lunes, 20 de enero de 2014
México 1994-2014: la historia de una tragedia
La peculiar condición mexicana, de país dependiente y en estrecha vecindad con la economía capitalista más poderosa, colocó históricamente su riqueza bajo constante amenaza de despojo. Análisis sobre un proceso que se profundizó con la firma del TLC con EEUU y Canadá, de la que se cumplieron 20 años.
Esta tendencia al saqueo del país adquirió una reforzada efectividad con el neoliberalismo, el cual ha significado uno de los mayores despojos de riqueza que ha enfrentado México por parte del capital extranjero con una firme colaboración de un pequeño número de políticos y empresarios corruptos. Por eso, la historia del libre comercio en México es la historia de una tragedia.
Enero de 1994 fue la fecha asignada para que entrara en vigor el Tratado Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), aquel que -en palabras de sus promotores- llevaría al país al primer mundo. Consistía en un tratado inédito por involucrar economías muy asimétricas y por su radicalidad al incluir sectores y plazos nunca antes considerados. Si bien el programa neoliberal se instaló en México desde la crisis de la deuda en 1982, el TLCAN constituyó el mecanismo para llevar a cabo la entrega sistemática y a largo plazo de las riquezas nacionales y por encima de cualquier alternancia en el poder. Después de 20 años, México es el país que más tratados de libre comercio ha firmado en el mundo (14 con 42 países).
El saldo es indiscutiblemente negativo. Un raquítico comportamiento del PIB (el PIB per cápita creció 1,1% promedio entre 1994 y 2013). En la actualidad se estima que el 52% de la población está en situación de pobreza, mismo nivel que en 1992. La destrucción, despojo, privatización y desnacionalización sistemática de la economía abarcó todas las ramas. Aquí destacaremos sólo la destrucción del sistema alimentario nacional, por ser un caso ejemplar de pérdida de soberanía, las falsas promesas del libre comercio y sus consecuencias nefastas.
Para los promotores del TLCAN, Estados Unidos debía ser el proveedor de alimentos e insumos baratos. En el campo, argumentaban, tendría un efecto modernizador en donde algunos perderían (los pequeños productores) pero todos ganaríamos como consumidores de alimentos. Después de 20 años, la agricultura mexicana parece como si “un paquete de bombas atómicas lo hubiera arrasado”, como señala el Subcomandante Marcos (EZLN). La dependencia alimentaria se disparó en los principales alimentos consumidos por la población, dependencia que no se acompañó por precios más bajos sino, por el contrario, hizo al sistema alimentario mucho más sensible al alza en los precios internacionales.
Un puñado de corporaciones agroalimentarias controla los insumos para la producción comercial y de exportación, y el sistema de distribución y comercialización de alimentos es casi un monopolio. Las empresas de alimentos chatarra (Nestlé, Pepsico, Coca-Cola, Bimbo) son las más beneficiadas por los insumos importados baratos y estas redes de comercialización.
Este dominio corporativo del sistema alimentario, aunado a los niveles de pobreza y al deterioro de las condiciones de trabajo de la población, ha desencadenado una crisis alimentaria sin precedentes: los niveles de pobreza alimentaria son los mismos que hace 20 años (20% de la población no tiene un ingreso suficiente para adquirir una canasta básica).
México superó a Estados Unidos en niveles de obesidad (70% de la población, siendo los niños los más afectados) y la diabetes se convirtió en la principal causa de muerte, cobrando la vida de por lo menos 500 mil mexicanos entre 2006 y 2012.
El resultado global es una economía monstruosa basada en tres fuentes perversas de recursos: las remesas de los migrantes ilegales en Estados Unidos, el empleo informal (de largas jornadas, inestabilidad y salarios bajos) y el crecimiento de las actividades criminales (narcotráfico, trata de personas, saqueo ilegal de los recursos naturales, etc). El combate a éstas tiene como saldo unos 70 mil mexicanos muertos en los últimos seis años, a los cuales habría que sumar: los muertos por diabetes y otras enfermedades provocados por el nuevo patrón alimentario impuesto por las corporaciones; las personas que mueren por causa de la corrupción y la negligencia que hacen de accidentes o eventos naturales verdaderas catástrofes sociales; periodistas y luchadores sociales asesinados; los comuneros asesinados que intentan defender su riqueza natural ante el saqueo y la contaminación de los mismos; y los múltiples feminicidios que acosan al país.
¿Y qué hay después de 20 años de tragedia neoliberal en México? Más neoliberalismo. Con la diferencia que ahora el discurso neoliberal y su promesa de un futuro mejor para todos no es fácilmente sostenible. Ante la realidad no puede más que convertirse en un discurso grotesco. Aquí comienza la farsa: fraude electoral, un presidente construido por el poder mediático a la forma de “galán” de telenovela, cuyo carácter de marioneta no deja de hacerse evidente en cada una de sus intervenciones públicas; la simulación de una “cruzada contra el hambre“, con importante participación de las principales corporaciones agroalimentarias que la provocaron.
Y para iniciar el 2014, un acto que nos recuerda el inicio de la tragedia de 1994: la modificación constitucional que permite la privatización del sector energético nacional, unos de los pocos reductos de soberanía que había sobrevivido a los embates del neoliberalismo. El Estado mexicano no puede ya tomarse en serio, hemos llegado al límite del cinismo que muestra la crisis humanitaria como progreso, la dictadura del capital extranjero como democracia nacional, la imposición autoritaria como cambio democrático. Y todo sea para perpetuar el despojo iniciado en 1994.
Andrea Santos Baca, desde México.
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