sábado, 12 de octubre de 2019

Industria farmacéutica: un negocio millonario a costa de tu salud



Las ventas de medicamentos representan un negocio millonario para los dueños de los laboratorios, superando en la era macrista los 19.700 millones de dólares. Radiografía de un sector altamente cartelizado y gravitante en la política nacional.

La industria farmacéutica argentina es uno de los sectores manufactureros más pujantes. A pesar de la crisis económica actual, su producción se mantuvo por encima del nivel general de la industria desde el 2012. La facturación en el mercado interno creció a un promedio anual de 28,7%.
Bajo el macrismo las ventas de medicamentos al mercado interno y externo de producción nacional y la reventa de los importados, fueron millonarias. Desde 2016 hasta el II trimestre de 2019 (último dato disponible Indec) la facturación del sector ascendió a USD 19.700 millones.



Fuente: elaboración propia en base a datos Indec

Para dimensionar el alcance de este monto, si tomamos la facturación del año 2018, que ascendió a $ 128.758 millones, o $ 353 millones por día, podemos decir que en un día la industria facturó el equivalente a 133.000 AUH ($2650) o 28.000 jubilaciones mínimas ($13.000).
Los niveles siderales de ventas se condicen con las ganancias registradas en los principales laboratorios. La alemana Bayer obtuvo ganancias por $ 926 millones en 2018, casi duplicando los $ 562 millones de 2017. Roemmers venía de ganar $ 1000 millones en 2017 y declaró ganancias por $ 1029 millones el año pasado. Mientras que el laboratorio Raffo presentó ganancias por $ 314 millones en 2018, por debajo de los $ 973 millones del año 2017.
En sentido opuesto, a medida que se profundiza la crisis aumentan los faltantes de medicamentos- un ejemplo alarmante es la falta de medicación para pacientes con HIV/SIDA.
Los laboratorios son los que fijan los precios de los medicamentos. La inflacion interanaual a agosto de 2019 año fue del 54 %, mientras que los medicamentos aumentaron un 87 % en el mismo período.
El rol de los laboratorios de origen nacional es clave en este sector: el 70,5 % de las ventas corresponden a la producción nacional (aunque el insumo clave de los fármacos, el principio activo, es en su mayor parte importado) y el 29,5 % a la reventa de medicamentos importados.
Ambos sectores se agrupan en tres poderosas cámaras empresarias: la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (Cilfa), que nuclea a los laboratorios de origen nacional; la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (Caeme), que representa a los laboratorios de origen extranjeros; y la Cooperativa de Laboratorios Argentinos (Cooperala).

La clave del éxito: cartelización y remarcación de precios

La industria farmacéutica factura a nivel mundial casi USD 1.000 billones, esto representa alrededor el 1,3 % del PBI mundial, siendo una industria con un alto nivel de concentración tanto en términos geográficos (localización de las casas matrices y ventas) como de participación en la facturación.
Esto se replica a nivel local, con una cadena altamente cartelizada en el segmento de la distribución (droguerías y distribuidoras de las obras sociales) y con fuertes jugadores en el segmento de la comercialización (farmacias).
El mercado farmacéutico es abastecido por 230 laboratorios, 190 plantas industriales y 40 laboratorios públicos. Pero el negocio está concentrado en pocos laboratorios que presentan las mayores ventas.



Apenas 4 distribuidoras –ligadas a los laboratorios más importantes– representan el 99 % de las ventas a las obras sociales.
Ellas son: Rofina (del laboratorio Roemmers), Disprofarma (cuyo dueño es Sebastián Bagó), Farmanet (Gador y Casasco y las multinacionales Bayer, Novartis y Boehringer Ingelheim) y Global Farm (nuclea a la mayoría de los laboratorios de origen estadounidense).
Las distribuidoras deberían arbitrar para conseguir los precios más bajos para las obras sociales, pero ocurre todo lo contrario dado que son los laboratorios quienes las controlan, cobrando enormes sobreprecios bajo amenaza de cortar la distribución.
La misma dinámica se da en las droguerías: solo 4 de 445 existentes concentran el 70 % del mercado. Droguería del Sud, ligada al laboratorio Roemmers, registró ventas por $ 34.000 millones en 2018, mientras la Droguería Monroe Americana, del Grupo Gomer, obtuvo ventas por $ 17.599 en el mismo año. Las otras droguerías que completan el podio son la Suizo Argentina y Droguería Barracas.
En el último eslabón, el de las farmacias, la empresa Farmacity, perteneciente a Pegasus, creado por el exvicejefe de Gabinete Mario Quintana, ha ganado un peso preponderante en los últimos años, con ventas por $25.000 millones.

Hugo Sigman, y los multimillonarios dueños de los laboratorios

El tirano poder de los laboratorios y su cercanía con el poder político de turno ha sido reflejado a través de innumerables películas, El jardinero fiel es una de ellas. Allí una activista es asesinada justo antes de denunciar la experimentación de una droga nueva sobre la población pobre de Kenia.
Lo cierto es que entre la realidad y la ficción se mantiene una certeza: la inversión en investigación y la producción privada de medicamentos bajo el sistema capitalista se rige por un solo fin, aumentar la riqueza de sus dueños. Dentro de la selecta lista Forbes de los 50 argentinos con mayores fortunas encontramos a varios de los siguientes popes de los laboratorios: Alberto Roemmers, 1800 millones de dólares; Lilia Sielicki, accionaria de Laboratorio Elea Phoenix, (también negocios energéticos) cuenta con una riqueza de 1000 millones de dólares; Sebastián Bagó cuenta con una riqueza personal 800 millones de dólares.
El caso de Hugo Sigman merece una mención aparte. Es la persona que "mueve los hilos" en la industria de laboratorios. De perfil alto, suele hablar en nombre de Cilfa.
Luego de poner en pie la productora de principios activos Chemo a fines de los 70s en el Estado español, Sigman fundó junto a su esposa Silvia Gold el poderoso Grupo Insud. Este tiene presencia en más de 40 países, 17 plantas de producción de fármacos (dos de ellas, especializadas en producción de vacuna contra la aftosa, aprobadas por la FDA norteamericana y consideradas dentro de los 300 objetivos estratégicos yanquis según wikileaks) y agroquímicos (la relación entre los laboratorios y el agronegocio pareciera ser una tendencia mundial: hace dos años la poderosa Bayer se hizo dela totalidad de los activos de Monsanto).
Sus principales activos se encuentran en la Argentina, España, Italia, China, Estados Unidos y Suiza. Se estima una facturación global anual superior a los 1600 millones de dólares y posee negocios tan diversos como la productora Sigman and Kramer , la franquicia argentina de Le monde diplomatique, la editorial Capital Intelectual, Solantu (artículos de lujo), cabañas ganaderas, madereras y turismo de lujo.
Sigman y Gold también poseen acciones con peso en Biogénesis Bagó, Sinergium Biotech, Elea Phoenix, Bioceres e Inmunova, y es el presidente de la Cámara Argentina de Biotecnología.
De estrechos vínculos con el exministro de Salud de Cristina y actual gobernador de Tucumán, Juan Manzur (se dice que le financió la mitad de su campaña) y Héctor Daer (titular de la CGT y del gremio de la Sanidad). Por estos días los medios informativos especulan que será este poderoso empresario quien ponga al ministro de salud de Alberto Fernández.
La relación entre Hugo Sigman y Juan Manzur viene de su época de ministro de salud. Durante la crisis de la Gripe A (2009) el gobierno le entregó un contrato de provisión de vacunas por 10 años, que fue renovado por el macrismo. Al respecto, Sigman dijo: "Era la crisis de la gripe A y no había vacunas suficientes en el mundo; nos llamaron del Gobierno para ver qué se podía hacer -explica el empresario-. Después de varias reuniones planteamos una salida ’a la brasileña’: que el Estado se comprometiera a comprar vacunas por 10 años. Es una cooperación público-privada por la que se logró autonomía tecnológica y sanitaria, pero que algunos leen como ’pingües’ negocios".
Un negocio redondo para el hombre con mayor poder en la industria farmacéutica local, que a pesar de los recortes en salud continúa recibiendo órdenes de compra por parte del Estado. Otra disputa conocida fue la que tuvo con Quintana, cuando éste dejó fuera de la intermediación a las Cámaras Sectoriales que le vendían medicamentos a PAMI, uno de los mayores compradores del mercado (40 %).
Figuró como aportante de campaña de Cambiemos en 2015 y antes de que se hunda ese barco, fue quien logró el encuentro entre el delfín de las plataformas comerciales, Marcos Galperín, y Alberto Fernández del Frente de Todos.

Sobreprecios: la salud no es un negocio

La decisión de cortar la intermediación de Farmalink (una empresa conformada por Cilfa, Caeme y Cooperala, es decir controlada por los laboratorios, que se encargaba de auditar las millones de recetas que emiten las obras sociales) en la compra de los medicamentos del PAMI, precipitó la ruptura de Sigman con el macrismo y algunos sostienen que esta movida le costó el puesto a Quintana.
La guerra contra la intermediación de Farmalink terminó en un acuerdo para rebajar un 5 % los medicamentos. Nada. La intermediación sigue en manos de los laboratorios a través de sus distribuidoras y droguerías.
Pero el resultado es que ante el poder de remarcación de los laboratorios siempre los perjudicados fueron los jubilados. "La jubilación mínima en mayo de 2019 alcanzaba $10.410 (en junio de 2019 aumentará a $ 11.525), lo que implica un aumento de 172% entre mayo de 2015 y mayo de 2019 (y de 201% entre mayo de 2015 y junio de 2016), mientras que la inflación de los medicamentos en el mismo periodo alcanzó 314%", sostiene un informe del centro CEPA.
Para terminar con la remarcación de precios sobre bienes imprescindibles para la vida humana y los negociados de los laboratorios privados con los gobiernos de turno, es preciso atacar la ganancia obscena de estos empresarios que solo lucran con la salud de las personas. La izquierda propone nacionalizar todo el sistema de producción y distribución de medicamentos. Pelear por poner en pie un Sistema Nacional Único de Salud estatal y gratuito, donde el Estado a través de una gestión colectiva de médicos, enfermeros y representantes de la población planifique, financie y preste los servicios. Para abastecer a todo el país, en tiempos de ajuste fiscal del FMI que incluye recortes presupuestarios. La salud no tiene que ser un negocio rentable, sino un derecho.

Emiliano Trodlera
Guadalupe Bravo
Economista | @GuadaaBravo
Miércoles 9 de octubre | 15:55

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