada por un gobierno de los trabajadores en beneficio de las mayorías.
Sofía Hart
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