El viejo “gasómetro” había sido un histórico punto de encuentro y socialización para los vecinos de Boedo. Pero la “vuelta” reviste otras características: además de habilitar la construcción del estadio, la ley autoriza a un amplio conjunto de actividades lucrativas. El proyecto aprobado incluye a “espacios educacionales, talleres de formación laboral, salas multiuso, gimnasios, natatorios, oficinas, hotel, restaurantes, confiterías, farmacias, auditorios, destacamento de bomberos, sede comunal (CGP), colcheras, galerías comerciales, patios de comidas, entre otros”. Rediseña una amplia zona del barrio La rezonificación, por lo tanto, constituye una operación inmobiliaria altamente redituable. Este es el núcleo del asunto, que deberá ser considerado en audiencia pública y en una segunda votación.
El estadio es sólo uno de sus posibles usos; si se concreta su construcción -que demandaría, según algunos diarios, entre 60 y 80 millones de dólares-, representa por sí misma un negocio financiero de envergadura y entrañaría una enorme hipoteca para el club. De lo que existe completa certeza, en cambio, es que la “vara mágica” de la legislatura ha multiplicado la renta económica del predio restituido. El propio proyecto de ley lo reconoce cuando “encomienda” (sic) al Ejecutivo a “suscribir convenio con el propietario de los inmuebles” (el club) para “establecer contraprestaciones que compensen la valorización relacionada a la modificación de la normativa propuesta”.
La ley recoge, en este punto, la tradición de todas las jugosas “rezonificaciones” votadas por progresistas y macristas en el pasado, y que en el Partido Obrero denunciamos reiteradamente, hasta ahora, como “asistencialismo inmobiliario”. Larreta ha vendido más de 200 hectáreas en la Ciudad, destinando porcentajes irrisorios de esas enajenaciones a la “urbanización de Villas”. Mucho antes de él, Ibarra “rezonificó” el predio de una clínica privada en Belgrano (FLENI), a cambio de… algunos centenares de tomografías para los niños carenciados.
Las “rezonificaciones” son la ofrenda más jugosa del poder legislativo en favor de los grupos capitalistas que operan en la Capital. Y describen el propósito político fundamental que llevó a declarar la autonomía de la Ciudad – convertir a Buenos Aires “en el centro financiero y turístico del Mercosur” (Cavallo). El emblema es Puerto Madero y las corporaciones estatales que lo habilitaron.
La pasión y el negocio
Podrá afirmarse que, en el caso de San Lorenzo, no hay una corporación empresaria detrás de la “puesta en valor” (negocio), sino el histórico club del barrio de Boedo. Pero nadie que examine la cuestión puede dejar de ver lo evidente: hace tiempo que la pasión popular que encarna el fútbol ha sido confiscada por los intereses del gran capital. En el caso de San Lorenzo, quien manejará la renta urbana extraordinaria producida por la “rezonificación” es el clan de Marcelo Tinelli, quien tendrá en sus manos las concesiones que -por la vaguedad de las actividades autorizadas- podrían ir desde un centro comercial a un miniestadio para recitales, además de la cancha. Este contrabando de los negocios capitalistas a caballo del fervor futbolero tampoco es nuevo, ni en la Ciudad ni en la Legislatura. En setiembre de 2017 la Legislatura porteña aprobó la cesión por 40 años al club Atlanta de los terrenos linderos a su cancha, para la construcción de un microestadio donde tendrían lugar “actividades deportivas y culturales”. En cuestión de días, se reveló que el club ya había concesionado el predio a un grupo privado para la organización de recitales (estadio Arena). En aquel momento, los dos legisladores que conformábamos el bloque del Frente de Izquierda votamos en contra de un negociado. La reivindicación de un club histórico no era más que el caballo de Troya del interés privado.
La cuestión urbana
En el período previo a esta votación, organizaciones vecinales del barrio de Boedo se manifestaron contra la vuelta del estadio, sosteniendo algo evidente – el fuerte impacto ambiental que generará las grandes aglomeraciones en ocasión del futbol y recitales. Un estudio de la Facultad de Ingenieria -que la UBA no quiso refrendar- recomendaba, en oposición al proyecto finalmente votado, que “el terreno sea utilizado para la enseñanza y práctica deportiva y actividades sociales en espacios abiertos y en contacto con la naturaleza de espacios verdes a crear”. Nada de esto sería incompatible, incluso, con la “reparación historica”, o sea, con la restitución del predio al club. Es cierto que en el rechazo de los vecinos de la zona a la vuelta del estadio asoma un interés propietario; suponen que afectará el valor inmobiliario de sus casas. En cualquier caso, en esta disputa por la renta del suelo, del otro lado del mostrador hay una corporación de negocios, la que maneja el dueño de ShowMatch.
En la cuestión San Lorenzo, muchos miran a Boedo, pero casi nadie al Bajo Flores, donde tuvo lugar una enorme inversión para que el club construyera uno de los mayores estadios de la Ciudad. El estadio se encontraba asociado a la histórica promesa de “reurbanización” del sudoeste porteño, poblado de villas de emergencia y tierras ociosas. El abandono del estadio Bidegain, ubicado frente a la villa 1-11-14, es la confesión de que esa “urbanización” ha fracasado; la población villera ha aumentado cuatro veces en alrededor de diez años. Con los mismos argumentos, Tinelli-Lammens-Larreta le prometen ahora a Boedo el efecto derrame que vendría de la mano de la “puesta en valor” de los terrenos de Avenida La Plata. Pero volverá a quedar demostrado que la dirección del proceso urbano, en manos del capital, es un factor confiscatorio -de la vivienda personal, del espacio público y verde- de la población.
Una reforma urbana de carácter socialista pondría ´en valor´ al mundo del trabajo que carece de viviendas y espacios verdes de carácter público. ¿O no era que la crisis la deben pagar los capitalistas?
Marcelo Ramal
21/11/2020
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