La devaluación de Celestino Rodrigo, que pasó a la historia con su nombre el 4 de junio de 1975, fue del 100%, la nafta aumentó un 175%, las tarifas un 75% y así otros precios relativos. Fue el estallido definitivo del Pacto Social que había suscrito Cámpora y luego Perón.
Pero no ocurrió de un día para el otro. Gómez Morales, el antecesor de Rodrigo, había devaluado en un 50% la moneda, lo cual fue en gran medida a los “precios congelados”, que solo en el primer trimestre de ese año habían aumentado un 23%, con el consiguiente rezago salarial y jubilatorio y crecía el mercado negro de productos que desaparecían de las góndolas, por lo cual se sucedían huelgas fabriles que arrancaban aumentos salariales que la burocracia de Lorenzo Miguel y Casildo Herreras consideraban “ataques al pacto social”, léase “funcionales a la derecha” en el lenguaje de hoy.
Pero nos interesa destacar que una clave del Rodrigazo fue elevar el salario mínimo por decreto solo en un 65% y colocar un tope a las paritarias del 45%, ambos muy por debajo del golpe inflacionario, medida que fue anunciada por televisión en cadena por Isabel Perón con un significativo golpe de puño sobre la mesa, en vivo.
Semejante decisión desató un formidable movimiento huelguístico por abajo (Fiat Córdoba, Ford Pacheco) que, mediante los cuerpos de delegados y coordinadoras fabriles, se extendería hasta transformarse en una huelga general de hecho, que obligaría a la CGT a declarar el paro general del 7 y 8 de julio, el primero contra un gobierno peronista, por la homologación de convenios en el orden del 100% de aumento y, desde luego, para poner fin a la huelga general por abajo. López Rega caería.
La bomba actual
Tras el triunfo de Milei nos acercamos al desenlace de otras de las grandes crisis capitalistas argentinas. Si miramos que el dólar futuro al 31 de diciembre llegó a tocar en estos días $860 desde un oficial mayorista en $357, se notará que el Rodrigazo está a la vuelta de la esquina.
El nuevo dólar de exportación post derrota electoral de Massa (50% al cambio oficial y 50% al CCL) de unos $614, nos recuerda a la devaluación fracasada de Gómez Morales que pretendía la solución gradual al derrumbe del pacto social de Perón. O dicho de otro modo, la transición de Massa empieza a transitar el golpe económico que se prepara contra la población.
Con la caída de dos presidentes del Banco Central que nunca llegaron a ser designados en el gabinete Milei-Macrista-Schiarettista, hemos conocido que la prioridad del presidente electo sería desarmar las Leliqs, dejando la dolarización sin dólares para otros tiempos. El equipo en formación prometió a los bancos evitar un plan Bonex o un Corralón que afecte a los depositantes en pesos que es la otra punta de las Leliqs.
La base del “plan” del “mago” Caputo, al cual Milei había denunciado por haberse patinado U$S 15.000 millones durante el macrismo, es que una vez designado ministro conseguiría esa suma, justamente, para respaldar el desarme de las Leliqs, léase el pasaje de los bancos a bonos en esa moneda o a dólares físicos si lo desearan.
Lo primero que surge es que para que esa suma respalde la salida de los $23,7 billones en Leliqs y “pases” (una variedad a cortísimo plazo de unos $10 billones), el dólar tendría que tener un valor de conversión de $1.580. Lo segundo es por qué y cómo Argentina conseguiría esa plata con un riesgo país de más de 2.000 puntos que indica su riesgo de default, que naturalmente aumentaría ante semejante aumento de la deuda pública que hoy está U$S 419.000 millones, sin contar el pasivo remunerado del Central (Leliqs y pases) que al cambio de hoy son U$S 66.000 millones, lo que se llama deuda cuasifiscal.
Sin contar tampoco las reservas líquidas negativas en U$S 11.500 y la llamada deuda comercial de U$S 48.000 que el Central le debe al sector privado debido al cepo de importación que obligó a los importadores a conseguir esos dólares a reponer. No tomamos otras deudas ocultas como las tomadas por el swap chino a tasas confidenciales.
Otras alternativas pueden ser que se busque un canje de Leliqs por bonos de deuda en pesos que hoy se suscriben todos duales, o sea, ajustan por dólar o costo de vida, el mejor índice. Algo así podría conducir a una híper en la medida que los tenedores decidan salir de una deuda de muy improbable pago. Todos los caminos conducen al parecer a un Rodrigazo ampliado.
En el mismo sentido opera la motosierra de un ajuste del 5% del PBI en las cuestas fiscales que supone tarifazos de magnitud tan importante como los de Celestino Rodrigo y lo mismo para los atrasados combustibles que se rigen por precios internacionales y donde las corporaciones estarían presionando para terminar con el “barril criollo”, que choca con las tesis “libertarias”. Y, desde luego, los despidos en el Estado apoyados en los miles de contratos, becarios, monotributistas, cooperativistas, transitorios y todo tipo de estatal precarizado.
Preparar y movilizar a los trabajadores
Como en 1975, la clave de los próximos pasos de Milei será el golpe a los salarios y jubilaciones, a los planes sociales y a todas las asignaciones e ingresos de los trabajadores, formales e informales, bajo el fuego graneado de una inflación que en los alimentos ya estaría saltando en noviembre a un 14%, con remarcaciones estos días que han llegado al 40/50%, de tipo preventivas de los formadores de precios y comerciantes, ante el perfume de Rodrigazo que se percibe en el aire.
Hoy llegamos otra vez con el récord de un gobierno que se va con una inflación que cerrará en un 180% sin un paro general. La integración de las tres centrales al gobierno del Frente de Todos lo hizo posible. Así es que llegamos con un 45% de pobreza y una precarización laboral sin precedentes que está en la base de un voto a Milei que penetró en todas las capas de la clase obrera.
Pero los que creían que solo estaban en la mira los estatales, los planes sociales y los jubilados se equivocaron, aunque esto ya es muchísimo. La suspensión de la obra pública significaría centenares de miles de despidos, Toyota ya anunció que termina con la actualización bimestral de salarios para los trabajadores fuera de convenio. El ajuste planteado no es solo fiscal, es una reorganización económica para descargar sobre las masas la crisis, con inflación y recesión.
La condición de los trabajadores que impusieron la huelga general en 1975 es muy distinta hoy. Desde luego, no tenemos los cuerpos de delegados combativos y sindicatos clasistas de la época surgidos al influjo del Cordobazo, que de cualquier manera habían empezado a ser atacados brutalmente en el 74/75, con el Navarrazo en Córdoba, como en la huelga de Villa Constitución con represión y decenas de presos, además de los miles de crímenes de las Tres A que se centraron especialmente en el activismo obrero.
Pero como resultado de la nueva configuración social han surgido las organizaciones sociales, de las cuales el movimiento piquetero independiente fue toda una vanguardia en la lucha contra el hambre en la pandemia y hasta nuestros días. De la mano del Polo Obrero ese movimiento se enlazó con las huelgas que canalizó el clasismo o las autoconvocatorias que lograron quebrar la integración de las burocracia sindicales al Frente de Todos, desde el colaboracionismo más tradicional hasta la centroizquierda. Indudablemente la resistencia a lo que se viene nos plantea superar ese freno, sacudir las organizaciones obreras de ocupados y desocupados.
A partir de estos recursos los trabajadores tenemos que intervenir en la crisis contra la motosierra de Milei, que como vemos antes que asuma, no es contra la “casta”, sino más bien contra millones de trabajadores. No hubo ni puede haber rebelión por derecha, tuvimos un voto por hartazgo y confusión a una derecha que puede desatar la rebelión como en tantos lugares de América Latina y el mundo. En esa tarea se empeña a fondo el Partido Obrero y la Coordinadora Sindical Clasista, sin demora, para poner en pie a los trabajadores. Clarificación, deliberación, organización y lucha, a la orden del día.
Néstor Pitrola
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