La polémica por las 25 millones de dosis de la vacuna Sputnik para Argentina.
Sin dudas, de las cosas más esperadas este 2020 de pandemia es la llegada de una vacuna eficaz y segura contra el coronavirus. Es por eso que cuando el gobierno nacional anunció la compra de 25 millones de dosis de la vacuna Sputnik desarrollada por Rusia y 22 millones de la de AstraZeneca/Oxford, sumado a que su aplicación comenzaría a finales de este año, cientos de personas aparecieron en las redes sociales para posicionarse al respecto de si se vacunarían o no.
El «no» fue la que más se sintió en Twitter. Aunque el tema haya sido parcialmente tomado por el movimiento antivacunas y algunos sectores reaccionarios, lo cierto es que la polémica es una expresión de la crisis de confianza que genera el punto.
La verdadera polémica
La crisis sanitaria generada por años de detrimento de los sistemas de salud del mundo puso a la producción de la vacuna como una necesidad imperante, pero el desarrollo de dicha tecnología se vio manchada por el régimen capitalista, transformando esa necesidad en competencia entre empresas y Estados. En pocas palabras, quien la desarrolle antes, gana. Pero la carrera por ver quien descubre la «poción mágica» contra el coronavirus puede traer peligrosas consecuencias consigo.
Hoy en día Argentina está negociando por 4 vacunas, entre las que se encuentran la desarrollada por Oxford, por Rusia y por Pfizer (laboratorio que anunció que su fórmula tiene un 90% de efectividad, hecho que fue celebrado por Trump y generó la suba en las bolsas estadounidenses), todas en fase 3. Si bien están en la última fase, es el periodo en el que necesitan más control, ya que se la administran a grupos de miles de personas (algunos reciben placebo) y analizan los efectos adversos que produce. Es decir, es una etapa fundamental e irremplazable en el proceso. Sin embargo, el anuncio de Alberto Fernández fue claro: «si todo va bien, podríamos vacunar a 10 millones de personas sobre finales de diciembre». La presión no solo se ejerce por el desarrollo de la vacuna, sino también por la adquisición de la misma; sabemos cómo funciona la oferta y demanda en un sistema donde no se ponen las necesidades de la población por encima de los intereses de los capitalistas. El gobierno, metido de lleno en ese juego, también pone a esos sectores por encima.
Sumado a esto se encuentra el hecho de que, aunque el presidente haya anunciado 10 millones de vacunados para diciembre, la fecha en la cual la vacuna más avanzada termina la fase 3 está calculada para marzo 2021. Como de costumbre, un discurso para la tribuna.
Los negocios de siempre
Los precios de las vacunas que pagará el Estado son otro punto de discusión. No hay mucha información oficial al respecto, aunque sí sabemos que de una semana a otra cambió: de unos pocos dólares a casi 20 por las dos dosis necesarias. La incertidumbre parece ser funcional al armado del negocio de los privados, mientras no hay ninguna intención del Estado argentino de participar en el desarrollo, control o producción del proceso.
Incluso le allanaron el camino en el Congreso, donde aprobaron una ley que blinda a los laboratorios ante casos de juicios o demandas por efectos secundarios e indeseados y no se les podrá hacer juicio en el país. También les permite generar contratos de confidencialidad, lo que significa que serán fórmulas secretas a las que la población no podrá acceder, y exime del pago de derechos de importación de las vacunas. En resumen, una entrega total para los capitalistas, igual que sucedió con los bonistas en las negociaciones por la deuda externa.
¿Vacunación de qué manera?
Se lo escuchó a Agustín Rossi, ministro de Defensa, decir que van a «poner la logística disponible de las Fuerzas Armadas para que la vacuna llegue a todo el país». No se termina de entender por qué las FF.AA. estarían involucradas en dicho proceso, pero hay un antecedente clave. La última vez que se usaron a las Fuerzas Armadas para operativos relacionados a la sanidad fue al inicio de la cuarentena: el ingreso a los barrios alegando el «reparto de alimentos en zonas vulnerables» fue en realidad parte del reforzamiento del aparato represivo, que sirvió para someter todas las luchas que estuvieron a su alcance junto con el accionar de las fuerzas a cargo del Ministerio de Seguridad.
La realidad es que tampoco genera mucha confianza la distribución que se vaya a hacer de dichas vacunas estando la misma a cargo del Estado nacional (que ya vimos que intereses defiende y persigue) y de las Fuerzas Armadas.
La defensa de lo nuestro
En vez de direccionar los recursos hacia un plan integral de contención de la pandemia (como debería haber sucedido en un primer momento) el gobierno decide jugar para la tribuna y hacer demagogia con la vacuna. Una fachada de preocupación por la salud frente a lo que verdaderamente hacen: impulsar los negocios capitalistas, luchar por mantener sus ganancias y que salgan ilesos si algo sale mal.
En el mientras, los testeos en el país escasean, los sistemas de salud menos preparados como los de las provincias sufren y los profesionales se contagian a la vez que trabajan jornadas extenuantes con un salario de miseria, lo que demuestra que la cuarentena bajo control de un gobierno orientado por los capitalistas es un fracaso. Es por eso que, como planteamos en su momento, la cuarentena debe estar bajo control obrero para que esté al servicio de las necesidades de la población. Y batallamos por el mismo planteo para el caso de la vacuna.
Lucía Miguez
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