lunes, 28 de octubre de 2019

Se va Macri

Se va Macri. Se va el que dijo que venía a reconstruir la República y en la primera semana de Gobierno quiso meter dos miembros de la Corte Suprema por decreto. Que recibió en la Casa Rosada al policía que disparó antes de arrestar. Que hizo difundir la versión de que un pibe que estaba desaparecido luego de un operativo represivo en realidad era un asesino que estaba escondido. Que se preocupó más por atacar a la familia de ese joven y defender a las Fuerzas de Seguridad que por buscar a la víctima y averiguar qué había pasado.
Se va Macri. El que dijo que venía a combatir la corrupción y apareció envuelto en los Panamá Papers. El que, como quien no quiere la cosa, hizo un acuerdo para que el Estado le condonara a su familia una deuda de, por lo menos, cinco mil millones de pesos. El que, entre otras cosas, también benefició a las empresas de su familia con contratos en las autopistas, con una maniobra mediante la cual pagó una reparación millonaria injustificada que sirvió a la vez para renovar los contratos. El que ubicó en áreas del Estado a funcionarios que cuidaban y representaban intereses de las empresas de su área.
El 1984 de George Orwell es muy conocido por el Gran Hermano que todo lo vigila, la distopía que anticipó el reinado de la vigilancia. Pero en 1984 hay algo más sutil que no necesita de tecnología y tiene que ver con el trastocamiento del lenguaje. Allí, el ministerio del Amor se encargaba de aplicar castigos y tortura, el ministerio de la Paz se encargaba de mantener la guerra, el ministerio de la Abundancia, de administrar escasez y del racionamiento y el ministerio de la Verdad, de reescribir la historia.
Algo en el orden de este desquicio se ha percibido en estos cuatro años de marketing permanente.
Porque se va Macri. Que dijo que había que dejar de lado las diferencias y no ilumina el mural de Eva, la mujer que es un símbolo de la Argentina acá y alrededor del mundo. En esa oscuridad, que para algunos puede parecer un detalle menor, se condensa el odio con que en otros tiempos se escribía “viva el cáncer”. En esa oscuridad se ve que detrás del marketing del amor hay odio.
Se va Macri y los que hacen campaña diciendo que está en juego la libertad y que no podremos expresarnos si pierden pero arman causas penales y arrestan a personas por escribir tuits en los que expresan el rechazo al Presidente.
Se va el que dijo que traería pobreza cero. Y el primer motivo por el que se va es por su fracaso en el área económica. No porque no le salió bien lo que quiso implementar, ni porque el contexto internacional no lo ayudó, sino porque no era posible llevar a cabo su plan sin el deterioro de la mayoría de la población. Destrucción de puestos de trabajo y baja del poder adquisitivo no fueron daños colaterales sino el corazón de su proyecto.
Se va Macri. El que pidió sensatez al peronismo (que, se sabe, siempre es insensato e irracional, siempre levantando el parquet para hacer asado) pero, como dijimos, dedicó sus últimos actos de campaña a pregonar que estaba en juego la libertad y esto permite intuir que él mismo en la oposición no sería el ejemplo del diálogo democrático y republicano que su marketing exigía exigir. Porque si está en juego la libertad ¿qué no sería legítimo hacer para recuperarla?
El macrismo trastocó el lenguaje. Nombraba una cosa para transmitir lo contrario. O nombraba una cosa cuando estaba ocurriendo lo contrario. El ministerio del Amor, la Verdad, la Paz y la Abundancia. Pero, a pesar de todo, la sociedad mantuvo la cordura.
Se va que el trastocó el lenguaje. Pero el lenguaje de Macri también tuvo límites.
Se va el Presidente que no pudo decir desaparecidos ni terrorismo de Estado durante estos cuatro años. Que cuando dijo dictadura fue para hablar de Venezuela, ni una sola vez para Videla y Massera. Macri sólo usó el genérico “violencia política”, un eufemismo porque dos demonios ya estaba muy quemado. Un Presidente que sólo se reunió con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo cuando supo que lo harían el presidente de Francia y el de Estados Unidos.
El viernes, durante la veda electoral, Alberto Fernández fue a acompañar a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, que recibió el premio honoris causa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. “De ahora en adelante, Alberto, caminamos juntos”, le dijo Estela. “Vengo a acompañar a Estela, Y a las Abuelas y a las Madres, que son seres enormes”, apuntó Fernández cuando lo abordaron los periodistas. En los festejos de las PASO, Fernández subió al escenario y abrazó a Taty Almeida y Lita Boitano, de Madres de Plaza de Mayo línea fundadora y Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. También estuvieron en primera fila en el festejo de ayer las Madres y Abuelas.
No tendrá una tarea fácil Fernández en el plano económico. Debe emprender una reconstrucción complicada. Pero partiremos de la base de que los trabajadores no son un costo empresario, que los que van a la escuela pública no se cayeron y de que los derechos humanos no son un curro. Tendremos un Estado que otra vez esté orgulloso de las Madres y las Abuelas y del trabajo que hicieron los organismos de derechos humanos para que podamos tener y mantener esta democracia, ellas son la verdadera base sobre la que se levanta la república. Ahora tendremos un presidente con el que podremos enojarnos y amigarnos, pedirle más, exigirle más, reclamarle, como él mismo dijo, si no cumple con lo que prometió, pero, todo indica, será un presidente que no trastoque el lenguaje sino con el que tendremos un lenguaje en común. Es un buen inicio.

Victoria Ginzberg
Página/12

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