La trayectoria de Pino Solanas es la expresión cabal de los vaivenes políticos transitados por la intelectualidad política peronista en los últimos treinta años. Esa que se encolumnó detrás de Menem, luego de la defraudación que les deparó Antonio Cafiero, para descubrir, en palabras de Chacho Álvarez, que “anochece, lo que no es poco”.
En los entresijos de los partidos, si se los puede llamar así, de una 'democracia' por la que nunca se jugaron, emergieron personalidades políticas a quienes la historiografía ubica como “alternativas” o “independientes”. Una lectura más cuidadosa, sin embargo, los muestra orbitando siempre en torno de las fuerzas del régimen, entre expectativas y desplantes; entre pronunciamientos estruendosos e inconsecuencias políticas. Este es también el caso de Pino Solanas, que acaba de fallecer, lamentablemente, como consecuencia del coronavirus, a la edad de 84 años.
Los 90
En Solanas, el político se sobrepone al artista militante recién a fines de la década del 80. Había retornado del exilio con un balance convencional de los años 70 y de la dictadura militar, que se resume en la consigna equívoca 'Nunca Más'. Entonces, encabeza un movimiento cultural de apoyo a la candidatura de Carlos Menem, a quien exige un nuevo marco legal para las actividades audiovisuales y de quien arranca la promesa de convertir a las Galerías Pacífico -pertenecientes a los Ferrocarriles Argentinos- en un gran centro cultural. Muy pronto, Menem se encargaría de desconocer la promesa, avanzando en una privatización del predio con la complicidad de la burocracia de la Unión Ferroviaria. Esto lo convierte en un furioso opositor, en una posición que se afirma en el tiempo con el desarrollo del gobierno peronista de Alsogaray. Un año más tarde, sufre un atentado con armas de fuego, que muchos lo atribuyeron a una represalia del oficialismo. En los tempranos años 90, integra la legión de desencantados del menemismo, junto a Luis Brunati y al Partido Comunista. Con ellos, Solanas forma el Frente del Sur, que lo consagra como diputado por la CABA en 1993. Enseguida, se unirá a los 8 del Chacho Álvarez para constituir el Frente Grande.
Pero la experiencia parlamentaria del FG no resistirá la prueba de aquello que el PO llamó “el cordobazo de los años 90”, el Santiagueñazo. Esta enorme rebelión contra los tres poderes políticos de esa provincia encontró a Solanas y sus compañeros con apenas tres días de ejercicio parlamentario, a la que respondieron con el voto a favor de la intervención federal a la provincia, en cabeza de el cordobés Schiaretti, acompañado por la Gendarmería. O sea que cuando las masas santiagueñas se levantaron contra el régimen corrupto y antiobrero de los Juárez, los enemigos del “bipartidismo” se colocaron del lado del régimen. El “centroizquierda” debuta, literalmente, como rueda de auxilio del menemismo. Un año después, Solanas sería parte de los constituyentes del Frente Grande. En la convención, fruto del 'pacto de Olivos' que debía servir para la reelección de Menem, el FG contribuyó a legimitar la continuidad del régimen de las privatizaciones y la deuda externa, adornado por “nuevos derechos” - algo que sólo fue recusado por el obispo De Nevares, que se retiró de la parodia constitucional. Solanas admitiría, años después, que debería haber acompañado ese retiro del obispo de Neuquén.
El Frente Grande -luego Frepaso- nunca se convertiría en la superación del menemismo. La pequeña burguesía peronista renunciaría a ese objetivo para sumarse a la UCR, en una Alianza, que luego de recuperar a Cavallo para el gobierno, acabaría derribada por un alzamiento popular. La experiencia política del Frepaso caduca mucho antes del 'Argentinazo', con los Chacho Álvarez, los Felleti, los Aníbal y Vilma Ibarra, Nilda Garré, Carlos Heller, que luego de De la Rúa pasaron a darle letra al kirchnerismo.
Kirchnerismo y después
Solanas sólo volverá a la palestra con un nuevo emprendimiento político -Proyecto Sur- junto a otros dirigentes del centroizquierda, como Claudio Lozano. En 2009, en plena crisis del campo, Proyecto Sur vota contra la 125 en el Congreso, aunque doce años más tarde reclamen la nacionalización de Vicentin. Desde Página/12, Solanas y Alcira Argumedo, ya después del voto “no positivo” en el Senado, culpan del desenlace a la “soberbia” del kirchnerismo. Siguiendo a Eduardo Buzzi y a la Federación Agraria, la defensa de los `pequeños productores´ será en este caso la coartada para apoyar la movilización callejera del gran capital agrario contra las medidas fiscalistas del gobierno kirchnerista.
Meses más tarde, Solanas recogerá la adhesión de parte de la clase media porteña en las elecciones de diputados, cuando Proyecto Sur consagra cuatro representantes en CABA – un resultado electoral que anima a Solanas a postularse a presidente en 2011, pero que luego cambia por la candidatura a Jefe de Gobierno porteño. Aunque en 2011 reiteró una votación importante en la Ciudad, Proyecto Sur -con la candidatura presidencial de Argumedo- no consiguió pasar las PASO. Este sorprendente derrumbe de la variante pequeño burguesa imaginada bajo el menemismo, será uno de los factores que abre un período de ascenso, aunque breve, del Frente de Izquierda.
Después de la tentativa fallida de 2011, “Proyecto Sur” se disgregó, y Solanas abandonó las pretensiones de presentarse al frente de una fuerza propia. En 2013, encabezó el experimento del UNEN junto a Elisa Carrió y una serie de políticos en “tránsito”. Aunque obtuvo la senadoría porteña, los políticos del capital financiero obtuvieron un rédito mucho más sustancial: el UNEN fue el primer banco de pruebas de la coalición que llevaría al macrismo a la presidencia, con Prat Gay y Lousteau incluidos.
Parafraseando una de sus últimas películas, “La última estación”, el final de su vida política encontró a Pino en el armado del Frente de Todos. Según sus protagonistas, Solanas jugó un papel en el acercamiento entre Massa, Cristina y Alberto. El FdT lo premió con el cargo de embajador en la Unesco. Mucho más cerca, su gobierno prometía la reactivación de Vaca Muerta y de las concesiones gasíferas dolarizadas, así como de la minería a cielo abierto – a las que tanto se había opuesto Solanas en la propaganda.
Los acuerdos súbitos y las súbitas decepciones; los virajes de rumbo y los siempre nuevos aliados hicieron a Pino receptor de los elogios y los agravios de todos los bloques políticos del sistema. La prédica nacionalista, cada vez más lejana de sus aliados y de sí mismo, fue quedando confinada a la ficción cinematográfica. Hoy, es velado por propios y ajenos, por los nuevos y antiguos amigos, en un desfile que -por la fuerza de su propia trayectoria- recorre a casi todos los bloques políticos en presencia.
“El viaje” -otro de sus títulos del cine- ha concluido. Pero los límites de su derrotero político son muy anteriores.
Marcelo Ramal
07/11/2020
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