viernes, 24 de noviembre de 2023

Al shock de Milei se lo enfrenta con la lucha


Una corriente de autocomplacencia recorre a los principales medios de comunicación, a los voceros políticos y a toda la “casta”: la transición entre el gobierno del Frente de Todos y el de Milei se está desarrollando con “normalidad”. Se entrevistaron el presidente que termina, Alberto Fernández, con Milei; se produjo otra reunión entre Cristina Kirchner y Victoria Villarruel, y hasta el “Maligno” llamó para felicitar al presidente electo. De golpe, la disyuntiva “democracia o fascismo” con la cual se chantajeó al electorado para que vote a Massa desapareció: el 55% de los votos obtenidos por el liberfacho habría alcanzado para borrar los enconos y “agravios”. Por último, la “normalidad” sería una señal de que en la Argentina ¡la democracia funciona!, incluso con un facho al frente del Ejecutivo. En realidad, “fingen normalidad”. La función es ocultar que el período que se abre es profundamente convulsivo y, sobre todo, que será a costa de los trabajadores. 
 Mientras se celebraba la “normalidad”, las listas de precios de productos de la canasta básica venían con aumentos de hasta el 50%, con el aval tácito de Milei, que sostenía en reportajes que a pesar del 145% de inflación anual ¡los precios estaban “contenidos”! Es claro que no hay simplemente un reacomodamiento de precios, los aumentos no contemplan la devaluación del peso que, según las operaciones a futuro, sería del 120% para el dólar oficial a fin de diciembre, y aunque Milei al no habilitar una eliminación inmediata del cepo cambiario haya pretendido evitar una estampida hacia el dólar, las consecuencias sobre el bolsillo de los trabajadores son mortales. Por eso no dudó en augurar inflación alta, que se extendería hasta 2025 inclusive. Un Rodrigazo está planteado, aunque la devaluación de Massa, pretenda escalonarlo en la transición. 
 Mientras recibía consejos y departía amablemente con Alberto y saldaba “malos entendidos” con el Papa, Milei no solo se limitó a dejar que el “mercado actúe”; fue más a fondo y anunció un shock que contempla un ajuste fiscal del 15% del PBI. Con cinismo ha dicho que lo va a pagar la política, pero nunca explicó cómo lo pagará la “casta”, en cambio ya se avizora que lo pagará el conjunto de la población trabajadora. Solo el anunciado recorte de la obra pública dejará un tendal de despidos y una abierta recesión, lo mismo ocurrirá con el cierre de los medios públicos y con la cínica propuesta de entregar Aerolíneas a sus trabajadores. La venta de las acciones de YPF SA aparece más lejana. Un recorte fiscal de esa magnitud contempla, además, la eliminación de subsidios y, por lo tanto, un sinceramiento de las tarifas. También la reducción de los trabajadores del Estado nacional. Un punto central son las jubilaciones; a fin de año vence el bono para los jubilados que cobran la mínima (el 65% del total), lo cual es una estocada preparada por el gobierno anterior que nunca quiso aumentar ni el salario mínimo ni la jubilación mínima y fue compensando con bonos que lógicamente desaparecen y cuando desaparecen queda la miserable jubilación de 100.000 pesos pelada para atender a una canasta de pobreza que supera los 300.000. La movilidad que Alberto, Cristina y Massa le dejan a Milei hizo que en este año los jubilados pierdan casi el 40% de sus ingresos en términos reales. 
 Milei no ha terminado de anunciar su gobierno, en parte porque no quiere hacerse cargo de lo que el “mercado” haga de acá al 10 de diciembre, y endosarle las consecuencias al gobierno actual y, por otro lado, porque no terminan de lotear con Macri y socios su gabinete, atravesando las primeras contradicciones antes de empezar. La bomba de las Leliqs a las que él mismo atribuye dos tercios del déficit (en este caso, cuasifiscal), no dijo cómo la desactivará. Pero su sacrosanto mercado ya se empezó a rajar a puertos más seguros en bonos atados al dólar o directamente al dólar: los bancos renovaron solo el 40% de los vencimientos, el resto tuvo que ser pagado en pesos contantes y sonantes por el Central.
 Milei, en las primeras 48 horas, dejó en claro quiénes cargarán con los costos: el shock y ajuste anunciados son un ataque en regla a todos los trabajadores, a los formales, a los informales, a los cuentapropistas, a los jubilados y, por supuesto, a los desocupados; es decir, a la mayoría de la población y que durará -según él- como mínimo dos años. 

 La derrota electoral es del peronismo 

El cuadro que se abre con el ascenso de Milei a la presidencia es abiertamente convulsivo en lo económico y en lo político. Miremos con atención los resultados. Quedaron desautorizados los gobernadores e intendentes que pasaron a apoyar a Massa, como sucedió en Neuquén, Río Negro, Salta, Jujuy, etc. Que el que ganó en 21 provincias (con un casi empate en la de Buenos Aires) no tenga ni un solo gobernador propio, ni intendentes, con una presencia en el Congreso Nacional abiertamente minoritaria (35 diputados y siete senadores propios), al igual que en legislaturas o concejos deliberantes, todo eso es indicativo que en el voto a Milei hubo abiertamente un rechazo a los oficialismos. Milei duplicó su votación entre las Paso y el balotaje; o sea, obtuvo más de 7.000.000 de nuevos votos, sin contar que en los primeros 7 millones gran parte ya era un rechazo expreso a los gobiernos del peronismo y de Macri. Es decir que Milei hizo una gran elección, pero no dispone de un gran poder, no es un gobierno fuerte.
 En el camino se quebró Juntos por el Cambio, y el peronismo mostró un fuerte proceso de disgregación: los intendentes y gobernadores peronistas no pudieron o no quisieron, o ambas cosas, conseguir el triunfo del candidato y responsable central en el último año del gobierno que elevó la pobreza al 43%, que colocó al país al borde de la parálisis productiva y que acordó con el FMI un ajuste profundo. El liderazgo del peronismo quedó vacante. Se abre una nueva fase en su crisis, el kirchnerismo no ha logrado rescatarlo, más bien definitivamente ha terminado en el fracaso de otro gobierno atado al imperialismo-FMI. Sus fracturas internas se suman a la reconfiguración política futura. Y completan un cuadro de fractura de las representaciones políticas de la burguesía que está expresada en el Congreso. 
 Milei no salió de un repollo, su llegada al gobierno es una consecuencia directa de la política que adoptó el peronismo, y sobre todo el kirchnerismo, cuando se acabó el viento de cola de los primeros años. Cristina en la presidencia y Kicillof en Economía ataron el rumbo a un acuerdo con el capital financiero, por eso las concesiones leoninas al Club de París, los acuerdos por los juicios en el Ciadi por 22.000 millones de dólares, mientras se devaluaba el peso y se acordaba con Chevron la entrega de Vaca Muerta. Cristina impulsó la candidatura de un derechista como Scioli para mostrar que estaba dispuesta a acordar con los buitres, lo que volvió a repetir con Alberto Fernández para generar “confianza” en los acreedores y el FMI, y hacerse cargo de la “deuda criminal” que dejó Macri. Para finalmente entronar a Massa, el ala más de derecha, para competir con un candidato con planteos fascistas. El peronismo y Massa criaron a Milei no solo con recursos, con acceso a los medios de comunicación, armándole las listas y hasta cuidándoles los votos. El peronismo fogoneó una salida derechista en sus propias filas, una salida contra los trabajadores y compitió por derecha, pero no previó la magnitud de su propio derrumbe. 
 La derrota es del peronismo, no del “campo popular”, del mismo modo que si ganaba Massa no había victoria popular alguna. Al pueblo agredido por la inflación, la pobreza, la informalidad laboral, la caída del salario, el robo a los jubilados, el vaciamiento de la salud y la educación que votó a Milei o que no hizo campaña por Massa no se le puede endosar la derrota electoral del peronismo. Ni la izquierda podía ni debía combatir el voto a Milei proponiendo el voto a Massa, un absurdo para millones de explotados que lo votaron y cantan como en Toyota, “la casta tiene miedo” en las narices de la burocracia de Manrique. O entre los Rapis, o en la juventud del conurbano, sin futuro ni trabajo, ni nada.
 Un derrumbe de las condiciones de vida tan notorio requería una intervención de los trabajadores, pero la burocracia de los sindicatos, de las organizaciones sociales, de los movimientos de lucha de la mujer, etc., trabajó fuertemente para impedir una reacción obrera y popular. Fue una política para maniatar al movimiento popular tras una salida de ajuste y acuerdo con el FMI. Estas direcciones actuaron para que los reclamos de la clase capitalista, a los cuales están profundamente asimilados, avanzaran bajo la tutela de Massa. Por eso, incluso no movilizaron luego del triunfo de Milei en las Paso, para contrarrestar el derrumbe electoral del peronismo. 
 El inmovilismo al que sometieron al conjunto de la población solo fue quebrado por la lucha del movimiento piquetero independiente, los gremios combativos y luchas aisladas en todos los terrenos. El PO apostó todo su desarrollo y el de la izquierda a que la clase obrera intervenga en la crisis, en su ausencia es la ultraderecha la que canalizó el proceso.

 La prueba de la lucha de clases 

El triunfo contundente de Milei fue saludado con un alza en la Bolsa y en las acciones de empresas argentinas como YPF. Sin embargo, no ha servido para disipar los temores que en la propia clase capitalista despierta su llegada al gobierno. Funcionarios del JP Morgan señalaron que el problema de la falta de capital político de Milei se convierte en un problema para un país que en 2024 puede tener una “retracción de su economía del 3%”. 
 El acuerdo con Macri le ha permitido generar confianza solo en un sector de la clase capitalista, pero ha sido hecho a costa de la quiebra de una de las principales fuerzas políticas que ofrecía una dosis de gobernabilidad, el acuerdo de los radicales y el PRO. El 55% de votos no disipa tampoco las divisiones entre los capitalistas, enfrentados por las consecuencias y costos de la crisis y, por lo tanto, de los planteos de salida a la misma.
 La ausencia de una fuerza propia es un flanco de debilidad de Milei que debe llegar a acuerdos para avanzar con sus planteos. Esto es muy visible en el Congreso Nacional por donde deben pasar gran parte de las medidas estructurales que él agitó, como las privatizaciones anunciadas, la dolarización o el cierre del Banco Central, también la derogación de leyes como la del aborto u otros derechos. La hipótesis de un gobierno de características bonapartistas, mediante decretazos o plebiscitos, aparece como emergente de la disgregación política que domina al conjunto del régimen nacido hace 40 años.
 Las perspectivas del milei-macrismo están ampliamente dominadas por el desarrollo de la crisis, pero sobre todo por la lucha de clases. 

 El camino es la lucha 

La motosierra sería la clave de la primera etapa, lo cual puede llevar en el corto plazo a 200 mil despidos solo en la construcción. El Rodrigazo licúa el salario, las jubilaciones y los planes sociales. La tarea de la izquierda obrera y socialista es trabajar para poner en pie a los trabajadores contra las medidas antiobreras.
 La decisión del movimiento piquetero de convocar a un plenario este jueves 23 para definir un curso de acción ahora; el llamado del EMVyJ de movilizarse contra la impunidad, el negacionismo y la criminalización de la protesta este mismo jueves en la ronda de las Madres de Plaza de Mayo; las asambleas convocadas por los trabajadores de prensa por las privatizaciones en el área y otras reacciones que se van dando son el camino por recorrer. 
 Organizar la intervención de los trabajadores de forma independiente, combatiendo a la burocracia en los sindicatos y las organizaciones populares y su seguidismo a la burguesía; impulsar una fuerte deliberación para organizar la respuesta y enfrentar a la transición en curso y al gobierno de Milei, defender las libertades y los derechos conquistados con enormes luchas: esa es la tarea inmediata. El pretendido frente “antifascista” atado al movimiento responsable del hundimiento y aliado del FMI es una política de derrota. 
 Hay una conclusión inevitable que arroja la situación política creada por la crisis y por el resultado electoral. La superación política del peronismo para los trabajadores solo es posible construyendo su propio partido, estructurándose políticamente sobre un programa de salida obrera y socialista a la crisis. Esa es la perspectiva con la que intervenimos activamente en la lucha de clases. 

 Eduardo Salas

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