viernes, 27 de noviembre de 2020

Nicolás Avellaneda: un precursor del ajuste y el endeudamiento


“Hay dos millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed, para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros” -Nicolás Avellaneda.
El 25 de Noviembre de 1885, fallecía en altamar Nicolás Avellaneda. El ex-presidente argentino murió a sus 48 años como causa de una nefritis que intentó tratar sin éxito en Francia. Nacido en Tucumán el 3 de octubre de 1837, provincia por la cual será Senador electo al momento de su muerte, la carrera política de Avellaneda iniciará una vez asentado en Buenos Aires, donde ejerció el periodismo luego de recibirse como abogado en la Universidad Nacional de Córdoba. Hijo de un dirigente unitario fusilado por el rosismo, y estando identificado con el liberalismo, hará sus primeros pasos en el Partido Nacional dirigido por Bartolomé Mitre, pasando por el Partido Autonomista de Valentín Alsina, partido con el cual también romperá. Será recién bajo la presidencia de Sarmiento que Avellaneda tomará proyección nacional, donde tiene el cargo de Ministro de Justicia. Nombrado por Sarmiento como sucesor, será electo presidente el 14 de abril de 1874, imponiéndose a la fórmula del Partido Nacional encabezada por Bartolomé Mitre. 
 La presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880) estará atravesada por profundas contradicciones al interior de las clases dominantes argentinas, que venía de décadas de guerra civil. Recién en 1861 se había dado la reintegración de la provincia de Buenos Aires a una república común con el resto de la Confederación Argentina. Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda expresaron, sin estar exenta de choques internos, una orientación de fondo común: la integración de la Argentina al mercado mundial como un exportador de materias primas, importando bienes industriales de Europa, en especial del Reino Unido. La oligarquía terrateniente se impondrá como el actor principal del escenario político argentino, relegando no sólo a las clases populares, sino también a la incipiente burguesía industrial, limitada a un desarrollo embrionario de algunas industrias manufactureras incapaces de competir con los productos europeos. En este período, hay un salto en las inversiones de capital inglés, como así también una política de fuerte endeudamiento. Marcada por conflictos internacionales, esta etapa estará atravesada por la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay en las presidencias de Mitre y Sarmiento (1864-70), por disputas con el Estado Chileno por la Patagonia y con la intención de expansión sobre los territorios ocupados por los pueblos originarios en Sur. Estos conflictos serán utilizados por los distintos gobiernos de turno, para intentar superar las divisiones internas y lograr la unidad nacional bajo un interés común: expandir las tierras disponibles para el desarrollo latifundista. Las grandes olas migratorias que vienen desde Europa desde este período hasta la primera parte del siglo XX, buscarán dotar a la Argentina de la mano de obra necesaria para el desarrollo económico que el imperialismo y la oligarquía impulsaron. 
 Habiendo tenido fuertes choques a lo largo de toda su presidencia con Mitre, Sarmiento elige a Nicolás Avellaneda, como su sucesor. Ganando el apoyo de los Autonomistas a través de un acuerdo con Valentín Alsina, Avellaneda logra así garantizar un sostén en Buenos Aires, complementando el apoyo que ya tenía de los gobernadores del interior. Bartolomé Mitre, por su parte, rechazará su candidatura y se postulará a sí mismo como candidato por el Partido Nacional. El triunfo de Avellaneda en las elecciones de abril, estará teñido por el fraude de las elecciones a diputados de un mes antes, rechazado por Mitre y una serie de militares, que habían respondido con un levantamiento armado. Asumiendo bajo esta circunstancia, y logrando reprimir el levantamiento, Avellaneda buscará acuerdos con todos estos sectores, otorgándoles una amnistía en el año 1875, año en el cual también reprimirá el levantamiento de Ricardo López Jordán en Entre Ríos. Garantizando una amnistía total en el año 1877, Avellaneda sella su acuerdo con Bartolomé Mitre, presentando una candidatura única para la gobernación de la provincia de Buenos Aires en 1878, conformando, también con el apoyo de Sarmiento y Alsina, el Partido Autonomista Nacional (PAN), un gran partido de Estado representante de la oligarquía. 
 La asunción de Avellaneda coincidió con una de las peores crisis del capitalismo mundial del siglo XIX, la crisis de 1873. En plena inserción de la Argentina al mercado mundial, y estando atravesada por una fuerte política de endeudamiento, la Argentina ingresaba a la crisis con una con burbuja financiera montada a partir de una fuerte política crediticia impulsada por el Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires. El Estado argentino, no contaba aún con una moneda nacional única, teniendo circulando en su territorio diferentes monedas. A las impresas por el Banco de la Provincia de Buenos Aires: el peso moneda corriente, para transacciones pequeñas, como el peso fuerte, para grandes transacciones, respaldados por el patrón oro, se le sumaban la posibilidad del Banco Nacional, creado por Sarmiento en 1874, de poder generar y circular moneda, lo que es rechazado por los representantes del Banco Provincia. Además, en el interior del país, circulaban también el peso boliviano, como distintas monedas extranjeras como la libra esterlina. La expansión sin límites del crédito, superó ampliamente no sólo a la circulación de papel moneda del país, sino que a la producción de mercancías real. El boom inmobiliario que esto generó, contrastó con la contracción del comercio exterior, generando un déficit en la balanza de pagos por la caída de las exportaciones. Las quiebras masivas que azotaron al país, ponían en peligro el cumplimiento del pago de la deuda externa, que componía un 45% del presupuesto nacional de ese entonces. 
 Avellaneda cumple con el pago a los acreedores a partir de una reducción nominal de un 15% de los sueldos de todos los trabajadores del estado, como así también una suba de la tarifa de los aranceles a las importaciones a de un 30% a un 40%, aumentando considerablemente el costo de vida a partir de la suba considerable del precio de bienes de primera necesidad. Las inversiones británicas, que representaban al inicio del gobierno de Avellaneda, 23 millones de libras esterlinas, verán con buenos ojos las garantías que los distintos gobiernos les daban, duplicando sus inversiones bajo la presidencia de Avellaneda. Será en este cuadro, que se abrirá una fuerte deliberación al interior de la clase capitalista sobre la posibilidad de adoptar una política librecambista o proteccionista. El propio Alsina, será quien confirme que lejos de responder a la búsqueda de desarrollar una industria nacional, la suba de aranceles tiene tan solo el objetivo de garantizar el pago de la deuda externa, mostrando los intereses a los que realmente respondía su gobierno, como así también, bajo que orientación social se organizaba el aparato productivo nacional. Sin embargo, se observará en este período, un leve desarrollo de la industria manufacturera. La incipiente burguesía nacional creaba en 1875, el Club Industrial. Mediante este brutal ajuste, la Argentina logrará salir de la crisis en 1877, continuando tomando deuda a niveles que el propio Sarmiento consideraba usuraria. 
 En este cuadro también se desarrollará uno de los primeros procesos huelguísticos importantes del país, la Huelga Tipográfica de 1878, dirigida por la Unión Tipográfica. Iniciada en agosto, esta finalizará en octubre a partir de la conquista de una suba general de salarios. 

 La campaña contra los pueblos de la Patagonia 

 La oligarquía Argentina busca avanzar sobre la Patagonia para poder hacerse de las tierras para ponerlas al servicio de la explotación agrícola. Pretende a la vez cortarle el paso al reclamo chileno sobre los mismos territorios. Las fronteras, entre el Estado argentino y la Patagonia ocupada por los pueblos originarios, habían sido desplazadas por la campaña de Rosas en 1828, aunque las poblaciones originarias habían logrado recuperar terreno en esos años. El ejército argentino, se dio durante estos años una doble política con las poblaciones originarias: además de las violentas expansiones y corrimientos de fronteras, el Estado argentino buscó cooptar a algunos sectores, lográndolo parcialmente mediante acuerdos con caciques, a quienes denominaban “indios amigos”, a quienes a cambio de su reconocimiento como ciudadanos y algunas garantías materiales, integraron al ejército. Las disputas internas que las clases dominantes tenían en este período, quedaban de lado a la hora de discutir la expansión del territorio sobre la base de la masacre de los pueblos originarios. Alsina, ministro de guerra, defendía una estrategia “defensiva”, es decir, avanzar hasta la línea compuesta por Puán, Carhué, Guaminí Trenque Lauquen, cavando una zanja y fortificando la zona. Por otro lado, Roca, comandante de frontera en ese entonces, proponía una estrategia “ofensiva”, es decir, avanzar hasta el Río Negro atacando a las poblaciones originarias en sus bases. Hasta su muerte en 1878, se llevará adelante la política defendida por Alsina. Fallecido este, y ascendido Roca, Avellaneda aprueba el plan de este último, lanzando una ofensiva en 1879. El resultado de esto es conocido: una verdadera masacre a los pueblos originarios al servicio de unas pocas familias terratenientes.
Los 6.000 soldados del ejército regular argentino, lograron avanzar fácilmente sobre los pueblos originarios, cuya capacidad armamentística oscila entre 1.800 o 2.000 hombres armados según distintos historiadores. Además de los miles de muertos, los sobrevivientes fueron apresados e incorporados al “sistema de distribución”: miles de mujeres y niños fueron repartidos a casas de familias como servicio doméstico, mientras que los hombres adultos, fueron forzados a trabajar en campos o a incorporarse al ejército. 
 Entre 1876 y 1905, el Estado se hará de 41.787.023 hectáreas, que repartirá a 1843 familias terratenientes. Bajo la presidencia de Roca, quién continuará y culminará la campaña, se repartirán en 1885 a tan solo 541 familias. El Congreso, como representante de estos sectores, “premiará” a Roca por los servicios brindados en 1887 con el regalo de 15.000 hectáreas que él mismo ayudó a usurpar mediante la campaña de ocupación. 
 La consolidación del Estado Argentino, de la cual Avellaneda fue un protagonista importante, será sobre la base de la integración al mercado mundial como un país exportador de bienes primarios, sometido a las grandes potencias y al capital financiero. El crecimiento económico que atraviesa a esta etapa, junto con el desarrollo del ferrocarril y el impresionante crecimiento demográfico que seguirá desarrollándose hasta las primeras décadas del siglo XX, coincidirá con muy malas condiciones de vida para la población trabajadora. Estas condiciones se sostendrán mediante una política represiva contra los expotados. El Estado argentino y el establecimiento de sus fronteras, algo que merece el homenaje de la historiografía nacional, nace “chorreando lodo y sangre” a partir de la Guerra de la Triple Alianza con Paraguay, como así también mediante la Campaña al Desierto emprendida por la presidencia del propio Avellaneda. 

 Maco Alonso 

 Bibliografía: 

 – Sábato, Hilda. Historia de la Argentina 1852-1890. Buenos Aires, Siglo XXI, 2012
 -Rapoport, Mario: Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Buenos Aires, Emecé, 2013
 -Peña, Milcíades, Historia del Pueblo Argentino, Buenos Aires, Emecé, 2012.

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