martes, 7 de enero de 2020
Enero caliente: ¿por qué es el mes de la lucha de clases en la historia argentina?
Lejos de ser tranquilo, pasivo o "que no pasa nada", enero es un mes clave para la lucha de clases en la historia argentina. Algunas de sus experiencias más y menos conocidas.
El calor sofocante porteño, el alto porcentaje de trabajadores (los que pueden) que se toman vacaciones laborales y la escandalosa tregua que viene montando la dirigencia sindical con los empresarios y el gobierno forman un combo que hacen de Enero el mes con menor intensidad política y social.
Pero no siempre fue así. Durante décadas fue uno de los meses con mayor lucha de clases en la historia Argentina.
Es importante aclarar que la mayoría de estas historias de lucha no fueron experiencias aisladas sino que se produjeron en un contexto internacional revulsivo y con conflictividad social en ascenso.
Un “enero rojo” de 1919
Más conocida como “La semana trágica”. Los metalúrgicos de los Talleres Vasena, ubicado en el barrio porteño de Pompeya, encabezaron un feroz enfrentamiento con la empresa, el Ejército y la Policía. El 2 de diciembre de 1918 más de 800 los trabajadores que soportaban más de 11 horas de trabajo en condiciones insalubres hicieron una huelga reclamando la jornada laboral de 8 horas, descanso dominical y pago de horas extras; además de la abolición del trabajo a destajo y la reincorporación de los compañeros que habían sido despedidos por su trabajo gremial.
El rechazo de los patrones a las demandas y la llegada de carneros recrudecieron la situación, mientras los piquetes lograban paralizar la producción. El 7 de enero una feroz represión dejó obreros muertos y el conflicto se extendió. El día 9 el masivo cortejo fúnebre fue reprimido dejando muchos muertos. Actuaron más de 10.000 agentes incluso atacando dentro del cementerio de la Chacarita. Todo bajo el aval del gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.
Lo que empezó como un conflicto sindical desencadenó una huelga general histórica que conmovió y paralizó al país entero durante la semana del 7 al 14 de enero de 1919, mientras que las calles de Buenos Aires se convirtieron en un verdadero campo de batalla.
El inicio de la “Patagonia Rebelde”
Las huelgas en la Patagonia se iniciaron en enero de 1920 y continuaron hasta diciembre de 1921 donde fueron reprimidas brutalmente, nuevamente por el Ejército de Yrigoyen.
La llevaron adelante los peones rurales de Santa Cruz contra los grandes terratenientes, en su mayoría británicos. Comenzó por mejores condiciones de trabajo (como en el caso anterior vivían hacinados, trabajaban como mínimo de 12 horas y hasta los patrones podían aplicar castigos físicos a los menores cuando quisieran) y por el derecho a sindicalizarse. Luego se sumó el pedido de liberar a todos los presos políticos y esto terminó paralizando la provincia.
Para sorpresa de muchos, muy lejos del puerto y de Buenos Aires, había peones anarquistas en la Patagonia que admiraban la Revolución bolchevique a 18.000 kilómetros de distancia de Rusia; y además cuestionaban la propiedad privada y los privilegios de los más poderosos.
Esto provocó que el Estado nacional intervenga defendiendo la propiedad privada. Como lo hace siempre. El teniente coronel Héctor Benigno Varela fue “a pacificar” la situación en nombre del presidente Yrigoyen y coordinó una represión que pretendía ser aleccionadora. Fusiló a 1.500 peones.
Este mes se cumplen cien años del inicio de esta lucha histórica olvidada durante décadas por todos los gobiernos de turno. Como decía Osvaldo Bayer, quién sacó a la luz su historia, incomodaba (y continúa haciéndolo) hablar de esta masacre porque se produjo bajo un gobierno constitucional.
Cuando los albañiles se rebelaron y tomaron la ciudad
Nadie puede negar que los albañiles de la construcción forman parte del paisaje cotidiano en los centros urbanos. Aunque su trabajo es clave dentro de una sociedad, porque como decía Eduardo Galeano en última instancia son los que construyeron el mundo, históricamente fue y sigue siendo uno de los sectores más explotados del mundo laboral.
Corría el verano de 1936. La huelga general de 48 horas la iniciaron el 7 de enero los albañiles que venían de más de 100 días de lucha en todo el país. Los motivos: las interminables jornadas de trabajo de hasta 14 horas, el no reconocimiento a su organización sindical y porque no tenían días de descanso.
Empezó por demandas sindicales pero se transformó en una acción política de todos los trabajadores. Piquetes y barricadas por todos lados; y 15 barrios porteños eran llamados “el cinturón rojo obrero”. El pánico sobrevolaba las zonas ricas de la ciudad.
Se armó un comité de huelga y uno de Solidaridad que llegó a nuclea a 68 gremios, dirigido por el obrero trotskista Mateo Fossa. También un comité de mujeres que tuvo crudos enfrentamientos con la policía mientras se encargaba de articular la relación entre los huelguistas y el barrio. La CGT en ese momento, de los socialistas y anarquistas, solo daba apoyo de palabra.
Aunque creció la represión y la persecución sindical, se consiguieron todas sus demandas.
La lucha del frigorífico más grande de Latinoamérica
El frigorífico fue ocupado por sus trabajadores el 15 de enero de 1959.
Eran tiempos de Resistencia frente al derrocamiento militar a Perón en 1955 y la proscripción de cualquier simbología peronista. En enero de 1959 el barrio de Mataderos se convirtió en un verdadero campo de guerra. Trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre y vecinos por un lado; el gobierno y sus Fuerzas Armadas y de Seguridad por el otro.
Los empleados ocuparon la planta el día 15 porque el presidente Frondizi quería privatizar el frigorífico (donde trabajaban 9.000 obreros afiliados de un sindicato autónomo) incluyendo reducción de personal y aumento de los ritmos de producción. Era una de las condiciones que el imperialismo norteamericano y el FMI ponían para negociar con el gobierno radical y entregar préstamos.
El 17 de enero en la madrugada Gendarmería Nacional y la Policía iniciaron una violenta represión adentro y afuera de la fábrica. No fue una tarea fácil, los obreros resistieron durante tres horas el desalojo. La lucha pudo ser derrotada debido a la inercia y las negociaciones de la burocracia sindical con el Estado y la dura represión. Sin embargo la “batalla de Mataderos” es todavía recordada en la zona por varios motivos: los combativos métodos, el uso de las barricas y la amplia solidaridad generada.
De Carlo: La toma que desafió el Pacto Social
Esta es una de las historias menos poco conocida. Del Carlo era una autopartista ubicada en la zona norte del Gran Buenos Aires. Como ocurría en muchas fábricas de la zona –como en todo el país- se había desarrollado una joven vanguardia obrera y militante que empezaba a cuestionar los métodos antidemocráticos y patoteros de la burocracia sindical peronista que dirigía el gremio metalúrgico.
El conflicto se inició en diciembre de 1973 cuando la patronal, por medio de una provocación montada, echa a Arturo Apaza un obrero y militante trotskista del Partido Socialista de Trabajadores, que se había convertido en un gran referente indiscutido entre sus compañeros. No fue al azar, Apaza estaba organizando una comisión antiburocrática que se oponía a la actitud pasiva de los delegados.
Se inició una huelga que duró 18 días y en su transcurso fueron despedidas 89 personas. La UOM boicoteó la lucha desde principio a fin.
El 15 de enero de 974 el conflicto escaló. Se decidió ocupar el edificio y tomar como rehenes a los dueños de Del Carlo. A par se organizaron comisiones de defensa, de lucha, de solidaridad. Esta última formada por fábricas de los alrededores. Días más tarde se lograba un triunfo histórico: se reincorporaron todos los despedidos y se pagaron los 18 días caídos. Además las trabajadoras de moldeado lograron su encuadramiento sindical dentro de los metalúrgicos, cuando antes pertenecían al gremio de plásticos. Una semana más tarde una gran asamblea revocó a los viejos delegados y se eligieron a los trabajadores más destacados del conflicto.
La de Del Carlo fue una de las primeras huelgas salvajes y las rebeliones anti burocráticas que se extendieron a lo largo de 1974 bajo la presidencia de Perón y luego de Isabel. Pusieron en vilo el Pacto Social que el Estado, sindicatos y empresa habían firmado en mayo de 1973 para sellar una tregua y así lograr desmovilizar a la clase trabajadora.
La experiencia de estos jóvenes metalúrgicos fue muy importante. No sólo porque fue parte esencial de la vanguardia que participó en 1975 de las coordinadoras interfabriles y que llegaron a organizar cerca de 100.000 trabajadores en todo el Gran Buenos Aires; sino también porque aprendieron nuevas formas organizativas que incluía métodos de base: combativos y democráticos, muy diferentes a los que los tenían acostumbrados la dirección sindical peronista.
Claudia Ferri
@clau.ferriok
Martes 7 de enero | 00:00
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