Respaldado por la victoria electoral en las legislativas del 22 de octubre, el gobierno de Cambiemos avanza en la línea denominada “reforma permanente”. Nombre ampuloso para el intento de última instancia por sanear un sistema desquiciado, insostenible e inviable en las actuales condiciones. Con el talento que los distingue, comenzaron la tarea por los jubilados, lo que contribuyó al rechazo generalizado de amplios sectores sociales y la masividad de la marcha al Congreso.
Enfrente, los restos desperdigados y sin mando del régimen anterior están aunados en un único punto: acosar al gobierno hasta lograr su caída, opción para frenar juicios y condenas por enriquecimiento ilícito. Cristina Fernández y quienes la acompañaron en los desmanes de su gobierno no encuentran otra vía de salvación que la desestabilización y derrocamiento de Macri. En efecto, no tienen otra.
Advenedizos protoburgueses contra el gran capital tradicional. Bloque amplio aunque desgajado del peronismo contra Cambiemos, expresión del frente amplio burgués. Ése es el eje en torno al cual se ordena hoy la política en Argentina. Lucha intercapitalista con ausencia de la clase obrera.
Todo el espectro de izquierdas se colocó al servicio de la táctica de la protoburguesía y, durante los días jueves 14 y lunes 18 de diciembre, juntos arrebataron la iniciativa política al gobierno. Desnortados, oportunistas y reformistas, actuaron como fuerza de choque para la fracción más débil del capital. Según su naturaleza, el gobierno respondió el 14 con violencia cruda, inepta además. El Congreso se vio obligado a suspender la sesión. Pasó al lunes, previa reunión de la casi totalidad de los gobernadores con el ministro de Interior, en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional. Frente amplio burgués en acción.
Los efectos se verían el lunes 18: cambio de táctica represiva, espacio deliberado para una ofensiva dictada por el bloque de diputados de Unidad Ciudadana. Lo acompañaron hilachas del sindicalismo, contingentes arrastrados por intendentes municipales y algunos de los llamados “movimientos sociales”. A la vanguardia, organizaciones de izquierda. Movilización masiva y batalla de calle sin precedentes. Pero también sin dirección, sin cohesión ni representatividad social de ningún tipo. Militancia sin conducción consciente, jóvenes de diferente condición pero con mayoría de marginalizados, aparatos mafiosos del sindicalismo y la baja política burguesa en los barrios paupérrimos del Gran Buenos Aires. “Polvo social”, diría algún clásico del marxismo.
A las 7hs del martes 19, tras 17 horas de sesión, la Cámara de Diputados aprobó sin modificaciones la ley antes votada por el Senado.
Con la sanción de esa reforma al sistema de indexación de las jubilaciones y mediante una conferencia de prensa realizada 5 horas después, el presidente Mauricio Macri puso en marcha el intento por recuperar la iniciativa política perdida. No está definido todavía el resultado de ese propósito.
Enfrente, el jefe de la bancada de la novísima Unidad Ciudadana, apuesta a un crescendo de caceroleos y movilizaciones de aquí hasta el 31 de diciembre. La consigna es “¡¡Fuera Macri!!”. Como ministro de Defensa del gobierno anterior Agustín Rossi es el responsable de la designación del asesino general César Milani, durante su ministerio hubo un robo de armas en la fábrica de armas Domingo Matheu, jamás esclarecido. Fue responsable también de la reparación de medio tiempo del ARA San Juan. Los trabajos en el submarino encubrieron un negociado más, por el cual el costo final superó al inicial en 18 millones de dólares. Ahora el submarino yace en el fondo del mar, con los restos de 44 marinos.
Como sea, el hecho es que este mismo Sr Rossi, acompañado por los intendentes de Avellaneda, La Matanza, Ituzaingó, Merlo y Tigre (sí, el municipio del derrotado Sergio Massa), más un aparato de la Unión Obrera Metalúrgica de Quilmes convenientemente engrosados por barras bravas y columnas de Suteba y ATE, con el neoreformismo ultraizquierdista a la vanguardia, pretendieron romper la línea policial y ocupar el Congreso. No tenían chance, pero el heterogéneo conjunto lanzado al ataque pareció creer que era posible. Notable capacidad de un ex ministro de Defensa.
Desde luego, si el Parlamento hubiera sido tomado por los manifestantes, hubiese habido muertes y el gobierno de Macri habría quedado al borde del abismo.
Ocurrió lo contrario. El propósito acabó en doble derrota política para los atacantes: Macri obtuvo su ley. El conjunto de la población vio a un cuerpo policial inicialmente desarmado, en actitud pasiva por casi cuatro horas durante las cuales columnas de izquierdas a la vanguardia de otras encabezadas por intendentes peronistas los atacaron con una lluvia de piedras y armas caseras. Dicho de otro modo: el gobierno legitimó la necesidad de represión y sus instrumentos.
Para mayor eficacia en beneficio del gobierno, un grupo de jóvenes (¿estudiantes?) no se contentó con atacar a policías que no se defendían. Golpearon a periodistas por trabajar en medios de la burguesía que no les gustan (hay otros que sí les agradan, como los del empresario del juego Cristóbal López, casualmente detenido tras la jornada del 18). Actuando en patota y por la espalda, se comportaron como gente cobarde y sin principios. Por poco matan a Julio Bazán, periodista del grupo Clarín y hombre conocido por haber dado espacio al sindicalismo combativo desde la recuperación de la institucionalidad, sobre todo cuando se libró una batalla nacional contra el pago de la deuda externa.
Vale recordar a quienes el 19 y 20 de diciembre de 2001 creyeron que la Casa Rosada estaba para ser tomada. Sólo habría faltado audacia… Muchos de quienes interpretaron así aquellos acontecimientos se sumarían más tarde a lo que llamaron “kirchnerismo”. Poco después, por fuerza mayor cambiaron de jefe, pero sin explicación alguna cambiaron también de nombre: pasaron a ser “cristinistas”. Cuando la farsa quedó a la vista y la frustrada dinastía cayó vencida ante los votos de Macri, optaron por el sálvese quien pueda. Ahora buscan voltear a Macri, impedir la andanada de juicios a la cúpula en desgracia (ya hay 22 jerarcas kirchneristas presos) y retornar al poder. Apremiado por darle dirección a esta línea de intervención, un brillante estratega ya lanzó la fórmula para eventuales elecciones adelantadas: Cristina Fernández-Axel Kicilloff. La alta burguesía sonríe.
En pocas semanas más la ex presidente deberá ir a Tribunales acusada por latrocinios varios, todos probados y, más importante aún, reconocidos como tales por la mayoría de la población. De paso, la acusan también por “traición a la Patria”. No por haber saqueado y malversado las fabulosas riquezas obtenidas en una década de ingresos extraordinarios por altos precios en las materias primas, ni tampoco por haber dejado más de un 30% de pobres y 10% de indigentes. La causa es la firma de un acuerdo con Irán.
Frente a apabullados y maltrechos uniformados el heterogéneo conjunto políticamente conducido por Rossi creyó posible asaltar el Congreso. Ganada por la irracionalidad su conducción, cientos de personas cometieron tropelías de todo tipo mientras una espontánea cadena de radio y televisión los exponía ante millones. La alucinación duró hasta que la decisión oficial, luego de bien mostrada al país la conducta de quienes se oponían a la sesión del Congreso, ordenaron el contraataque. En cuestión de minutos los hicieron retroceder. Peor aún: consiguieron que la multitudinaria manifestación que llenaba la Avenida de Mayo hasta la Avenida 9 de Julio se retirara a paso vivo, dejándolos solos y en deslucido papel.
La literatura clásica marxista llama putschismo a esta desviación infantil, término olvidado pero seguramente imprescindible de aquí en más en la dura confrontación ideológica que necesariamente tendrá lugar.
CGT en colapso
Como para subrayar la ausencia del movimiento obrero en esta coyuntura, la Confederación General de Trabajadores mostró su descomposición sin límites e hizo el ridículo ante propios y extraños. Anunció antes de estas dos jornadas turbulentas que si se aprobaba la ley, llamaría a un paro (!!). Luego, el domingo 17 anunció que al día siguiente se reuniría para tomar una decisión. A las 10 de la mañana del lunes 18 llamaron a la huelga que debía comenzar dos horas después. Poco a poco gremios fundamentales desacataron el llamado. El resultado fue que a nivel nacional sólo paró una mínima fracción de trabajadores.
De modo que durante la refriega del 18 y la sesión del Congreso, el movimiento obrero no estaba en huelga, no estaba en la Plaza y mucho menos en el Congreso.
La torpeza e impotencia de la cúpula cegetista expresa la muerte de un sistema encabezado por sindicalistas empresarios, quienes desde sus cargos fraudulentos integran el frente amplio burgués. Esa muerte deja al proletariado circunstancialmente desorganizado y paralizado. Sin posibilidad de subir al escenario político. Hasta hoy, nada reemplaza a las cúpulas repudiadas por las bases. Por eso pudo tener lugar el delirio de derrocar a Macri en favor del gobierno anterior y, para colmo, con polvo social.
Desde luego el gobierno del gran capital aprovechará esta ausencia política del proletariado para avanzar contra él en el terreno económico. Incluso la utilizará para sacarse de encima a algunos de los jerarcas sindicales que, por su extrema e incontrolable corrupción y conexión con bandas mafiosas, impiden el intento de saneamiento capitalista. Estos repetirán la táctica de los restos kirchneristas e intentarán aliarse con las izquierdas para enfrentar al cuco. A la mano están quienes ante cada paso de las clases dominantes exigen (es un decir) a la CGT que decrete, cual poder ejecutivo no electo por nadie, una huelga general.
Está claro que no se saldrá de esta trampa sin una radical recomposición del movimiento obrero, inseparable de la recomposición de las fuerzas marxistas. No hay postergación posible para iniciar esas tareas paralelas e interdependientes.
Desafío al activo revolucionario
La militancia afronta exigencias insoslayables. Primero, debe definir una estrategia y elaborar un programa de acción en función de ella. Ponerse al servicio de ladrones y mafiosos no puede ser una táctica para quien lucha por la revolución social. O sea la táctica de quienes lanzaron a aguerridos militantes como vanguardia de la operación peronista.
Es preciso una línea de nítida separación entre quienes se proponen transitar del capitalismo al socialismo y aquellos que, no por acaso, eligen como enemigo a batir al denominado neoliberalismo, subterfugio útil sólo para eludir la definición de lucha contra el sistema vigente. La consigna apropiada para aunar grandes masas en América Latina es “Socialismo del siglo XXI”.
Hoy buena parte del activo está dominado por quienes no quieren que el gobierno aplique las medidas imprescindibles para sanear y poner en marcha un sistema capitalista desquiciado, pero a la vez se niegan a una estrategia socialista como eje ordenador de programa y plan de acción. En esa simple y evidente contradicción están presos quienes desde el peronismo y el reformismo multicolor vociferan contra el actual gobierno. Sólo con estrategia, programa y organización anticapitalistas será posible vencer a Macri.
Quienes llevaron a la militancia a la derrota múltiple del 18 D no saldrán de la ciénaga mientras no resuelvan ese absurdo. Si no lo hacen –y en su mayoría no lo harán- serán derrotados por los agentes del gran capital, en la continuidad de un proceso que ya ha comenzado.
En consecuencia, el programa de acción debe establecer como objetivo la abolición del capitalismo. A partir de ello, es obligada la definición respecto de las formas de lucha y las vías para acceder al poder y cumplir ese objetivo. Antes de delinear por la positiva esas vías, es obligatorio afirmar por la negativa: no estamos de acuerdo con el parlamentarismo, lo cual no implica negarse a alguna forma de participación parlamentaria, en dependencia de la situación. No estamos de acuerdo con el sindicalismo economicista, que supone competir con las burocracias pidiendo salarios más altos que ellos y “exigiéndoles” (¡ay!) una huelga general en cualquier circunstancia. No estamos de acuerdo con el putschismo o cualquier otra forma de vanguardismo.
En primera instancia, el 18D no fueron derrotados los trabajadores y el pueblo argentino sino la protoburguesía y las izquierdas putschistas, que nada tienen que ver con el movimiento obrero. Pero la situación de vacío no puede prolongarse. Tal como hoy están las cosas, cae sobre el activo consciente la responsabilidad de hallar el camino para recomponer una organización revolucionaria marxista y a la vez construir una instancia de unidad social y política de las grandes masas. De lo contrario la burguesía y sus agentes arrastrarían en su caída al conjunto de los trabajadores y el pueblo. Hundirían más todavía a la nación en su totalidad y contribuirían con oxígeno para el agónico imperialismo.
Nuestro combate no es contra Mauricio Macri. El capitalismo actual no puede producir un elenco gobernante cualitativamente superior. Quien lo dude observe la catadura moral, intelectual y política de presidentes y ministros desde 1989. Es dudoso que alguien nos aventaje en la denuncia pública de las simpatías fascistas de Macri, de su sociedad con José Aznar y Álvaro Uribe. Lo difundimos años antes de su victoria electoral. A la vez, apenas derrotó al peronismo en la elección presidencial dijimos que su gobierno no estaría determinado por las definiciones ideológicas del presidente. Para abundar, dijimos que así como Juan Perón, cuyas simpatías fascistas es por todos conocida, no condujo un gobierno fascista. Lo mismo valía para Macri. Pero aquella izquierda que enfrentó en 1945 a Perón acusándolo de fascista, entonces encuadrada en el denominado Partido Comunista -ahora fragmentado en varias siglas- desde hace diez años apoya al peronismo, enajenando definitivamente cualquier perspectiva anticapitalista. Quienes gritan “sos la dictadura” mienten con insoportable cinismo o son ignorantes hasta límites imposibles. En ese conjunto variopinto predominan quienes pretenden preservar los privilegios que tuvieron durante la cleptocracia kirchnerista y arrastran a una minoría, sobre todo de jóvenes, que sin alternativa revolucionaria canalizan su rebeldía ante la injusticia burguesa bajo la dirección de sátrapas con cargo sindical o burócratas de aparatos políticos corruptos hasta la médula.
Esta es una dictadura constitucional de las clases dominantes, no un gobierno fascista. Puede derivar en eso o, más bien, dar lugar a otro elenco que imponga una dictadura por fuera de las leyes de una república burguesa. ¿Seremos parte de un alzamiento para derrocar a Macri y poner en su lugar a Fernández, Scioli o Massa? No; resueltamente no.
He aquí entonces otra definición de principios axiales para recomponer las fuerzas revolucionarias, las filas de la clase obrera y el movimiento estudiantil: el subjetivismo no puede ser el método para analizar un momento histórico. Hablamos de clases, de la existencia o no de conciencia en masas y vanguardias, de existencia o no de organizaciones aptas para la lucha.
De allí viene un dato primordial para delinear un programa de acción: a la par de las reivindicaciones económicas y sociales básicas, una política revolucionaria debe tener como objetivo educar a la clase obrera y sus vanguardias naturales, lo cual supone como condición tener dirigentes formados en la teoría científica de la lucha de clases. Estudiar es una exigencia, ser cultos y conocer la realidad mundial es una exigencia para quien se pretenda dirigente.
Ambos objetivos se lograrán en la acción, desde luego. Justamente por eso una vanguardia consciente y con objetivos claros debe rechazar sin contemplaciones toda forma de vanguardismo y subordinación a fracciones burguesas. No hay atajos para esa tarea histórica.
Qué hacer frente a los juicios
Mientras Macri como cabeza del frente amplio burgués se afirma y avanza en la fusión de Cambiemos con fracciones peronistas, tras el objetivo de recomponer completamente el cuadro partidario de la burguesía, ciertas fracciones de izquierda ensayan “quedarse con las bases del cristinismo”. Para eso tratan de adosarse a ellas en tácticas dictadas por la conducción contrarrevolucionaria de ese sector burgués. Han llegado incluso a hacer campaña y votar por contrarrevolucionarios como Daniel Scioli y otro sinnúmero de burócratas incapaces y acomodaticios. La conducta del 18 de diciembre no es sino una prolongación de esas pseudotácticas, que no son más que la abdicación de una política independiente para las masas.
Combinada con esa renuncia aparecen engañosas formas de combativismo, para aunar como es de rigor oportunismo y ultraizquierdismo. Implorar votos durante la campaña electoral diciéndoles a trabajadores y jóvenes “ponga izquierda en el Congreso” (¡¡Inimaginable una consigna más vacía!!) y luego, pocas semanas después de la elección y sin una mínima explicación a la población, apelar a cualquier recurso para impedir el debate de una ley, es una incongruencia propia de párvulos encaprichados, ganados por la ambición individual. ¡¡Están muy por detrás de Alfredo Palacios!!
Esto lo hicieron, además, codo a codo con Unidad Ciudadana, coalición sacada de la galera para las últimas elecciones por tránsfugas y corruptos que, valga repetirlo, sólo pretenden salvarse de un juicio por saqueos y desmanes.
Nadie podría imaginar que la ofensiva oficial está dictada por un afán de justicia. De hecho, en las propias filas oficiales hay personajes inequívocamente involucrados en hechos de corrupción, para colmo asociados al gobierno anterior. El propio Presidente no es ajeno a estas denuncias y, en todo caso, cualquiera sabe que su inmensa fortuna familiar proviene de negocios sucios de su padre con sucesivos gobiernos. Por otro lado, personajes como el titular del organismo de inteligencia es un… ¡¡vendedor de jugadores de fútbol!! negocio reconocidamente ligado al lavado de dinero y cosas peores. El “operador judicial” del Presidente, personaje siniestro para una función en sí misma corrupta, es propietario de casinos y presidente del club de fútbol Boca Juniors (el mismo que antes presidió Macri), dos ámbitos de corrupción, violencia y degradación en todos los órdenes.
De modo que no se trata de creer en el afán justiciero del gobierno. Se trata de comprender que lleva adelante una repetición adecuada a los tiempos del juicio a los militares que recompuso el sistema burgués a partir de 1983 y obturó –también con la ayuda de las izquierdas- una salida revolucionaria a la crisis de entonces. “La Conadep de la corrupción, la llamaron.
¿Comprender el propósito estratégico de la burguesía en 1983 debiera haber llevado a oponerse al juicio y castigo a torturadores y asesinos? Muy pocos lo intentaron en una primera fase, para luego plegarse a la justa demanda de condena. Hoy ocurre algo análogo: al igual que el conjunto de la población asqueada por el enriquecimiento ilícito de la familia Kirchner y sus amigos, la militancia revolucionaria debe estar en la primera línea de combate contra los ladrones, sin excluir, repitámoslo, a sus socios del actual gobierno.
Cuando en los próximos meses a Cristina Fernández le caiga el sayo por su fabuloso enriquecimiento mientras fue primera dama y luego presidente, las izquierdas deberán oponerse a cualquier intento de defenderla. No decimos esto ahora, cuando pierde elecciones y está en la picota. Lo sostuvimos durante su primero y segundo mandato, pública y abiertamente, denunciando su corrupción a la par de su ignorancia y ajenidad frente a las necesidades de la nación.
Nueva coyuntura y política latinoamericana
Hay alarma en el gran capital local por el curso del gobierno Macri. Se oyen voces cuestionadoras, pero ya es tarde: otra vez tienen el pie en el lazo. Como en 2003, aunque de manera diferente, con otros protagonistas, en un cuadro de mayor gravedad y con vallas de contención incomparablemente más débiles.
Ésa es una razón más para la tendencia a la autonomización (bonapartismo) del Presidente. Tanto respecto de las corrientes que forman su coalición, como de las instancias patronales de mayor envergadura. Esa será para el gobierno la principal batalla si logra acorralar y desmantelar el tinglado kirchnerista.
Como queda dicho, está por verse si el oficialismo logra recuperar la iniciativa. Es probable que, aunque sin autocrítica pública, el neoreformismo ultraizquierdista se desprenda de la banda de Rossi. Ha sido demasiado evidente su sujeción a una fracción burguesa. Eso redundaría en mayor debilitamiento de Cristina Fernández y su proyecto de autosalvación o, lo que es lo mismo, menos obstáculos en ese terreno para Macri.
Sin embargo, el verdadero obstáculo es la necesidad imperativa de acelerar en el saneamiento económico, que por donde sea sólo tiene como destino el aumento de la explotación y el empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías.
No nos ocuparemos aquí de la situación económica. Baste decir que aunque sea lo menos probable no está excluido un crack y, en cualquier caso, la combinación de endeudamiento y apreciación artificial del Peso, que ha dado lugar a un fabuloso juego financiero en beneficio del capital improductivo, sumados a tremendos déficits fiscal, comercial y de la balanza de pagos, lleva a un desenlace necesariamente traumático. Para esa instancia debe prepararse la militancia consciente.
En otro orden, la verdadera naturaleza del gobierno Macri sólo es transparente en su política exterior en general y latinoamericana en particular. La demonización de la Revolución Bolivariana ha sido un eje principal. Es probable –aunque hay disputas al interior- que antes de fin de año el gobierno anuncie su salida de Unasur. La victoria de Sebastián Piñera en Chile fortalece un bloque contrarrevolucionario paralizado por diferentes razones, entre ellas el tirabuzón que deglute al presidente de Perú.
Como hemos repetido, Macri busca ser la contrafigura de Nicolás Maduro en América Latina. Esta condición tiene un efecto particular que es preciso analizar. Es perfectamente lógico que frente a la arremetida imperialista contra Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro busque aliados en la región forzando al límite la caracterización de quienes pueden serlo. La estrategia de Frente Único Antimperialista es imprescindible e inamovible para una verdadera estrategia latinoamericana.
Para esto el compañero Maduro, Presidente obrero y socialista, debería contar con un instrumento regional que permita primero realizar análisis correctos de cada coyuntura y luego articular una acción conjunta desde el Río Bravo a la Patagonia.
En su campaña electoral, Cristina Fernández no trepidó en calificar de “ruptura del estado de Derecho” la situación en Venezuela y decir que, por ejemplo, frente a la Procuradora General en uno y otro país, Macri tenía la misma conducta que Maduro. Se puede entender –y admirar- la templanza del presidente venezolano que en aquella oportunidad apenas dijo, sin nombrarla, que Venezuela no deja jamás al margen a sus aliados. Y tras explicar que ésa no es buena manera de ganar votos, le deseó una victoria electoral. Ahora, el compañero Maduro se solidarizó con Fernández y atacó a Macri con informaciones que consideramos erradas.
La jornada del 18D, como se ha dicho más arriba, tuvo como vanguardia a agrupamientos neoreformistas de ultraizquierda que denuncian a Maduro como “dictador” y a su gobierno como un régimen contrarrevolucionario. Hicieron lo mismo antes con Hugo Chávez. Eso es coherente con su necesidad de insertarse en el parlamentarismo nacional, aunque luego no actúen con la misma coherencia cuando intentan engrosar sus filas con la diáspora kirchnerista.
La palabra de Maduro, la conducta de los medios de comunicación revolucionarios de Venezuela, tienen un inmenso valor para la militancia en Argentina. Es el caso de encomendarle a la dirección del Partido Socialista Unido de Venezuela que haga lo necesario a fin de que el presidente Maduro tenga a través del Psuv toda la información correspondiente, veraz y oportuna, para referirse a la coyuntura en Argentina. Un fortalecimiento de Macri como resultado de la escualidez del kirchnerismo y la irracionalidad del neoreformismo ultraizquierdista sería muy costoso para la Revolución Bolivariana.
Haremos todos los esfuerzos, en todos los terrenos, para que eso no ocurra.
Luis Bilbao
Eslabón
Texto publicado en Eslabón Nº 148, diciembre de 2017
@BilbaoL
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