sábado, 4 de enero de 2020

Alberto Fernández y López Obrador: entre la Celac “bolivariana” y la OEA imperialista



Organicemos una Conferencia Latinoamericana de la Izquierda y el movimiento obrero

México y Argentina no están centrados en abrir un curso independiente sino en postularse como los socios más fiables para el imperialismo.

Las últimas semanas de 2019 fueron especialmente ajetreadas en los pasillos diplomáticos de Argentina y América Latina.
El primero se produjo el miércoles 18, durante las sesiones de la OEA en Washington. Allí, las delegaciones de la Caricom, que agrupa mayoritariamente a los países caribeños de habla inglesa, presentaron un borrador de resolución sobre Bolivia. Su contenido, si bien no menciona explícitamente el golpe de Estado, incluye formulaciones que desataron duros cruces. El proyecto recibió el apoyo de Argentina, Uruguay y México, que viene de fortalecer su relación política y comercial con el Caribe. Estados Unidos, Brasil y otros se opusieron, pero no les alcanzó: la resolución fue aprobada por amplia mayoría.
El otro punto a considerar es la cumbre de la Celac del 8 de enero, luego de dos años de virtual parálisis. Se trata de la comunidad latinoamericana que impulsara Hugo Chávez, buscando paralelizar la OEA y con la exclusión formal de Estados Unidos. Por su parte, la comitiva argentina formalizará el debut de Felipe Solá como canciller en este espacio.
El retorno de nuestro país al primer plano de la Celac “bolivariana” es presentado por los sectores afines al gobierno como un gesto de soberanía: mientras que el acuerdo con Estados Unidos sobre la permanencia en el grupo Lima sería de naturaleza “táctica”; la “estrategia” consistiría en impulsar un nuevo liderazgo con el México del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Estas apuestas son, en verdad, escaños hacia el premio mayor: colocar un candidato propio como presidente de la OEA, la Organización de Estados Americanos, bautizada por el Che Guevara como el “Ministerio de Colonias” del imperialismo yanqui. El tándem López Obrador-Alberto Fernández se ilusiona con que, si logra encauzar tras de sí al golpeado chavismo continental y opera como factor de contención de las rebeliones en curso, el dueño de la pelota, es decir, Estados Unidos, dará un guiño favorable a este objetivo.

Trump, Guaidó, Piñera, Evo Morales y la crisis mundial

La cautela de las iniciativas en danza puede medirse en el recule de Fernández frente a una reacción de la cancillería chilena en torno a sus dichos sobre el encarcelamiento de protestas sociales en Chile. Ante las repercusiones, Alberto F. afirmó: “Está claro, para que a nadie le quepa duda, que yo no creo que el gobierno de Piñera sea un régimen autoritario como el de Maduro. No quise meterme en la vida de Chile" (Infobae, 27/12).

La timidez actual del proyecto nac & pop contrasta con la parafernalia del relato chavista.

El fracaso de la experiencia golpista de Guaidó en Venezuela, los límites para institucionalizar el golpe en Bolivia y los problemas crecientes de los derechistas Bolsonaro y Duque, sumados a las rebeliones en curso, promueven que un sector más pragmático de la burguesía y del imperialismo empiece a considerar el “plan B”: gobiernos que garanticen tanto una contención de las crecientes tendencias a rebeliones populares como los compromisos comerciales y de la deuda.
En esta línea se inscriben las medidas de López Obrador, que acaba de ejecutar un fuerte ajuste fiscal, mientras mantiene una cooperación estratégica con su vecino del norte en los sensibles temas de la inmigración y del sostenimiento de los tratados de libre comercio. Su par argentino, Alberto Fernández, con la renegociación de la deuda y los proyectos de reforma laboral y jubilatoria, no se queda atrás.
Por eso, si bien la presencia de Evo Morales en Argentina es una ofrenda al sector “bolivariano”, los esfuerzos más grandes del gobierno (incluyendo la negativa a impulsar actividades conjuntas) parecerían destinados a convencer al imperialismo de que puede encauzar la situación. El aval del MAS boliviano al proceso electoral tutelado por los golpistas colabora en esta sintonía.
Los esfuerzos del protoliderazgo México-Argentina no están centrados en abrir un curso independiente -ni siquiera en retomar la experiencia chavista o la del Foro de San Pablo-, sino en postularse como los socios más fiables para el imperialismo, en un contexto de gran volatilidad. Pero esa apuesta, por ahora, se mueve en un terreno arenoso. Todavía deben demostrar que pueden, efectivamente, imponer el orden en la región.

Por un polo latinoamericano de los trabajadores

El intento de proyección regional de Fernández y López Obrador ya está siendo acompañado de un relato posibilista y de mal menor, con el único fin de maniatar a los trabajadores y arrastrarlos, una vez más, detrás de las burguesías nacionales. Pero, como nunca, está corrido a la derecha. Si el Frente de Todos argentino cobija a los gobernadores represores, a las megamineras contaminantes y a los antiderechos de la iglesia, su expresión latinoamericana va por más: con los colaboradores del golpe en Bolivia y Venezuela; con el sostenimiento de Piñera en Chile; con el FMI y los tratados de libre comercio; con consensos responsables con el imperialismo.
El llamamiento a una conferencia latinoamericana, que el Partido Obrero impulsa decididamente, tiene el objetivo de reagrupar a la izquierda, al sindicalismo combativo y a los luchadores populares del continente, con la perspectiva de constituir un polo de independencia de clase a nivel continental.

Luciano Arienti

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