sábado, 23 de septiembre de 2017

Pasantías: a mí no me la cuentan



La clase capitalista y el gobierno Macri -en su nombre y como parte de ella- han puesto en la agenda un plato recalentado: las pasantías. Con el cuento de que la juventud no consigue trabajo por falta de educación adecuada, llaman plan de “formación profesional” a la figura de las pasantías que tendría dos vías: el Plan Maestro por el cual el quinto año de la escuela media se hace en empresas; y la incorporación a la ley y/o a los convenios colectivos de la figura de la pasantía, por la cual un joven entra a trabajar a un establecimiento sin salario para aprender “habilidades” que mañana le permitirían obtener un puesto de trabajo en ese rubro.
Se trata de un plato recalentado de los ‘90, cuando se habilitaron 27 modalidades de contratos temporarios, entre ellas, la pasantía.
“A mí no me la cuentan”, pueden decir sobre el tema todos los trabajadores del taller de Editorial Atlántida que protagonizaron trece años de organización clasista hasta el cierre y la ocupación de planta, en 1997.
Tras la lucha por el pase a planta y a convenio del trabajador de agencia, la patronal intentó con los pasantes. Los jóvenes eran remunerados con el pasaje de colectivo ida y vuelta y el importe de un sándwich y una gaseosa para sostenerse en pie durante la jornada. Los “beneficiarios” eran ubicados en los puestos más descalificados, a mover pliegos y otras tareas de ese tipo en las secciones apropiadas para eso.
No aprendían nada y, desde luego, ocupaban el lugar de un trabajador. El cuerpo de delegados fijó, junto a los compañeros, una política. Si venían a aprender y no a trabajar en lugar de un operario, nos ofrecimos a enseñarles tareas calificadas, por parte de maquinistas, de ayudantes u oficiales de otros oficios, pero parábamos la máquina si ponían un pasante a mover bultos.
Santo remedio. Rápidamente se acabó la “experiencia de formación profesional de la juventud”. La realidad es que cuando no se crean puestos de trabajo genuinos, las formas precarias reemplazan a trabajadores a convenio. Por otro lado las empresas, cuando realmente necesitan mano de obra, la toman con estabilidad y la califican si hace falta, al punto que Editorial Atlántida, en su planta modelo de Garín, llegó a tener una escuela de oficios interna, donde el aprendiz entraba con salario de convenio en categorías iniciales.
El aprendiz es figura del convenio tradicional, con salario en determinadas categorías por el período necesario para su formación. Pretenden arrasar con esas figuras, en acuerdo con la burocracia con la coartada de la “actualización de los convenios al siglo XXI”.
Fuera las pasantías, defendamos los convenios colectivos y en ellos el empleo estable, las categorías y la formación remunerada del trabajador en horario de trabajo.

Néstor Pitrola

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