Tuvo que producirse un bombardeo a cielo abierto, por parte de la aviación sionista, contra un campo de refugiados en Gaza –Jabaliya– para que la Cancillería argentina moviera su pesado trasero con un comunicado de repudio a ese hecho circunscripto. No había sido suficiente, para ello, la destrucción de 200 mil edificios, el asesinato de unos ocho mil palestinos –entre ellos casi cuatro mil niños, y el estallido de una enorme crisis humanitaria. Alberto y Cristina Fernández le esquivaron a la jeringa por completo a confrontar con los crímenes de lesa humanidad en Gaza, en contraste con los pronunciamientos del boliviano Arce, el colombiano Petro y el chileno Boric. La bancarrota política y moral del kirchnerismo no podría ser más completa.
Dos días antes, en una ceremonia de la entidad judeo-sionista DAIA, Sergio Massa, convertido en gobernante ‘de facto’, había anunciado que declararía a Hamas una “organización terrorista”, redoblando la apuesta por la limpieza étnica que desarrolla el sionismo en Palestina. El planteo fue retribuido por un abrazo del embajador norteamericano, Mark Stanley. La posición sionista de quien es presentado como la última barrera contra la destrucción de la democracia en Argentina, tuvo lugar cuando la vida de veinte conciudadanos del ministro-candidato depende de la atención al planteo de Hamas de canjear los rehenes que capturó en el asalto militar al sur de Israel, por miles de presos políticos palestinos encarcelados sin juicio por el sionismo. El acto en la DAIA fue convertido en una oportunidad para recoger el apoyo de la reacción política argentina y mundial, no en la ocasión para reclamar que cesen las acciones militares que impiden la libertad de los rehenes.
Massa, el jueves 2, aprovechó el comunicado del canciller para redoblar su apuesta criminal. Lo hizo al repostear el tuit de un senador tucumano, Pablo Yedlin, de la cofradía de Alperovich, que repudia el comunicado de la Cancillería y exige el reconocimiento al “derecho absoluto a la defensa” por parte del Estado sionista. El candidato de la democracia contra el fascismo no admite que se objete ni el bombardeo de un campo de refugiados a cielo abierto. Es claro que en Gaza no está en ejercicio el derecho a la defensa sino la erradicación criminal de un pueblo, por parte de Israel. El derecho a la defensa tampoco es absoluto, para el derecho internacional, que no admite crímenes de guerra y de lesa humanidad. Quien está ejerciendo un derecho legítimo a la defensa es el pueblo palestino y las milicias y combatientes de Palestina –expulsados, usurpados, confiscados y asesinados desde hace ocho décadas.
En el final de esta agitada campaña electoral, los protagonistas truecan papeles. Massa ha asumido, en la guerra en Palestina, la condición fascista de Milei, quien no puede no coincidir con Massa. No es eso lo que Macri le dirá que haga, sino que denuncie las llamadas ‘contradicciones’ supuestas entre los Fernández del “kirchnerismo” y Massa. Massa se ha puesto la careta de Macri y Milei, dos férreos sionistas, a los que se les desconoce que hayan tenido una trayectoria de lucha contra el antisemitismo. Bien mirado, el antisemitismo mundial apoya al Estado sionista –la fascista italiana Meloni, la francesa Le Pen, el húngaro Orban, la ultraderecha de Polonia y las fuerzas de choque de Trump. Todos estos y muchos más han convertido a la lucha contra inmigración de África y Asia, en su mayoría musulmana, en el ariete para construir un movimiento fascista de masas.
Comité Editorial Política Obrera
02/11/2023
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