martes, 7 de enero de 2020
Venezuela entre el autogolpe y el golpe
El gobierno argentino se sumó a la condena a Maduro
El llamado golpe legislativo llevado adelante por Maduro, desplazando a Guaidó de la Asamblea Nacional y designando autoridades afines al régimen bolivariano, ha despertado una condena internacional y de los gobiernos latinoamericanos, incluido el argentino. Contrasta esto con el silencio sepulcral o el respaldo al asesinato del general iraní Soleimani y a militares de alto rango de Irak hace apenas dos días atrás, que se inscribe en la escalada belicista que viene llevando el imperialismo yanqui en la región, precedido por sanciones económicas y represalias comerciales, luego del retiro unilateral de Estados Unidos del pacto nuclear con Irán.
Quienes condenan la acción del gobierno venezolano en nombre de la “democracia” y los derechos humanos no condenaron un mes atrás el golpe de Estado en Bolivia. Más aún, no tuvieron el menor empacho para reconocer al gobierno fraudulento de Añez. Esto no puede despertar la sorpresa de nadie pues son históricos impulsores del golpismo y del avasallamiento a todos los pueblos del mundo, comenzando por el imperialismo yanqui. Lo mismo puede decirse del ultrarreaccionario Bolsonaro, que reivindica a la dictadura brasileña, o de los derechistas Piñera o Duque, quienes vienen llevando adelante una violenta represión contra los alzamientos populares en sus países, con centenares de detenidos, heridos y muertos. El grupo de Lima, que ha tomado la delantera a la hora de agitar la bandera de la “democracia”, es el ariete fundamental de una conspiración que viene orquestada desde Washington. La autoproclamación fraudulenta de Guaidó como presidente se inscribe en un operativo para forzar el derrocamiento de Maduro. En otras palabras, el autogolpe bolivariano viene precedido por el golpe opositor que ungió a Guaidó, con la bendición de Trump.
Esto ha estado unido a un brutal cerco económico que el imperialismo ha establecido sobre Venezuela, al disponer la intervención de los activos de ese país en los Estados Unidos, así como la amenaza declarada de apelar a una invasión militar, para asegurar los objetivos del golpe.
La responsabilidad del chavismo
La hipocresía de la derecha no puede hacer perder de vista, sin embargo, el creciente impasse del régimen bolivariano. El chavismo ha pasado de ser un régimen plebiscitario, con gran respaldo de masas, a un régimen de facto.
El gobierno bolivariano no alteró las relaciones de propiedad, ha dado aliento al desarrollo de la llamada “boliburgesia" y ha cultivado una asociación con las multinacionales en petróleo y minería. Cuando la crisis mundial precipitó la caída de los precios del petróleo, no vaciló en trasladar a las masas el peso de la crisis, con devaluaciones y tarifazos. El gobierno venezolano ha llevado el salario a 6 dólares, eliminó la vigencia de los convenios colectivos de trabajo y provocó una catástrofe social y millones de refugiados. Esta orientación ha sido sostenida con una creciente estatización de las organizaciones populares y la represión contra toda protesta popular que escapa a su control. A medida que el abismo con el pueblo se agranda, la única forma de sobrevivir de Maduro ha sido reforzar al uso vertical y discrecional del aparato del estado capitalista, apelando al ejército como sostén principal. El árbitro de la situación política venezolano ha pasado a ser las fuerzas armadas, lo que, en perspectiva, abre las puertas a una salida de fuerza en el momento en que la cúpula militar decida pegar un viraje y soltarle la mano a Maduro. Esto es lo que está intentando, por ahora infructuosamente, la oposición derechista.
Con el bloqueo económico, Maduro se ha ido recostando cada vez más en Rusia y China. Pero es necesario tener presente que la asociación con las dos potencias no es un paseo sino que los gobiernos de ambos estados vienen imponiendo condiciones leoninas. Venezuela ha debido ceder el 49 % de CTIGO, propiedad de PDVSA en EE.UU., a la rusa Rosnef y prácticamente tiene hipotecada parte de su producción de petróleo, entregándolo, encima, a precios inferiores a los internacionales para pagar la deuda externa que mantiene con Rusia y China. Esto se complementa con el entrega creciente de la cuenca del Orinoco, donde se concentra la principal reserva de petróleo a escala mundial, a corporaciones rusas y chinas, que, en la actualidad, están desplazando a su pares de EEUU y Europa. Naturalmente, esto es un factor de disputa y tensión con las metrópolis imperialistas y coloca a Venezuela en uno de los escenarios de la guerra comercial entre EE.UU. y China, la cual se extiende también a Latinoamérica.
La aproximación con Rusia y China, cuyo apoyo extorsiones mediante es a cuentagotas y condicionado, está lejos de dar una salida a la situación desesperante que vive el país. El apoyo de las burocracias reatauracionistas rusa y china tiene límites muy precisos; los intereses petroleros y económicos que tienen Putin y Xi Jiping en Venezuela son prenda de canje y negociación en la disputa que Moscú y Pekín mantienen con Washington
Perspectivas
El éxito del golpe parlamentario de Maduro se explica no por la fortaleza del régimen sino por la debilidad y división de la oposición. No se nos puede escapar que Guaidó ha ido perdiendo bríos y han fracasado las tentativas por afianzarlo como un poder paralelo y desalojar a Maduro del gobierno. La movilización fue decayendo y, del mismo modo, la impotencia fue provocando un desgranamiento de las fuerzas opositoras, que nunca, agreguemos, fueron homogéneas. Recordemos que Guaidó tuvo que autoproclamarse presidente pues no contaba con los votos necesarios en las filas de la oposición en el marco de la Asamblea Nacional.
Por más que logre prosperar el golpe, eso no revierte la catástrofe en que se encuentra Venezuela y la responsabilidad del gobierno en la misma, que ha conducido al pueblo a esta encerrona que se acentúa día a día. Esto vuelve a colocar dramáticamente a la orden del día la necesidad de que los trabajadores entren en escena pero con total autonomía del gobierno, apartándose, al mismo tiempo de las maniobras de la derecha. Un polo independiente de la clase obrera es el que puede permitir superar el impase político actual. Las tendencias sindicales y políticas combativas de Venezuela deben ponerse a la cabeza de la convocatoria de un Congreso de Trabajadores para discutir un programa y una salida de los trabajadores frente a la crisis nacional.
Al mismo tiempo, una cuestión crucial es una acción continental de los trabajadores. El cerco internacional y la conspiración imperialista solo pueden ser derrotados por la movilización de masas en Latinoamérica y no por el sostén de las burocracias rusa o china.
Un párrafo especial final lo merece el gobierno argentino. Alberto Fernández no quiso plegarse a la declaración emitida por el grupo de Lima, pero denunció el "hostigamiento” del accionar chavista y llamó “inadmisibles los enfrentamientos”. Una forma velada de condena a Maduro y respaldo a la derecha, cosa que no ocurrió con el asesinato del general iraní donde no hubo ni denuncia ni condena a la provocación de Trump. Recordemos que, por presión de la Casa Blanca en medio de la negociación de la deuda, el gobierno argentino se mantiene en el grupo de Lima. Y según las versiones, la Cancillería al mando de Solá ha ofrecido sus buenos oficios para buscar una salida negociada, que culmine con el desplazamiento de Maduro. En otras palabras, una supuesta “mediación” o “diálogo”, que cuenta con la bendición de la Unión Europea, el Vaticano, el gobierno mejicano y del saliente Frente Amplio uruguayo, con el objetivo de abrir paso a una transición “ordenada” en el país caribeño. Señalamos el carácter intervencionista y golpista de estas propuestas y llamamos a defender la independencia política de los trabajadores, en todos los planos, para hacer frente al imperialismo y al golpismo y llevar a la victoria las rebeliones populares en curso.
Pablo Heller
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