domingo, 14 de julio de 2013
De la ESMA a Sudáfrica
Es hijo de desaparecidos, pero mantiene los lazos con la familia del represor que lo crió: Jorge Vildoza. Mandó un documento a la Justicia para intentar favorecer a su apropiadora. Allí relata cómo se escaparon y vivieron en Paraguay, Viena y Sudáfrica.
Javier Penino Viñas repartió una copia de la carta durante los últimos meses en distintos juzgados. “Soy Javier Penino Viñas y pido que me escuchen”, escribió. Dejó la carta en los despachos de quienes investigan a su apropiador, el marino Jorge Raúl Vildoza, número dos en la estructura del GT 3.3 de la Escuela de Mecánica de la Armada durante la dictadura. La carta, que por momentos parece el guión de una película de espías de la Guerra Fría, contiene un relato escalofriante sobre el modo en el que los Vildoza se escaparon de Buenos Aires llevándose a Javier cuando comenzaban las denuncias por la apropiación de ese niño. En plena democracia, aparecen agentes secretos de la Armada en Paraguay, correos con dinero o un “set completo” de documentos falsos. “Esto incluía partidas de nacimiento para los tres –dice Javier–, partida de casamiento, pasaportes que parecían ser completamente oficiales, DNI, cédulas de identidad y hasta registro de conducir y calificaciones de ingeniero-técnico electrónico” para Vildoza. El relato incluye una estadía en Viena, el pase a Sudáfrica y una Armada forjada con los códigos de la dictadura que siguió viva moviéndose como cofradía por el mundo.
Javier conoció su verdadera identidad en 1998, pero aún se encuentra bajo la órbita vincular de sus apropiadores. Escribe la carta para suavizar las responsabilidades del viejo Vildoza –que para la Justicia está prófugo desde hace más de dos décadas, pero Javier lo da por muerto y “cremado” en 2005–, pero sobre todo busca mejorar la situación judicial de la esposa del marino que está presa y del grupo de empresas ligadas a esa familia, investigadas por el robo de bienes a los desaparecidos. La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) es uno de los organismos que investigan esa línea. En la causa abierta en el juzgado de Norberto Oyarbide respondieron la carta de Javier: “El consentimiento que da la víctima de un delito de acción pública de ninguna manera neutraliza la maniobra delictiva –explicaron–, y más tratándose de delitos de lesa humanidad”.
La vida de un clandestino
“Soy Javier G. Penino Viñas, hijo biológico de Hugo Penino y de Cecilia Viñas y criado por Jorge Raúl Vildoza y Ana María Grimaldos, con domicilio en la ciudad de Londres, Reino Unido”, comienza la carta. “Yo soy la presunta víctima del acto de apropiación de menores que se le imputa a mi padre de crianza Jorge Raúl Vildoza, e injustamente a mi madre adoptiva Ana María Grimaldos, quien se encuentra hoy privada de su libertad por hechos que tienen que ser eventualmente reprochados al primero (hoy fallecido) y al Estado argentino.”
Javier continúa la carta con una breve “Introducción” y luego escribe un “II” punto, bajo el siguiente título: “Historia breve sobre cómo Jorge Raúl Vildoza logró mantenerse desde que dejó la Argentina hasta su muerte”.
“La Armada Argentina les facilitó a mis padres (y a mí) la salida del país en 1984. Inicialmente, nos llevaron a Paraguay (dos agentes/operativos de Marina), cruzando la frontera en auto como pasajeros. La documentación utilizada en ese momento era la ‘original’, o sea portando el apellido Vildoza. Estando en Asunción, Jorge Raúl Vildoza consiguió trabajo como empleado/administrador en una empresa electrónica, utilizando un título falsificado (provisto por la Armada) de ingeniero/técnico electrónico (no recuerdo en qué instituto). Durante toda nuestra estadía en Paraguay mi padre de crianza nos mantuvo con su trabajo y con dinero provisto por la Armada.”
Ya en Paraguay, continúa: “Recuerdo varias oportunidades en las cuales venía un oficial de la Armada (vestido de civil) a ver cómo estábamos y a pasarle dinero y otras ayudas (por ejemplo, el ‘título’) que necesitara Jorge Raúl Vildoza para mantenernos. Mi padre de crianza también solía pasar de vez en cuando por la residencia oficial del representante militar de la República Argentina para mantenerse en contacto y supongo que también recibir ayuda. Cabe decir que el estilo de vida que llevábamos era de muy bajo perfil, y vivíamos dignamente pero sin gastar mucho dinero dada nuestra precaria situación (aunque debo reconocer que siempre se esmeraron en ponerme en las mejores escuelas que les quedaban al alcance económico, al sacrificio de muchas otras comodidades). Si bien manteníamos contacto con mis hermanos de crianza, Jorge Ernesto Vildoza y Mónica Ana Vildoza, era más bien de forma telefónica (siempre llamándolos desde una central telefónica como se usaba, para ahorrar en llamadas de larga distancia)”.
Luego de un lapso que nunca precisa, aparece un primer cambio de nombre.
“En el momento en el que mi padre de crianza con ayuda y comunicación de efectivos de la Armada Argentina y dentro de Paraguay, se enteró de que la situación se iba poniendo más difícil y que probablemente sus pasos fueran seguidos a Asunción, consiguió que la Armada le otorgue documentación provisoria (unas simples cédulas de identidad con un apellido ficticio)”, dice. “Tomando esas identidades bajamos nuestro perfil más todavía, mudándonos a una granja mientras mi padre de crianza evaluaba qué alternativas podíamos tener. Tras largas negociaciones y discusiones con representantes de la Armada (telefónicas y en persona), consiguió pactar que como última ayuda le darían un ‘set completo’ de documentación falsa. Esto incluía partidas de nacimiento para los tres, partida de casamiento, pasaportes que parecían ser completamente oficiales, DNI/cédulas de identidad y hasta registro de conducir y calificaciones de ingeniero/técnico electrónico. El apellido como ha mencionado ya mi madre adoptiva Ana María Grimaldos era el de ‘Sedano’. Así mi padre de crianza pasó a ser conocido como Roberto Sedano. Es importante mencionar lo siguiente, que en ninguna de estas discusiones o trámites estuvieron involucrados mis hermanos adoptivos”, aclara y también señala que “ni abogados”. “Todo fue organizado por mi padre de crianza –sigue Javier– utilizando sus contactos con agentes activos dentro de la Armada y servicios de Inteligencia y otras ramas del Estado argentino.”
Finalmente también relata la escena de la entrega del “set de documentos”. “Recuerdo muy bien el trámite final de la documentación para adoptar el apellido Sedano. Cuando fuimos a la ciudad Presidente Stroessner (ahora Ciudad del Este), en la frontera con Iguazú y en un hotel fronterizo, nos reunimos con un personal operativo de la Armada (que ya nos había venido a visitar en Asunción). Recuerdo que tomando muchos cuidados (supuestamente estábamos ahí para conocer las Cataratas), fuimos a su habitación uno por uno para hacernos hacer las huellas digitales sobre el pasaporte. El señor tenía un equipo completo de tintas, etc, para lograr un documento completamente ‘oficial’. También nos entrenó sobre nuestras nuevas identidades, fechas de cumpleaños, nombres de abuelos, etc.”
La historia de Javier
Como dijo en su carta, Javier es el hijo de Hugo Reinaldo Penino y Cecilia Viñas Moreno de Penino. Eran de Mar del Plata, pero en julio de 1977 estaban en Buenos Aires. Los secuestraron el 13 de julio de 1977 en el departamento de la calle Corrientes donde vivían. Los dos estuvieron detenidos-desaparecidos en Mar del Plata, pero como Cecilia estaba embarazada de cinco meses la trasladaron a parir a la maternidad clandestina de la ESMA. Sara Solarz de Osatinski, una de las sobrevivientes del centro clandestino, vio a Cecilia adentro de la ESMA. “Venía de Buzos Tácticos de Mar del Plata y dio a luz también un varón y durante mucho tiempo venían a visitarla a la pieza de las embarazadas los altos jefes. (Antonio) Vañek (jefe del comando de Operaciones Navales y luego jefe del Estado Mayor General de la Armada); venían (Jacinto) Chamorro (el director de la Escuela) y (Jorge) Vildoza. Eran visitas permanentes. Dio a luz alrededor de octubre de 1977. También estuvo (el médico) Magnacco.”
El rito de las “visitas” se repitió entre las embarazadas de otros centros clandestinos. Uno de los “visitantes” que aparecen durante la espera del parto, luego vuelve a la escena como el ladrón de los niños. Cecilia siguió viva durante un tiempo que excedió la dictadura. Las llamadas desgarradoras que le hizo a su familia durante los primeros meses de la democracia son las que alientan todavía las búsquedas de los suyos de su destino. Vildoza y su esposa, Ana María Grimaldos, se llevaron a Javier y estuvieron prófugos durante más de 26 años, un tiempo extrañamente extenso incluso para la lógica extensa de la Justicia argentina. A la luz de la carta de Javier, que da cuenta del esfuerzo de la Armada para protegerlos y de las investigaciones abiertas sobre el posible vínculo con el robo de bienes, esos años sugieren la posibilidad de una protección de estructura relacionada con el posible rol que haya ocupado Vildoza (ver aparte). En ese tiempo, Javier aceptó hacerse el análisis de ADN pero los Vildoza siguieron sin aparecer. La familia de Javier siempre sostuvo que pese a que él conocía su identidad no conseguiría su verdadera libertad hasta que sus apropiadores estuvieran presos. El año pasado, la jueza María Servini de Cubría ordenó una serie de escuchas y detuvo a Ana María Grimaldos. Las escuchas abrieron un nuevo camino de investigación hacia la empresa American Data SA desde donde pagaban el teléfono de Grimaldos. American Data es la empresa que se investiga en este momento bajo la hipótesis de una relación con el robo de bienes. La empresa se dedicaba al juego de azar y pertenece al hijo y al yerno de Vildoza, uno personal civil de Inteligencia de la Armada entre 1980 y 1988, y el otro, piloto del Ejército entre 1978 y 1983. La Unidad de Inteligencia Fiscal (UIF) pidió congelar sus cuentas por la ley de financiación al terrorismo por la cobertura a Grimaldos. Con el correr del tiempo, esa investigación se alimentó con el testimonio de un ex abogado del grupo, Oscar Beccaluva, que ya en 2006 y en distintas declaraciones judiciales vinculó el origen de la empresa con el robo de bienes de los desaparecidos de la ESMA. Por eso hay una serie de causas abiertas, entre ellas en Ushuaia. La fiscalía pidió ahí una requisitoria para el grupo de abogados que trabajaron con la empresa y la UIF pidió ser querellante a fin del año pasado. Javier escribe la carta en este contexto en el que la empresa tiene todos sus movimientos congelados y sus integrantes son investigados. El corazón de la carta enfrenta las denuncias de aquel abogado que repitió once veces su declaración, la mayor parte en juzgados federales, bajo juramento de verdad. La carta es por demás oportuna: Beccaluva no puede defenderse porque murió el 19 de abril, repentinamente, a los 54 años, por un aneurisma de aorta, una muerte súbita. Dada su condición de “testigo clave”, el juez Marcelo Cardozo ordenó una autopsia que señaló “muerte natural”.
La UIF también respondió los argumentos de Javier en ese sentido. Señalan que Javier le hace decir y hacer cosas al muerto que dudosamente haya realizado, pero el dato central es que su carta confirma que efectivamente era una persona de “íntima confianza de los Vildoza”, al punto de haberlo hecho padrino de la hija de Vildoza hijo. “Acusar al denunciante por otra parte no exime de los delitos que ellos hubieren cometido”, dicen. Y señalan que en estos casos no importa qué fin hubiera alentado al abogado a declarar lo que declaró, lo que importa es que su denuncia incluyó un “ilícito” que debe ser investigado.
Viena, la transición
“Teniendo en manos nuestras nuevas identidades, mi padre de crianza tomó otra decisión difícil y riesgosa, de irnos (ya sin apoyo oficial) de Sudamérica hacia Europa, para tratar de recrear una vida independiente. Utilizando sus contactos laborales de su tiempo en Paraguay y anteriormente en Londres, JRV (Jorge Raúl Vildoza) consiguió una especie de oferta temporaria de trabajo para una compañía europea. Inicialmente le ofrecieron ir a Viena, donde le dieron un puesto de administración más bien de bajo nivel, casi como un favor, el cual aceptó como única oportunidad disponible en ese momento para mantenernos.”
Javier habla de supuestas dificultades económicas que tuvieron que atravesar los Vildoza. No escapa a quienes vieron la carta en la Justicia, que el marino está acusado de haberse quedado con bienes de desaparecidos y que estas explicaciones apuntan a desligar al represor de esos crímenes. El período en Viena “fue duro” según Javier “ya que al no tener más apoyo financiero de la Armada, y al haber liquidado casi todos los bienes que tenía mi padre de crianza antes de irnos de Sudamérica, nuestra existencia allí dependía de un pequeño ahorro”. También “habíamos gastado mucho a la salida de Sudamérica dado que tomamos varios boletos por separado, supongo que para mejor camuflar nuestro destino”. Al trascurrir el tiempo, “la capacidad, educación, habilidad de mi padre de crianza, le permitió ganar la confianza de los empresarios cerca de la cúpula de la empresa y le ofrecieron la oportunidad de ir a uno de los dos mercados emergentes donde se estaban tratando de establecer operaciones: Sri Lanka o Sudáfrica. Después de evaluar entre todos y él visitar inicialmente el país decidió que iríamos a Sudáfrica”.
De Sudáfrica
Javier nada dice del nombre de la empresa, de quiénes integraban la cúpula. O de qué supuestos mercados emergentes se trataba. “El período en Sudáfrica fue más positivo, ya que a mi padre de crianza le daban más responsabilidades laborales y fue mejorando lentamente nuestra situación financiera y anímica. Comenzó a ganar buen sueldo, e inclusive llegamos a mandar dinero para ayudar a la madre de Ana María Grimaldos y la hermana de Jorge Raúl Vildoza.”
Sudáfrica es un lugar que aparece recurrentemente en la historia de los marinos de la ESMA. Chamorro aparece pasando allí un “período de descanso”. La sobreviviente Adriana Marcus declaró que Jorge “El Tigre” Acosta, jefe del GT, les dijo que ante la posibilidad de la recuperación democrática “no lo iban a encontrar porque iba a estar en Sudáfrica”, a donde efectivamente viajó en 1981 para asesorar al gobierno del apartheid. Miguel Angel Lauletta, otro de los sobrevivientes, recordó en el juicio que Acosta era prácticamente el único que ordenaba la confección de documentos. Y explicó que mientras lo obligaban a trabajar en la confección de documentos falsos tuvo que enseñarle a la mujer de Acosta cómo hacerlos “con motivo del viaje que iban a realizar a Sudáfrica”. Este diario publicó hace tiempo el tránsito por Sudáfrica del capitán Horacio Estrada, el hombre que sucedió a Vildoza en la ESMA, que estuvo ligado al contrabando de armas y murió el 25 de agosto de 1998 de un balazo en la cabeza en su departamento. Hacia fines de los ’70, fue destinado a la agregaduría naval de la embajada argentina en Sudáfrica, un área de descanso para gente de la Armada. En 1998 el represor Alfredo Astiz prestó declaración ante el entonces juez federal Adolfo Bagnasco. “Cuando fue interrogado por una cuenta en Suiza, admitió su existencia pero dijo que sólo la utilizaba para cobrar su sueldo como agregado en la embajada argentina en Sudáfrica.”
Para fines de los ’90, Argentina no tenía un acuerdo de extradición con Sudáfrica, lo que técnicamente podría haber sido una de las razones para habilitar esas permanencias. Pero el periodista Martín Granovsky recordó también en este diario que “a comienzos de la dictadura, Massera fantaseaba con la formación de una OTAS. Así como existía la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN, la alianza atlántica comandada por los Estados Unidos), Massera soñaba con una alianza atlántica meridional integrada por la Argentina, Uruguay, Brasil y Sudáfrica”. Por esos años, Sudáfrica era una de las claves del tráfico de diamantes, dice en la misma nota.
La identidad
Durante la estadía en Sudáfrica, cuenta Javier en su carta, “comenzaron a hablar de la adopción (inicialmente mi madre adoptiva Ana María Grimaldos) y después a través de mis preguntas y curiosidad, fui sacando de Jorge Raúl Vildoza y por Internet más detalles, culminando en la posibilidad de que mi adopción podía ser apropiación realmente y que había gente buscándome que posiblemente eran mis familiares. Aunque era un tema muy sensible empezamos a hablar sobre cómo llegar a la verdad completa sin entrar en una situación de que me pudieran forzar a mudarme a la Argentina o algo similar, algo que le preocupaba mucho a mi padre de crianza, Jorge Raúl Vildoza”.
A partir de ese momento, menciona la aparición de Beccaluva. Beccaluva contó a este diario el año pasado, y lo repitió otras veces, que él se encargó de convencer a Javier de hacerse el análisis de ADN. Dijo que viajó a Sudáfrica a ver al viejo Vildoza, a su mujer y a Javier para explicarles cuál era la situación en el juzgado. Javier también admite esa intervención, pero en su relato, Beccaluva aparece como un ser oscuro.
“Que quede bien claro que el doctor Beccaluva conocía plenamente quién era Roberto Sedano, ya que su amigo, testigo de casamiento y padrino de su hija –Jorge Ernesto Vildoza– era abiertamente el hijo de Roberto Sedano y mi hermano. Consecuentemente, nada podía ignorar al respecto. (...) El próximo desafío para la existencia en libertad de mi padre de crianza era que el pasaporte a nombre de Roberto Sedano que le había otorgado la Marina se estaba por vencer y había pactado no pedirles ayuda después de salir de Paraguay. A pesar de explorar la oferta nefasta de Beccaluva, él consiguió su propia solución. Logró aplicarse primero para la residencia permanente sudafricana y subsiguientemente para su ciudadanía sudafricana, lo que le permitió conseguir pasaporte completamente oficial todavía bajo la identidad de Roberto Sedano. A esta altura yo me acercaba a mi mayoría de edad y me crecía la necesidad de tratar de blanquear nuestra situación en la medida de lo posible, y de averiguar si verdaderamente los que me buscaban eran familiares biológicos”, dice y va contando cómo lo hizo.
Al término de este capítulo habla de la muerte de Sedano: “Mi padre adoptivo falleció en Su-dáfrica el 27 de mayo de 2005, apenas veinte días después de mi casamiento. En ese momento yo ya vivía en Londres desde hacía unos años, pero logré viajar a su funeral en Johannesburgo, donde fue cremado bajo el nombre Roberto Sedano”.
La UIF, en su respuesta, también habla de esta supuesta muerte. Un muerto en Argentina está muerto cuando una autoridad pública lo constata. Los Vildoza presentaron en el juzgado de Servini un certificado de defunción de una funeraria privada y un crematorio privado. Ambos a nombre de Sedano. El problema es que no sólo no hay autoridad “pública” que haya legitimado el trámite, sino que además está hecho a nombre de otra persona. Como si fuese una mala jugada del destino, o el final nada evitable en la historia de la vida de un villano que vivió su vida en la clandestinidad, ahora no hay forma de probar esa muerte. La UIF pidió como prueba un ADN, pero no hay ADN posible si el cuerpo efectivamente está cremado, lo que significa que Vildoza podría seguir vivo eternamente.
Alejandra Dandan
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