La caracterización del balotaje como un enfrentamiento entre “democracia” o fascismo, para fundamentar un voto en favor de Sergio Massa, esconde el verdadero carácter de lo que está en juego en cuanto al problema de las libertades democráticas en el país. En primer lugar, porque el negacionismo de la dictadura militar ha sido una característica persistente en las fuerzas patronales a lo largo de todo el período democrático por un motivo de fondo: la democracia capitalista necesita de las fuerzas de seguridad como un instrumento de represión interna contra la clase obrera y los movimientos populares. Por eso, solamente la movilización extraordinaria del pueblo argentino logró meter presos a los genocidas de la dictadura.
Luego, la tendencia a valerse de las fuerzas armadas y rehabilitar al ejército para tareas internas fue un planteo recurrente, incluso vinculado con diferentes formas de negacionismo. El ataque a la cifra de 30.000 detenidos desaparecidos abarcó desde el macrista (exaliancista) Lopérfido hasta la exfrepasista Fernández Meijide. El planteo de enjuiciar a las organizaciones armadas de los ’70 fue original de Alfonsín, y la “teoría de los dos demonios” que le daba sustento está nada más y nada menos que en el prólogo del Nunca Más. El kirchnerismo lo colocó a Milani, que incluso fue reivindicado en la tapa de la revista de la fracción más kirchnerista de las Madres de Plaza de Mayo. Los indultos los firmó Menem, y la obediencia debida y punto final fueron derogadas solamente bajo la presión extraordinaria de la movilización popular posterior al Argentinazo, por un lado, y la presión de la Justicia española para extraditar a los genocidas, por otro.
La contracara de esta tendencia fue la cooptación y demagogia derecho-humanista de parte fundamentalmente del kirchnerismo y la centroizquierda, llevada adelante por gobiernos que han tenido todos ellos muertos en represión estatal y paraestatal, desaparecidos en democracia y bajo los cuales incluso los juicios a los militares genocidas avanzaron a cuentagotas. El mileísmo es un intento radical de avanzar en terminar con esta línea de cooptación y explota fuertemente el golpe político a la demagogia de gobiernos que han hecho una bandera de la proclamación de los derechos humanos, mientras hunden al pueblo en la pobreza.
Es claro que esta reivindicación apunta a un régimen más abiertamente represivo, pero otra cosa muy distinta es que esto plantee “el fascismo”, porque en la actualidad y en ausencia de ascenso de la movilización popular, los mecanismos “democráticos” son los más seguros para la burguesía. En segundo lugar, un intento de este tipo debería quebrar la larga tradición de lucha por las libertades democráticas en el país, algo que no pudo lograr el macrismo, que se topó con la enorme movilización contra el 2×1 de la Corte en favor de los genocidas y luego debió recalcular su plan de reformas estructurales después de las jornadas de lucha de diciembre de 2017.
¿Y Massa? Sería un error garrafal para la izquierda y la vanguardia de lucha embellecer a Massa en materia de derechos humanos. No es simplemente una repetición del kirchnerismo, incluso teniendo en cuenta que este tiene a Berni como ministro, tuvo a Milani, tuvo el asesinato de Mariano Ferreyra por las patotas paraestatales de la burocracia sindical, la maldita Bonaerense y tantos otros. Massa es el artífice político del represor Arcioni en Chubut. Es el socio de Gerardo Morales, que instaló un virtual estado de sitio para convalidar una constituyente reaccionaria en su provincia y que picó en punta en la línea de meter presos a los dirigentes del movimiento piquetero. Los gobiernos provinciales que atizan las causas penales contra los protagonistas de las luchas populares son todos socios de Massa. Incluso Alicia Kirchner viene impulsando causas penales contra docentes y estatales por “intento de femicidio” (sic) por una movilización a su residencia.
Por lo tanto, ni unos tienen las condiciones para un régimen fascista ni los otros son los representantes de las libertades democráticas en el país. La independencia política es clave para defender el derecho a la movilización popular, que está amenazado a dos bandas, en un balotaje entre Massa-Morales y Milei-Villarruel. La tendencia a aplicar una democracia de infantería, regimentando a partir de la criminalización de la protesta y golpeando mediante medidas represivas con aval institucional es una tendencia internacional y está presente, con diferencias de grado, en los dos bandos que se enfrentan en este balotaje.
Juan García
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