viernes, 3 de noviembre de 2023

La burocracia de la AUW decreta el fin de la huelga automotriz en EE.UU.


El lunes 30 de octubre la AUW llegó a un acuerdo provisional con GM, que en términos objetivos significa el fin del conflicto con las tres grandes empresas automotrices norteamericanas. Durante la semana pasada se habían llegado a preacuerdos con Ford y Stellantis. La base de los preacuerdos entre la dirección de la burocracia de la AUW y las automotrices es un 25% de aumento salarial en un periodo de cuatro años y medio de duración, apenas por encima de la mitad del 46% que se reclamaba al iniciar el conflicto -este número tenía como referencia los incrementos salariales de los directores de las empresas-. Del conjunto de reivindicaciones iniciales -una semana laboral de 32 horas con 40 horas de salario; el restablecimiento de las pensiones tradicionales con prestaciones definidas para los nuevos contratados y compensaciones por la inflación, entre otras reivindicaciones- ha quedado poco. La burocracia informó que se consiguió un acortamiento relativo en los contratos temporales, que hacían que un trabajador recién ingresado tarde ocho años en alcanzar la escala salarial de un trabajador efectivo; los nuevos convenios los llevarían a tres años, aunque no está clara la letra chica. La AUW también pone en el haber de “la victoria” que las patronales reconocerán “el derecho de los trabajadores a hacer huelgas en protesta contra el cierre de fábricas” (Elpais.com 31/10). “Las mejoras salariales de este convenio, ha resaltado la UAW, son mayores a las acumuladas en los últimos 22 años.” 
 Los acuerdos, que deben ser refrendados por los afiliados de las fábricas, significan el blanqueo de la destrucción salarial que los trabajadores sindicalizados de la AUW han sufrido en las últimas décadas. Desde el 2019, cuando se firmaron los últimos convenios, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, ha rondado los 20 puntos porcentuales. Los acuerdos actuales dejan un 5 por ciento para cubrir cinco años de incertidumbre política y económica, en el marco de una reconversión industrial hacia la masificación de la producción de autos eléctricos. “El derecho de los trabajadores a hacer huelgas en protesta contra el cierre de fábricas” que agita la burocracia, no es más que un eufemismo que encubre que el cierre de fábricas que tendrá lugar por la reconvención, se dará sin garantizar los puestos de trabajo, pero con derecho a queja. 
 Al unísono los medios de comunicación de todo el mundo han caracterizado al acuerdo como una victoria histórica de los trabajadores en términos generales, y en particular un triunfo de la conducción personalista de Fain, presidente del sindicato desde marzo del 2023, luego de una renovación de la dirección de la AUW. Esta caracterización tiene como insumo el solo hecho de que las tres grandes fábricas no han impuesto sus condiciones de forma unilateral, como lo venían haciendo históricamente, por lo menos desde 1979, cuando “la UAW inauguró la era moderna de los contratos sindicales flexibles revisando su contrato con Chrysler -actual Stellantis- y aceptando concesiones en el punto intermedio (del contrato de cuatro años)” (sinpermiso.com 29/10). En estas cuatro décadas las entregas de la burocracia sindical, y las políticas flexibilizadoras de republicanos y demócratas, han llevado las condiciones de trabajo y los salarios de la clase obrera industrial norteamericana a pisos históricos. La flexibilización laboral en Estados Unidos ha sido un terreno fértil para la instalación de terminales automotrices foráneas como Toyota, Honda, Hyundai, Nissan o Volkswagen, que han ganado mercado y tuvieron la ventaja de no tener a sus trabajadores sindicalizados. 
 La burocracia de la AUW controló el conflicto con una estrategia centrada en un relato combativo, exponiendo la escandalosa brecha salarial entre los CEO y los trabajadores; realizando paros parciales en plantas secundarias de la cadena productiva al principio del conflicto y anunciados con antelación, para pasar en las últimas semanas a una acción más agresiva con paros sorpresa en las plantas más importantes de las firmas. La “combatividad” de la renovada burocracia estuvo destinada a terminar el conflicto antes de que desencadene en una huelga general. En última instancia fue la salvadora de las empresas y del propio régimen político norteamericano. 
 El mismo lunes el presidente Biden celebró desde la Casa Blanca el acuerdo y lo calificó de “histórico” y ha dicho que “recompensa a los trabajadores de la industria automotriz que tanto se sacrificaron para que el sector siguiera funcionando y atravesase la crisis financiera de hace más de una década (…) El acuerdo histórico de hoy es otra buena noticia económica que demuestra algo en lo que siempre he creído: el poder de los trabajadores. El poder de los trabajadores es fundamental para construir una economía desde el centro hacia fuera y desde abajo hacia arriba”. (elpais.com 30/10). Biden considera que el acuerdo al que llegó la burocracia con los tres grandes fabricantes norteamericanos lo coloca en una mejor posición de cara a la contienda electoral del año que viene, porque limitaría la campaña de Trump que lo colocó como artífice de la destrucción de los puestos de trabajo de la industria automotriz convencional, en pos del lobby de la industria de los autos eléctricos. En este sentido, la burocracia sí obtuvo una victoria -de aparato- porque logró una “vía para que los futuros trabajadores de vehículos eléctricos estén cubiertos por el sindicato” (Bloomberg.com 31/10).
 Todavía resta ver cómo es procesado el preacuerdo al que llegó la burocracia y que conclusiones sacan los trabajadores en las plantas. 

 Sebastián Chirino 
 02/11/2023

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