sábado, 25 de enero de 2014

El plan antiobrero del “soviético” Kicillof



En menos de dos meses desde su asunción el nuevo gabinete desilusionó a aquellos que no cansados de comerse sapos tenían esperanzas en el “soviético” (como apodaron al ministro de Economía) y disipó los fantasmas sobre un posible curso anti-mercado. El equipo económico está mostrando disposición para encarar una “sintonía fina” largamente reclamada por las patronales y los “mercados”, aunque con patas flojas que les siguen valiendo reclamos de la burguesía y la oposición mediática, así como del massismo y el pan radicalismo que preferirían un ajuste más ordenado aunque todos comparten la orientación de fondo. El gobierno de Cristina “ya eligió”: el ajuste sobre los salarios es el ancla central para acomodar la economía. Bajo el manto de heterodoxia económica en los discursos, el viaje a París del ministro de Economía muestra el uso cada vez más recurrente a las recetas neoliberales.

El que apuesta a la devaluación, gana

Axel Kicillof, que antes se explayaba sobre los nefastos efectos que había tenido la devaluación de 2002 sobre los ingresos de los trabajadores –como si esta no hubiera sido partera del “modelo” K que nació de este mazazo a los salarios que multiplicó las ganancias empresarias-, ha dado, acá también, una voltereta que desmiente (una vez más) cualquier conexión con el “marxismo” que algunos confundidos le achacaron. Apurado por frenar el drenaje de dólares, viene impulsando en el último mes una fuerte aceleración de la depreciación del peso. Junto con esto se buscó generar un nuevo mercado legal, sumando al dólar turista y al “contado con liqui” (operación financiera para obtener dólares), el dólar bolsa. Para esto se están devaluando los fondos que pertenecen a los jubilados entregando bonos de la ANSES nominados en dólares. Se incuba un festival de bonos. El objetivo era cerrar la brecha entre el dólar oficial y el blue. Pero, por ahora, vienen ganando los especuladores. El dólar blue se disparó, superando los 12 pesos. Los altos niveles de inflación, junto con la suba del dólar oficial, hacen prever nuevos ajustes en la cotización, por lo cual es negocio seguir especulando al alza. El gobierno cayó de esta forma en un “círculo vicioso” donde inflación y devaluación se retroalimentan.
Mientras, los dólares se siguen yendo del Banco Central. No sólo por la especulación. La fraudulenta deuda externa y las importaciones por la crisis energética, gracias al saqueo de Repsol y las demás petroleras imperialistas, son una aspiradora de dólares. Las reservas hace un año estaban en los u$s 50 mil millones. Hoy ya están por debajo de los u$s 30 mil millones. El que apuesta al blue sigue ganando.

Disparen sobre el salario

Por mucho que meneé los acuerdos de precios, en realidad el gobierno busca usarlos de señuelo para imponer un techo en las paritarias. Resulta irrisorio creer que esos acuerdos con los comercios y cadenas de valor sobre menos de 200 productos van a detener la remarcación. Como ya se vio con Guillermo Moreno, los funcionarios no tienen ninguna capacidad ni voluntad para imponer su cumplimiento a las cúpulas empresarias: el desabastecimiento y las trampas con los productos viciaron los compromisos durante todo el último año. Desde octubre de 2013 se viene registrando una espiral de precios, especialmente acelerada en diciembre, que se habría comido un 20% de los salarios sólo en ese período. De continuar durante todo el año, resultaría en un verdadero mazazo.
Si ya en 2013 el salario promedio se mantuvo estancado, reforzar esta tendencia con paritarias por debajo de la inflación es la única medida que tiene a mano el gobierno para bajar la espiral de precios. Los aprestos para imponer un techo bajo en las paritarias docentes y usarlas como caso testigo, ya mostró a Hugo Yasky dispuesto a colaborar, agitando contra el “desmadre” que podrían generar las pretensiones “desmedidas”.
Quieren hacer creer que los precios suben por culpa del salario. La verdad es que es la remarcación empresaria la que azuza la inflación para mantener sus ganancias. Lo mismo que los tarifazos del gobierno en el transporte, y los que están en carpeta para las eléctricas. La fuerte devaluación en curso es como echar nafta al fuego; seguirá presionando al alza de los precios al mismo tiempo que empiecen a negociarse los salarios. Pretender que con los precios “cuidados” se frenará la inflación es como querer tapar el sol con la mano, lo que los funcionarios hacen desplegando una demagogia para tratar de ocultar el sentido antiobrero y ajustador de toda la política. Opuesto al “control” K, la única manera de enfrentar seriamente la remarcación es con la fuerza de la clase obrera que, organizando comités junto con consumidores populares, por ejemplo amas de casas de las familias trabajadoras o desocupadas, luche para exigir la apertura de los libros de contabilidad en todas las alimenticias y otras empresas de productos básicos para la vida, para dejar al desnudo el “gran secreto” capitalista, la diferencia entre los costos y los precios en góndolas. Los trabajadores de las grandes cadenas de supermercados también pueden aportar en el seguimiento diario de la remarcación. Contra las maniobras capitalistas que ocultan productos para obligar a comprar los que no tienen precios acordados, los trabajadores de las grandes fábricas resultan clave para hacer una contabilidad de los productos guardados en depósitos. Esta lucha debe estar ligada a conquistar mejores salarios a costa de las jugosas ganancias empresarias.
Ante el descalabro por el que empiezan a transitar las variables económicas, por el círculo vicioso de devaluación-inflación que es consecuencia de los desbarajustes que crea la deuda externa y la dependencia económica, sólo si la clase obrera despliega estas iniciativas, como parte de un programa de conjunto, podrá evitarse que la burguesía la fuerce a ser quien pague otra vez el fin de fiesta.

Esteban Mercatante

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