El gobierno argentino, a solo título de ejemplo, se ha servido de la emergencia de la vacuna, en este caso rusa o incluso la que pre-contrató con la norteamericana AstraZeneca, para enviar al Congreso un proyecto de Presupuesto 2021, que no contempla, ni en control remoto, una reestructuración del sistema de salud ni una salida al hacinamiento habitacional, ni siquiera prevé la continuidad de la deplorable asistencia de emergencia que dispuso este año, ni tampoco una salida para el principal grupo de riesgo –los jubilados–. Ha puesto más empeño en regalar a Pimco y Templeton bonos dolarizados con un descuento del 65% de su valor facial. Sigue, aunque no lo admitirá, la línea de Trump, que dejó en la banquina el combate a la pandemia a la espera de una vacuna. La proeza científica se ha convertido en una coartada para dar la espalda a la grave crisis expuesta por la pandemia.
Pfizer, sin embargo, se ha comprometido a producir cinco millones de dosis para antes de fin de año y 1.3 mil millones para 2021, lo cual no atiende, como es obvio, ni siquiera a la población vulnerable. Tampoco está destinada a ella, porque los dos tercios de los abastecimientos prometidos se encuentran acaparados por una decena y pocos más de países ricos. Rusia cumplirá con sus contratos con Argentina, por supuesto, cuando logre colmar el déficit de producción para su población y para otras de su esfera de influencia. Se presentan, además, otros asuntos de envergadura, como el de la logística, porque la vacuna Pfizer requiere una temperatura de conservación de 18 a 70 grados bajo cero. “A priori -afirma el infectólogo Roberto Debbag- Latinoamérica y Argentina no tienen sistemas preparados para este tipo de situaciones”. Curiosamente, en estas condiciones, Perú tiene un precontrato con Pfizer. El anuncio de las bajas temperaturas que requiere la vacuna en cuestión, subió las acciones de la francesa Air Liquide y la inglesa BioLife Solutions.
La eficacia que se le reconoce a esta vacuna tiene, sin embargo, limitaciones. Una continuidad de las pruebas clínicas podría mostrar una reducción de esa eficacia; la aprobación regulatoria de la vacuna es emergencial, ya que en este caso se ha comprimido un proceso que dura aproximadamente dos años. Puede ser eficaz en infecciones sintomáticas, pero no en infecciones severas de poblaciones vulnerables. El virus, como ya ocurre, puede sufrir mutaciones que, potencialmente, neutralicen la vacuna actual. En resumen, lo experimentado no atiende a efectos de largo plazo, que requieren un tiempo mayor de verificación.
El avance científico no contrarresta, en principio, el descontrol de la pandemia en lugares como Estados Unidos y Europa, y en numerosos países de América Latina, incluida Argentina. Los regímenes de salud, crecientemente privatizados en detrimento de una salud pública en retroceso, colapsan en las naciones más avanzadas. La vacuna no reemplaza la lucha política para poner fin a este descalabro. Dinamarca, por otro lado, ha debido liquidar su stock de visones, que se ha convertido en una fuente de contagio recíproco con seres humanos, lo que plantea una revisión radical de métodos de producción. Esto ya lo había dejado al desnudo la serie Borgen con la cría e industrialización de cerdos, lo que no parece haber incidido en la instalación de empresas chinas en Chaco para la producción de carne porcina. Ha quedado en cuestión el régimen de producción en corrales. La eficacia de la vacuna no es un salvoconducto contra un sistema que pone al lucro por encima de la vida.
La vacuna tampoco será gratuita, pero el proyecto de Presupuesto 2021 no contempla una partida para ella, ni inquieta al FMI. Schroder, el principal negociador de activos de Europa, ya ha establecido un fondo para financiar la asistencia a los países emergentes, lo que podría derivar en un mercado financiero de vacunas. Pfizer prevé un mercado anual de u$s13 mil millones para su vacuna, que incluye a China, donde opera una licenciataria, Shaghai Fosun, en competencia con tres fabricantes de China. Es decir que se ha abierto la lucha de precio, garantía y calidad por el mercado mundial.
La primera etapa de esta lucha, por los barbijos, tests y respiradores, la ganó relativamente China, lo que se ve en el crecimiento de su influencia política regional e internacional. AstraZeneca prometió una porción de dosis gratuitas hasta julio, cuando comenzará su comercialización. El costo de 20 dólares por dosis no contempla los gastos que se añaden para llegar a las poblaciones. La gratuidad de una vacuna que ofrece una salida a una crisis humanitaria plantea otra lucha política decisiva.
El anuncio de la vacuna no sólo disparó la valorización accionaria de las farmacéuticas, pues fue entendida como una salida a la crisis económica que se asoció a la pandemia. La euforia es prematura, por lo menos a la vista de las limitaciones apuntadas. Quienes ven un retorno a la ‘normalidad’ apuntan a que desatará una “demanda reprimida” por la pandemia. Los estados enfrentan esta nueva situación, todavía incierta, con déficits fiscales enormes y paquetes de rescate monetario agotados. La tendencia a la crisis fiscal y al endeudamiento es, sin embargo, anterior a la pandemia, no un resultado de ella. La política de ajuste que debiera corregirla es, sin embargo, insustentable, tanto para la población sumamente empobrecida por la calamidad sanitaria y del derrumbe industrial, como para gran parte del capital internacional, encumbrado de deudas. La vacuna, en su debido tiempo, modificará las formas de la crisis internacional, pero no su alcance ni su profundidad.
Un ‘retorno’ a la ‘normalidad’ podría ser más revolucionario que el período ‘excepcional’ que le precede.
Jorge Altamira
13/11/2020
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