lunes, 25 de diciembre de 2017
30 años sin Luca Prodan: Estallando desde el océano
Una historia sin fronteras -entre la posguerra, una educación entre la realeza y recitales londinenses- que derivó en esa vanguardista máquina de after punk, dark rock y reggae que pasó a la historia como Sumo.
Luca Prodan hizo estallar en pedazos, desde su océano, la tradición rockera nacional.
Cantaba en inglés, era pelado y arrancó con una chica británica como baterista.
A 30 años de su muerte, su historia -atravesada por los tectónicos movimientos en Europa de las dos guerras y sus ondas políticas, sociales y culturales- es una biografía, por tanto, donde se borran fronteras, es la construcción permanente de un lugar desde el no lugar.
Ese concepto, ese no lugar, le permitirá a Luca romper con las tradiciones sonoras utilizando todas ellas a la vez para finalmente constituir una nueva y potente, al inventar esa vanguardista máquina de after punk, dark rock y reggae que pasó a la historia como Sumo.
Nació en la Roma de la posguerra en la madrugada del 17 de mayo de 1953. Su madre rompió bolsa en plena función de ballet en el Teatro de la Ópera y no quiso abandonar el palco hasta que terminara la función.
Esa ausencia de fronteras caracterizó la genealogía familiar: su madre provenía de una familia de escoceses que vivía en China -nació en Shanghái en 1918- y su padre, experto en arte chino, había nacido en Constantinopla, la capital del Imperio Otomano en 1911. Sus padres, junto a sus hermanas Michela y Claudia, estuvieron tres años en un campo de concentración japonés, en China, durante la segunda guerra.
Su familia no era la típica burguesa: tenían picos de fortuna y pobreza por los excéntricos negocios del padre de Luca, como su paso por el estudio de cine italiano Cinecittà.
Luca desafió el mandato familiar. Su primera educación fue en el St. George’s British International, donde había niños de 53 países. A los 9 años lo obligaron a ir al colegio Gordonstoun de Escocia, el mismo al que iban miembros de la casa real británica y el príncipe Carlos de Gales. Se escapó a los 16 y vivió de clandestino en Roma mientras lo buscaba Interpol por toda Europa. Estuvo en la cárcel dos veces en Roma, la primera por vender hachís y luego por haberse fugado de hacer el servicio militar obligatorio en Italia.
Se formó musicalmente en la escuela británica de los setenta: vio en vivo a Yes, Van Der Graaf, Pink Floyd, Genesis, King Crimson, David Bowie, The Clash, The Police, Sex Pistols, Roxy Music. Lo inspiraban Ian Dury, los Beatles, Lou Reed, The Velvet Underground, Joy Division, Wire, Brian Eno, Bob Marley, Frank Zappa y los músicos del folk británico como John Martyn y Nick Drake. Además trabajó en Virgin Records, lo que le permitió acceder -y robar- magistrales discos.
Así, creció con el hippismo y la psicodelia de los sesenta, siguió con el rock progresivo y continuó con el grito del “no future” del punk y sus evoluciones, en medio de sus propias tragedias (su hermana se suicidó con monóxido de carbono y heroína, a la cual él la había introducido) y de la crisis económica y política de Inglaterra que desembocaría en Margaret Thatcher.
Casi lo mata un coma hepático en 1979 por su adicción a la heroína. Fue el quiebre: después de ser declarado enfermo mental por el Ejército italiano (declarado así al volver a Roma y ser apresado), ‘huyó’ hacia la Argentina, donde vivía su amigo y ex compañero de Gordonstoun, Timmy McKern.
Luca se escapaba de la heroína.
Era la génesis de Sumo.
En una conferencia sobre James Joyce, Borges planteó que “los irlandeses viven dentro de la cultura inglesa, manejan –a veces espléndidamente– la lengua inglesa, y sin embargo se saben no ingleses, es decir, no deben una lealtad especial a la tradición o a las tradiciones inglesas, y entonces pueden encarar lo que hacen desde un punto de vista revolucionario”.
Luca, en Argentina, en una cultura que no le era la propia, con las tradiciones mixtas que trajo de Europa -y él mismo sin fronteras definidas- pudo encarar por eso su pequeña revolución que incluyó rasgos que hereda desde comienzos del siglo: el dadaísmo, que fue una mística de la revuelta y del amor ante la barbarie de la Gran Guerra; luego el surrealismo (los recitales en vivo de Sumo contaban con pelucas y máscaras) y, finalmente, con el arte conceptual que se caracterizó, desde los años sesenta, en obras de carácter provocador, críticas y polémicas.
Así, Sumo, la expresión de esa revuelta, cambió el cosmos del rock nacional y forjó una nueva tradición que sigue penetrando en la cultura popular.
Luca, es cierto, not dead.
Daniel Mecca
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