sábado, 18 de enero de 2014
La “chevronización” del gobierno K
El esquema de gobierno orquestado alrededor del ascenso de Capitanich a la jefatura de Gabinete parece tener los días contados. La tentativa de delegar el manejo diario del gobierno en un representante del PJ para recobrar oxígeno luego de la derrota electoral de octubre ha fracasado, como lo prueban las sucesivas desautorizaciones que sufrió por parte de la camarilla cristinista. El gobierno está obligado a barajar otra salida, en un cuadro de extrema debilidad. El retorno de Cristina a la Rosada no revirtió lo que los medios caracterizan como un “vacío” de poder. Por el contrario, “el gobierno exhibe como nunca antes un agravamiento de las disputas internas y una fuerte sensación de desconcierto” (La Nación, 12/1).
Relevo en puerta
Una variante consistiría en el relevo de Capitanich por parte de Kicillof, quien viene actuando como vehículo del capital extranjero. El keynesiano fue uno de los artífices de los acuerdos en el marco del Ciadi y fue el principal arquitecto del acuerdo con Repsol. Es el hombre que lleva adelante las tratativas para que el FMI vuelva a auditar las cuentas públicas, lo cual se inscribe en una negociación más general dirigida a regularizar la deuda con el Club de París, al cual ofreció constituir un fideicomiso especial (con cuentas y fondos administrados en el exterior) para asegurarles a los acreedores el cobro de sus acreencias. La propuesta fue vista con beneplácito por los representantes de la banca europea. Los “nacionales y populares”, por lo tanto, pretenden salvarse recostándose en el capital extranjero y en un mayor acercamiento a los círculos financieros internacionales. Esto ocurre cuando el “neoliberalismo” empieza a levantar cabeza en América Latina nuevamente. El semanario The Economist acaba de ensalzar el núcleo de países conformado por Chile, Perú, Colombia y México (el llamado “eje del Pacífico”), el cual -según su óptica- es un candidato a ocupar el centro del escenario económico y político latinoamericano.
Contradicciones insalvables
El gobierno apunta a descargar el peso de la crisis sobre los trabajadores en forma gradual. Por eso, para evitar una devaluación en regla, Kicillof reflotó el “dólar bolsa”, suprimido por Moreno pocos meses atrás. Este mecanismo permite comprar dólares legalmente en el mercado local mediante la transacción de títulos nominados en la divisa norteamericana. La expectativa era atraer al mercado oficial las operaciones que hoy se realizan en el mercado marginal y, por esa vía, bajar la cotización del dólar paralelo. El Estado -principalmente la Anses- viene malvendiendo los bonos en su poder para lubricar esta operatoria. Pero esto no funcionó. Hoy asistimos a un aumento tanto del “dólar bolsa” como del “dólar blue”, el cual superó la barrera de los 11 pesos. La brecha entre el oficial y el paralelo volvió a agrandarse.
La demanda de dólares no proviene del turismo, sino de los grandes operadores. La fuga de capitales se combina con la retención de divisas por parte de las cerealeras, las que incumplen su promesa de liquidar 1.500 millones de dólares como adelanto de la cosecha.
La disparada del dólar y la carestía se retroalimentan. La política oficial alienta este proceso. El gobierno dispuso el aumento del transporte y convalidó aumentos siderales en los precios de los alimentos. Además, tiene en carpeta un tarifazo en la luz y el gas, cuando la inflación orilla el 50 por ciento anual. Esto inviabiliza cualquier expectativa oficial de levantamiento del cepo cambiario, que hubiese sido el punto de partida para restablecer el giro de utilidades y retornar al mercado de capitales.
Oposición y Rodrigazo
Un “Rodrigazo en cuotas” es una contradicción de términos. Por eso, Massa y sus compinches apuran a Scioli con un adelantamiento de las paritarias docentes. El planteo del massismo es clausurar rápidamente las discusiones salariales y proceder entonces a una devaluación o un desdoblamiento cambiario.
Una repuesta de conjunto
El ascenso de Kicilloff sería el canto del cisne de la tardía tentativa bonapartista del kirchnerismo y daría paso a una nueva transición. El resultado sería un gobierno de coalición. De allí que el tema de la reforma de la Constitución para instaurar un régimen parlamentario haya sido reflotado. Terragno, en una reciente columna publicada en Clarín, aboga por esta perspectiva, recogiendo planteos sostenidos por el juez Eugenio Zaffaroni.
Las paritarias deben ser abordadas en conexión con esta crisis de conjunto. La burocracia lleva la línea de alcanzar “acuerdos puente” por apenas tres o cuatro meses, pactando sumas fijas o porcentajes en cuotas que implican un salario a la baja. Estos compromisos de carácter precario revelan la voluntad de la dirigencia sindical de preservar la gobernabilidad. La creciente carestía, la devaluación y los tarifazos, sin embargo, colocan límites a este operativo de contención. En este escenario, es necesaria una respuesta de conjunto de la clase obrera.
En oposición al Rodrigazo en marcha, impulsemos un congreso de bases de los sindicatos y de la CGT en defensa del salario y de las condiciones de trabajo. Por un salario mínimo de 8.500 pesos, actualizado mensualmente según la inflación. En oposición a los ajustazos y tarifazos, discutamos un plan económico de la clase obrera para que la crisis la paguen los capitalistas: rechazar el pago de la deuda externa y la devaluación de la moneda; nacionalización de los bancos, de las empresas privatizadas, del petróleo y del gas e imponer la gestión de los trabajadores de la economía para colocar los recursos al servicio del interés popular.
Pablo Heller
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