Una parte de la rentabilidad del agro es apropiada por el Estado mediante las retenciones, del mismo modo que una parte de las ganancias de las empresas, vía impuestos, sostienen el presupuesto público.
El poder económico, agrario, industrial o de servicios jamás aceptará compartir ganancias, algo esencial a la lógica capitalista.
Por eso, resisten las retenciones, como la eliminación de las exenciones del impuesto a las Ganancias, especialmente las que provienen de inversiones financieras; o reniegan de retomar el pago de los aportes patronales.
En el capitalismo, sólo es posible disputar y gravar las ganancias sobre la base de cierta correlación de fuerza política, para inducir una distribución del ingreso, incluso de la riqueza vía intervención estatal.
Claro que ello impone también discutir el destino de esos recursos, lo que supone debatir el papel del Estado en la promoción de beneficiarios del modelo productivo y de desarrollo.
Al tiempo que se denuncia la demanda empresaria por reducir retenciones, hay que discutir el origen y la aplicación de los fondos públicos, para terminar con la inequidad de afectar salarios bajo el Impuesto a las Ganancias.
O concentrar lo principal de la tributación en imposiciones al consumo, caso del IVA, principal fuente de ingresos fiscales, confirmando la regresividad del régimen tributario en Argentina.
Julio Gambina
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