domingo, 26 de enero de 2014
El gobierno radical y la Semana Trágica
Desde 1983 una corriente de intelectuales e historiadores que adhirieron al “modelo democrático” alfonsinista como si fuera una panacea universal, buscaron interpretar la historia argentina como una lucha incesante entre dos polos: “democracia” y “dictadura”. En esta línea de interpretación el gobierno de Yrigoyen sería la primera experiencia “democrática” para realizar la “ciudadanía”, en una sociedad donde existía “movilidad, integración, oportunidades”. Cuestionan, sin embargo, que se desarrollaron métodos de “caudillismo político”, y poca tolerancia con la “oposición”. Para ellos, la búsqueda de una “república verdadera” fue el trance que recorrió toda la historia argentina, y que aún estaría pendiente.
Sin pretender en esta breve nota dar cuenta de la complejidad del fenómeno de los primeros gobiernos radicales, plantearemos esquemáticamente algunas cuestiones, que muestran lo equivocado de la interpretación anterior.
La ley Sáenz Peña (1912) fue una forma de buscar una “válvula de escape” a la conflictiva situación social de los años previos. El objetivo era integrar al régimen a nuevos actores sociales y políticos que venían expresando su descontento con el “orden conservador” que restringía el poder para una pequeña elite de la clase dominante.
Con los antecedentes de la “Revolución del Parque” (1890) y los levantamientos armados de los radicales como en 1905, protestas estudiantiles en la universidad, y el Grito de Alcorta en el campo, la UCR había logrado consolidar una extensa base de apoyo en sectores medios, hijos de inmigrantes y jóvenes profesionales, que pasaron a formar parte de las filas del partido.
La nueva ley electoral y la llegada al poder de Yrigoyen significaron un cambio muy importante en el régimen político. Por primera vez la oligarquía tuvo que aceptar la participación política de amplios sectores de masas, de las clases medias, de los trabajadores y los sectores “plebeyos”. Aceptar al gobierno de Yrigoyen, que no era “su gobierno” de forma directa.
Sin embargo, los límites de esta primera “experiencia ciudadana” aparecen a primera vista. Desde el punto de vista de las demandas democráticas más elementales hay que señalar que el nuevo mecanismo electoral no permitía el voto de las mujeres, cuestión que no fue revertida por Yrigoyen. En relación con la Iglesia, el gobierno radical mostró su contenido reaccionario cuando vetó la nueva constitución de la provincia de Santa Fe que establecía una separación de la Iglesia y el Estado. También se negó a legalizar el divorcio.
Pero el mayor límite del “primer gobierno democrático” de la historia argentina, está dado porque mantuvo intactos los pilares de la dominación de la oligarquía terrateniente y el modelo agroexportador. Modelo que lejos de traer “movilidad, integración, oportunidades”, mantenía profundas desigualdades sociales.
Dos tareas democráticas estructurales fundamentales estaban planteadas en la Argentina de principios de siglo si se pretendía una mínima “modernización” del país: liquidar la gran propiedad terrateniente, y romper la subordinación con el imperialismo inglés, que ahogaba la nación.
Jamás lo intentó, ni siquiera tibiamente, el gobierno radical. Bajo sus gobiernos (1916-1930) la concentración de la propiedad de la tierra aumentó considerablemente, y la renta extraordinaria de la tierra no fue tocada por el gobierno. Los “dueños de la tierra” continúan siendo los verdaderos dueños del poder en la Argentina, aliados al imperialismo inglés, que monopolizaba de forma hegemónica el comercio argentino mientras invertía en frigoríficos y ferrocarriles.
David Rock, en su libro El radicalismo Argentino, 1890-1930, polemiza con la posición de que el radicalismo fuera una expresión de los sectores “modernizadores e industrialistas” de la sociedad cumpliendo un rol similar a los sectores de las clases medias en Europa, durante los procesos de las “revoluciones burguesas”. Rock plantea una definición importante: “En la Argentina, la integración política de la clase media urbana se logró sin plantear desafío alguno a la estructura agraria comercial.”, a la cual apoyó por razones ligadas al consumo.
Una definición análoga realiza el historiador marxista Milcíades Peña en su análisis sobre el origen de la burguesía en la Argentina, como un apéndice de la clase terrateniente.
Yrigoyen tuvo una doble política para el movimiento obrero, cooptación y represión. A los dirigentes del sindicalismo revolucionario de la FORA IXº Congreso los invitaba por primera vez a Casa de Gobierno, y llegó a mediar en los conflictos laborales a su favor, a cambio de la moderación de estos dirigentes. Esto era completamente novedoso.
Pero a los sectores más combativos les respondió con la represión más dura. En la Patagonia el ejército fusiló a los peones rurales, después de someterlos a maltratos y torturas bestiales. El carácter de clase reaccionario de este gobierno se mostró claramente en su política represiva durante la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde o las luchas de la Forestal.
Así tuvo su bautizo, bañada en sangre de la clase obrera, la naciente “democracia” argentina.
Josefina Luzuriaga
1 Ver Luis Alberto Romero, “Democracia Republicana, el juego de la OCA, publicado en Diario La Gaceta, 20/08/06, o “El igualitarismo es una marca fundacional de la forma de ser argentino”, de Oscar Terán, publicado en el diario La Nación, 24/07/0
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