lunes, 16 de noviembre de 2009

Panamá, el fracaso social del neoliberalismo


Finalizado el mandato del Presidente Martín Torrijos, e iniciado el gobierno de Ricardo Martinelli, corresponde un balance del quinquenio 2004-2009, en lo económico y social, en busca de la explicación de los males que nos aquejan y que no parece que encontrarán solución, bajo la nueva administración: desempleo, pobreza, delincuencia.
Si hubiera que resumir en una frase la evaluación del quinquenio de la administración de Martín Torrijos, habría que decir: altísimo crecimiento económico acompañado de una crisis social también creciente. Si hubo un momento en estos 20 años de régimen democrático en que debieron superarse los graves problemas sociales de Panamá, fue en este lustro. Pero, las mejoras sociales fueron irrisorias, comparadas con la enorme riqueza volcada en cada vez menos manos.
Es decir, el modelo económico neoliberal, que continúa bajo Martinelli, con lleva una polarización social creciente, donde una élite acumula cada vez más, mientras la inmensa mayoría de los panameños se hunden en la pobreza. Ese es el centro del problema. Y se requiere un gobierno que sí esté dispuesto a enfrentarlo, el cual, no será uno controlado por banqueros y comerciantes, como el actual.
La característica central del período señalado es el alto crecimiento económico de Panamá, cuyo promedio anual para el cuatrienio 2004-2008 alcanzó el 7.7%. En términos absolutos el PIB se elevó desde 13,099.2 millones de balboas en 2004 hasta 18,561.4 millones en 2008, para un ingreso per cápita de 5,593 dólares, uno de los mayores en el continente.
Los motores de este alto crecimiento económico de Panamá fueron dos: las exportaciones de bienes y servicios, 11.7% de crecimiento promedio anual, pasando de 891.1 millones de balboas en 2004 a 1,144.7 millones en 2008; y la construcción, que alcanzó un promedio de 12.2% de crecimiento por año.
Al respecto, el principal interrogante en este momento es en qué medida la crisis económica y financiera mundial afectará a la economía panameña en los próximos años. Si bien, todos los organismos especializados señalan que disminuirá el ritmo del crecimiento económico, divergen en cuanto a su magnitud.
A fines de 2008, cuando se aprobó el presupuesto del Estado, el Ministerio de Economía y Finanzas había pronosticado un crecimiento de 7.5% del PIB durante 2009, la realidad es que durante el primer trimestre del año la tasa de crecimiento apenas alcanzó 2.8%.
Por supuesto que los datos positivos de la economía, en el quinquenio 2004-2009, tuvieron a su vez un impacto positivo sobre el empleo, siendo lo más significativo la disminución notable de la tasa de desempleo abierto desde un 12.4% en 2004 para un 6.7% en 2008.
Así mismo tenemos una tasa promedio en crecimiento para el empleo del 5.7% (2005-2008) y un aumento de la mediana de los salarios del 3.4% en el mismo período. En números redondos la cantidad de empleados en la República pasó de 740,577 a 923,398, un incremento total del 25%. En el mismo sentido la mediana salarial del país se elevó de B/. 316.7 a B/. 361.5, un incremento de 14.1%.
Lo dicho marca los impactos positivos del crecimiento sobre el empleo en los últimos años. Sin embargo, la impresión es menos positiva si analiza la calidad del empleo en dos vertientes: informalidad y salario real.
La informalidad implica un tipo de ocupación en la que el trabajador carece de algunos beneficios económicos y sociales que tiene el empleado formal, como lo son: estabilidad, seguridad social, jubilación o pensión, reajustes periódicos salariales, etc. Generalmente se relaciona la informalidad con el trabajo por cuenta propia y, efectivamente, esa es una de las formas que reviste.
Sin embargo, el modelo económico neoliberal y su consiguiente flexibilización laboral han creado un subgénero de empleados que trabajan para empresas que en la práctica son informales. La subcontratación es la forma como se presenta este tipo de informalidad. Es decir, la empresa fragmenta su proceso productivo y asigna (subcontrata) a microempresas afines diversas tareas (aseo, por ejemplo). Los empleados de estas empresas subcontratadas, por estar cubiertas con regímenes laborales especiales, carecen de los beneficios de contratos permanentes, e incluso en algunos casos la evasión de la cuota a la seguridad social por parte del empleador.
Así tenemos que, si bien en el período bajo estudio hubo también una disminución del empleo informal, del 46.3% de la fuerza laboral, éste sólo se redujo 3.5%, para situarse en 42.8%. Si a este último porcentaje se la añade el 6.7% de trabajadores afectados por el desempleo abierto, tenemos que el 49.5% de la fuerza laboral panameña se encuentra en una situación de precariedad.
En cuanto a los salarios tenemos que un significativo 25% de los trabajadores tiene ingresos inferiores a B/. 250.00, por debajo del salario mínimo legal para el área urbana, que es de B/. 325.00, y una canasta básica alimenticia de B/. 273.82 mensuales por familia.
El cuadro se aprecia en su mayor dramatismo si tenemos en cuenta que el 79.7% de los asalariados panameños recibe sueldos inferiores a B/. 600.00, lo que no alcanzaría para pagar una canasta básica general.
Las medianas salariales más bajas las encontramos en el servicio doméstico y en los jornales agrícolas, con B/. 127.7 y 163.2 respectivamente. Los datos muestran con claridad que el mayor impacto de los bajos salarios se produce en el área rural, donde el 33% de la fuerza de trabajo recibe salarios inferiores al mínimo.
De acuerdo al Prof. Juan Jované, en el cuatrienio 2004-2008, la participación de los salarios en el PIB se redujo del 36.7 % al 32.0%, lo cual indica una pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios de casi 5%. Compárense estas cifras con un aumento de la canasta básica alimenticia de 38.3% entre 2004 y 2008.
La conclusión general a la que se puede llegar es que estamos ante un modelo económico altamente excluyente e inequitativo, que produce grandes disparidades sociales, y que puede ser la fuente que alimente los problemas que afectan a las otras esferas sociales, como la seguridad ciudadana y la calidad de la educación.
La incidencia del trabajo infantil es otra de las lacras que afectan al empleo panameño. La situación descrita, alta informalidad y bajos salarios, incide sobre la situación del trabajo infantil. Una encuesta aplicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), durante 2008, reveló la existencia de 89,767 niños (entre 5 y 17 años de edad) trabajando en el país. Estos datos revelan un incremento notable respecto a la última medición, en el año 2000, en la que se habían registrado 57,524 niños trabajando.
Otro aspecto a destacar es la alta incidencia de la pobreza en Panamá. Recientemente el Ministerio de Economía y Finanzas dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Niveles de Vida, financiada (ojo) por el Banco Mundial. Los números oficiales hablan por sí mismos:
“Aproximadamente un millón noventa mil personas se hallan en situación de pobreza, de las que 481 mil están en pobreza extrema, representando 32.7% y 14.4% de la población total, respectivamente”, señala la ENV 2008.
Según la ENV 2008, el 17% de la población urbana está en situación de pobreza, pero ésta escala al 50.7% en las áreas rurales y al 96.3% en las comarcas indígenas!! La pobreza se ceba sobre más de la mitad de la población de las provincias de Bocas del Toro, Darién, Veraguas y Coclé y casi un tercio en la provincia de Panamá. Casi la mitad de nuestros niños y niñas son pobres y el 25% viven en la indigencia.
Y eso que el informe pretende destacar, como es de esperarse del MEF y el Banco Mundial, que un logro del período (2003-2008) es una disminución (demasiado leve, decimos nosotros) de la pobreza: 4.1% de la pobreza general y 2.2% de la pobreza extrema.
Pero este aspecto “positivo” del informe encuentra su explicación en la metodología utilizada, la cual, al igual que el informe de CEPAL de 2008, calculó por debajo de la realidad los requerimientos de ingreso (aunque hablan de costo) para poder subsistir en Panamá. Según la ENV , basta con US $ 639.00 por persona por año, es decir, 53 dólares al mes y 1.77 diarios, para comer bien y salir de la indigencia.
Al igual que a los técnicos de CEPAL, les decimos al MEF-BM, que traten de comprar un plato de sopa con arroz en la fonda más barata, y verán que no baja de US $ 1.50. ¿No creerán que 27 centavos adicionales se puede desayunar, cenar y tomar algún “snack”, verdad?
Según el MEF- Banco Mundial, sobran US $ 1,126 anuales por persona (o 94 balboas por mes/persona, o 3.13 diarios/persona) para comida, vivienda, electricidad, teléfono, transporte, salud, etc., etc. ¿En qué país viven los tecnócratas éstos?
En realidad, si se aplicara una metodología de línea de pobreza adecuada tendríamos una verdad de a puño: la miseria y la pobreza son una lacra enorme que está ahogando a la mayoría de las familias panameñas.
Esa es la razón de fondo de la creciente violencia social y la delincuencia, de que tantos jóvenes recurran a las pandillas y al narcotráfico para hacerse una vida, y que cerca del 30% esté abandonando la educación media sin tampoco conseguir un empleo. Podrán aumentar las penas por estos delitos todo lo que quieran y llenar las cárceles tanto como puedan, pero mientras las disparidades sociales no se resuelvan, tampoco tendrá solución la inseguridad ciudadana.
En materia de empleo se requieren correctivos que aseguren más empleos formales, estables y bien remunerados, lo que la OIT denomina “empleo decente”, lo cual conllevaría a una mejora del bienestar de la sociedad panameña y aportaría a la solución de otros problemas sociales, como los que se tienen en materia de seguridad y educación.
Pueden aplicarse y ampliarse los programas (neoliberales) de combate a la pobreza, como la Red de Oportunidades y los “ 100 a los 70” , pero estos no son más que paliativos, que no modifican la desigual distribución de la riqueza, ni fomentan la producción agropecuaria e industrial, fuentes del empleo decente. Por esa vía no habrá el cambio al que, con justicia, aspira el pueblo panameño.
En conclusión, el modelo económico y social neoliberal ha fracasado, desde la perspectiva de la mayoría de la población panameña. Ese modelo neoliberal, ejecutado fielmente por los tecnócratas del PRD, fortaleció a un sector social y político específico, debilitando al resto. Ahora esos banqueros, comerciantes y especuladores inmobiliarios se han hecho con el poder directamente, desechando a los intermediarios anteriores. Como es lógico no cabe esperar rectificación del modelo mientras ellos dirijan el estado. Lo cual obliga a las capas medias, los trabajadores e intelectuales a construir una propuesta política y un modelo alternativo de desarrollo social.

Olmedo Beluche (especial para ARGENPRESS.info)

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