lunes, 28 de octubre de 2019

El futuro llegó: Alberto es presidente electo, la economía un océano salvaje



Focos de incendio de la transición. Un lunes caliente con un dólar indomable. Los amos del norte ajustan los términos de la esclavitud. Breve balance del macrismo en una América Latina convulsionada.

El triunfo de Alberto Fernández de este domingo 27 vuelve a traer a primer plano todos los problemas económicos del país. El desarrollo de la crisis no se suspendió en el período transcurrido entre las PASO de agosto y las elecciones generales. Simplemente fue disimulado por las medidas económicas que tomó el gobierno saliente para evitar que el caos se apropie de todo el entramado económico.
La pelota se pateó para adelante al costo de agravar los desaguisados. Por ejemplo, las reservas cayeron desde más de U$S 66 mil millones (registradas al 9 de agosto) hasta menos de U$S 44 mil millones (nivel del viernes 25 de octubre). El cepo recargado que restringe a U$S 200 la compra de la divisa estadounidense anunciado en la medianoche del domingo, apenas conocido el resultado electoral, es una prueba de la grave sequía de dólares de la economía. El cuidado de las reservas, que tanto reclamó Alberto Fernández, es para honrar la deuda usuraria.
La fuga de capitales, la salida de depósitos bancarios en dólares y los pagos de la deuda explican esa sangría de las reservas que totalizó casi U$S 23 mil millones en dos meses y medio. Descontando un “swap” (intercambio de monedas) con China, encajes de depósitos en dólares y el fortalecimiento que envió el FMI, las reservas de libre disponibilidad del Banco Central se encuentran en un nivel alarmante. Los analistas estiman que alcanzan para realizar los pagos de la deuda sólo por unos meses, tal vez hasta marzo. La desvalorización del peso argentino y el débil respaldo en reservas alientan el fantasma de la hiperinflación.
El golpe de mercado desatado el 12 de agosto dejó ganadores claros. Entre ellos a las grandes multinacionales agroexportadoras que se beneficiaron con la devaluación; a las empresas productoras de alimentos y supermercados que remarcaron precios sin límites (y lo volvieron a hacer la semana anterior a las elecciones generales) y a los bancos cuyos ingresos aumentan con la tasa de interés, elevada hasta las nubes. En términos generales, la clase capitalista se vio beneficiada por el deterioro del poder de compra del salario en pesos y su devaluación cuando se mide en dólares.
Entre las dos elecciones el dólar se disparó desde $ 46,55 (cotización del 9 de agosto) hasta $ 65 (valor de este viernes 25 de octubre): una suba de 40 %. La semana previa a la votación de este domingo se desató una nueva corrida sobre el dólar, que llevó para arriba la cotización, exhibiendo los límites del cepo que hasta el viernes limitaba las compras a un máximo de U$S 10 mil mensuales por persona. El último día hábil previo a las elecciones, la pérdida de reservas del Banco Central fue muy fuerte: U$S 1.750 millones.
La transición hasta la asunción de Fernández el 10 de diciembre estará cargada de tensiones y concentrará la atención en varios focos de incendio. El más urgente es justamente el eterno retorno de la corrida cambiaria. Con el cepo recargado, las tensiones se trasladarán a las diferentes cotizaciones que existen en esa suerte de desdoblamiento cambiario de hecho que se refleja en los diversos tipos de cambio: el dólar "blue" o ilegal; el "contado con liqui", una operación utilizada por el gran capital para sacar dólares del país; entre otras referencias donde el dólar cotiza muy por encima del oficial.
En las semanas previas se especulaba con otras alternativas. Desde un desdoblamiento formal del mercado cambiario hasta una “solución final” con un canje compulsivo de plazos fijos en pesos por bonos para evitar que una eventual corrida bancaria se vuelque al dólar presionando la cotización hasta valores impensables. Sería un recurso de última instancia. El desarrollo de la crisis puede conducir en etapas sucesivas a medidas más drásticas. Esperar y ver.

Los amos del norte

Mientras en la city porteña existe un combate cuerpo a cuerpo por el dólar, otros asuntos estructurales y urgentes en la agenda del presidente electo se negociarán en otra geografía: en Washington, donde está la sede del FMI, y en Nueva York, donde residen los lobos de Wall Street. Allí se discuten los términos de la esclavitud del país para los próximos años o décadas.
La peregrinación de emisarios de Alberto Fernández a la meca de Wall Street fue intensa en las semanas previas a las elecciones. Hasta allí viajaron Guillermo Nielsen y Martín Redrado, entre varios otros, para allanar el terreno de una negociación con los fondos buitre. El default selectivo decretado por Mauricio Macri puede generalizarse prontamente en función de cómo evolucione el anémico stock de reservas del Banco Central.
El Frente de Todos se dispone a honrar, sin beneficio de inventario, una deuda fraudulenta. El proceso de endeudamiento macrista comenzó con una emisión para acatar un fallo del fallecido juez neoyorquino Thomas Griesa a favor de los mismos buitres con los que se negocia ahora; se extendió en el medio de una fiesta financiera inaudita que incluyó la emisión de un bono a cien años por parte de Luis “Toto” Caputo (el Messi de las finanzas según Macri) que benefició a un fondo de inversión del que él mismo fue accionista; financió la fuga de capitales; alimentó el banquete de los ricos de los país; pero ni un centavo de dólar llegó al pueblo trabajador al que le quieren cargar la cuenta.
En la historia reciente, las renegociaciones (Plan Baker, Plan Brady, blindaje, megacanje, canjes de 2005 y 2010), exhiben que cualquier "reperfilamiento", en la combinación que se quiera imaginar (con quita, sin quita, con extensión de plazos, a la uruguaya, a la ucraniana), sólo beneficia a los sospechosos de siempre -los buitres- y redunda en enormes ganancias para los bancos intermediarios: J.P. Morgan, Citibank, Santander, Deutsche Bank, BBVA Francés y sigue la lista.
Al ser la deuda no sólo un mecanismo de extracción de riquezas (que producen los trabajadores y trabajadoras del país), sino también de dominación por parte de los centros financieros internacionales, la crisis de deuda reaparece una y otra vez. En cualquier momento económico es incompatible atender el pago de la misma y satisfacer las aspiraciones genuinas del pueblo trabajador. Mucho más en las actuales circunstancias, donde los pagos de capital e intereses de deuda promedian los U$S 51 mil millones anuales (más del 10 % del PIB, de la riqueza anual que se crea en el país) y suman más de U$S 200 mil millones para el período 2020-2023.
Los acontecimientos de Chile y Ecuador pueden tener una utilidad para Alberto Fernández. Claramente no está en su estrategia llamar a movilizarse, sino más bien todo lo contrario. La utilidad podría ser la de obtener una negociación favorable exhibiendo a los amos del norte un fantasma que todos (inclusive el propio Fernández) quieren exorcizar: el de la lucha de clases. El aumento de caudal de votos del macrismo, por derecha, puede actuar de manera indirecta fortaleciendo el ala conservadora del peronismo para asumir mayores compromisos en Washington.
Los fondos buitre mantienen un enfrentamiento con el FMI para ver quien cede una migaja frente a la crisis de estas pampas. El Fondo a su vez está atravesado por internas frente al fracaso en Argentina y Ecuador. Esto no necesariamente es bueno para el país. Luego de haber financiado el fracaso de Cambiemos con el mayor préstamo de la historia, cuyos desembolsos se concentraron casi íntegramente entre 2018 y 2019, desde Washington podrían plantear un ajuste más duro para mostrar una mano firme frente al gobierno entrante.
El Fondo exige, además, una renegociación de la deuda con quita a los bonistas para intentar hacer sustentables los pagos de deuda los próximos años. Es que en un mundo con tasas de interés cero en las principales potencias económicas, con las remuneraciones exorbitantes que obtuvieron en Argentina, los fondos especulativos se cobraron por adelantado las posibles concesiones que eventualmente tengan que hacer en una renegociación.
En la crisis argentina cada cual atiende su juego, pero estratégicamente todos apuntan a profundizar el dominio extranjero. Aún en medio de sus internas y tensiones con los fondos especulativos, el FMI no deja de ser el gendarme que resguarda los privilegios del capital financiero internacional. No hay que ser adivino para conocer sus exigencias: reforma previsional, tributaria y de las leyes laborales. La misma agenda que el macrismo tuvo que archivar luego de las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017 en rechazo del cambio en la movilidad jubilatoria. La misma agenda que fue impugnada en las urnas este domingo.
En una América Latina convulsionada por la lucha de clases en Ecuador y Chile, por un lado, y con un Donald Trump exigiendo un alineamiento al entrante gobierno en la política imperialista en Venezuela como condición para avanzar en una negociación con el FMI, por el otro, Alberto Fernández deberá navegar -o naufragar- en un océano salvaje.

Breve balance de la era Macri

El kirchnerismo para no “estigmatizar” a los pobres guardó las estadísticas del Indec dentro de un cajón y lo cerró con siete llaves. No obstante, hay quienes buscaron sacar los datos de la oscuridad: Daniel Schteingart y Guido Zack estimaron que en el segundo semestre de 2015 la pobreza alcanzó al 27 % de las personas. En el primer semestre de este año la pobreza llegó al 34,4 %: unos 16 millones de habitantes. Cuando termine el año, varios analistas indican que la pobreza podría alcanzar al 40 % de las personas. El macrismo prometió “pobreza cero” y terminará con un nivel de pobreza récord, al menos desde el año 2002.
Hace décadas que es parte del paisaje cotidiano que un tercio de la población esté bajo la línea de la pobreza medida por ingresos. Martín Rodríguez y Pablo Touzon definen a esta situación como “democracia de la desigualdad”. El macrismo vino a confirmarlo (y a agravarlo).
Hay otros logros del macrismo en beneficio de la clase empresaria: una desocupación del 10,6 %, una caída del poder de compra del salario que va a superar ampliamente el 20 % entre 2015 y 2019 (es más profunda entre los estatales y los trabajadores no registrados) y convenios colectivos flexibilizadores de la fuerza de trabajo, como el de Vaca Muerta.
La desocupación es en los hechos una contribución a los planes empresarios: constituye un ejército de reserva de desempleados que las patronales pueden exhibir como amenaza frente a quienes conservan el empleo para obligarlos a aceptar peores condiciones laborales.
Algunos honestamente, otros con un cinismo sin fronteras, se preguntan ¿Cómo llegamos hasta acá?, como indagó la elegida vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner en el discurso del triunfo de este domingo. La respuesta es: con el peronismo de los gobernadores, con Sergio Massa, con las cúpulas sindicales y muchos otros colaboradores del macrismo. Fueron resortes fundamentales para que se vote el pago a los buitres, el blanqueo de capitales a los amigos del presidente, la estafa a los jubilados, el presupuesto de “déficit cero” del FMI y que funcione el operativo desmovilizador con el famoso “hay 2019”.
Alberto Fernández hizo campaña con la idea de poner en marcha la economía aludiendo a la “heroica” recuperación experimentada desde 2003. Ese relato omite dos detalles: por un lado, las condiciones internacionales extraordinarias de aquel momento y, por el otro, la destrucción del salario de 2002 con la devaluación de Eduardo Duhalde (el verdadero padre de aquel “modelo”) que favoreció la recuperación de las ganancias empresarias.

Pablo Anino
@PabloAnino
Lunes 28 de octubre | 01:53

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