jueves, 9 de enero de 2014

Guillermo Gigliani: “El modelo neodesarrollista: escasez de dólares y estancamiento industrial”



El trabajo de Guillermo Gigliani presentado en el taller del EDI el 30 de noviembre comienza con un análisis de las etapas de la política económica del kirchnerismo, haciendo hincapié en la caracterización de la fase iniciada en el 2012, definida por bajo crecimiento del PBI, estancamiento de la producción industrial y restricción externa. En este marco de crisis, destaca la alternativa de izquierda: “las aspiraciones anticapitalistas representan hoy a los trabajadores sindicalizados como a extensas franjas de explotados con salarios de pobreza, desocupados o con un trabajo precarizado, que ven los límites del proyecto kirchnerista y que pugnan por condiciones dignas de vida, de vivienda, salud y educación”.

Para Guillermo Gigliani, el análisis de la política económica de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner puede ser encarado en dos etapas, tomando en cuenta la evolución del PIB: “La primera de ellas se extiende de 2003 a 2011 y exhibe un crecimiento a ‘tasas chinas’. En 2012, ese ritmo de expansión se modificó sustancialmente debido a la irrupción de graves dificultades en el sector externo (…) Se inauguró una nueva fase de bajo aumento del PBI en 2012 y 2013 y esta tendencia se proyecta a 2014”.
Entre las contradicciones del modelo neodesarrollista que afloran en el 2011, el economista señala el déficit en la balanza de energía, el rojo de la cuenta de servicios de turismo y el déficit de divisas del sector industrial. Además, hace hincapié en “otro importante factor de desequilibrio externo, esto es, la política con relación a la deuda externa pública, consistente en la cancelación en efectivo de todos los títulos a medida que vencen y, asimismo, en el pago anticipado del pasivo con el FMI”.
De la etapa que se abrió en el 2012 –caracterizada por bajo crecimiento del PBI, estancamiento de la producción industrial y restricción externa- subraya que “la inflación continuó en niveles altos y, hacia finales de 2013, registró una marcada aceleración, con su secuela negativa sobre el salario real, las prestaciones asistenciales y las cifras de pobreza. Esta última alcanza, de acuerdo a estimaciones del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina, al 25% de la población. En cuanto a la situación salarial, es cierto que los niveles actuales muestran una significativa recuperación con respecto a los deprimidos valores de 2002, pero existe una marcada heterogeneidad con trabajos precarios y mal pagos y empleos en negro”.
Respecto a las últimas elecciones, Gigliani remarca que “el traspié electoral que sufrió el partido gobernante el 27 de octubre de 2013 tuvo lugar en medio de un serio deterioro de las condiciones económicas y sociales (…) En plena época de elecciones, los problemas económicos se agudizaron. Así, en octubre y en noviembre, el gobierno tuvo que vender divisas a razón de 2.000 millones u$s por mes. Las pérdidas acumuladas a lo largo de 2013 totalizaron 13.000 millones u$s y redujeron el stock del banco central a la impensada cifra de 30.500 millones u$s, en diciembre”. Con la reestructuración del gabinete (Jorge Capitanich, Axel Kicillof), se buscó “frenar el deterioro económico, centrándose en dos frentes principales. En primer lugar, impulsaron una inédita política de apertura al capital extranjero. Dada la manifiesta imposibilidad de conjurar el déficit externo sólo mediante el freno a la salida de dólares, se optó por alentar el ingreso de divisas, ya sea de préstamos o de fondos de inversión directa. El segundo tipo de medidas está orientado a continuar regulando las importaciones para evitar alteraciones súbitas en la balanza comercial”, afirma el economista.
Gigliani expone otros dos problemas que debe enfrentar el kircherismo: el frente fiscal (y, consecuentemente, un recorte a los subsidios de las empresas de servicios, como transporte y energía) y, tras el fuerte acuerdo salarial a las fuerzas de seguridad, la exigencia de maestros, judiciales, trabajadores de la salud y de la administración pública provinciales por aumentos. “La perspectiva de estos reclamos” –asevera – “deja sin significación la pauta del 18% lanzada por el nuevo gabinete económico y preanuncia fuertes luchas por el salario, con su potencial impacto sobre los niveles de la inflación”.
Por otra parte, sostiene que hasta que comiencen las exportaciones de soja en abril el gobierno deberá conseguir la mayor cantidad de dólares para recomponer las reservas y estima que el déficit energético ascenderá a 10.000 millones u$s, mientras que el desbalance de las cuentas MOI no sufrirá una reducción significativa e incluso podría aumentar. En síntesis, “el gobierno se encamina hacia 2015 afrontando problemas de divisas muy serios”. A lo que se suma la situación de la industria local que “retomó un sendero de expansión pero a costa de importaciones crecientes por unidad de producto. Expresado en términos concretos, las propias estadísticas oficiales dan cuenta de un notorio aumento del grado de dependencia y de desintegración productiva del capitalismo industrial”, asegura. Mientras, la burguesía “aprovechará la debilidad del gobierno para demandar condiciones cada vez más exigentes en términos de ajuste y de beneficios y garantías para la inversión capitalista”.
Pero a su vez, destaca, que por primera vez en su historia fue electa en octubre una bancada de tres diputados del FIT y se lograron resultados resonantes en Mendoza y Salta, obteniéndose concejales, legisladores y senadores provinciales. “Este resultado implica que la izquierda se ha constituido como una fuerza política y social en el país”, afirma y continúa: “A partir de ahora, además del kirchnerismo y de la oposición neoliberal, mucha gente visualiza una alternativa de izquierda que ha mostrado su fuerza en las fábricas y en las universidades y su capacidad para obtener una representación política. En un contexto de crisis y de demandas insatisfechas, esa perspectiva comenzará a ser advertida por sectores cada vez más amplios”.
Señala Gigliani que “las aspiraciones anticapitalistas representan hoy a los trabajadores sindicalizados como a extensas franjas de explotados con salarios de pobreza, desocupados o con un trabajo precarizado, que ven los límites del proyecto kirchnerista y que pugnan por condiciones dignas de vida, de vivienda, salud y educación”.
Por último, el economista reseña que la perspectiva de cambios sustanciales en la sociedad puede ser vista desde dos planos distintos. En primer lugar, “requiere una distribución de las horas de trabajo y de la riqueza social de manera de asegurar la plena ocupación y un ingreso equivalente a una canasta de necesidades básicas insatisfechas para todo el mundo”. Este objetivo, desde el punto de vista de Gigliani, requiere llevar a cabo una reforma tributaria que garantice los recursos necesarios de la economía.
En segundo lugar, “esa perspectiva debe garantizar que el excedente social se vuelque a fines productivos y que, sobre todo, no se filtre hacia el exterior o a usos parasitarios (…) Un nuevo curso exigirá la Planificación de los recursos sociales y, por ello, el control de las palancas del comercio exterior, de la banca y de otros resortes clave”.

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